Marcado por el odio
Sinopsis de la película
Biopic sobre el boxeador Rocky Graziano, un joven italoamericano que, después de su paso por distintos reformatorios, se convirtió en campeón de boxeo de los pesos medios. Acostumbrado a la violencia del East Side neoyorquino, Rocky encontró el éxito en el ring gracias a una combinación de talento, ambición y tenacidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Somebody Up There Likes Me
- Año: 1956
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
Película
7.7
43 valoraciones en total
Un tipo aparentemente pasota, que se rebela ante quien le manda cualquier cosa, que se pelea hasta con su sombra, muy atormentado, en cuyo interior se generan a menudo fuertes conflictos, que se pasa la vida tratando de huir de algo y cuando lo consigue tiene que enfrentarse a su pasado, un guaperas nervioso hasta parecer sobreactuado… Es Rocky Graziano, es Eddie Felson, es Harper el investigador privado, es ese abogado borracho y casi acabado de Veredicto Final, es el patriarca mafioso irlandés de Camino a la Perdición, es un general de división experto en fugas, es Bucth Cassidy y es Luke, el tipo que se come 50 huevos en La leyenda del indomable.
Es Paul Newman, posiblemente el más grande, y esta es su primera película seria tras el fracaso del Cáliz de Plata. Se forja aquí ese indomable, ese perdedor empedernido que demostró que los guapos también son inteligentes. Es la vida de Rocky Graziano, un personaje de los bajos fondos que pasa su juventud de reformatorio en reformatorio, peleando con su padre y dándole disgustos a su madre, acumulando un odio que le sirve luego para vencer en el ring.
Y es una película sobre la traición, sobre el soborno, sobre cómo una noticia publicada en un periódico puede hundir una carrera, sobre el ascenso y la caída de cualquiera que alcance la fama y no se ande con ojo, sobre una Nueva York preciosa en blanco y negro en los años cincuenta, sobre un indomable al que sólo consigue aplacar una mujer.
No me gusta el boxeo. Pero sí el cine. Y cuando es con mayúsculas me importa bien poco que se proyecte un combate o una partida de petanca, porque si se cuenta y se interpreta tan maravillosamente bien como aquí, no puede haber otra reacción más que el aplauso y el elogio.
El mundo del boxeo nos ha dejado muchas joyas, me vienen a la cabeza Cuerpo y Alma de Rossen, When we were Kings de Leon Gast o Million Dollar Baby de Eastwood. Pero si tengo que quedarme con la que más me ha gustado, elegiría esta.
¿Razones?
1. Combina de manera excelente el biopic (inspirada en las memorias de Rocky Graziano), con el drama (los oscuros callejones de Little Italy en NY) y el deporte (los chanchullos de los corredores de apuestas y el mundillo de los entrenadores y representantes)
2. Los interpretes brillan a un nivel superlativo. Newman no necesita calificativos para describirlo. Maravillosa y angelical Pier Angeli, retratando la figura enamorada de un hombre que se juega la vida en cada ring de manera convincente. Buenos papeles también de Sloane y McQueen, antes de saltar a la fama con La gran evasión.
3. Robert Wise. El hombre sabio. Un pedazo de director todoterreno que tuvo que soportar la losa de haber sido el hombre que editó (magníficamente) El cuarto mandamiento de Orson Welles. El rodaje del último combate es una muestra de la calidad del director.
4. Magnífica fotografía en ByN de Ruttemberg. Retrata Nueva York con esa negrura característica de los años 50, una mezcla romántica y peligrosa a la vez, pero muy atractiva.
5. Guión. La superación personal en la que tan fácil es caer en la sensiblería, aquí se lleva de forma ejemplar. Mucha culpa la tiene la brillante definición de personajes como el barman de la heladería.
6. La música. Tiempos de grandes voces. Tiempos de grandes músicos. Magnífica voz de Perry Como.
En fin, una gozada de película. Una película tremendamente sabia. Alguien ahí arriba debió de gustarle.
Cuando uno se arrebuja en el sofá dispuesto a disfrutar de un drama pugilístico dirigido por Robert Wise (West Side Story, Sonrisas y lágrimas), protagonizado por Paul Newman y Pier Angeli, y fotografiado por el oscarizado Joseph Ruttenberg, me imagino que frotarse las manos y esbozar una esperanzadora sonrisa constituye un acto reflejo total y absolutamente justificado ¿no?
Pues bien, eso mismo hice yo cuando anteanoche me senté a disfrutar de Marcado por el odio. Una paradigmática muestra más de ese cine clásico americano de toda la vida que, pese a no ser perfecto, posee la loable facultad de entretenerte y emocionarte con una eficacia demoledora. En este caso, sumergiéndote de inmediato en el contexto dramático del film y obligándote a empatizar sin concesiones con ese rudo y díscolo antihéroe tan espléndidamente dibujado por Paul Newman. Un perro callejero sin amo y sin collar que aprendió a esquivar guantazos de pequeñín y que, huyendo de la bofia para no acabar otra vez más en el trullo, acabó partiéndose la cara a 10 dólares la victoria… y triunfó.
Quizás algunos la considerarán moralista y patriotera. Quizás otros le recriminarán su blandura pugilística. Quizás unos y otros aborrecerán ese desenlace excesivamente venturoso y complaciente. Pero lo que tengo claro es que Marcado por el odio es un peliculón de los que ya no se estilan. Por la gloria de mi madre. Amén.
Como a día de hoy no hay ninguna crítica de esta película, animo a visionarla, principalmente porque se pasa en un suspiro y entretiene como la que más, por lo que seguro gustará a un buen número de personas que la vean.
Transcurre de forma ágil, lo que no le impide transmitir un mensaje claro, perfilando lo justo a los personajes y sus motivaciones. Además la fotografía es espléndida. Newman crea un personaje entrañable cuya imagen hace perdurar en tu imaginario personal, y la novia es, sencillamente, una joya, tanto su personaje como la actuación en sí.
Quizá algo simple para mi gusto, pero ello no es un impedimento para valorarla enormemente.
Esta película es un tributo a uno de los mejores boxeadores de peso medio de toda la historia, Rocky Graziano, y es que en ella vemos desde sus comienzos en la delincuencia, pasando por sus momentos más amargos, dulces y emocionales, hasta la consecución de ese añorado cinturón.
La película se disfruta desde principio a fin, con un Paul Newman soberbio desde el momento que aparece, dándole mayor credibilidad al personaje, no solo con su interpretación, sino con su alubión de golpes, y es que para hacer una película de boxeo, hay que saber pegar y a Newman, no le faltan ganas, ¡Soberbio!
También hay que darle la importancia que tiene, al guionista Lehman y a su director, Wise, el primero adaptar la obra a la gran pantalla de forma magistral, dejándose algunos sucesos secundarios en el trastero y marcando los principales sin perder originalidad, y eso hace que el segundo, Wise tenga parte del trabajo hecho y que con su profesionalidad termine y concluya una obra magistral del género.
Si he de ponerle una pega, es al maquillaje, el intento de hacer un Newman más viejo y aporraceado, es de segunda división, pero aún así, eso se perdona, y es que la película se disfruta, y eso es lo más importante.