Moonrise Kingdom
Sinopsis de la película
Años 60. Familiares y amigos buscan a dos jóvenes amantes que han huido de su pueblo natal. Así, quedarán de manifiesto viejos rencores y ocultas relaciones románticas entre algunos de los personajes que participan en la búsqueda.
Detalles de la película
- Titulo Original: Moonrise Kingdom
- Año: 2012
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
7.2
56 valoraciones en total
Wes Anderson lo ha vuelto a hacer. Sin que le tiemble el pulso ha desempolvado esa vieja caja de zapatos donde guardabas tus posesiones, antaño, más preciadas y las ha colocado encima de la mesa, obligándote a jugar. Moonrise Kingdom es otra muestra de cómo el Texano se maneja cuando a evocar tiempos pasados (y mejores) se refiere. Desde los amores púberes de un vivo Max Fisher por una profesora de la Academia Rushmore, hasta la búsqueda (puerilmente testaruda, como la pataleta de un mocoso que dice haber visto a un gnomo en el bosque y al que nadie cree) por parte del ya maduro capitán Zissou del tiburón que se come a su amigo, en Life aquatic, el cine de Wes Anderson demuestra estar compuesto de la materia que puebla la mente de un niño. Excentridad, imaginación y aventura se mezclan y dan lugar a un cine marciano, que alcanza un tono arrebatadamente singular. Nos hayamos ante el genero W.S. Comedia afligida. Drama jubiloso. No será, pues, menos, en lo que a su última película se refiere. Moonrise Kingdom cuenta las aventuras de dos chavales preadolescentes, Sam y Suzy.
Sam y Suzy son dos niños diferentes pero iguales. Sus problemas para relacionarse con otros son más que evidentes, y les llevan a excluirse en ellos mismos o a proyectar sus problemas en los demás. Sus padres no existen. Sus sueños son lejanos. Pero un día Sam y Suzy se conocen.
Sam y Suzy se escriben, se escabullen del bullicio impuesto. Se apoyan el uno en el otro, se cuentan trivialidades, esperan con ansiedad noticias del otro. Un día Sam dice ¿Cuándo?. Un día Suzy dice ¿Dónde? Y entonces de entre las brumas nació su reino.
El reino de Sam y Suzy es una playa virgen. Unas coordenadas cartográficas donde ni el egoísmo ni la maldad han asomada aún su gélido rostro. Toneladas de arena nívea, litros de agua salada inerte. Su aventura se extiende más allá de los últimos rayos de sol, con la luz tenue y cómplice de la luna, junto a una fogata y un libro abierto de par en par, que encharca sin remedio sus mentes incorruptas.
Sam y Suzy son dos mitades de un solo ser. Dos niños que se han imaginado cientos de veces, detrás de cada charco, de cada colina, dándose de la mano para cruzar las aguas turbulentas. Dos almas escapando del mundanal ruido, de las vanas costumbres, saltado de piedra en piedra para no tropezar con la irremediable verdad.
La verdad que ven en los adultos que les rodean. Torpes, acomplejados, perdidos, solos. La verdad a la que dan la espalda, enseñan el culo y gritan piérdete tan fuerte que da miedo.
Sigue en spoiler por falta de espacio.
Si hace una semana hubiésemos realizado una encuesta sobre cuál es su director favorito entre los miles de seguidores del Sónar que bailoteaban a plena luz del día, seguro que Wes Anderson aparecería en la mayoría de preferencias. Wes Anderson es cool, es vintage, es guay. Es lo más. Al cine de este enigmático director le ocurre lo mismo que a la música alternativa y etérea que se danza en el festival de Barcelona, unos pocos la disfrutan y unos cuantos, los que más, fingen entenderla. Wes Anderson, como el Sónar, como las tiendas de ropa de segunda mano, es parada obligatoria para todo moderno que se precie.
El director de Academia Rushmore, de Los Tenenbaums, de Viaje a Darjeeling, mantiene en esta última obra ese humor surrealista revestido de look demodé, hoy más de moda que nunca. Es, sin duda, un estilo particular, muy meritorio, en el que cada fotograma destila comedia por sí mismo. La imagen requiere de pocas palabras para provocar ese efecto satírico y absurdo que desprenden todas sus películas. Pero en esta ocasión, más que nunca, se echa en falta una mínima trama, un argumento que complete el impresionante esfuerzo de fotografía.
Porque esa historia de amor preadolescente, esa fuga de amantes benjamines, provoca el mismo efecto que producen los niños ajenos, esa sonrisilla entre fíjate qué monada y quítalos de mi vista lo antes posible. Aunque muchos críticos se esfuercen en buscarle sentido al filme como un viaje a la etapa infantil, a pesar de lo increíblemente bien que Jared Gilman asume el papel de niñato resabido, lo cierto es que Moonrise Kingdom es poco más que un estímulo visual.
Anderson demuestra una enorme habilidad, no sólo en el uso de la luz y del color, sino también en el manejo de la cámara, con esos desplazamientos laterales, arriba y abajo, que lo convierten en el rey del travelín (palabro del diccionario de la RAE que también parece perseguir el gusto por lo antiguo). La agilidad que por momentos no encontramos en los guiones la obtenemos en el puro nervio de sus imágenes, como si ambos conceptos, continente y contenido, discurrieran por caminos opuestos.
A los fieles seguidores del director, sin embargo, poco les importará el mensaje. Moonrise Kingdom ofrece los suficientes guiños nostálgicos como para satisfacer a esa corriente posmoderna con la mirada puesta en el pasado. Vibrarán con el tocadiscos portátil de Suzy, objeto kitsch donde los haya, o con el baile de guateque que se marca Sam en la playa. Sólo cabe preguntarse qué ocurrirá con la película, cómo se mantendrá en el tiempo, cuando lo viejo deje de ser moderno. Es lo que tienen las modas, que son pasajeras.
