Nadie puede vencerme
Sinopsis de la película
Un maduro boxeador en decadencia, para demostrarse a sí mismo que todavía no está acabado, decide seguir boxeando, a pesar de la desaprobación de su mujer. Incluso su propio mánager, convencido de su derrota, apuesta contra él. Obtuvo excelentes críticas por las escenas de boxeo y por la vibrante interpretación de Robert Ryan.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Set-Up aka
- Año: 1949
- Duración: 72
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Opinión de la crítica
Película
7.6
60 valoraciones en total
Extraordinaria película dirigida por Robert Wise (West Side Story, Ultimátum a la tierra) y protagonizada por Robert Ryan.
Es un claro ejemplo de los magníficos resultados de la serie B norteamericana y de como con cierta libertad y pocos medios un director era capaz de realizar obras de gran calidad.
Es la historia de un boxeador de edad bastante avanzada que quiere aprovechar su ultima oportunidad, mientras su entrenador amaña la pelea, asegurando que se dejará caer, pero no le dice nada, pues no cree que su pupilo tenga ninguna oportunidad.
Narrada a tiempo real (o casi a tiempo real), es de una modernidad aplastante, muestra el lado oscuro del mundo del boxeo y te mantiene en vilo durante la hora y diez minutos que dura la película (cuantas pelis duran más de dos horas para no decirte ni la mitad de lo que dice esta). Con toques de cine negro y de crónica social, muy apreciada por Martin Scorsese, que admite tenerla como punto de referencia durante el rodaje de Toro Salvaje (lo que no me extraña).
Película muy muy recomendable.
Unos meses atrás tuve la fortuna de ver por primera vez Incidente en Ox-Bow y constaté, no sin cierta sorpresa, que rematar un peliculón como el de Wellmann en 72 escasos minutos era una tarea difícil pero no imposible. Ayer mismo, sin embargo, mi estupor fue un poco más allá al comprobar que Robert Wise había conseguido batir esa extraordinaria marca finiquitando Nadie puede vencerme en unos productivísimos segundos menos. Impresionante.
Wise, por si fuera poco, había rodado su peli en tiempo real. Contando de forma impecable todo lo que le ocurría a un maduro y honesto boxeador de segunda fila desde las nueve y cinco hasta las diez y veinte de la noche. Incluyendo en ese lapso de tiempo, además, un durísimo combate que dura -ojo al dato- 18 minutos. 18 intensos y larguísimos minutos durante los cuales podemos contemplar a dos hombres castigándose despiadadamente en un cuadrilátero. Sin cámara lenta, ni salpicaduras sanguinolentas, ni ostias en vinagre. Solo dos hombres frente a frente. Cuerpo a cuerpo. Sin concesiones. No me extraña que a Scorsese se le cayeran los huevos al suelo viéndola. Ni un pelo.
Nadie puede vencerme no es, aún así, una simple peli sobre boxeo. Ni una notable muestra de cine negro tan sólo. Yo diría, más bien, que Nadie puede vencerme es, fundamentalmente, una peli sobre perdedores. De las buenas. De las que me gustan. Como Casablanca, El buscavidas o Fat City. Pelis que te dejan hecho polvo pero que te ayudan, en cualquier caso, a ver la vida de otro modo. Pelis que te ayudan a madurar. Y a decidir, obviamente, qué golpes debes encajar y cuáles devolver.
Dirigida por Robert Wise, es uno de los mejores films de su etapa de juventud. No se estrenó en España porque la censura rechazó mostrar los manejos de los bajos fondos del deporte. Rodada en estudio y en un estadio de boxeo, se basa en un poema de Joseph Moncure March, publicado (1928) en la prensa. Obtuvo 2 premios en Cannes (el FIPRESCI y fotografía) y fue nominada a un BAFTA (mejor película). Producida por Richard Goldstone, se estrenó el 29-III-1949.
La acción tiene lugar en una ciudad indefinida, símbolo de la ciudad media americana, en 1948, a lo largo de una hora y media. El tiempo cinematográfico coincide con el real, como en Solo ante el peligro (1952). Narra la historia de Bill Stoker Thompson (Robert Ryan), boxeador, de 35 años, fracasado, que busca desesperadamente un triunfo que le permita resolver la precariedad de su vida. Su esposa Julie (Audrey Totter) desea su retirada. El entrenador de Stoker, convencido de su derrota coviene por dinero (50 dólares) la seguridad de la misma con el mafioso Little Boy Jo (Alan Baxter). Durante el combate el púgil sospecha la existencia del tongo , contra el que se rebela luchando con fiereza.
La película, a modo de documental, muestra el submundo del boxeo, en el que se mueven personajes turbios y corruptos, que amañan combates con la vista puesta en las apuestas, los beneficios y el interés propio. El colectivo de púgiles incorpora jóvenes promesas de barro, campeones de poca monta, veteranos derrotados y personas sumidas en la marginación y la exclusión social. Stoker es un hombre honesto, de trayectoria profesional mediocre, que nunca ha cedido ante la corrupción. Se halla en un momento especialmente dramático, que suma la soledad en la que se halla ante la esposa, la angustia de un combate difícil, la esperanza de poder ganarlo y su rebelión contra las sospechas del tongo convenido por el entrenador a sus espaldas. Todo ello se concentra sobre el que puede ser su último combate.
