Muerte en Venecia
Sinopsis de la película
A principios del siglo XX, un compositor alemán de delicada salud y cuya última obra acaba de fracasar, llega a Venecia a pasar el verano. En la ciudad de los canales se sentirá profundamente atraído por un hermoso y angelical adolescente, sentimiento que le irá consumiendo mientras la decadencia también alcanza a la ciudad en forma de epidemia… Adaptación de la obra homónima del escritor Thomas Mann.
Detalles de la película
- Titulo Original: Morte a Venezia
- Año: 1971
- Duración: 127
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Opinión de la crítica
Película
7.4
54 valoraciones en total
Entre tanta opinión encontrada (los que la odian, los que la adoran), yo me situaré en el medio. Como denota mi puntuación, para mí no es una obra maestra (en realidad no sé qué es una obra maestra), pero tampoco una película que haya que borrar de la historia.
A su favor, creo que la película tiene escena bellas, intenisificadas por una música evocadora y una fotografía muy cuidada. Además, la metáfora que se supone que se esconde detrás de la historia es preciosa -aunque quizá poco elaborada para dos horas y pico de película, al menos para mí, que igual los entendidos ven muchos más matices.
En su contra, decir que la sensación que me ha transmitido, como le ha pasado a otros, es que se trata de una historia vacía. Para empezar porque no creo que el guión supere las 10 página a Times New Roman 12 (es decir, no hay casi diálogos). Luego, se supone que es una historia de amor o algo así, pero lo único que veo es una historia de el-viejo-le-mira-y-el-joven-gira-la-cabeza-lentamente-para-mirarle-sutilmente . Porque casi en eso consiste la película, flashbacks aparte.
En definitiva, es un clásico, y creo que como tal, puede ser interesante verla, aunque sólo sea para formarse una opinión propia. Y creo que aunque os decepcione, seguro que alguna de sus imágenes se os queda grabada en la cabeza durante algún tiempo.
La contemplación de la belleza, el disfrute de la alegría y el goce afectivo en el encuentro humano, son poderosas razones para la lucha diaria de un hombre cualquiera. Aunque, con frecuencia, por falta de visión y abundancia de torpeza lo que se termina encontrando es pura sombra, lo que siempre se anhela es aquello que da sentido a la vida y que, en definitiva, permite la realización del ser humano. Todo obstáculo espera una superación, todo error merece una corrección, toda carencia ansía ser llenada… y la belleza, la luz, la abundancia y la alegría, surgen como la grata compensación que se nos ofrece ante todo progreso.
La belleza está en las cosas, pero, sobre todo, está en la esencia de quien contempla una forma cualquiera, pues es él o ella, quien determina lo que, para su fuero interior, resulta bello o no… y casi invariablemente, el encuentro con un ser o una cosa bella produce exultación, atracción, fascinación… y deliciosamente, la vida renueva su más poderoso sentido toda vez que se produce una percepción de este tipo.
El profesor, Gustav Aschembach, ha ido a Venecia en busca de otros aires que calmen, o quizás alivien, su maltrecha existencia que, acabando de recibir el fracaso de su última composición musical, ahora se encuentra enferma y con el corazón obstruido. Gratos y desgastados recuerdos se agolpan en su mente, mientras ocupa la mejor habitación del Hotel Lido… y la imagen de su esposa y de sus hijas a quienes ama profundamente, la figura de Alfred, su amigo también músico, que debate con él sobre la música y la belleza, tirando por la borda muchos de sus conceptos, la atractiva y sorprendente presencia de la joven prostituta capaz de interpretar a Beethoven en el piano… y otras especiales remembranzas que se entremezclan con esa realidad pesarosa, pero irresistible, que está tirando por la borda la rigidez de sus principios morales.
