Matrimonio de conveniencia
Sinopsis de la película
George Faurè es un francés torpe y bonachón que quiere conseguir el permiso de residencia para poder trabajar en Estados Unidos. Brontë, una apasionada de la Botánica, no puede alquilar un apartamento con un espléndido invernadero por no estar casada. Ambos llegan a la conclusión de que sólo un matrimonio de conveniencia les permitirá conseguir sus propósitos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Green Card
- Año: 1990
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
5.9
43 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Abdoulaye NGom
- Andie MacDowell
- Ann Dowd
- Ann Wedgeworth
- Anne Shropshire
- Bebe Neuwirth
- Christian Mulot
- Clint Chin
- Conrad McLaren
- Conrad Roberts
- Edward S. Feldman Production
- Ethan Phillips
- Francis Dumaurier
- Gérard Depardieu
- Gregg Edelman
- John Spencer
- Lois Smith
- Malachy McCourt
- Mary Louise Wilson
- Novella Nelson
- Rick Aviles
- Robert Prosky
- Ronald Guttman
- Simon Jones
- Stefan Schnabel
- Stephen Pearlman
- Vasek Simek
- Victoria Boothby
Simpática y tierna mezcla entre comedia y drama romántico. Nada del otro mundo pero interesante, a veces nos divierte, nos emociona o nos hace sentir algo de bochorno o tensión. Sí, yo he sentido incluso tensión en algunas escenas, señal de que el conjunto no está nada mal.
-Gérard Depardieu cae simpático, es tierno, divertido, saca su genio a veces y es apasionado. Sus miradas son muy elocuentes y expresivas, parece acariciarla a ella con los ojos. La verdad es que no lo hace mal. Tiene mucha química con Andie MacDowell.
-Andie MacDowell también se mete en su papel de mujer contenida y reservada que teme que invadan su intimidad. Nos transmite la tensión que siente al verse en la situación de tener que convivir con un extraño. Su incomodidad se contagia, a la vez que él contrarresta esa tensión y la anima a relajarse más y dejarse llevar por su instinto. Sus miradas también dicen mucho.
-La convivencia entre ambos, sus tira y afloja mientras se van conociendo, tirándose los trastos o charlando amistosamente.
-Cuando tienen las entrevistas con el personal de inmigración, lo cierto es que una lo pasa también mal.
Cuando veo una película como ésta, no me importa que tenga un guión previsible y trillado (a veces resulta un poco cargante la cancioncilla de que América es la tierra de las oportunidades , pero bueno, yo me lo tomo como cualquier tópico de esos que la publicidad o el boca a boca les mete por los ojos a mucha gente que sueña con una vida mejor en otro país). Prefiero fijarme en otras cosas, sencillamente me dejo llevar y disfruto, y me encanta ese romanticismo que destila, que no resulta empalagoso.
También es interesante el tema de la inmigración y el hecho de los matrimonios concertados para obtener el permiso de residencia y, de paso, para poder habitar un piso decente en Nueva York (donde alquilar un piso decente, por lo que se ve, es prácticamente una utopía).
En 1990 me enamoré de Gérard Dépardieu. Tras ver Cyrano de Bergerac una decena de veces, todavía perdura la emoción que supuso verle, de nuevo y en un papel moderno, en Green Card , una película tan bonita como injustamente menospreciada. Después de mucho tiempo, esta semana volví a verla -dos veces, en dos días seguidos- y confirmé con alegría que todavía causa en mí el mismo efecto que cuando la vi en su día. Peter Weir dirigió, produjo y escribió esta historia dedicada especialmente al inmenso -en talento, corazón y tamaño- Gérard. Hay muchas películas rodadas en los años noventa que vistas ahora chirrían por haber envejecido mal. No es éste el caso, pues el film conserva la misma frescura y encanto que el día de su estreno. Hans Zimmer se ocupa de la banda sonora, bellamente adornada con inolvidables temas de Enya. Si a todo ello añadimos la delicada voz del protagonista y la sensible interpretación de la bella Andie MacDowell, el resultado es un viaje al corazón del continente africano (quien la haya visto sabrá a qué me refiero).
Green Card: Comedia romántica casi obligada para los que gustan del género. Un francés y una americana contraen matrimonio. Al salir del registro civil deberán esperar un lapso prudencial, para divorciarse y cada uno seguirá con su vida y sus proyectos que les demandaba estar casados. De todo eso sale esta hermosa y simpática historia de amor.
He vuelto a ver esta divertida película y confirmo que no ha envejecido con el tiempo, que podría verse tranquilamente dentro de diez años y despertar el mismo interés y emoción. Una pareja inolvidable, cómo no va a serlo, si es el antigalán Gérard Depardieu el que se va ganando poco a poco a la guapa Andie MacDowell y más cuando sus sentimiento florecen en medio de una situación tan compleja.
Hay algo en Peter Weir que me gusta y que le hace ser uno de mis directores favoritos. Qué pena que en muchas de sus películas parezca que podría haber dado más para llegar a la obra maestra. Hay una excepción, creo, la de El Club de los poetas…, pero no dudo que lo conseguirá con alguna otra en lo sucesivo.
Mientras, en el recuerdo de comedias románticas quedará para siempre ésta, la historia de un matrimonio ficticio entre dos personas corrientes que tienen como única intención el deseo de vivir entre los demás.
Tenía pensado puntuar la película con un siete, pero al volver a experimentar las sensaciones de la última escena, cuando se quedan los dos mirándose a través del cristal del Afrika, sosteniendo sus miradas en una declaración de amor sin palabras, he subido la nota a un 8. Una secuencia, la verdad, inolvidable.
Vaya año 1990 para Gérard Depardieu. Ya sabemos que llevaba veinte años actuando en esto del cine pero para una gran masa de espectadores fue el año de su descubrimiento y consagración.
Y es que ese año se estrenó una obra maestra como Cyrano de Bergerac que dio la vuelta al mundo –Oscar incluido- y además supuso su debut en el cine norteamericano o lo que es lo mismo hacerse famoso de verdad con una comedia romántica dirigida por el director de moda Peter Weir que venía de reventar taquillas con El club de los poetas muertos. A partir de ese año su caché se multiplicó y para contratarle había que rascarse mucho el bolsillo.
Este es uno de los proyectos más personales y que más interesaron de siempre a Peter Weir y se encargó de producir, escribir y dirigir. El resultado es una interesante comedia romántica que sin embargo se queda muy por debajo de las expectativas con la que se esperaba en su día e hizo entrar al director australiano en un minicrisis de la que no se repuso hasta El show de Truman.
El problema es que el guión acierta en lo más complicado que es la elaboración de los personajes y el retrato de situaciones verosímiles y sin embargo falla en lo más simple que es rematar escenas muy bien rodadas y complejas como la última de la entrevista provocando en el espectador que parezca cierta desilusión.
Además a medida que avanza la cinta la historia tiene menos de comedia y se vuelve más drama romántico con lo que no logra ni lo primero ni lo segundo del todo quedándose a mitad de ambos.
Claro que viendo las comedias románticas de adolescentes que pululan por los cines de hoy en día uno no puede más que acordarse de la dignidad y madurez de películas como Matrimonio de conveniencia donde dos actores actúan y no ponen caras de que bueno estoy todo el rato con la típica canción de moda de fondo.
Una comedia muy agradable y simpática con un toque de snobismo muy agradecido aunque carente de un vigor interno para hacerla imperecedera.
Nota: 6,2