Moulin Rouge
Sinopsis de la película
París, finales del siglo XIX. El pintor impresionista Toulouse-Lautrec, miembro de una familia aristocrática francesa, se apasiona por la vida bohemia de los bajos fondos parisinos y visita con frecuencia el mítico Moulin Rouge, un cabaret donde, mientras bebe, contempla a las sensuales bailarinas que bailan el can-can.
Detalles de la película
- Titulo Original: Moulin Rouge
- Año: 1952
- Duración: 123
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Opinión de la crítica
Película
7.2
27 valoraciones en total
Por mi seudónimo delato mi admiración por este director. Considero que la alianza con Bogart nos ha entregado el mayor monumento cinematográfico a la codicia humana en El tesoro de Sierra Madre . Después de una gran desilusión al ver El hombre que sería rey , tengo la satisfacción de reivindicar a mi director favorito con esta importante obra histórica. Son para destacar especialmente el manejo del color, la pintura del Moulin Rouge con su famoso can-can y la soberbia caracterización de José Ferrer. Me pareció mucho más fuerte la presencia en pantalla de Colette Marchand que la de Zsa Zsa Gabor. Para mi gusto personal, muy superior al remake de años recientes.
A principios de los años cincuenta, el cine decidió volver a acercarse a la pintura, especialmente a la pintura impresionista de la que, tal como ha demostrado en múltiples ocasiones Jean-Luc Godard, el cine no era más que su heredero. En Francia, Alain Resnais recordó en sus documentales sobre Van Gogh (1948) y Gaugin (1950) que la obra de un artista podría convertirse, gracias a los efectos del montaje, en un único cuadro. André Bazin, fundador de la revista Cahiers du Cinéma utilizó dichos ejemplos, junto al trabajo canónico de Henri-Georges Clouzot, en Le Mystére Picasso (1956), para hablar de un cine impuro. Mientras, en Hollywood, Vincent Minneli nos recordaría que el technicolor podía convertirse en una paleta impresionista al servicio de la cita pictórica en El loco del pelo rojo (1956), un biopic sobre el genio romántico de Van Gogh.
En medio de ese curioso caldo de cultivo nace esta obra fascinante de John Huston, rodada en el Reino Unido, una desgarrada reflexión sobre la vida y el arte. Explora la historia de un individuo marginal, su lacerante cinismo, atormentado con su solitaria existencia, con graves problemas debido a su físico deforme, causado por un accidente de infancia en sus piernas, que intenta abrirse camino en una sociedad que le es adversa, mientras vive una decepción amorosa y ahoga sus penas con unos cuantos litros de coñac y absenta en sus venas. Henri de Toulouse-Lautrec aplicó a la pintura su poderosa personalidad y su especial gusto por tratar a las personas y las cosas. El juego de las líneas, la sencillez de las formas, la intensidad del color, la desenvoltura dramática de sus personajes y su contacto con el placer y la alegría de vivir hacen irrepetible la obra de este pintor impresionista que no se avergonzaba de pintar carteles publicitarios.
Huston recrea la historia de un artista que lucha amargamente, durante su breve y agitada existencia, contra la incomprensión, que plasma sus fantasías y frustraciones en sus lienzos. Ilustre narrador de la bohemia parisina, la película no nos habla de la historia del Moulin Rouge en el bullicioso barrio parisino de Pigalle, sino de un personaje nacido en Arlés, aristócrata de nacimiento, rechazado por su padre y que también paseó por Pigalle, mientras como tantos artistas de la época encontraba su escondite vital en la butte de Montmartre. Bajo la apariencia de un melodrama Huston y su operador Oswald Morris nos ofrecen una explosión de color inspirado en los lienzos del pintor y una ambientación del Paris de finales del siglo XIX, su tono cromático es memorable.
La recreación del cabaret del Moulin Rouge es asombrosa, sus espectaculares números musicales presididos por la música alegre y llena de vida de Jacques Offembach, el mundo de las tabernas, prostíbulos y cabarets, y la asombrosa interpretación de José Ferrer dando vida a un artista que renunció a su linaje para ganarse el pan dignamente con su arte, llegándose a enamorar de una prostituta que lo despreciaba, que fue reconocido y pasó a formar parte del Museo del Luvre, el Olimpo con el que puede soñar cualquier francés, el museo más importante del mundo. Huston nos muestra las dos caras de un mismo personaje: el fracaso como hombre y el triunfo como artista.
Una película que no tiene nada que ver (menos mal) con su homónimo de hace unos pocos años.
Con una estética de gran belleza y muy cercana al rigor histórico, el Moulin Rouge y el Paris de finales del XIX sirve como un marco perfecto para retratar la obra de un gran artista entre pocos: Tolouse-Latrec. Las interpretaciones están hechas a la perfección, destacando en especial la de José Ferrer.
Una película de gran vitalidad, con escenas de cabaret realmente llena de ritmo y música que Huston ha conseguido captar a la perfección. Puede que le falte más escenas del Moulin Rouge, para mi gusto, pero sin duda consigue transmitirse a lo largo de la película el simbolismo, las luces y las sombras, y la esencia de unos de los lugares favoritos de la sociedad burguesa parisina .
Biografía dramatizada de la vida del pintor Toulouse Lautrec en el Monmartre de finales de siglo. Huston utilizó el color de forma desacostumbrada, intentando retratar con él el mundo de los pintores impresionistas franceses. La secuencia inicial, la de can- can, sigue siendo una maravilla y José Ferrer está espléndido como el contrahecho Lautrec.
Reconozco no haber visto la versión protagonizada por Nicole Kidman la cual, según las críticas que he leido, oscila entre la memez para unos y la obra maestra para otros. Ante este amplio espectro de opiniones prefiero quedarme con la versión del 1952 de John Huston y sustituir a Nicole Kidman – magnífica actriz, debo reconocerlo – por Zsa Zsa Gabor y Colette Marchand.
Y es que Huston es mucho Huston. Baste echar un vistazo a su filmografía para darnos cuenta que tendrá por siempre su lugar en el Olimpo de los dioses cinematográficos. La Reina de África, El Tesoro de Sierra Madre, El Honor de los Prizzi, Dublineses, estoy citando de memoria, y tantas otras.
Para mi, Moulin Rouge no es su obra magna. No. Pero es un trabajo soberbio, magnífico y lleno de ese sello inequívoco de Huston. No sólo es fiel a la biografía del genial pintor sinó que nos hace respirar el aire bohemio parisino y consigue hacer absolutamente creibles al elenco de personajes que se deslizan sobre el entarimado del Moulin Rouge. Tan creibles que llegamos a pensar que salieron de los cuadros de Toulousse-Lautrec, que adquirieron vida propia para hacernos disfrutar desde sus cancanes llenos de picardías y colores.
El caballero de la barbilla prominente parece realmente el mismo pintado por Lautrec.
Los colores, la luz, el impresionismo… Todo ello absolutamente logrado.
Si a todo ello le añadimos una interpretación memorable de José Ferrer ¿Para qué nuevas versiones?