Moros y cristianos
Sinopsis de la película
Una familia, propietaria de una fábrica de turrones, va a Madrid para promocionar sus productos en una feria gastronómica. Esta decisión la toman contra la opinión del patriarca y creador de la empresa, don Fernando Planchadell, que, fiel a sus principios, se resiste a toda innovación. Los maestros Berlanga y Azcona, aunque lejos de su mejor época artística, se vuelven a rodear de excelentes actores para conseguir uno de los mayores éxitos comerciales de su carrera.
Detalles de la película
- Titulo Original: Moros y cristianos
- Año: 1987
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
Película
5.4
67 valoraciones en total
A Berlanga le gusta burlarse hasta pisotear todos los valores occidentales y cristianos. Aquí ha montado un tiovivo muy bestia en el que no me extraña nada que los turroneros de Xixona hayan puesto el grito en el cielo: presenta a la familia turronera en Madrid como una pandilla de salvajes, ignorantes y locos por hacerse ricos con la menor inversión posible y sin tener idea de nada. Pero también ridiculiza a políticos y periodistas, con actores e invitados que nada tienen que ver con la profesión. Todo es impresionante en el burladero donde se lleva las mejores risas Luis Escobar en ese fraile que va a una agencia de publicidad para que le suban a los altares a un tal Fray Nuño…
Andrés Pajares es un divertidísimo retrasado en ebullición sexual, la Forqué parodia a la típica argentina guapa con aire putón, la Ponte se luce muchísimo en un papel muy diferente al tradicional de cascarrabias, cosa que no sucede con el gran Agustín González (su marido en la vida real) que lamentablemente hace de cascarrabias todo el tiempo, Pedro Ruiz monta muy bien el número del valenciano pesetero…
López Vázquez le saca partido a uno de los mejores personajes de la función: un todoterreno desvergonzado y cutre al servicio de vender lo que sea como sea.
El final es un brillante modelo de humor negro se mire por donde se mire. El humor directo a menudo basto y reiterativo también es propio de este tipo de sainete en el que se da margen a la improvisación y la fiesta popular.
Sus mejores películas quedan bastante atrás de los 80, pero me es imposible no recomendar Moros y cristianos y decir que sea mala. En cada rincón hay algo destacable, por pequeño que sea, en cada momento puede aparecer alguno de sus múltiples personajes con alguna ocurrencia inverosímil de la que es imposible no responder con una sonrisa. Yo personalmente cada vez que ha aparecido Andrés Pajares me he descojonado vivo, cuando no está incordiando a la criada aparece sin saber cómo por algún lado de la imagen para dar alguna opinión ocurrente y disparatada.
Muchos opinan, no sin razón, que Berlanga perdió cuerda con el tiempo, que la acidez por la que es recordado se fue disipando y que sus mensajes perdieron interés: en parte opino igual, es cierto, pero una película como Moros y cristianos tiene igualmente un gran interés, no sólo por los nombres propios de un casting en el que no falta nadie, se trata de una comedia sanísima de la que es difícil decir algo malo. Puede no gustar el aparente caos de muchas escenas que se suman unas a otras y en las que vemos a cuatro, cinco, si no más, personajes hablando sin parar, pero ese embrollo está trazado con la buena intención de hacer reír y es indiscutible que, lo consiga o no, Berlanga trabajaba con ese objetivo.
Yo si no ha sido con uno ha sido con otro, pero puedo asegurar que me reído con ganas, de manera que considero que aun siendo una película menor del director merece muchísimo la pena.
