Los limoneros
Sinopsis de la película
El conflicto palestino-israelí sirve de telón de fondo a este drama. Salma, una viuda palestina, tiene un litigio con el ministro de Defensa israelí. La casa de éste, en la frontera palestino-israelí, linda con su campo de limoneros. Cuando las autoridades deciden que los árboles deben ser talados porque representan una amenaza para el ministro de Defensa y su familia, Salma decide emprender una batalla legal para salvar sus limoneros.
Detalles de la película
- Titulo Original: Etz Limon (Les citronniers) (Lemon Tree)
- Año: 2008
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
7
86 valoraciones en total
Estas pequeñas películas que, de cuando en cuando, nos llegan desde cinematografías alejadas de los centros neurálgicos de la producción y la distribución, nos devuelven el placer del cine. Es decir: imágenes, palabras, historias, música, sentimientos… cultura, en definitiva. Demuestran que los efectos especiales están muy bien, son muy divertidos en determinados momentos… pero no lo son todo. EL CINE es esto: tres o cuatro localizaciones bien estudiadas, unos actores convincentes, unos diálogos precisos y concisos (a menos que seas Woody Allen y seas muy muy gracioso) y, sobre todo, sobre todo, una historia. Una historia cerrada y, a su vez, abierta, para que el espectador participe, para que cree o recree su propia historia, con las imágenes que el director le muestra. Para mí, por ejemplo, esta sencilla historia de valentía y dignidad, encierra una hermosa métáfora que desgrano en el spoiler.
Estamos aburridos de ver en la tele el conflicto Israel-Palestina. Como bien dice el director, él no juzga, no se pone del lado de unos ni de otros. Los protagonistas son personas, más allá de religiones, credos y políticas.
Y todo para mostrar que, con unos sencillos mimbres, se puede hacer una digna película. Una película que guarda un silencio de rabia, un silencio de complicidad, un silencio de amargura y un silencio de risa. Pero que, cuando los personajes hablan, lo hacen con el corazón, y casi da igual que esto suceda en Israel. Podía pasar lo mismo en Euskadi, en Munich o en Tibet.
La interpretación de la protagonista es, sencillamente, sublime.
Y posiblemente, es la típica película que todo instituto debería tener para enseñarla a sus alumnos.
Los limoneros es una sencilla película de las que se dejan ver con facilidad y de las que cuentan algo con sustancia. Eran Riklis no trata el conflico palestino-israelí, al menos no a grandes rasgos. Riklis traslada a una pequeña parcela la incomprensión entre vecinos (palestino e israelí) por la simple incomunicación.
El film cuenta más de lo que aparenta, pero es demasiado cándida en sus planteamientos, parece que Riklis pasa demasiado suavemente por encima de todo, y ese todo del que habla no es para nada suave, es la ocupación, es el terrorismo. Todos saben de que se habla en la película pero básicamente parece un cuento.
Es un planteamiento conservador que le da un toque tierno a una historia dura en la que destaca la mujer palestina defendiendo su pequeña parcela de limoneros. Si esto lo extrapolamos a todo el territorio palestino, nos encontramos con parte importante de un conflicto sin fin.
Una bella narración acerca de una mujer que se ve enfrentada a la posibilidad real de perder lo único que le da sentido a su vida diaria: los frondosos árboles de limones plantados por su padre hace 50 años en un pequeño terreno de la frontera entre Israel y Cisjordania. La puesta en peligro de la plantación es la excusa que desencadena el enfrentamiento, la posibilidad de un cambio abrupto frente a la esencialidad y pureza que implican los árboles, fuentes de sabiduría y no sólo recursos de supervivencia. La película habla de un proceso de redención femenina -de la protagonista y sus limoneros y, en otro nivel, de su vecina, la sumisa mujer del ministro de defensa-, de sus miedos y de todo aquello por lo que están dispuestas a luchar. Más que la lucha entre dos pueblos, si existiera una dicotomía ésta sería entre la (ir)racionalidad de las instituciones (en este caso del gobierno israelí y el servicio secreto con todos sus dispositivos de vigilancia y control, así como del ministro y su vasto poderío) y la sensibilidad de la naturaleza, tierra, madre, vientre. Al fin y al cabo, un muro inmenso de incomprensión entre el poder a destajo y una buena limonada hecha en casa.
Cuando el color, el sabor, la preciosidad para los ojos, quiere ser erradicado, quitado del medio por mor de la seguridad de un ministro del ejército, meramente por esto, pendejamente por eso. ¡Oh Universo!
¡Qué belleza la del color de los limoneros! Tanta como la de los membrillos, de ahí mi crítica a Antonio López, cuando en la película El sol del membrillo (Víctor Erice, España 1992) cometió el error de borrar el dibujo que había hecho de ellos en su esplendor y belleza de amarillo, verde y demás colores y plasmarlos en un artificioso blanco y negro de carboncillo, vamos casi como el color del muro que separa a Israel de Cisjordania. Cosas así son deprimentes elevadas al cubo.
Por favor, los limones son amarillos, son soles acompañados de verdor, y es ahí precisamente donde radica su belleza cautivadora, su materialidad imantadora, su goce para la vista.
Querer matar esa naturaleza asombrosamente viva, esa maravilla en medio de un mundo civilizado de viviendas y poblaciones a cual más feas y donde abunda la mierda y el asqueamiento para las pupilas, querer arrancar limoneros (presencia de lo divino-hermoso-oloroso-sabroso-jugoso-eterno-soleado) es un auténtico atentado contra la esencia de lo verdaderamente crucial e importante en la razón de ser, contra la humanidad, contra todas las razones que tiene Israel para defenderse del terrorismo fanático-islamista.
Así pues Eran Riklis toca un tema agudo, afilado, el de la pugna entre el Estado de Israel y los palestinos, con la valentía característica de los intelectuales independientes, críticos que ante todo son autocríticos, veraces equilibrados que son dignos de señalar las necedades y cualidades de un bando u otro, sea el que sea, o se llamen como se llamen.
Película muy recomendable de ver. En ella el Estado de Israel no queda peor parado que la Autoridad Palestina. En este filme lo que se pone de manifiesto por excelencia es como la poesía y belleza natural no vale nada cuando se trata de la seguridad de los huevos de un político (dado que son los huevos de los nuevos amos , o sea, por lo visto, huevos de oro ). Y este derroche, exceso y autocracia de los políticos, de los nuevos amos de la sociedad, es la misma en todos lados, sea el país que sea o el partido del signo que quiera.