Los colores de la montaña
Sinopsis de la película
Manuel, un niño de nueve años, que juega al fútbol todos los días en el campo con una vieja pelota, sueña con llegar a ser un gran guardameta. Su alegría es enorme cuando, Ernesto, su padre, le regala un balón nuevo, pero, desgraciadamente, un accidente inesperado hace que el balón caiga en un campo minado. A pesar del peligro que supone, Manuel, que no está dispuesto a renunciar a su balón, convence a sus dos mejores amigos, Julián y Poca Luz, para que le ayuden a recuperarlo. En medio de las aventuras y los juegos infantiles, los signos de un conflicto armado empiezan a perturbar la vida de los habitantes de La Pradera.
Detalles de la película
- Titulo Original: Los colores de la montaña
- Año: 2010
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
6.7
66 valoraciones en total
Con los colores de la montaña, conocemos como director y guionista de largometrajes a Carlos César Arbeláez, quien ya había hecho carrera en la realización de documentales. Carlos César Arbeláez nos entrega aquí, una simple, hermosa, emotiva y concluyente historia del conflicto armado en Colombia vista desde los ojos de los niños, quienes junto a sus familias quedan en medio sin muchas alternativas. Sin embargo, este director y guionista no logra separase del género documental, lo que permite al espectador tener una vista clara, real y cercana no solo a la historia y sus personajes, sino del lugar y el espacio, sintiéndose así que uno se encuentra en el campo colombiano. Considero que esta película-ducumental, también es alimentada por sus actores naturales, niños que son niños de una zona rural de Antioquia y no niños jugando a ser actores….lo que en realidad ( y de forma sincera), no solo me recordó mi paso por la niñez, sino que volví a ser niña….imposible, no sentirse embriagado por la ingenuidad, el juego, los amigos, la imaginación, la mesa del comedor, la familia, de aquella época…nostalgia y amor, nostalgia y amor…se siente mucho eso.
…El tema de la película: conflicto armado en Colombia, con sus tres actores y sus víctimas, desde una mirada lejana y desprevenida. Pero no nos dejemos llevar por el momento, a mi juicio, esta es otra puesta en escena del conflicto en nuestro país, lo que provoca distancias abismales de otros films que han rotulado a nuestro cine como vendedor y comerciante de nuestra miseria y tristeza (género: porno miseria?), de forma mediocre, morbosa y no concluyente, de lo que aquí sucede, pues no suscitan a la reflexión, ni a un conocimiento mínimo de las diferentes caras de la violencia. La diferencia está dada, por la ausencia de fetichismo por la muerte, la sangre, los fierros por la falta de héroes construidos por la supervivencia, la violencia, el sadismo y la venganza, y que mueren en su ley .Por el contrario, la película con su esencia (la mirada ingenua de unos niños en medio de la guerra), nos regala una mirada sincera, real, imparcial de las víctimas del conflicto armado, donde todos los agresores se visten con el mismo camuflado y portan las mismas armas que les da el poder.
Película que estamos obligados a ver, conflicto armado en Colombia que dibuja la realidad de muchas familias, niños y personas en el mundo, y que nos lleva a la reflexión. Excelente trabajo de dirección, de guión y de interpretación actoral. Merece ser vista.
La gente humilde del campo, en su mayoría, no desea otra cosa que vivir en paz con su familia y sus vecinos. Cuidar las gallinas, sembrar su huerta y tomar de la vaca la leche diaria que les ayude a levantar a sus hijos, son sus mayores aspiraciones. Envían a sus chicos a la escuela sólo porque entienden que ser iletrados conlleva algunas limitaciones, pero la mayoría se conforma con que aprendan los oficios que les ayuden a sobrevivir en comunión con la tierra, las plantas y los animales.
El campesino no entiende mucho -ni quiere saber- de política, de grupos armados, ni de guerra, y menos entiende de los afanes de poder, expropiación y destierro que animan a tantos hombres a quienes pareciera que se les ha muerto el alma. Pero, un día cualquiera, el sol que iluminaba sus tierras se tiñe de gris, por los ríos ya no corre solamente agua cristalina sino que, cada tanto, arrastra el cuerpo inerte de alguien que tomó partido o simplemente se negó a estar de lado alguno, y en las montañas, ya el viento no sopla con su característico frescor sino que trae a diario infaustas noticias que llenan de desesperanza.
Pero, en medio de tanto dolor y de tanta desazón, los niños siguen alegres aún sabiendo que no todo es perfecto. Les anima el juego, el color de los valles y de las montañas, la cercanía de sus mascotas, el afecto de sus padres… y sobre todo, la amistad.
Es en este ambiente donde transcurre la vida de Manuel, el hijo de Ernesto y Miriam para quien el fútbol tiene un gran significado, y cuyo padre siente que la comunidad no tiene nada que ver con la cosa de ellos (guerrilleros y paramilitares). Julián, es el amigo mayorcito que colecciona los diferentes tipos de balas que han agrietado su tierra. Y Genaro, a quien ellos llaman Poca luz, es el niño albino a quien alguien pretende convencer –sin razón alguna- de que, por esta característica, sus perspectivas de vida serán cortas.
Resultado de una larga espera y de unas cuantas frustraciones, LOS COLORES DE LA MONTAÑA fue como aquellos bambúes que se pasan largo tiempo echando raíces, trazando direcciones y calculando la dimensión de la bóveda celeste, para luego brotar con ímpetu y esplendor. Y entonces, se reafirma que lo grande y meritorio es casi siempre el resultado de un gran esfuerzo.
