My Mexican Bretzel
Sinopsis de la película
Diario íntimo de una mujer de clase acomodada, Vivian Barrett, ilustrado por las filmaciones caseras de su marido León, un rico industrial, entre los años 40 y 60 del siglo pasado. La película es también un melodrama clásico a lo Douglas Sirk o Todd Haynes, con los sentimientos a flor de piel. Un viaje en volandas a través de la vieja Europa. Un ensueño romántico.
Detalles de la película
- Titulo Original: My Mexican Bretzel
- Año: 2019
- Duración: 73
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Opinión de la crítica
Película
7.2
37 valoraciones en total
My Mexican Bretzeln es un dispositivo audiovisual de intimidad narrativa.
Una perla en la programación del Festival de Cine de autor de Barcelona 2020. Una invitación a dejarse llevar por la voz interior (que aparece en forma de subtítulos) de un supuesto diario, que se acompaña de imágenes verídicas de grabaciones caseras. Una propuesta inteligente, sensible, potente que te atrapa.
La utilización puntual del sonido, el hecho de evitar la voz en off, confiere a las imágenes un poder narrativo que crece y se potencia cuando el espectador conjuga texto e imagen. Resignificando cada fotograma, vamos conociendo las vivencias y emociones de la supuesta autora del diario. Su insatisfacción vital, su matrimonio, sus pensamientos más íntimos.
Una propuesta arriesgada, donde imágenes y texto se combinan de forma hipnótica. Prodigiosa, valiente, fascinante.
Una de las propuestas más curiosas de la programación del DA Film Festival de este año es este film documental, My mexican bretzel, consistente en las tan interesantes como bien seleccionadas imágenes de las grabaciones domésticas en Super-8 que a menudo realizaba Léon Barrett (principalmente en sus numerosos viajes o reuniones familiares), acompañadas de textos extraídos del diario personal de su esposa, Vivian Barrett, que incluyen citas y reflexiones tan inteligentes* como: Ya no sé si filmamos lo que hacemos, o hacemos lo que hacemos porque lo filmamos , o Creo que filmar es una de las mejores formas de autoengañarse que existen . Estos dos ejemplos, aunque hablen de filmaciones de carácter doméstico, quizá pudieran extrapolarse a todo el hecho cinematográfico en sí.
Considero además un acierto que estas anotaciones del diario no estén verbalizadas, porque así el visionado de la película no resulta tan cansino, ni tan convencional como hubiese sido oír constantemente una voz en off recitándolas, permitiendo al espectador centrarse en las buenas tomas filmadas por el señor Barrett a lo largo de varias décadas y en numerosos lugares del mundo.
*
* El más radical de un bando enfrentado en una guerra parece ignorar que, si hubiese nacido y crecido en el bando contrario, sería exactamente igual de radical, pero defendiendo lo contrario
* La lucidez te sumerge en la oscuridad más absoluta
* El halago es el arma defensiva más eficaz que existe
* No hacer algo malo por temor a Dios no expresa bondad, sino cobardía
* La eternidad de un instante de dolor es mucho mas larga que la eternidad de un instante de placer
* Por primera vez, preferiría la libertad del olvido a la esclavitud de la memoria
* Lo malo de una masa que grita es que es imposible saber si cada individuo grita porque el resto grita o si estando solos también gritarían
* Si la naturaleza humana implicase vivir para siempre, destinaríamos todos los recursos a descubrir cómo podemos morir
Las imágenes son sorprendentemente hermosas para provenir de donde provienen y el concepto general es muy interesante, pero en última instancia no me ofrece a un nivel esencial nada que me parezca lo suficientemente especial o único para terminar de resultarme estimulante ni ningún enfoque nuevo sobre nada que me resulte remarcable, algo que a veces hasta los artefactos más sencillos y con muchas menos pretensiones a nivel conceptual son capaces de lograr casi sin esfuerzo.
Por decirlo de otra forma, creo que está muy bien pensada y muy bien ensamblada, pero un adecuado manejo del material o de las ideas del material no siempre hacen para mí una gran película si le falta ese componente de magia y de misterio que hace vibrar las mejores obras y que es tan difícil de explicar o definir, el tipo de componente que te hace vivir en las imágenes más allá de meramente observarlas pasar, aunque sea con el máximo aprecio y la suficiente admiración, como me ocurre a mí aquí.
Si por algo me gustan los documentales es porque son lo contrario a la ficción. Cuando uno asiste a una película al uso, sabe que va a ver algo bonito, emocionante, cautivador o simplemente entretenido, pero sabiendo de antemano que es algo inventado, irreal, prefabricado. Y lo aceptas conscientemente cuando se inicia la proyección porque en realidad buscas eso: abstraerte durante más de 90 minutos con una historía inventada.
Sin embargo, hay veces que te saturan las historias inventadas y por eso decides ver un documental. Este tipo de género cinematográfico pretende que el espectador sea participe de unas vivencias reales, que suceden o han sucedido. Hace que nos sumerjamos en hechos auténticos. Nos informa de situaciones que desconocíamos. Y se sustenta en imágenes y acontecimientos verídicos. Por eso me gusta el género documental. Es el escape a la ficción. Naturalmente, para impactar más, un buen documental siempre utiliza recursos y técnicas (fílmicos o de guión) que manipulan la realidad para hacerla algo más emocionante. Pero son pequeñas licencias que se consienten por el espectador y se agradecen también.
