Los Pelayos
Sinopsis de la película
Inspirada en la historia real de los Pelayo, una familia que consiguió su fortuna haciendo saltar la banca de los grandes casinos de todo el mundo. Narra las peripecias de un grupo de personas con pocas perspectivas de futuro a los que se les presenta la gran oportunidad: cambiar su suerte y disfrutar de una aventura que se convertirá en un modo de vida absolutamente a contracorriente, desbancar los casinos del mundo con un método infalible basado en la imperfección de la ruleta.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Pelayos
- Año: 2012
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
5.1
96 valoraciones en total
No sé qué me gusta menos de esta película.
1. La cara de proxeneta cutre con sombrero del protagonista (el tal Brühl).
2. El guión tan absolutamente previsible.
3. Los personajes absurdos que no aportan nada a la trama, como la hija de Homar.
4. Las inefables tetas que aparecen aquí y allá. Eso sí, siempre sin venir a cuento.
5. El alias del malo: la bestia . Fruto de la pereza o la incapacidad más manifiesta de los guionistas.
6. Las patadas de kárate de Silvestre. Sólo comparables con sus patadas al más mínimo gusto actoral.
Y ya me paro por hartazgo, no por falta de deficiencias.
Lo único bueno, la profesionalidad de Homar y Fernández. Que hacen lo que pueden, que tampoco es mucho.
No le doy un 1 por respeto a ñordas como Año mariano y similares.
La mayoría de críticas ya han apuntado los numerosos puntos flacos de esta película de loable ambición comercial e interés en llegar a todos los públicos pero que, como pasa en estos casos en el cine español, da como resultado un guión blando, ridículamente simplón e increiblemente superficial para todo el juego que podía dar de sí la historia de los auténticos Pelayo y el mundo de los casinos en general.
Así que para no repetirme me centraré en un aspecto que me pareció lamentable. Si The Pelayos pretendía ser una película de género de robos sofisticados al estilo, salvando las distancias, de una Oceans Eleven o, salvando los varios millones de años luz de distancia, El golpe , uno podría esperar un guión de corte clásico dividido en:
1. La presentación de personajes
2. La motivación para cometer el golpe
3. La preparación del golpe
4. El desarrollo de la operación con sus dificultades, contratiempos etc.
5. El éxito final
En cambio tenemos una película donde:
– en el minuto 2 el patriarca de los Pelayo expone a su hijo cierta teoría que supuestamente lleva estudiando desde hace tiempo para intentar ganar a la ruleta
– en el minuto 4 el patriarca ya ha convencido al hijo y a media familia para que abandonen sus trabajos habituales y le ayuden en el proyecto, pese a que les avisa de las dificultades de ganar dinero inmeditato, ya que su teoría debería funcionar a largo plazo
– en el minuto 6 vemos a la familia apostando en el casino y ganando dinero a espuertas
Sin duda un ejemplo de guión coherente y dominio de la narración. Si a los 10 minutos vemos como el plan funciona y los protagonistas se forran… ¿qué queda por contar en los 90 minutos restantes? Pues algo se podría contar, desde luego (se desaprovecha totalmente el tema de los prestamistas, que podría haber dado mucho juego como subtrama), pero como en España los guionistas demuestran peli sí y peli también ser los peores elementos de nuestra industria del cine , el grueso de The Pelayos está relleno de situaciones aburridas, ridículas y videoclips musicales propios de cualquier teleserie española de Antena 3 o Telecinco, que suman minutaje a una película que no explica nada.
A parte quedan, claro está, las inevitables escenas de sexo gratuito para llamar la atención del aburrido espectador, que tendrá al menos la recompensa de verle las tetas a Blanca Suárez (su ropa interior la conocemos de sobra todos los que hayamos visto algún momento de la serie El barco ) y a Hui Chi Chui.
Del elenco actoral mejor no hablar (no se salva nadie), aunque me gustaría dejar en el aire la pregunta de cómo se ha ganado un actor tan NEFASTO como Daniel Brühl el prestigio que tiene. Es incapaz de salirse de su único registro, el de panoli. Y ahí está, como figurín del cine patrio.
Una magnífica historia, a la que podría habérsele sacado mucho jugo pero, para pena de todos nosotros, no han sabido recrearla más allá de algo decente, en realidad, es de nivel medio -la palabra que me resisto a utilizar es mediocre -. Contando con un buen reparto, da la sensación de haber equivocado los papeles pues, Daniel Brühl (excelente actor que para nada pongo en duda) no da la talla en un protagonismo que le viene grande, carece del imponente físico necesario para atraer toda tu atención, más teniendo en cuenta que tiene al lado a un Miguel Ángel Silvestre que es desperdiciado realizando un papel de veinteañero tonto (entiendo que escape de los papeles de guapo pero tampoco es para pasarse al lado contrario sin ton ni son ). Aparte, la pareja con Lluís Homar no acaba de funcionar. Cuenta con una buena estética -también mejorable, pues el ínfimo recuerdo a los Blue Brothers resulta insuficiente- y una buena ambientación pero con un guión muy poco aprovechado y para nada acertado. Éstos son los dos fallos más garrafales (protagonista y guión) siendo suficiente para no pasar del aprobado. Para más inri, el recuerdo a Ocean`s es inevitable y, además, pudoroso pues es obvio lo pobre de un trabajo del que se podría haber sacado mucho más partido, falta de elegancia, de empuje, de atractivo, de grandeza…, de querer comerse el mundo y aspirar a lo más!