Entre los turistas, hay un chico llamado Tadzio, miembro de una noble familia, cuya singular y andrógina belleza deslumbra al dubitativo profesor. Más allá de la inefable admiración por las facciones de aquel rostro surge, en su interior, un sentimiento que se supone homosexual y que ansía desfogarse, pero que se ancla en la pura contemplación dadas las circunstancias que envuelven aquel ambiente. Eso no es vergüenza sino miedo. –Testimonia en sus recuerdos su amigo Alfred- Temes el contacto sincero y directo con lo que sea. ¿Será eso cierto? ¿ Lo que sea , se referirá a un niño o a cualquier ser humano? ¿Verá el maestro, ya enfermo, en esa figura a un hombre o a una mujer? ¿O acaso verá solamente la belleza que se impone más allá de lo físico?
Partiendo de la novela, Der Tod in Venedig de Thomas Mann, una clara simbiosis de autor-protagonista, ese gran maestro que fuera, Luchino Visconti, concreta un filme íntimo, interiorizante, donde el personaje central -brillantemente interpretado por Dirk Bogarde- transmite una compleja e intrincada emocionalidad, valiéndose principalmente de gestos, ademanes y miradas, con los que -si nos hacemos de un poco de sensibilidad-, es posible conectarse para sentir y padecer el intenso conflicto por el que su ser atraviesa.
La grandiosa música de, Gustav Mahler, hace el resto, creando una atmósfera nostálgica, apesadumbrada, romántica e irremisiblemente bella, y así, todo se junta y se entremezcla, de manera sutil y fascinante, para darnos como resultado otra obra cumbre del arte cinematográfico.
Segunda entrega de la trilogía alemana de Luchino Visconti (1906-76). Es una de las obras de mayor renombre del autor, aunque no es la mejor. El guión, de Visconti y Nicola Badalucco, adapta libremente la novela Der Tod in Venedig (1912), del novelista alemán Thomas Mann (1875-1955), inspirada en la vida del compositor Gustav Mahler (1860-1911). Se rueda en escenarios naturales de Venecia (Plaza San Marcos, Teatro La Fenice, Lido…), en Bolzano y los Dolomitas y en los platós de Cinecittà Studios (Cinecittà, Roma). Nominado a un Oscar (vestuario), obtiene 4 premios Bafta y el premio especial del 25 aniversario del Festival de Cannes. Producido por Luchino Visconti para Alfa Cinematografica, se estrena el 1-III-1971 (RU).
La acción tiene lugar en Venecia, durante el verano de 1911. El compositor alemán, residente en Munich, Gustav von Aschenbach (Bogarde) se hospeda en el Hotel des Bains, del Lido de Venecia, al objeto de descansar, recuperarse de una crisis cardiaca y recomponer los ánimos tras el fracaso de su último concierto, recibido con abucheos por el público. Llega solo, extenuado y embargado por sentimientos de frustración debidos a la pérdida de la felicidad familiar, recuerdos de la hija pequeña fallecida y el rechazo de sus últimas composiciones de vanguardia. Sólo habla, escasa y esporádicamente, con el gerente del hotel (Valli), el jefe de recepción, un cantante callejero, un gondolero ilegal, el cajero de un banco y el barbero (Fabrizi). Queda fascinado de la belleza ambigua de Tadzio (Andrésen), un adolescente polaco, de unos 13 años, que se aloja en el mismo hotel con su madre (Mangano), sus tres hermanas y una institutriz. Con el chico intercambia miradas, pero nunca tienen una conversación.
El film suma drama, drama psicológico, enfermedad, vejez, fantasía y homosexualidad. El protagonista sufre en su interior una lucha abierta entre lo que le dicta la razón (junto a la costumbre de toda la vida) y los impulsos que recibe de sus apetitos y deseos. Decide no ceder al deseo y regresar de inmediato a Munich, pero unos imprevistos se lo impiden. A partir de este momento el film aborda una pausada reflexión sobre los conceptos de arte, belleza y vida. Lo hace por medio de unos diálogos interiores que el realizador explica con la ayuda de flashbacks.
