Marcado para matar
Sinopsis de la película
Un asesino del crimen organizado es contratado para llevar a cabo una misión. Es conocido como el Número 3, y pronto se verá en vuelto en una especie de conspiración en la que están metidos una extraña y fascinante mujer, y más asesinos. La caza comienza, y enseguida sabremos quién es el Número 1 de la Organización, todo un ejemplo a seguir, y sobre el que algunos incluso aseguran que no existe, que es un invento para meter miedo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Koroshi no rakuin (Branded to Kill) aka
- Año: 1967
- Duración: 98
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargar una copia la película en formato 4K y HD. A continuación te añadimos un listado de opciones de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.7
35 valoraciones en total
Si os quedasteis a cuadros con Tokyo Drifter, vais a flipar con Branded to Kill (Koroshi no rakuin). Es que… ¡fue rodada en 1967! ¡Hace 45 años! Y no diré que le da sopas con onda a Kitano y Miike, porque sería injusto, pero éste sí que fue el precursor de todos ellos. Viendo al mofletudo protagonista, no podía dejar de pensar en Chow Yun Fat en The Killer, el mítico título de John Woo, y se me ocurrió la idea de que estos tipos se habían estudiado la obra de Suzuki y asimilado su influjo. Es imposible describir Branded to Kill. Funciona por set pieces, te despista si apartas un momento la vista de la pantalla, el B&W y la utilización de la cámara son, simplemente, adelantados a su tiempo, y el erotismo que rezuma, con su innegable carga sadomaso, es más excitante que un porno puro y duro. La escena final es de estudio obligatorio en cualquier escuela de cine, y el asesinato de la tubería, homenajeado por Jarmusch en la espléndida Ghost Dog, es de antología. Por no hablar de la misteriosa mujer que vive rodeada de mariposas muertas, arropada en su deseo de muerte… Qué gran descubrimiento. Gracias, TCM Autor.
Es una película que, comparada con previos largometrajes de Suzuki, como Gate of Flesh o Tokyo Drifter , es el desmadre absoluto, una absoluta excentricidad, a pesar de que aquí Suzuki contaba con una fotografía en blanco y negro que en teoría, muy en teoría, le obligaba a un estilo más depurado, o más austero. No en vano es el film que le valió a Suzuki el ser despedido de Nikkatsu, y el destierro del cine, de modo que le pasó un poco, curiosamente, como al protagonista de Tokyo Drifter . Branded to Kill es una obra delirante, extrañísima, en la que Suzuki se desmelena y hace lo que quiere con el género, dotando al relato de un humor negro y retorcido muy japonés.
Jo Shishido, con sus mofletes y sus gafas negras, es un protagonista tan peculiar como el conjunto de un largometraje que sería digno de comparar con otras dos joyas del thriller y el cine negro, subgénero asesinos solitarios , producidas también en 1967, como son A quemarropa (Point Blank, 1967), de John Boorman, y El silencio de un hombre (Le samouraï, 1967), de Jean-Pierre Melville.
El otro día compré un pack de la tan alabada, y con razón, filmoteca fnac. Este pack estaba formado por tres de las películas de seijun suzuki más famosas: gate of flesh, tokyo drifter y branded to kill. Despúes de verlas y hacer un balance final la conclusión a la que llego es que Suzuki es un tipo peculiar. Los que conozcan su obra dirán algo así como que eso ya era evidente y los neófitos pensarán que es demasiado escueto como para atreverse a aventurarse en su mundo, sin embargo creo que esta es la forma perfecta de definir las sensaciones que he sentido viendo estas tres películas suyas, pero bueno, centremonos en branded to kill que para algo esta es su ficha de críticas.
Branded to kill tiene la típica historia de yakuzas, asesinos a sueldo y trabajos que no salen todo lo bien que se espera. Esto no es lo importante, o al menos no tan importante como en otros films de trama similar, aquí lo que importa es lo que hace Suzuki con este material con la colaboración de su sempiterno y excelente director artístico Takeo Kimura.
Despúes de este film Suzuki fué despedido de Nikkatsu (su productora). El por qué de su despido hay que encontrarlo en la radicalización de su estilo, cada vez con menos atención en la historía para darsela a su mundo, el mundo que creaba en cada película. Este mundo es un mundo totalmente absurso y surrealista con los personajes más arquetípicos que uno pueda imaginar con una evolución nula, pero ¿quién necesita evolución?, todo esto lo compensa con una total falta de pretensiones salvo entretener y lo único que Suzuki te pide a cambio es que te entregues a su película y dejes que ella entre en tí. Es cierto que hay momentos en que el argumento se hace un poco incomprensible, pero antes hay que mentalizarse de ello y de que solo tienes que divertirte.
