Los duelistas
Sinopsis de la película
A principios del XIX, durante las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand DHubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafíará una y otra vez a DHubert durante quince años.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Duellists
- Año: 1977
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
7.2
72 valoraciones en total
Aquí hay algo raro. Ridley Scott es un elefante en una tienda de porcelana, no una porcelana en una tienda de elefantes. Ridley Scott no hace fintas, clava hachazos. Ridley Scott no declama, grandilocúa. Ridley Scott sabe coser, pero no sabe bordar. Ridley Scott es un director, bueno o malo, pero no es pintor.
Una de dos: o esta película la dirigió su prima la de Cuenca, o le han practicado una lobotomía a Ridley Scott. Porque Los duelistas es poética, es intrincada, es elegante, es…BUENA. Trata de un dueto infernal, un par de militares que se baten en duelo a través de los años como dos amantes enfebrecidos que sólo saciasen su sed mutua con la aparición de la primera sangre. Un Javert demente, un desesperado Jean Valjean, el romance entre un muerto en vida y el vivo al que quiere condenar a muerte.
Una historia extrañísima con personajes de Conrad y paisajes de Constable, una obra europea hasta la médula, una obra ¿de Ridley Scott?.
De aquí a El reino de los cielos se han librado muchos duelos y no me cabe duda de que, fuera cual fuera su resultado, somos nosotros quienes hemos perdido.
1) El testigo recogido
Scott estrecha el círculo Barry Lyndoniano y lo supera, haciéndolo suyo imitando la forma y venciendo en el fondo. La esencia, el alma, el ser.
Una obra desde el espíritu humano lanzada contra el efectismo técnico. Una prueba de honradez. Una prueba virgen, veraz. La victoria de la sencillez ante lo descomunal.
El aprendiz osado supera al maestro entre maestros.
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2) Los espacios
Moradas modestas pero limpias y acogedoras. Pensiones de una estrella haciendo sombra al Gran Ritz. Las ganas al servicio de la juventud.
-Un duelo en un parque cualquiera.
-El diminuto campamento.
-Un mausoleo de piedra.
-El cañón entre la nieve.
-Una sala de fiestas de principios del XIX.
Etc. etc. etc… Cada metro mide diez metros.
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3) Las pinturas
Testimonio cinematográfico sin parangón como tributo al significativo período histórico. Frescos sin pinceladas segmentan y avanzan los acontecimientos.
Los cielos grises y desiluminados (el espíritu) vs la brillante y cegadora tierra (la acción).
Los cuadros aparecen… y se mueven.
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4) Los duelistas
El ideal y la razón, la cordura y la locura. El honor como vehículo de una época perdida.
Feraud: obstinado, temerario, amargado e implacable. Lo utiliza como excusa en pos de su liberación interior. Es la carne que se pudre por dentro.
D´Hubert: equilibrado, compasivo, capaz y orgulloso. Un realista transitando con gloria en un tiempo que lo sobrepasa. La encarnación del espíritu que lucha por salir. Romántico por defecto.
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5) El debút y la obra
Sin duda, el mejor periodo de la Historia para cualquier director que desee serlo. Scott bebe de sus fuentes y su ánimo lo traslada a la pantalla. Simbiosis perfecta (autor-hecho) de la ópera prima.
Al final, uno de los mejores planos: Feraud se convierte con un leve movimiento de cámara en El caminante ante el mar de niebla de C.D.Friedrich, icono del romanticismo junto a la sinfonía Heroíca de L.V.Beethoven.
El alma de Feraud atrapada durante un instante antes de morir.
O de renacer.
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Un escenario de guiñol. Un corazón acorde a la época. Un ingenio fuera de duda. En mi opinión, su obra más pura, sincera y autodidacta. Mi favorita. 9.6.
Nadie se bate tres veces con un hombre para luego hablar mal de él.
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A Servadac
Mi amigo
Amamos esta película por su fotografía.
A pesar de su ambientación en el siglo XIX, el argumento se mantiene vigente y actual porque como dice Philippe Wollen aun hay quienes creen que la violencia es la respuesta, cuando ni siquiera debería ser una pregunta
En la Francia napoleónica dos oficiales Armand Hubert (Keith Carradine) y Ferraud (Harvey Keitel) por azar del destino se ven envueltos en un duelo de sangre que permanecerá en el tiempo como una herida sin sanar, una escisión en la mente de Hubert y cuya única solución es la muerte de uno de ellos.
