No estamos solos
Sinopsis de la película
El médico David Newcome (Paul Muni) es un hombre generoso y brillante que está llevando una vida difícil con su fría e improcedente esposa Jessica (Flora Robson), razón por la que su hijo Gerald (Raymond Severn) vive temeroso y en un ambiente de inestabilidad emocional. Cuando la joven refugiada Leni Kraft (Jane Bryan), llega a su casa como aya, las cosas cambian para el niño y también para el atribulado esposo, pero empeoran para Jessica quien, al enterarse del pasado de la chica, la verá como un peligro para su familia.
Detalles de la película
- Titulo Original: We Are Not Alone
- Año: 1939
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
Película
6.5
68 valoraciones en total
David Newcome es un médico de película… o bueno, de aquellos que había en otros tiempos, que llevaban la profesión en la sangre y la dignidad en el alma. Cobraba cuando se podía, y cuando no, atendía con el mismo empeño y con la misma entrega a cualquier paciente. Esto le convirtió en un hombre respetable en Calderbury, Inglaterra, donde, en la segunda década del siglo XX, se avecinaban tiempos difíciles para la sociedad.
Pero Newcome no era feliz en su hogar, su esposa era una mujer demasiado rígida y poco formada, y esto llevaba a que, su pequeño hijo Gerald, viviera nervioso y marcado por el miedo. Pero un día, por sugerencia de su propia esposa, el médico lleva a su casa como niñera de su hijo a Leni Kraft, una joven bailarina de origen austriaco que él auxiliara en un momento de crisis.
James Hilton, el mismo escritor que nos diera: Horizontes perdidos y Adiós Mr. Chips, entre otras grandes obras llevadas al cine, es también el autor de la novela homónima y del guión de NO ESTAMOS SOLOS, película que se enmarca en ese estilo de exaltación humana y de justicia suprema, que ha caracterizado a gran parte del cine clásico que ahora tiene el sello de la perennidad.
Funciona aquí la historia como una plasmación verídica y contundente de como, en esta apocada sociedad, se puede ser un gran hombre y ser víctima de grandes injusticias, y también es un reflejo muy solvente, de lo corta que suele quedarse la llamada justicia contra hechos de amplia apariencia que perfectamente pueden no ser verdad. Hilton da varios ejemplos en este sentido, y por eso, en boca de su personaje y en un momento preciso, pondrá una frase de enorme peso: Es extraño como las palabras pueden parecer justas sin ciertamente serlo.
Se redondea así un firme alegato contra la pena de muerte, pues en cada caso de ejecución, se está denegando la ocasional posibilidad de que, a futuro, resulten nuevas pruebas que demuestren que el reo es inocente. Y por cada hombre limpio que la arrogante justicia condene, es la sociedad entera la que pierde, pues de esta manera se retrasa el camino hacia la paz.
Con gran brillantez narrativa, y con convincentes interpretaciones de Paul Muni (Scarface La buena tierra…), la angelical Jane Bryan (muy notable en La solterona), la siempre eficaz Flora Robson y la polifacética Una O’Connor, el director Edmund Goulding logra aquí otros de esos filmes para sentir muy dentro, pues apunta al alma y al entendimiento desde perspectivas tan sabias y valientes, que es imposible permanecer insensible ante esa prístina sustentación de la historia.
¡Y cuán tristemente cierta la argumentación del médico en que se apoya el título del filme!… ¡Todavía seguimos en pañales en lo que al ejercicio de la Justicia se refiere!
NO ESTAMOS SOLOS es una película imprescindible.
El gran atractivo de esta película es poder disfrutar del excelente trabajo de ese monstruo sagrado llamado Paul Muni, actor camaleónico por excelencia, que da vida en este retrato pacifista y humano, al doctor Newcome, hombre comprensivo e inocente, de personalidad generosa y entusiasta, casado con una esposa celosa, más pendiente de las habladurías –gran Flora Robson- en la Inglaterra de vísperas de la primera guerra mundial. La llegada de una joven institutriz, la bellísima Jane Bryan acentuará los infundados celos de su esposa, así como las constantes discusiones sobre la educación de su hijo, un muchacho sensible y delicado, aterrorizado por su madre.
La película, un drama en toda la extensión de la palabra -especialidad al fin y al cabo de su director, el británico Edmund Goulding- a pesar de algunos desfallecimientos narrativos es un ensordecido canto al pacifismo que refleja muy bien la amargura del ambiente bélico de la primera guerra mundial, pleno de fatalismo y símbolo del fin de una era, pero también una sensible, triste y romántica historia de amor puro realzada por la magnífica partitura de música Max Steiner. Buena
No, no se trata de un título despreciativo: creo que hay que ser valiente para hacer una película de tono antibelicista como ésta en el año 39, sobre todo si se es británico como Goulding y se es crítico con el propio país como lo son él y el autor de la novela (británico también) en la que la cinta está basada. Ignoro si la razón de realizar una película como ésta en semejante momento obedecía a los deseos de neutralidad de EE.UU. en Europa o a algún tipo de filonazismo por parte del estudio, pero se agradece tanto que por una vez los personajes germanoparlantes no sean nazis avant la lettre ni cabezas cuadradas en una película de Hollywood… Hay que ver qué cosas: ¡Si resulta que la xenofobia y la envidia pueden surgir hasta en el más idílico de los pueblos de la campiña inglesa!
Pese a todo creo que la película es mejorable: no se comprenden ciertas relaciones entre los personajes, alarga demasiado el final y hay alguna subtrama innecesaria metida con calzador. Muy recomendable pese a todo.
Largometraje con tesis importante y una factura cinematográfica impecable.
De hondo calado psicológico, el mensaje se va deslizando con suavidad, pero contundente, entre los fotogramas y el sentimiento de inquietud cobra cuerpo porque las escenas están medidas con precisión rigurosa, la atmósfera de realismo imprime carácter y la capacidad de fabulación fascina al espectador.
A ello contribuye la pareja protagonista integrada por un excepcional P. Muni que derrocha arte escénica y por la soberbia J. Bryan como contrapunto.
A partir de la magnífica novela de J. Hilton, M. Goulding nos narra una historia a media voz, como un susurro que destaca las cosas importantes con una leve acentuación y adorna cada escena con detalles íntimos hasta conseguir que la película posea su propio latido.