Un esbozo del argumento sería algo así: un asesino a sueldo, el nº 3 de la organización, al que le produce excitación el arroz hervido falla un asesinato, por lo que la organización para la que trabaja le quiere matar.
Lo imposible es enumerar sus mejores escenas, sin embargo en mi humilde opinión señalaría el asesinato de la tubería, el tiroteo en el muelle y, como no, el duelo final con un nº 1 tan peculiar como fascinante.
No todo es merito de Suzuki o de kimura, sino de su actor fetiche Jo Shishido, aquí interpretando a nº 3, al que su físico tan peculiar le ayuda a conquistar al espectador.
Para simplificar, con esta película Suzuki dinamitó toda concepción clásica que se tenía sobre el cine yakuza en particular y sobre cualquier tipo de cine en general. Esto le granjeó el ostracismo, pero posteriormente ser reconocido como uno de los mejores directores que ha habido en Japón, y por ende, del cine mundial.
Estas últimas fechas he podido descubrir algunas obras de Seijun Suzuki, cineasta durante muchos años recluido en oscuras sesiones de filmoteca, invisible incluso en la mayoría de diccionarios sobre grandes directores. No se trata, claro está, de alzarlo al olimpo del cine nipón (donde particularmente coloco a Ozu, Mizoguchi, Naruse y Kurosawa), pero sí de reivindicar su sitio, posiblemente un poco por detrás de Kobayashi (con su magistral Harakiri ), pero a la altura de un Imamura o un Teshigahara ( Una mujer en la arena ).
Yo definiría Branded to Kill como una película en la que cuesta entrar pero de la que cuesta salir. Cuesta entrar porqué bastan pocos minutos para comprender que cualquier atisbo de narración convencional, de trama más o menos inteligible, salta por los aires, con la consiguiente desorientación del espectador. Pero, al mismo tiempo, cuesta despedirse de la cadencia de sus hipnóticas imágenes.
Obras como ésta, u otras en cierta manera emparentadas, como Mulholland Drive , Inland Empire o Memento , donde se deconstruyen (o destruyen) las coordenadas espacio-temporales, suelen ser ensalzadas (o denigradas) básicamente en virtud de tan llamativa cualidad (que, dicho de sea de paso, habría que preguntarse hasta qué punto debe ser saludada como el colmo de la modernidad: cuando el cine iba a gatas, la novela, el teatro, la pintura o la música ya habían transitado estos caminos). Mas, para apreciar dicha estructura narrativa, no hace falta ver la película, bastaría con leer el guión. Quiero decir con ello que, sin negarle su grado de importancia, no deja de ser la parte de un todo, un armazón o esqueleto que requiere ser vestido —la ejecución propiamente cinemática— y es la totalidad resultante la que en todo caso debe ser valorada. Por eso aquí recalco especialmente la originalidad de los encuadres y el ritmo en su duración y engarce, los movimientos laterales de cámara, la utilización extraordinaria de la fotografía en blanco negro, sobre todo retratando a los actores (el principal, con esos mofletes operados, o la chica, con primeros planos francamente inquietantes mirando a cámara), la fascinante dirección artística (tanto en decorados como en exteriores), el trabajo con el sonido y la música…
Todo ello conforma una partitura audiovisual sensorialmente impactante, de espíritu libre y anárquico, donde el humor absurdo coexiste con la sofisticación sexual, la violencia yakuza o la reflexión filosófica sobre la identidad o la muerte. Tan surrealista como Una página de locura , abstracta como La aventura , o delirante como Pierrot el loco , Branded to Kill entronca con lo que Buñuel comentaba acerca de El fantasma de la libertad , la paradoja de una película donde todo cuanto sucede es a la vez gratuito y necesario.
No responde al tipo de cine normal, no es una de mafiosos japoneses al estilo habitual, no es una película para todos. Branded to Kill (Marcado para matar) se acerca más al cine de autor, como si fuera una obra de ensayo en la que el director es el protagonista, por encima de la película misma. No me extraña que a Suzuki lo pusieran de patitas en la calle cuando presentó a los jefes su trabajo. Lo que me cuesta creer es que haya una mayoría de opiniones que piensan que se trata de una película enorme. Será una muestra de poderoso y atractivo estilo, pero a mí me parece que es sencillamente mala. Lo peor de todo es que realizada de otra manera podría ser una joyita, pero ciertas lagunas que existen en la narración me parece a mí que estropean muchísimo el conjunto.
Es la segunda vez que me topo con Suzuki, no habrá una más. Aquí todo va entorno a un asesino, el Nº3, al que le pone cachondo oler el arroz recién hervido. Hay momentos muy ridículos, sobre todo ese final indescriptible mano a mano con el Nº1. Situaciones que no se entienden bien, paridas y paridas. Mafiosos raritos. No es para todos.