El traslado a la gran pantalla de las andanzas de la familia Pelayo en el mundillo de los casinos es una apuesta segura, ya que la historia tiene muchos de los elementos que logran que una película te enganche. El hecho de lograr algo improbable, algo solamente al alcance de unos pocos, desmontar las leyes del azar, obtener dinero fácil y ser rico al instante.
The Pelayos es una sólida apuesta de nuestro cine por la calidad, sobre todo a nivel técnico, ya que la factura es impecable, y el montaje estupendo, nos adentra realmente en el casino, la emoción de los juegos de azar, tanto que por momentos nos parece estar ante un Oceans Eleven patrio. Eduard Cortés realiza una excelente labor tras la cámara, sin embargo, el interés de la película queda muy lejos de su obra cumbre La vida de nadie .
Entre un reparto eminentemente masculino cabe destacar la presencia de Lluís Homar (Gonzalo Pelayo) y Eduard Fernández (director del casino y al que todos se refieren como La Bestia ), ambos representan al bueno y al malo de la función, siendo su enfrentamiento una de las grandes bazas de la cinta. Tampoco es nada desdeñable la interpretación de Daniel Brühl (Iván Pelayo) que logra dar gran entidad a su papel de sensato hijo. En el papel semi-cómico encontramos a Miguel Ángel Silvestre, siendo sus gracias el único reducto para el errado público que espere encontrarse ante una comedia española. La actriz de moda Blanca Suárez aporta el toque femenino, en un rol de croupier que se lía con Silvestre, un romance que ha traspasado la pantalla.
Un reparto coral y una producción muy cuidada al servicio de unos hechos que pudieron ser argumento para una tv movie de saldo en cualquier cadena de televisión. La hazaña de la familia Pelayo se sigue con facilidad, pero sin llegar a deslumbrar.
Lo mejor: una factura insólita en nuestro cine.
Lo peor: el interés cae fuera de las paredes del casino.
En La vida de nadie (Eduard Cortés) su protagonista, un inspiradísimo y emocionante José Coronado, hacía creer a su familia que trabajaba en el Banco de España cuando en realidad había perdido su empleo. Vivía engañado (y engañando) por no ser capaz de reconocer su situación, una mentira como la que mantiene el cine español, pendiente de que cada nuevo estreno reviente la taquilla y salve las cuentas de una cinematografía cada vez más pendiente de los números que de cuidar a su cine. Y The Pelayos no nace con otra intención más que la de ser Los Vengadores que salvarán la recaudación. Ya tiene mala idea que su estreno coincida con el del film de Joss Whedon, pero confirma la (equivocada) perspectiva que ha asumido buena parte del cine español a la hora de afrontar y superar esta crisis, parecer de todo menos españoles. Con un reparto de campanillas como principal atractivo, cada uno de sus protagonistas asume el rol de superhéroe del cine patrio, pretendiendo atraer al público a la sala para presenciar una película a la americana basada en la historia real de la de la familia Pelayo, que logró desbancar todo casino al que entraron. Están presentes todos los ingredientes para lograr un éxito. La calculadora no falla, pensaron. Tan solo tuvieron un ligero descuido: olvidarse de hacer una buena película.
Siempre se ha acusado al cine español de hacerse de espaldas al público, de no encontrar historias que se adapten al gusto del espectador y de no saber promocionarse, problemas todos ellos que parece poder solucionar la historia de los Pelayo. Pero tras verla descubrimos que no es suficiente, quizás el más grave de todos los problemas ante los que se encuentra nuestro cine no es la reducción de las subvenciones, el recuperar cierta mala imagen o mejorar la complicadísima distribución de cada estreno, se enfrenta a uno mayor cuando el propio cine español decide dejar de creer en si mismo y se rinde al malentendido cine comercial, un territorio en el que nunca podrá competir en igualdad de condiciones. Quizás por ello, la mejor solución sea dejar de hablar del cine español para hacer cine español, algo que no encontramos en The Pelayos (duele escribir ese The), ni cine, ni español.
Eduard Cortés da palos de ciego y no logra acercarse al tono distendido que pretende, la mezcla de géneros no funciona y su errático acercamiento al cine de casinos logra que la película se vea completamente impostada. Quiere ser una americanada cuando ni sabe ni puede serlo, por lo que el despropósito es general. Yerra al pretender sustentar la premisa tan solo en la fuerza de sus actores, pero de nada sirve un buen reparto si sus personajes saben a chicle (con especial atención a Daniel Brühl y sus poses de tipo duro con sombrero), dando lugar a una colección de actuaciones forzadas de la que es difícil poder salvar alguna, limitándose a ofrecer un pobre e intrascendente recorrido a través del cine de casinos al que la historia de los Pelayo no aporta nada.