Morir en Madrid
Sinopsis de la película
A través de diversos documentos sobre la Guerra Civil Española (1936-1939) presenta diferentes puntos de vista sobre la misma. Es también una crónica sobre el régimen de Franco. La muerte de Federico García Lorca, el bombardeo de Guernica, la defensa de Madrid, las brigadas internacionales son algunos de los episodios que componen este documental.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mourir à Madrid (To Die in Madrid)
- Año: 1963
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
7.6
85 valoraciones en total
Morir en Madrid es un repaso, quizás algo efímero, a la parte mas vergonzosa de nuestra historia, pero veraz y lo que es mas importante, totalmente imparcial, acostumbrados a ver producciones, tanto películas como documentales nacionales, masacrados y vilipendiados por simpatizantes de un bando u otro (si aún), visto desde ojos franceses es todo una ventaja. Igualmente solo por el hecho de ser un documental ya es mucho mas admisible que cualquier película.
Morir en Madrid se dedica simplemente en repasar los hechos, a contarnos las evoluciones de la guerra, paso a paso, con datos, números y estadísticas en mano, así como detallando los acontecimientos tanto del bando nacional como republicano, con mas virtudes que aciertos, un repaso de imágenes sin caer en el propagandismo ni en la sensiblería.
El documental no va a descubrir nada, pero si es un buen acercamiento a lo que pasó, quizás falten por resolver algunos porqués que quedan en el aire, o detallar mas como los nacionales llegaron a Vinaroz o la importantísima y crucial batalla del Ebro, pero en lineas generales instruye correctamente y no decepciona.
Nunca hasta hoy había podido conseguir este impresionante documento de nuestra guera civil.
Es un documental impecable en muchos aspectos. El montaje, la fotografía y la narración están en perfecta armonía. Incluidas esas impresiones descontextualizadas de algunos de sus anónimos protagonistas. Unos primeros planos muy bien fotografiados de campesinos republicanos.
Suerte que hemos tenido los españoles que los franceses y creo que también los austriacos documentasen la guerra civil, porque si no no tendríamos ninguna imagen de esa contienda.
Me ha emocionado especialmente el recuerdo que se hace de Miguel de Unamuno y he sentido escalofríos cuando se recuerda su frase con la que he titulado esta reseña.
Madrid nunca fue un verdadero fortín. Pululantes y ululantes, aciagos y sombríos eran los habitantes de una recién convertida en ciudad por la que no corría el agua con normalidad. Forjada como piedra en un pedernal semisumergida en agua, como si hubiera de hacerse a sí misma, como si de la primera ciudad contemporánea se tratara.
Todavía se puede leer en algún rincón, humano o mineral: Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, ésta es mi insignia y blasón .
Ladrones, ratas, cuchillos y arrogancia. Una villa convertida en capital del estado que tantas culturas conquistaron. Ajena al trajín de burócratas y militares, hubo de adaptarse entre calles de mercado a una sobrevenida madurez que aún apreciamos marchitar. El agua se mantenía pura bajo la falta de alcantarillado, las osas probaban manjares y los madroños se pisaban para envilecer algunas almas. El mayor enteógeno jamás reconocido: un carisma propio de muy pocos, que demasiados pretendieron imitar, y que ahora todos conocen como chulería.
Y entre avances destemporizados, alergias envenenadas entre emigrados y obligados, caricaturas de cada rincón de España y rebeldes vacíos higiénicos, se forjaba lo que sigue siendo el centro neurálgico de un país que pocas veces supo mantenerse unido. En 1963 Frédéric Rossif nos contaba a modo de documental cómo transcurrieron unos años, apenas 5 ó 10, que marcarían tantas generaciones como hemos conocido hasta la fecha. Desde 1931 a 1939.
Una población que apenas se conocía a sí misma, que casi no había catado la riqueza de sus haberes, que ni siquiera estaba segura de ser una, se veía envuelta en circunstancias que, como a todo conjunto humano, le venían demasiado grandes. Con un censo mayoritariamente iletrado, y entendamos que iletrado significa analfabeto, no conocía bien ni las letras de los nombres a los que debía votar. En unas elecciones democráticas habían decidido que gobernaría un partido, aunque sus decisiones no tardarían mucho en perecer. No volverían a tener la oportunidad, aunque mucho menos ingenua, hasta finales de la década de los 70 del pasado siglo.
La piedra no se forja sólo en un pedernal, donde saltan chispas provocadas por quien busca algo más, sino que, natural y pacientemente, se forma y deforma según inclemencias sobre las que no caben acusaciones responsables. El agua que baña parte de la piedra no asomaba en Madrid lo suficiente para limpiar La Posada del Peine, o las esquinas de la calle del limón. Sus vecinos empezaban a conocerse y se temían más que se amaban. Pero era entre la sangre que dejaban los animales, aquel rastro que marcaba las aceras, donde se dibujaba la nueva miscelánea que habría de cubrir el nombre de Madrid e importara un carácter poco agraciado. Elegida como capital simplemente por razones estratégicas, recordemos.
