Mar adentro
Sinopsis de la película
Ramón (Javier Bardem) lleva casi treinta años postrado en una cama al cuidado de su familia. Su única ventana al mundo es la de su habitación, que da al mar, donde sufrió el accidente que interrumpió su juventud. Desde entonces, su único deseo es morir dignamente. En su vida ejercen una gran influencia dos mujeres: Julia (Belén Rueda), una abogada que apoya su causa, y Rosa (Lola Dueñas), una vecina que intenta convencerlo de que vivir merece la pena. Pero también ellas, cautivadas por la luminosa personalidad de Ramón, se replantearán los principios que rigen sus vidas. Él sabe que sólo quien de verdad le ame le ayudará a emprender el último viaje.
Detalles de la película
- Titulo Original: Mar adentro
- Año: 2004
- Duración: 125
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Opinión de la crítica
7.2
51 valoraciones en total
COSAS QUE ME GUSTAN
El elenco de actores: fantásticos del primero al último, con mención especial a Mabel Rivera, que es un portento que se desconocía hasta la fecha.
La inteligencia de Amenábar, su capacidad de conectar con el público y de hacer las cosas bien, medidas, cuidadas y con cariño.
Esa secuencia en la que Ramón Sampedro, en sueños, sale por la ventana y vuela hasta la playa, para encontrarse con Julia.
La música de Carlos Nuñez y la voz de Luz Casal.
El portentoso trabajo de maquillaje, que transforma a Javier Bardem.
Que Amenábar escriba sobre las historias que le apetece contar, sin importarle el posible debate que susciten (o tal vez esto ni se le ocurrió)
COSAS QUE NO ME GUSTAN
Que alguno de los personajes aparezca caricaturizado, como el hermano de Ramón, zoquete y cerril, o como el cura… -personalmente no siento yo simpatía por el gremio, grosso modo, pero el personaje de Pou es un poco de perogrullo-
Que Amenábar, con lo inteligente que es y las habilidades innatas que posee para jugar con las emociones del público, se marque esa escenita sensiblera que no sé cuánto dura, pero que se me hizo interminable, en la que los personajes, en silencio, se despiden de Ramón, y el público gasta toda la celulosa del planeta sonándose los mocos…
Que Amenábar edite una y otra vez las imágenes del momento en que Ramón Sampedro se desgracia. Con una hubiese valido.
A CERCA DEL PROTAGONISTA…
…y sin la menor intención de meterme con Bardem, su interpretación tampoco me parece para tanto comparándola con las que hace siempre. Aquí se limita a tirarse en una cama, estarse quietecito y hablar con acento gallego… el mayor mérito, insisto, es de los maquilladores, ya que él es capaz de interpretar bien a cualquier personaje, como cualquier buen actor, y éste, concretamente, no pasa de ser una imitación bien hecha de un señor real.
COSAS QUE ME CABREAN (Ajenas a la película)
El cine es una industria, tan digna como otra cualquiera, como el vino o el aceite, una industria española, tanto como el jamón serrano, que fomenta empleo, como cualquier otra. Pero se maltrata a esta industria sistemáticamente por determinada sección de la clase política. Mar adentro no hace apología de la eutanasia ni pretende abrir un debate social sobre la necesidad de legalizarla. Mar adentro es la biografía de un señor que pidió la eutanasia. PUNTO. Y esta gente tuvo la caradura de denominar a la película como panfleto, cuando fueron ellos, precisamente, los que la utilizaron como tal. Tanto se exprimen los sesos por abrir mercados a la exportación del producto nacional y con una película que se exporta sola y que para colmo gana el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, todo son trabas y se insta a los afines a no verla, o a ponerla a parir sin haberla visto (que es peor).
Sigo con spoiler sobre Million Dollar Baby
Se suele decir que hacer reír es difícil, más incluso que arrancar las lágrimas. Pues yo a esto le daría una vuelta, y diría que hacer reír es difícil mientras que las lágrimas están en la rampa de salida . Y Mar Adentro es una de las pocas películas que lo consigue, el que nos riamos de un gag, por muy liviano que sea, cuando estamos asistiendo a una tragedia tan bien narrada por Alejandro Amenábar, y tan bien interpretada por todo el reparto, que intentar evitar que los sentimientos afloren es una pérdida de tiempo.