La demoledora eficacia crítica y cómica de Luis García Berlanga no tiene parangón con el de ningún otro cineasta español. Su mundo está hecho de incorporaciones masivas de selectos planteles humanos, que, en sus prolíficas manos, evidencian una eficacia única para remover los posos críticos, desenfadados, frívolos, caóticos, grotescos, raquíticos, o nostálgicos, de un panorama fílmico, puramente ibérico, que Berlanga establece en nuestra cinematografía como si instaurara una nueva ordenación jurídica en lo que a la pantalla grande respecta: su cine coral . El punto de partida de este colosal Moros y cristianos es el turrón de Jijona. Que, por supuesto, no forma parte de una hecatombe tremebunda en la que menudean sus americanos que no llegan nunca, sus verdugos, sus letras de cambio, sus pobres muertos de hambre y de frío entre calamitosas caridades puestas en solfa por una burguesía beatona e hipócrita, o sus falsificadas apariciones de santos, que escenificaron una época, para dar paso después a sus políticos corruptos y lujuriosos, sus marqueses mezquinos y egocéntricos con hijos masturbadores y algo retrasados mentales. Pero, como en la viña del señor Berlanga siempre ha habido y habrá un poquito de todo ello, disfrutemos con el mejor patriarca Jijonés jamás parido que es el malhumurado y genialísimo Fernando Fernán Gómez, con sus egocéntricos y mezquinos hijos que son el Pedrito Ruiz y el inolvidable Agustín González, con una aspirante a ministra, siempre al borde de la histeria que está que se sale de bien y que es Rosa Maria Sardá, con una Verónica Forqué regia por su acento argentino y porque es una cómica sublime, con un magnífico Andrés Pajares retrasado mental y que parece Alberto Sordi, con un torbellino publicitario personificado por un extraordinario José Luís López Vázquez, que es capaz de engatusar al mismísimo Padre Celestial y que además padece aerofagia y lleva coleta, y con una enloquecida, pintarraqueada y cachonda ex-cantante de ópera, ilustre María Luisa Ponte, aparte de otras muchas glorias vitaminadas por la genialidad Berlanguiana. Y ahí queda esa especie de cóctel patricio, a galope con los encontronazos patológicos de todo quisqui, con el que podría ser el lema del SR.LUIS: de todo un poco, ¡y mucho! (El repaso fotográfico que José Luís López Vázquez lleva a cabo ante los ojos atónitos y la sobresaliente dentadura de Rosa María Sardá de la familia Planchadell y Calabuig es de los que hacen historia) ¡Yo no me lo habría perdido por nada del mundo! ¡Ni tampoco el resto de la película, por supuesto!
Divertidísima, descacharrante, inteligente y mordaz sainete, perpetrado con premeditación y alevosía por el genial Luis García Berlanga, en el que de forma cariñosa a la vez que inmisericorde nos muestra las miserias de la España de la época, a través de una familia de turroneros que viajan a Madrid para promocionar sus productos, narrada con muy buen ritmo y en el que todos los implicados en este coral reparto lucen a gran altura, no en vano tenemos un casting con lo más granado del cine patrio, en el que el ínclito, denostado y entrañable Andrés Pajares llena la pantalla cada vez que asoma la gaita.
Berlanga, Azcona y magníficos actores, pedir más es avaricia.
Absolutamente recomendable.
Efectivamente, como bien apuntan algunas críticas sobre esta película, Moros y cristianos no está destinada a ser recordada como la mejor creación del mítico y añorado dueto formado por Luis García Berlanga y Rafael Azcona. Pero, que no lo sea, no significa en lo absoluto que sea una mala película, al contrario.
En primer lugar es una nueva oportunidad para el malogrado director de contar con Fernando Fernán Gómez en un papel principal, el honrado y artesanal dueño de una turronería que, incentivado por sus casquivanos y no especialmente brillante hijos (Pedro Ruiz y Agustín González, especial atención a este último, genial en sus enfados), accede a ir a Madrid, donde de verdad se puede hacer buena publicidad de lo que venden.
Allí cuentan con la otra hija del patriarca, una divertida Rosa María Sardá, la cual ha optado por la vía política. Este personaje es un brillante pretexto para que los afilados colmillos de Berlanga y Azcona muerdan a una clase de dirigentes (incluso a los que estaban por venir), captándolos a la perfección. Asimismo, la candidata presenta a sus parientes (visita no del todo bien recibida) a un publicista encarnado por el inconmensurable José Luis López Vázquez (divertida coleta incluida).
A partir de aquí no es conveniente desvelar nada más. Simplemente destacar a unos sobresalientes Andrés Pajares y Verónica Forqué, dentro de un reparto, muy típico de estas obras corales, profundo y repleto de talento.