Emotivas y convincentes interpretaciones de aquellos pequeños que, sin experiencia actoral alguna, lograron una naturalidad enorme. Bien, una vez más, por Hernán Méndez (el memorable cartonero de La primera noche), como el amoroso y firme padre del pequeño Manuel. Y bien por Natalia Cuéllar, la bella docente que busca devolver la esperanza de paz a los pequeños.
Estamos ante una de las mejores, conmovedoras y veraces historias que se hayan contado en el cine colombiano. Cualquier reconocimiento que pueda hacérsele será más que merecido.
Invité a mi hijo a cine. Le dije: vamos a ver Los colores de la montaña, el título le sonó. Luego mi hijo mientras realizaba un juego con agua en el patio de la casa, su amigo, el vecino, le preguntó que si jugaban, mi hijo le dijo que no porque iría con su familia a ver cine, le preguntó por la película, al decirle, su amigo le contestó: ah no esa película no me gusta, luego al rato le dijo: si es colombiana menos mi papá dicen que todas son de violencia. Mi hijo no respondió nada, fuimos a ver Los colores de la montaña y en efecto es otra película sobre la violencia, pero como ninguna otra, contada por los niños. Pero tampoco es cualquier película sobre la violencia, es la más violenta de todas, pero con un hecho sorprendente: el conflicto armado está ahí, pero apenas como una zozobra.
No hay como dejar al margen la violencia, ni menos impedir que se margine de las producciones artísticas, la violencia es punto angular de los colombianos, pero qué significativo resulta que se nos cuenten historias donde el conflicto sea tan severo y para ello no haya que mostrarlo con la imperiosa necesidad de la sangre, las balas o la suculenta tragedia.
Vamos al grano. Los colores de la montaña, es un relato donde todo se articula mediante un balón que le regalan a Manuel, un niño quien se divierte jugando fútbol en los fríos días de una de las tantas montañas de Colombia, y digo una de tantas, pues puede ser cualquiera, luego el conflicto de toda la película será obtener de nuevo el balón ya que cayó en un campo minado.
Estábamos en el teatro, me generó expectativa entrar y ver la sala casi llena. Personas distintas, vi familias completas, parejas, jóvenes, y varios niños como mi hijo. La película tiene algo que convoca: los infantes, y bien escogidos fueron, más el hecho de ver un film que sin ser desmesurado en violencia, es paradójicamente la más violenta de todas. El público ríe con Poca Luz, un albino, un niño miope y genial, se intriga con una escuela donde se leen letreros primero de uno de los actores del conflicto, luego el de otro, y después, la crueldad del desplazamiento.
El público se sorprende porque una profesora tiene en la escuela rural todos los grados en uno, y es como si ver ordeñar una vaca fuera un exotismo, pero así es, ciertas realidades aunque próximas cuando son develadas como en una película sugieren más cercanía. Y así como otros rasgos, la película va calando entre un público que ríe y se intriga. Mi hijo tuvo pavor, en dos escenas me pidió que le tapara los ojos y él se colocaba las manos en sus oídos. Lo que quiere decir que le generó pánico, lo más particular es que aunque se ve tímidamente la sangre lo más fuerte son las atmósferas. He ahí la fortaleza de la película. Además no tiene inclinaciones, más que con aquellos niños quienes desde su ojos, desde su necesidad de diversión ven pasar detrás de un balón lo agreste de las condiciones en las que viven.
Cine hermoso, sincero, intimista, luminoso y bien contado. El debutante Carlos César Arbeláez nos narra el conflicto entre la guerrilla y el ejército colombiano a través de los ojos de la inocencia de unos niños. Arbeláez elabora esa mirada de un modo natural, nada impostado, apoyándose en la espléndida interpretación de sus actores infantiles.
A Manuel le gustaría ser guardameta, le gusta colorear y vive en un pueblo encajado en la sierra colombiana. De día va a la escuela rural y por la tarde sale a jugar con sus amigos a un prado en el que hay dos porterías. Jugando al fútbol, de pronto el balón va a parar a un campo de minas. Pero Manuel y sus amigos no pararan hasta recuperarlo. Esa pelota se transforma en una preciosa metáfora del deseo de una vida normal al que aspiran todos los que crecen en tiempos bélicos. Su sencillez y sinceridad radica en una historia de gran profundidad y calado. La película puede que nos recuerde a ‘Secretos del corazón’ de Montxo Armendáriz.
Lo mejor: la sinceridad del relato.
Lo peor: la poca comprensibilidad de los diálogos de los niños.
Bella o encantadora película acerca de un niño colombiano de las montañas, quien con sus amiguitos gustan de jugar al fútbol en medio de una pequeña esplanada hasta que el balón un día cae en una zona minada y a partir de ahí intentan recuperarlo jugándose la vida. Pero además es una buena película porque cuenta lo que sufren los más débiles, los campesinos nativos de las montañas, al tener que lidiar continuamente con los guerrilleros, los paramilitares, el ejército y todos los que portando armas les presionan para que estén a su lado y si no lo están los amenazan o matan.
Es una película dramática, penosa, pero a la par poética y naturalista, con colores, olores y sensaciones de estar in situ en ese impactante lugar de la Tierra. Digna de contemplarse, de guardarse, de reflexionarse.