Sí, todo esto para decir que yo he llorado viendo la película y he estado con los ojos encharcados en más de una escena, y de dos, y de tres. La historia es bastante simple, y nos narra como un chaval de 25 años calcula mal un salto y se queda tetraplégico al romperse el cuello en la caída. Viviría con esa agonía, postrado en una cama, casi tres décadas hasta que finalmente consiguió la ayuda necesaria para ejecutar su derecho a prescindir de su propia vida. Es una historia verídica, todos los españoles conocemos por A o por B a Ramón Sampredro, o al menos nos suena.
La razón de ser de la película es ambientarse en los dos años previos de su muerte, en cómo conoció a una abogada (genial Belen Rueda) que le intentaría hacer cambiar de opinión, o a la pueblerina Rosa (interpretada por Lola Dueñas), que le insuflaría de vida en los momentos más duros. En un triángulo amoroso bastante extraño, las sensaciones fluyen como pocas veces lo han hecho, todas en torno a un inmenso y brillante Javier Bardem que no sólo interpreta, sino que durante dos horas es el propio Ramón Sampedro. La labor de maquillaje es increíble y lo demás lo aporta él, con su gran talento.
Las escenas oníricas son de lo más precioso que he visto nunca, esas en las que la fantasía se apodera de la pantalla arropada con una BSO brillante, formada por temas del propio Amenabar y otros de música clásica. Me quedo, sin duda, con la escena en la que Bardem/Ramón vuela hasta la playa para ver a Belén/Lucía, con el tema Nessun Dorma sonando de fondo. Inmensa, de 10.
La cinta de Amenábar tiene muchísimos aciertos y pocos errores, pero sobretodo tiene corazón y alma. Con esto se consigue no sólo simpatizar con el espectador, sino hacerle reflexionar sobre ¿Y tú qué harías? , hacerle partícipe de la trama hasta el punto de que casi podría considerarse uno más en torno a Sampedro, y en el momento clave, conseguir que se sienta tanto como sus propios familiares la agonía de su desaparición. Un final agrio pone la guinda final a una de las mejores películas españolas de este siglo que, por suerte, se vio recompensada con un montón de premios. Lástima que Amenábar esté en stand by … a ver con qué nos sorprende en su próxima película.
Supongo que, si yo alguna vez llegara a ese momento en que uno se siente una carga para los demás (incluso aunque los demás te quieran lo suficiente y no admitan jamás que eres una carga), si yo llegara a esa situación sin salida en la que uno siente que el peso de la infelicidad y de la impotencia vital es mucho más grande que el peso de los destellos breves de felicidad… Tal vez yo también querría morir. Tal vez yo también buscara un medio para terminar… Y, quién sabe, para empezar en lo desconocido.
Yo, como Ramón, tengo ese pálpito de que no hay nada después de la muerte. De que es como antes de nacer. Pero, ¿qué sé yo? ¿Qué sabemos? En cualquier caso… Puede que llegue un momento en la vida en que uno entra en ese sendero sin retorno en el que la muerte se vislumbra como un consuelo. Como algo preferible a sentir la vida como una obligación dolorosa, y no como un derecho repleto de posibilidades.
En que la nada, o lo desconocido que haya más allá, sea una opción más seductora que la cárcel de un cuerpo truncado, y de una vida que ha perdido todo su aliciente.
Lo cierto es que no sé lo que haría. No soy quién para juzgar. A veces creo que los que defienden la conservación de la vida a ultranza tienen razón, a veces creo que quienes deciden voluntariamente y en plenitud de sus facultades privarse a sí mismos de ella son los que realmente tienen derecho a decidir.
Qué poco sé de estas cosas. Imagino que nadie aprende por cabeza ajena. Y, la mayoría de las veces, ni siquiera por la propia.
Yo no soy quién para decirle a Ramón por qué debería haber seguido viviendo. Decidiera lo que decidiera, ni él ni nadie se habría librado del sufrimiento. El de vivir, o el de morir.