No me resulta fácil escribir unas líneas acerca de una de las peliculas mas hipnóticas que he visto en los últimos años, resulta paradójico, pero es así. No seria capaz de definirla, así que haré una breve introducción, mas emocional que critica.
Como siempre digo, el cine es el arte de hacer soñar a los seres humanos, de evadirse de la vida real, de empatizar con unos personajes de ficción, de ver belleza a través de 24 fotogramas por segundo.
Para algunos el cine no es mas que un simple entretenimiento para pasar un rato distraído, pero me considero un privilegiado de pertenecer a otro grupo, los que viven, aman y mueren de cine…porque si, señoras y señores, para un servidor el cine es una forma de vida.
Después de divagar un poquito ya me dispongo a hablar sobre la ultima película del tal Sr. Anderson, un autentico director con eso que suelen llamar sello personal . Solamente he podido ver la presente cinta y otra pequeña obra maestra llamada Fantástico Mr. Fox . Estas dos obras guardan muchas similitudes, muchas de ellas formales, pero la mas importante de todas es la capacidad de emocionar al espectador. Y aquí es donde quería llegar a través de mi previo speech…me sale del alma escribir una critica cuando salgo del cine con la sensación de poder haber recibido un regalo para la vista (y también para el oído, vaya banda sonora). Ya me ocurrió con La invención de Hugo .
La historia del primer amor es tratada con tal delicadeza, tanta ternura, que con un humor muy personal (es una de esas peliculas de permanente sonrisa en la cara) nos sumerge de lleno en una de las etapas mas socorridas a la hora de plasmar en pantalla, pero también mas difíciles de acertar en el momento de hacerlo, la infancia. Pues bien, Mr. Anderson lo consigue con una obra mayúscula, atemporal, un Moonrise Kingdom para aquellos que quieran soñar y escaparse de la dura realidad actual durante 90 minutos. Si saben apreciar esta joya, con solo recordar un fotograma, podrán experimentar una de las sensaciones que mas necesita el ser humano en estos tiempos : unas pequeñas gotas de felicidad.
Da lo mismo el tipo de graduación de gafas que tengas, si son de pasta gruesa o de liviana montura, si llevas lentillas o no tienes cataratas. Da lo mismo que veas esta película bizco o haciendo el pino, que te pongas el parche o te hagas un piquete de ojos. Da lo mismo que la veas a dos kilómetros de distancia, que estés en primera fila o saques tus prismáticos y apuntes a la pantalla… porque siempre verás lo mismo:
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Y es que el autor de Fantástico Sr. Fox vuelve a la ficción en retroceso narrando, entre bellas imágenes y una estética inmortal, un cuento sobre el amor adolescente: imposible, loco e indivisible. Su estilo es siempre inconfundible en su reparto coral y conexiones anteriores, en su banda sonora y la utilización y reivindicación del vinilo. Moonrise Kingdom es como si Peter Pan se vistiera de un boy scout nerd y se pusiera gafas de pasta gruesa para ligarse a una depresiva y solitaria Wendy. Desde la presentación de la heroína, como si viviera atrapada en una casa de muñecas con una familia disfuncional (marca de la casa) esperando que su príncipe por correspondencia la lleve al País de Nunca Jamás, llueven las referencias al detalle y al mundo de los libros entre páginas, barridos y precisas panorámicas.
La batidora está lista para triturar el pasado, para reconvertir el tren de Viaje a Darjeeling en una canoa con destino a una playa de ensueño, para transformar a Life Aquatic en el Diluvio Universal fuera y dentro de un escenario teatral que no tiene nada que envidiar a Intolerancia de Griffith, para reinventar los valores familiares de Los Tenenbaums. Una familia de genios y para reivindicar el papel cinematográfico de Bill Murray desde Academia Rushmore. Pero sobre todo para que gritemos entre prismáticos y butacas: ¡Oh, Dios mío… han matado a Snoopy! ¡Hijos de puta!
Desde su debut como director Wes Anderson ha conseguido dos cosas: hacerse con un estilo personal y poner de acuerdo a toda la crítica a la hora de rendirle pleitesía. El problema es que sus películas vienen marcadas por unos personajes estrafalarios y un sentido del humor no siempre fácil de entender (prueba de ello es la poca gente a la que se escucha reir en toda la sala) lo que provoca que no sea nada fácil entrar en sus historias ni disfrutar de ellas. Nadie le niega su capacidad como director y su brillantez a la hora de mover la cámara. Tampoco su capacidad innata para dirigir repartos corales donde cada personaje suele disponer de su momento de gloria. Pero su capacidad para generar emociones está bastante más abajo de lo que algunos pretenden hacer creer. Y eso que en esta película que nos ocupa Moonrise kingdom, la narrativa es algo más accesible que en anteriores trabajos y los personajes ya no parecen todos salidos de un manicomio, aunque alguno sí hace méritos para entrar. Pero la perplejidad con que uno va observando el devenir de la historia no ayuda en nada a entrar en ella y no consigue que esta le transmita ninguna de las emociones que a priori persigue. Así pues, la historia de Sam y Suzi en la que en principio muchos de nosotros nos podríamos ver reflejados, nos pasa por delante como un cuento friki de un autor que sabe que actúa con red.
Lo mejor: su estilo visual.
Lo peor: que sea tan poco graciosa.