La música ofrece melodías de baile procedentes de los locales jóvenes de las calles que recorre Julie. Alcanza su punto culminante cuanto Stoker es víctima de una agresión y la cámara deja la escena fuera de campo para enfocar las sombras proyectadas sobre un muro de un grupo instrumental que interpreta una composición estridente y distorsionada. La fotografía desarrolla una narración visual de excelente factura, basada en planos próximos, combinaciones de tomas del combate y de espectadores ávidos de sangre, subrayados visuales efectistas, etc. Las escenas de lucha son de gran realismo. El guión crea un crescendo dramático absorbente y da a la figura de Stoker una densidad humana admirable. La interpretación de Ryan, en uno de sus escasos papeles protagonistas, es soberbia. La dirección construye un relato intenso, dotado de buen ritmo y gran vigor.
Una de las mejores películas de boxeo de la época clásica. De ella tomó numerosos elementos Martin Scorsese en Toro salvaje (1980).
Un clásico del cine negro. Se retratan las miserias del boxeo desde un punto de vista interior ( el ring, las conversaciones en los vestuarios), externo ( el público y sus relaciones, no se pierdan los excelentes personajes-tipo a cuál mejor en su grotesca reacción con el espectáculo violento) y aún más externo ( la mujer del protagonista y su peregrinar por las calles ).
No se dejen engañar por una rápida consulta de la filmografía del director de este filme, Robert Wise. Sí, realizó la primera película de Star Trek ( no la he visto, pero intuyo que es la más digna) pero también una obra maestra como West Side Story. Y de todas formas, dichas referencias no permiten hacerse una idea de su trabajo en Nadie puede vencerme . Se trata de una película de género, que retrata adecuadamente el mundo del boxeo pero que aspira a hablar sobre flaquezas e ilusiones de perdedores atrapados en este sórdido mundo.
La cámara se mueve por las calles, se eleva del gimnasio a la habitación del protagonista-un adecuado Robert Ryan- y envuelve a los boxeadores en unos combates que no tienen nada que envidiar a los de Toro Salvaje .
Un gran plantel de secundarios dando cada uno el contrapunto necesario al protagonista, emoción y un gran final con una prodigiosa elípsis de la violencia os esperan.
Primer acercamiento de Wise al mundo del cuadrilátero (más tarde repetiría con Marcado por el Odio ) y que sin duda filma uno de los retratos más fieles y conseguidos de este fascinante y la vez tan cruel deporte. El boxeo: malvado, inmundo, corrupto, oscuro, sangriento. Así es como lo describe el genial director americano, pero también dejando un hueco a las personas, a las historias de nobleza y amor que se erigen fuertes como en cada ámbito de la vida.
Desarrollada en una secuencia temporal real, entre las nueve y cinco minutos de la noche a pasadas las diez y cuarto, en Paradise City tiene lugar una velada pugilística que va a servir a Wise para filmar el último combate de Bill Stoker Thompson (Robert Ryan), un veterano púgil de treinta y cinco años que, además de enfrentarse a su despedida del ring, tiene que lidiar con un amaño urdido por un peligroso gángster, su manager y su entrenador. Mientras Bill también ve como su inseparable mujer Julie (Audrey Totter) empieza a derrumbarse, cansada ya del tortuoso camino de sufrimientos y penalidades que ambos han padecido durante tanto tiempo. El papel de Ryan es genial. Tanto en lo físico como en lo artístico. Ayudado por su antigua condición de boxeador en la vida real, muestra un crudeza visual en su rostro, miradas y movimientos escalofriante y no le cuesta el menor trabajo hacerse con la cámara de Wise y completar una de las interpretaciónes más brillantes se su carrera.
Pero el film va más allá. Si bien este primerizo Wise cae en algunos errores narrativos, lo compensa muy mucho con un producto que brilla en todas las demás facetas. La ambientación es pletórica. Los blancos y negros puros mezclados con esos tonos blanquecinos que aparecen durante todo el metraje otorgan una visualidad que hace las delicias del espectador. El combate, en tiempo real, es filmado como muy pocos otros en la historia del cine: los ángulos, el sudor, las miradas de Ryan, la respuesta de su rival Nelson (excelente también Hal Baylor), la brutalidad de los intercambios…y todo ello aderezado por un público que ve el duelo cada uno a su manera y a cual más extravagante e inquietante. El combate es, como debe de ser, la cima de la cinta. Por cierto si véis Toro Salvaje a lo mejor el combate os recuerda a algo…
Sin embargo Wise no espera a llejar al ring para empezar a hacer cine, para comenzar su obra de arte. Ya antes se mete en las tripas de este mundo, en sus vestuarios donde podemos ver como van desfilando ante la cámara jóvenes y veteranos, perdedores y ganadores, hombres con ilusiones y hombres en el ocaso, y no solo de sus vidas deportivas. Para completar este magnífico elenco de personajes hacer mención a Julie, a la que Wise da el sitio que corresponde en esta historia y siendo la única que vive, que espera vivir una vida fuera de tanta violencia. Pero eso sí, con Bill a su lado. El paseo que da por Paradise City perseguida por ese mundo que tanto odia es imborrable.
Y ese final….