Lo que no entiendo es lo que ofrece My mexican bretzel. Este falso documental nos relata durante poco más de una hora (apoyado en imágenes reales) la historia bastante plana de un matrimonio acomodado, a la par que vacío y superficial, que a duras penas consigue engancharnos en algunos momentos. El espectador intenta luchar contra el sopor que le producen una sucesión constante de imágenes en un silencio absoluto, apenas interrumpido por sonidos aleatorios que aparecen y desaparecen sin ningún rigor. Y se aguanta todo ese tedio porque uno espera que al final la historia le cautive, le pellizque de alguna forma. Hay elementos que se agradecen: las imágenes te muestran la vida real de diferentes partes del mundo en los años 40-60 (Nueva York, Barcelona, Venecia, París…), aparecen reflexiones y citas interesantes filosóficamente.
Pero después de todo eso, llega el final y se te dice que todo lo que has visto es un montaje, que las grabaciones que has presenciado no se corresponden con la historia que se narra (en realidad son los viajes de los abuelos ricos de la directora grabados con su privilegiada camarita), que en realidad el supuesto diario no ha existido nunca (es todo un guión inventado) y que ni siquiera el filósofo al que se cita constantemente es real (son reflexiones copiadas de aqui y de allá).
Por todo ello, opino que esta cinta es un aburrido artificio con el que la directora lo único que hace es desaprovechar valiosos testimonios que le han dejado sus viajeros abuelos para contarnos una falsa nada.
Se la recomiendo sólo al que quiera aburrirse.
En 2010, después de la muerte de su abuelo Frank A. Lorang, Nuria Giménez Lorang se encuentra, rebuscando entre las cosas del difunto, con 50 bobinas de 16mm y 8mm. Están, además, en muy buen estado de conservación y meticulosamente etiquetadas y organizadas. La directora, que no tenía ni idea de la existencia de esas grabaciones, no lo duda ni un instante y decide digitalizarlas para revisar las 29 horas de metraje al completo. Son imágenes caseras de la vida (acomodada) de sus yayos suizos, mayoritariamente de sus viajes y vacaciones entre 1949 y 1968.
Partiendo de dichas imágenes de archivo (en este caso se trata de un found footage verídico) la directora teje un interesantísimo juego de espejos entre «lo real» (¿es correcto hablar de realidad en el cine?) y «lo ficticio» (¿es la ficción otra forma más de realidad?), todo envuelto en forma de (¿falso?) documental.
Lo que al principio se nos dice que son extractos del diario de Vivian Barrett es en realidad un guion elaborado a posteriori por la propia Nuria Giménez. En este sentido es muy interesante cómo logra convertir en actores, a partir del archivo casero, a sus propios abuelos ya muertos hace años. El poder del montaje en todo su esplendor: Frank y Ilse están en efecto interpretando (en 2019) a Léon y Vivian, cuando en el momento de registro de las imágenes (años 40–60) simplemente estaban grabando sus vacaciones… Claramente no estaban actuando como Léon y Vivian entonces, pero ¿estaban de todas formas interpretando una versión de sí mismos por la presencia de la cámara? El visionado de My Mexican Bretzel me parece muy estimulante porque afloran constantemente meta–juegos y cuestiones conceptuales de este tipo.
¿Cómo catalogamos esta obra entonces? ¿Ficción? ¿Documental? ¿Las dos y ninguna?
Creo que al fin y al cabo My Mexican Bretzel es un apasionante aparato formal que se mueve en el entorno de la autorreflexión: el concepto de cine en sí y concretamente de la supuesta mayor verdad que se atribuye a los documentales frente a la ficción. Es un ejercicio algo enrevesado, pero creo que de gran inteligencia: utiliza imágenes caseras / documentales / reales para, a través de ellas, narrar una ficción completamente inventada (también con la intención de parecer real), que en el fondo acaba constituyendo un relato tremendamente verosímil, y que a su vez, no sólo nos habla de los pensamientos e inquietudes de esta señora (conceptualmente ficticia pero representativamente real) a lo largo de los años 40–60, sino que el relato es perfectamente extrapolable a las cuestiones matrimoniales de muchas de las mujeres de hoy en día.
Creo que la frase con la que se inicia la película, La mentira es otra forma de decir la verdad (también de un inventado Paravadin Kanvar Kharjappali), resume perfectamente la tesis de la cinta. La autora comenta en una entrevista que hasta qué punto puedes decir que una filmación casera o un diario personal son reales, son verdad, si existe en ellos un proceso de selección y manipulación. Es la misma mentira que si te inventas algo desde cero…
En definitiva, creo que My Mexican Bretzel constituye un perfecto ejemplo del poder de significación y resignificación que puede llegar a tener cualquier tipo de creación, pero en especial el montaje cinematográfico.