La caracterización de los personajes, la tensión por la incesante búsqueda de las ocasiones para batir en duelo a Ferraud y el desenlace final le añaden a este opera prima de Ridley Scott lo que le da su carácter de obra maestra: el tratamiento de la imagen.
En Los Duelistas el argumento sucumbe al lirismo de la fotografía, el filme es un elogio a la imagen, la que nos impacta por su dulzura, sensibilidad y gracia que se opone a la violencia de la trama.
Creo que nadie puede negar que, salvo escasas excepciones, poseen mucho más encanto las películas ambientadas en siglos lejanos que tratan sobre personajes de la plebe, o no del todo aristocráticos, que los que tratan sobre reyes, emperadores o alta nobleza.
Tal vez sea porque estas últimas sucumben al folletín y la telenovela, en vez de centrarse en su contenido histórico. Claros ejemplos pueden ser El intendente Sansho o El nombre de la rosa . Como excepción: Guerra y Paz , entre otras pocas.
Esta película posee el vestuario más bonito que jamás haya visto (salvo, tal vez, el de Policía montada del Canadá ) y una de las bandas sonoras más inquietantes que haya escuchado, así como un par de interpretaciones colosales, especialmente por parte de Keitel en el papel del testarudo, obsesionado y viciado militar, enganchado a las apuestas, los duelos, el honor y la fidelidad a Napoleón. Adereza su personaje mediante un gesto de brazos que repite varias veces en el filme y resulta brillante.
La ambientación y la fotografía son, sencillamente, perfectas.
Y su ritmo, al que acusan de lento, a mí me parece frenético. Antes de darte cuenta ya has disfrutado de dos duelos. Sí, decae un poco tras la guerra, con su vida familiar y posterior enlace, pero viene bien como calentamiento antes del duelo final.
Rasque el spoiler a ver si hay suerte
Ridley Scott no fue digamos lo que se suele considerar un niño prodigio del cine. Su vida iba encaminada más hacia la televisión, la producción y el trabajo en equipo. Pero algo sucedió en 1975, cuando Ridley contaba ya con 38 años. No era otra cosa que el estreno de la última película de ese neurótico genial que fue Stanley Kubrick. La magnífica, aunque descompensada Barry Lyndon hizo al por entonces inédito inglés, querer hacer algo parecido que pudiera homenajear al maestro neoyorquino.
Dos años después, con 40 años, Ridley nos trajo su ópera prima, Los duelistas, una bella historia ambientada en la Francia del primer cuarto del siglo XIX, en un momento donde los marcianos, la tecnología y la ciencia-ficción estaban a punto de salir de la olla donde estaban cociendo y ocupar la primacía en el cine norteamericano, moda a la que el señor Scott también se apuntaría.
Los duelistas no llega al nivel de la de Kubrick obviamente, pero sus méritos son indudables. Su puesta en escena, su fotografía, sus localizaciones, el cariño y cuidado en cada plano… ya merece un claro reconocimiento de un atractivo visual que se prodigaba poco en los setenta. Las actuaciones son buenas –mejor Keith Carradine que Harvey Keitel- y la trama, aunque un tanto estirada, es atractiva.
Aunque lo mejor de todo es su espíritu. Reivindicar en el fondo a esos hombres de honor siempre merece un aplauso. Hoy vivimos en un mundo donde ha triunfado la democracia afortunadamente y eso supone el imperio de la ley. Pero tiene también su lado oscuro, y es que una gran cantidad de cucarachas utilizan el sistema para poder difamar, calumniar, insultar… con los medios actuales como la televisión y sobre todo Internet. Bajo su anonimato los muy valientes se atreven a ser hombres cuando en cualquier otro periodo histórico no serían más que gallinas desplumadas.
En épocas como la de Los duelistas, las ratas tenían que cuidar sus palabras, primero porque no podían hacerlo a distancia, sino en persona y segundo porque hubiesen sido ensartadas por la espada.
Y aunque hoy a las ratas no se las pueda ensartar, sí se las puede evitar, es muy fácil diferenciarlas por el olfato, siempre apestan a alcantarilla.
Aprovechando que la película está basada en un texto de ese monstruo de la literatura que es Joseph Conrad, os recomiendo la lectura de algunos de sus relatos como Juventud, La última carta, El alma del guerrero, El príncipe Román o El piloto negro. En cualquiera de ellos encontrarás mejor compañía que en la camada.
Nota: 7,2.