El ambiente que envuelve el relato presenta un enrarecimiento progresivo de la mano de la presencia cada vez más próxima y determinante de la muerte. De ella hablan el reloj de arena, el indigente que se desploma en la calle, las imágenes de una Venecia envejecida por el paso del tiempo, la erosión y la humedad, la desinfección de las calles, el avance silencioso de la enfermedad, etc. En este marco, melancólico y sombrío, la película centra la atención en varias cuestiones capitales.
He leído críticas que afirman que este tipo de cine no es apto para todo el público. Bien, en ese caso será eso. Porque me resulta una película tediosa, interminable y desesperadamente cargante. Si no fuera por la brillante banda sonora del gran Mahler, no hay quien aguante los monótonos e insistentes planos tan cargantes como lentos que predominan en toda la película.
Desde luego esta lejos de ser la mejor obra de un maestro como Visconti. Porque quien afirma que este cine no es apto para todo el mundo y que solo los cinéfilos tienen la suerte de entender, solo esta defendiendo la película menospreciando al espectador, y esa es la peor manera de defender una película.
Se puede ser cinéfilo y no gustarte esta película. Doy fe de ello. Y mi nota la ha elevado, gracias a Mahler y en especial a su 5ª sinfonía.
No soy quien para recomendar ver esta película o no. Solo aviso a navegantes que se trata de una película lenta y aburrida. Y lo dice alguien a quien el cine de Bergman, por ejemplo, no le resulta ni lento ni pesado, sino todo lo contrario.
Film polémico como pocos, Muerte en Venecia siempre ha sido fuente de discusión entre los cinéfilos de todo el mundo. Desde quien la considera una obra maestra absoluta y la obra cumbre de Visconti, hasta quien opina que es un film fallido del maestro milanés, decadente y de un esteticismo afectado que lastra negativamente el film. En cualquier caso Muerte en Venecia es sin ningún genero de dudas un film fascinante y se hace muy difícil, por no decir imposible, olvidar la serena belleza de sus imágenes bañadas en la sublime música del Adagietto de la 5ª Sinfonía de G. Mahler.
La fuerza poética que destila cada uno de sus planos no ha perdido nada de su fuerza visual con el paso de los años, y son el reflejo perfecto de la fusión de los universos Manniano, Viscontiano y Mahleriano, tres mundos distintos y a la vez complementarios. Nadie podía filmar la búsqueda de la belleza absoluta salvo un director con el legado cultural y el genio creador que poseía Visconti Duque de Modrone, obsesionado en la constante búsqueda de la belleza de lo sublime, y que baña el film de una pátina de melancolía y de un cierto fatalismo de espíritu por un mundo que se derrumba.
Una forma de entender el cine basada en una puesta en escena brillante y barroca, una ambientación perfecta que roza la obsesión y una técnica impecable, hacen del cine del maestro milanés una experiencia vital inigualable. Probablemente uno de los mejores directores de actores de toda la historia del cine es obligado hablar de la maravillosa, y poco recompensada, interpretación de Dirk Bogarde impagable en su papel del compositor Gustav von Aschenbach alter ego del propio Gustav Mahler, que busca en Venecia la paz de espíritu y donde encontrará al joven Tadzio, encarnación de la belleza física, por quien se sentirá irremediablemente atraído, que le inspirará nuevos deseos de vivir y renovados anhelos de creación artística, y que sin embargo acabará por llevarlo a la muerte en una de las secuencias más sublimes, fascinantes y misteriosas de la historia del cine, mientras contempla como Tadzio, que dirige su mirada hacia el, señala con el dedo un punto perdido en el horizonte.
En fin, un film asombroso, sublime, testamento fílmico de un artista que no encajaba con el siglo que le toco vivir y cuyo espíritu se podría resumir en la frase que Visconti deseaba que fuese el eslogan promocional del film…..Quien ha contemplado la belleza con sus propios ojos está consagrado ya a la muerte.
Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona 15 de mayo de 2006