Mazinger Z (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (1972-1974). 92 episodios. Dos arqueólogos encuentran los restos de una civilización antigua que era capaz de construir robots gigantes. Uno de ellos, el doctor Hell (doctor Infierno), cree que si consigue construir unos robots semejantes, entonces podría gobernar al mundo. El otro arqueólogo, el doctor Kabuto, se niega a secundar sus malvados planes y, a partir de ese momento, se convierten en enemigos. Hell ordena que asesinen a Kabuto, pero éste, antes de morir, le había mostrado a su nieto, Koji Kabuto, un robot que había construido en secreto parra enfrentarse a Hell. El robot, llamado Mazinger, está construido de la formidable aleación Z. Muerto Kabuto, Koji aprende a pilotar a Mazinger gracias a la ayuda del ayudante de su abuelo, el doctor Yomi, que también ha construido un robot llamado Afrodita A, que será pilotado por su hija Sayaka Yomi. Mazinger Z y Afrodita se enfrentarán entonces a los malvados robots de Hell, con el objetivo de salvar al mundo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Majingâ Zetto (Mazinger Z) (TV Series)
- Año: 1972
- Duración: 30
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Opinión de la crítica
6.6
77 valoraciones en total
Pues eso, que me temo que si se me ocurriera verla de nuevo chafaría el gratisimo recuerdo que guardo de esta serie que vi cuando tenia unos 8 u 9 años, como parece que le ha pasado al compañero de otra de las críticas. Recuerdo las tardes de sábado delante de la tele con los ojos como platos, y recuerdo que todos soñábamos con ser como el protagonista. Y recuerdo que haciamos los típicos chistes infantiles con las famosas tetas voladoras de afrodita A.
Recuerdo que coleccionaba los cromos, bueno, los coleccionábamos todos los críos del pueblo (mi querido jardin de mis recuerdos). Y los pegábamos con un pegamento hecho a base de harina y agua (joder, qué rudimentario, sí, pero casi todo lo que se hacia estimulaba la imaginación). Recuerdo que me tocó el cromo más dificil de la colección, esos de los que debia haber unos cientos en toda España, y como no lo sabía un espabilado me engañó cambiándomelo por un monton de ellos. Al final fué ese el único cromo que me faltó y el aguililla el único del pueblo que acabó la colección. (MI QUERIDA INFANCIA, POR QUÉ ME ABANDONASTE)
Para todos aquellos que nacimos a primeros de los 70 Mazinguer Z es la quinta esencia de los dibujos animados con los que crecimos. Esperando impacientemente cada episodio y con los ojos sin parpadear hasta que el capítulo no hubo terminado. Mazinguer era la energía, la fuerza, el ímpetu que en contraposiciòn a otros dibujos (como los de Hanna-Barbera, Looney Tunes u otras producciones propias como Marco, Heidi, La abeja Maya, Vicki el vikingo….) que eran más ñoños y tiernos ( de los cuales también me declaro fan ). Quizá de los dibujos animados de aquella época solo posteriormente Ulises 31 llegó a rozar esa misma esencia que Mazinguer había calado. No solo tuvo gran repercusión audiovisial sino que conquistó nuestros corazones cambiando cromos en el colegio y leyendo sus comics. Todo un fenómeno de la època. Es probable que si ahora se viese en la tele sería un producto con grandes carencias técnicas de dibujo pero hace 30 años nada le hacia sombra. Y una última cosa la musiquilla era tan molona que por si sola estaba a años luz de cualquier canción infantil de entonces, no sé me viene a la cabeza Parchis por ejemplo. Para todos los niños de aquella década Mazinguer siempre será el anime número 1 de siempre.
Anduve preocupado unos días después de encontrar por casualidad en la red un fragmento titulado La muerte de mazinger Z , y del cual, pese a haber sido fiel seguidor de la serie —en la primera emisión por TVE, la de verdad— no guardaba recuerdo alguno.
¿Cómo era posible tal olvido? En un primer momento pensé que tal vez me habría perdido el episodio, aunque es casi imposible que no me hubiese enterado. Otra posibilidad es que, incapaz de soportar tan trágicas y terribles imágenes —mi héroe desmembrado, con el estómago agujereado y sucumbiendo derrotado de rodillas—, mi subconsciente hubiese decidido eliminarlas de la memoria. Tras algunas indagaciones internáuticas, la hipótesis que presenta más visos de probabilidad es que TVE no emitió la serie completa, sino tan solo unos episodios seleccionados (por lo que parece a causa de las quejas por sus dosis de violencia).
A raíz de esta experiencia, he pensado nuevamente en la serie y hasta he vuelto a ver algún que otro episodio. Aunque sea un tópico, vale la pena insistir en que en casos como este la valoración más justa es siempre la que surge de la evocación y la sitúa en su contexto histórico y autobiográfico, cuando su visionado era el momento más esperado de la semana y se completaba esa devoción con álbumes (no mangas, que aún conservo) y cintas con las canciones en castellano y japonés.
Por eso no vale la pena detenerse en las deficiencias técnicas de la animación televisiva respecto a la del cine, y más en aquella época (aún así, aquí no encontramos cosas tan extravagantes como esos campos de fútbol de longitud quilométrica en la muy posterior Oliver y Benji ). En realidad, lo único que nos importaba era el vigor narrativo, con esa estructura repetitiva y por ello reconfortante del Dr. Infierno amenazando al inicio de cada entrega con un nuevo y más sofisticado robot y Mazinger derrotándolo al final.