Un proverbio hebreo dice que una hora de vida es vida. Es cierto. Y la calidad de esa hora quizás determine si merece la pena o no. Unos dirán que la merece, sea como sea. Otros dirán que una hora sin dignidad, sin libertad y sin motivación, no la merece. ¿Quién tiene razón?
Si me escuchas, Ramón, ya sabrás que yo también vivo junto a un mar infinito y verde que sobrevuelo en mi imaginación cada día. Como para ti, mi cuerpo a veces es insuficiente para lo que mi imaginación es capaz. En esos momentos soy como tú y vuelo contigo, en busca de algo que tal vez nunca encontraré.
Mar adentro, mar adentro,
y en la ingravidez del fondo,
donde se cumplen los sueños,
se juntan las voluntades para cumplir un deseo.
Tu mirada y mi mirada,
como un eco repitiendo sin palabras:
más adentro, más adentro,
hasta más allá del todo por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre,
y siempre quiero estar muerto
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos.
Los humanos estamos llenos de miedos y nos da pánico hablar de según que tema, si la muerte ya de por si es un tema tabú, que decir de la muerte por voluntad causada por una situación irreversiblemente trágica. Todos tenemos en nuestra cabeza a Ramón Sampedro y recordamos aquellas imágenes en la que se quitaba la vida mientras se bebía una pócima mortal, pero nunca supimos más, como de costumbre, que dos telenoticias y una portada de periódico. Pues bien, Alejandro Amenabar, después de provocarnos miedos y sustos en sus anteriores trabajos, viene dispuesto a remover conciencias enfrentándose a lo que más duele.
De lo primero que uno se percata, es de la inmensa delicadez con que se mueven los habituales elementos de una película, es un trabajo artesanal, en donde se miden al milímetro los ingredientes de un melodrama contundente. Amenabar domina perfectamente el ritmo y conduce al espectador por donde el quiere. El film te mantiene al borde del lloro mientras deja que sueltes una sonrisa a base de pequeñas complicidades del guión, hasta que inevitablemente explotas donde tu sensibilidad no pueda más, personalmente la furgoneta y la cara de Manuela fueron mi debilidad. El éxito es fruto de un puzzle magistralmente elaborada de gente que sabe tocar muy bien el material con el que trabaja. Javier Bardem, llega a lo más alto y da, una vez más, un gran recital, demostrando su poder camaleónico y su enorme capacidad para dominar cualquier personaje y dotarlo de un carisma especial. El reparto que lo acompaña es sobresaliente y permiten que la sinfonía roce la perfección, una familia casi de documental, con Mabel Rivera a la cabeza.
Es evidente que la película creará un gran foro de opinión y recogerá infinidad de premios, incluso puede que se cuele algún que otro Oscar, pero una vez vista, de lo que no cabe duda es que Alejandro Amenabar sabe debatir y tratar los temas más impactantes, siempre relacionados con el miedo y la muerte, y hasta ahora ha demostrado conocer muy bien al ser humano.
IBG
Con Alejandro Amenábar, nos encontramos ante el mejor exponente que nos puede deparar el cine español, en la actualidad. Este joven director, desde que deslumbrara con Tesis , siempre ofrece algo interesante a los espectadores, algo nuevo, algo original y sin duda, Mar adentro vuelve a ser fiel a este hecho.
Se trata de una gran película desde todos los puntos de vista, ya que está bien contada, la trama es interesante, los personajes son creíbles y algunas de las secuencias y planos que defilan por la pantalla, son simplemente memorables.
Cuenta además una historia real, basada en personajes de carne y hueso y lo hace con rigor y elegancia. Evidentemente, Amenábar logra realizar un maravilloso homenaje de la vida de Ramón Sampedro y al mismo tiempo, nos hace reflexionar seriamente, sobre el polémico tema de la eutanasia.
Así que amigos cinéfilos, prepárense para que les toquen su fibra sensible, aunque eso sí, con buen gusto y de una forma, que no dejará indiferente a nadie.
Ojalá tuviéramos más directores como el gran Alejandro, pues le iría mejor a nuestro cine.