Algunos, tal vez demasiado influyentes, nunca fueron partidarios de las decisiones ciudadanas que, aunque ciudadanía ignorante, debía empezar a tomar conciencia de su poder. Por esa razón, y también por voluntad militar, combativa y egoísta, eligen exiliarse algunos coroneles y generales. Y con el emblema engreído de recuperar España se lanzan en la revuelta a las órdenes de Francisco Franco desde el sur, tan al sur que incluso no era parte del propio país. Pero esa rebeldía no debiera llamarse revolución, sino golpe de estado. En donde el pueblo es soberano, no hay hueco para una violenta revuelta, sino que existen caudales legítimos (también los había legales para entonces) por los que solventar tensiones. Sin embargo, bajo una presencia de poder ilegítimo y totalitarista sí es concebible la sana revolución que lleve a los oprimidos a la toma de decisiones. Estamos entonces frente a un golpe de estado militar que pretendía aventar cualquier posibilidad de política.
Rossif se hace cargo de la situación, y aunque en tono muy francés vuelca las emociones en relatos poéticos y canciones de guerra, intenta un enfoque neutro donde muestra los hitos principales sin detenerse en los detalles. Aclaro que aunque su situación es informante, en todo uso del recuerdo y el ejercicio de la memoria, no nos queda otra que posicionarnos (siempre) y acentuar nuestro sentimiento en algunas acciones que modifican y re-crean de nuevo lo que ya conocíamos, y en cada recuerdo volveremos a re-crear hasta conseguir imágenes muy diferentes, ninguna de ellas idéntica a lo que supuestamente debería ser la fiel realidad que (repito) supuestamente tiene un documental. Por ello que excuse la visión del director y que comprenda la dificultad del retrato que unos ojos experimentan.
Una mal denominada guerra sacude a todos los que en este territorio se encontraban, llamados españoles o traidores. Pero déjenme expresar algo aquí: aquel que quiere a los suyos, les permitirá su voluntad, y aquel que una vez expresada aquella, se enfurezca y obligue a su cambio, aquél y sólo aquél debe ser llamado traidor.
Lo que vemos en el documental, sobre la pobreza y los muertos, sobre las bombas y los disparos, y sobre los escombros y las mutilaciones, es un resumen muy breve de casi cuatro años de injusta guerra en la que los milicianos contaron con ayuda exterior (Brigadas Internacionales) y los rebeldes acudieron a jefes de mando (Hitler y Mussolini). En convenciones internacionales se decidió por unanimidad no tomar parte en la guerra española, pero desde Alemania se mandaban tropas y legiones para bombardear sistemáticamente a la población civil y desde Italia se cooperaba con miles de refuerzos militares y armamento. Curiosamente, ambos países comandados (y no gobernados) por fascistas acusaban injustamente a otras naciones de ser partícipes y así justificaban su pertenencia a bandas armadas. La imposición del pedernal a la piedra que se forjaba en Europa significaba la erosión del capital humano y ciudadano. Mientras en Madrid seguía manando agua ajeno al desastre que había de llegar.
Sigue abajo sin spoiler, por falta de espacio…
Cuando comienza el documental, uno echa en falta más detalles antes de que estallará propiamente la guerra civil. El seguimiento de algunos hechos son mencionados de pasada o directamente omitidos. Pero hay que entender, que es un documental de nuestra guerra para extranjeros. Solo así pueden justificarse algunas ausencias clamorosas.
El documental te mete de lleno, con imágenes verdaderamente impactantes, y la voz en off no llega a cansar en ningún momento. De hecho juegan a mostrarnos algunas situaciones de batalla, con declaraciones en off por medio de dobladores. Está será la constante del documental. También echa mano de algunas canciones de la época, pero excasas a mi parecer. Inevitable la glorificación de las brigadas internacionales, a los que prácticamente se puede dedicar el documental.
Las virtudes son mayormente sobre sus imágenes de archivo. Los puntos negativos son varios, y aunque no desmerecen el resultado final, deben ser comentadas:
– Increíble lo bien que queda Francia en el documental. Se atreven a decir que fue el único país junto con México y la URSS que ayudo en cuerpo y alma a la república.
– Muchos momentos relevantes de la contienda ni son mencionadas, como el enfrentamiento entre el POUM y la CNT contra el Partido Comunista en Barcelona.
– Por mucho que se diga lo contrario, el bando institucional queda en mucho mejor lugar que el bando de los sublevado (se podría debatir si esto esta buscado o no).
Por otro lado, ofrece algunas lecturas interesantes y de particular interés, que en España siempre han pasado desapercibidas, como puede ser la enorme cantidad de tropas que llegaron desde Italia para ayudar a los rebeldes, y la importancia capital que esto supuso para decidir la guerra, así como el apoyo alemán al mismo bando, o que en el fondo, para estás dos potencias, nuestra guerra civil no era más que un campo de entrenamiento para futuras operaciones.
Así acaba el documental, con unas imágenes de los colegas de la legión Cóndor (los cabroncetes de Guernika), y una voz en off recordándonos: En tres meses estarían en Varsovia. Un año después, en París .
Mourir à Madrid, Morir en Madrid , es uno de los mejores documentales que he visto sobre la guerra civil que asolo España, tiempos revueltos de guerra fraticida. El documental ofrece una galería de imágenes de archivo realmente brillante durante el periodo de enfrentamientos entre ambos bandos el nacional y el republicano, por otro parte también en el inicio del documental muestra unos datos sobre el caciquismo que reinaba en esa época sobre los pueblos con sus respectivos terratenientes, y la gran diferencia entre una minoría de grandes amos de tierras y la gran mayoría de campesinos. Por otra parte la narración del documental está acorde con cada plano mostrado que detalla bastante bien a mi modo de ver lo acontecido durante la guerra, no deja de ser curioso que el documental sea francés.