La imagen icónica, llena de resonancias casi mitológicas, era la aparición ritual de Mazinger emergiendo de su piscina después que las aguas se separaran para darle paso. El Barón Ashler era para mí el personaje más intrigante, al sugerirme la pregunta que da título a estas líneas, y se producía también una casta e incipiente aproximación lasciva hacia las rotundas formas de Afrodita A (independientemente que desde una mentalidad moderna salte a la vista el marcado sexismo de las situaciones, signo de sus tiempos).
Pero, de hecho, todos los aspectos ideológicamente discutibles deberían ser relativizados. Yo fui fan de esta serie, maté a cientos de indios con pistolas de plástico, emulé con espadas las andanzas de Sandokán, no dejé ejércitos en pie reproduciendo (con gran precisión, disculpen la inmodestia) los eléctricos saltos de Bruce Lee o los mamporros de Terence Hill y Bud Spencer y, a pesar de todo ello, desde la adolescencia hasta hoy aún no he conocido a nadie más antibelicista que yo, igual que de todos mis compañeros de correrías no tengo constancia que ninguno haya decidido seguir los pasos de Hannibal Lecter.
Lo que quiero decir con ello es que por mucho que los niños vivan las ficciones como si fueran realidad, me temo que su capacidad de discernimiento es mucho más elevada de lo que los adultos (pese a haber sido también niños) nos empeñamos muchas veces en creer, y lo que influye en actitudes y genera futuros patrones de comportamiento no debemos quizás buscarlo tanto en lo que sucede dentro de una pantalla como en lo que acontece frente a ella, padres a la cabeza.
Y, de todas formas, si convenimos en la necesidad de una televisión regida por evitar los malos ejemplos, lo que no se entiende entonces es que a Mourinho se le pueda escuchar en horario protegido.
Ni Heidi, ni Marco ni leches… Si hubo una serie de ‘dibus’ (un anime, perdón) que marcó indeleblemente a toda una generación de chavales -hoy cuarentones- ésa fue, sin lugar a dudas, Mazinger Z.
De qué manera -si no- atinaría un servidor a recordar, más de treinta años después, el nombre de sus principales protagonistas: Koji, Sayaka, el profesor Kabuto, el doctor Infierno, el barón Ashler… Curioso ¿no?. Yo creo que todos recordamos con especial lucidez cosas así porque, en su momento, nuestras tiernas meninges hicieron las veces de cámaras acorazadas destinadas a separar el grano de la paja. Así pues, mientras ciertas experiencias visuales encontraron abrigo en estos búnkers de la memoria, muchas otras fueron desterradas y condenadas al mayor de los olvidos. Mazinger fue, en mi caso, un excelente paradigma de esos complicados mecanismos de supervivencia cerebral. El porqué lo desconozco. Supongo que Mazinger, a diferencia de Yogui, Superratón, Vickie o la pantera rosa, me fascinaba por la rudeza y agresividad de su trama argumental. Una trama muy pueril, cierto, pero que nada tenía que ver con la la blandura de los ‘dibus’ anteriormente citados. Dibujar a ese gigantesco robot, una especie de armadura medieval de última generación, y recrear el último episodio con los demás niños en el patio del cole, se convirtió en esa época en uno de mis pasatiempos favoritos.
Y aunque sé de sobras que lo tengo idealizado, prefiero mantenerlo así. Idealizado. Encerradito en ese bunker. A salvo del implacable paso del tiempo y de absurdas revisiones que solo lograrían descontextualizar y escarnecer a la mejor serie de dibujos de los setenta.
Ráfaga in crescendo de TVE después del telediario del mediodía (que por aquellos tiempos no duraba sino media hora) y ya estaba yo sentadito al lado de Koji en el planeador para llamar a Mazinger y verle emerger de la piscina. La siguiente media hora escasa que duraban los capítulos era el tiempo más feliz que puedo recordar de aquella época. Quien haya nacido a partir de la década de los 80 no creo que me entienda ni lo pretendo. Reconozco que la animación de los 90 y el de esta década es muy superior en cuanto a gráficos, tecnicas, medios y agilidad narrativa, no la critico en absoluto puesto que soy un incondicional del género. Mazinger Z es otra historia. Hoy no funcionaría por ser violenta (a la población de Tokio la arrasaban en cada capítulo), machista (la actitud de Koji hacia Sayaka, propinándole más de un bofetón, e incluso la su propio padre, el Profesor Yumi, hoy sería políticamente incorrectísima) y con una animación artesanal (hubo capítulos en los que Mazinger aparecía como si le hubiesen aplicado rellenos de silicona por todo el cuerpo, además de que las escenas se repetían hasta la saciedad invirtiendo los planos de modo que la misma escena se veía la 2ª vez como si la contemplases mirando la pantalla desde un espejo). Ciertamente el equipo de Go Nagai no hiló fino en muchas ocasiones…
A pesar de todo esto, soy un incondicional de la serie. No sólo tengo los capítulos emitidos en España, con un doblaje más que correcto, sino que además me he hecho con el resto de la serie con doblaje hispanoamericano, que, salvando el personaje de Boss, es de una calidad lamentable. (La saga de Gran Mazinger sobra a todos los efectos).
Bueno, no quiero ni pretendo sentar cátedra. Mazinger Z tiene muchos fallos y aspectos criticables desde un punto de vista objetivo, pero desde el corazón y con la nostalgia de una época que no volverá, no hubo nada mejor para un niño de ocho años de aquella España acomplejada y gris que empezaba a despertar de un franquismo demasiado largo.