Los amores de Carmen
Sinopsis de la película
Don José (Glenn Ford), un soldado navarro destinado en Sevilla, conoce a Carmen (Rita Hayworth), una gitana de una belleza irresistible. Su pasión amorosa por ella es tal que en sus manos el soldado se convierte en una marioneta que abandona el ejército y se echa al monte como un forajido más.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Loves of Carmen
- Año: 1948
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
5.5
28 valoraciones en total
Las frescas son aquellas que, por allá donde pasen, van buscando pobres tipos a los que exprimir o destrozar (y que conste, no quiero que suene a tópico machista. Frescos también los hay. Y tanto a unos como a otros los mandaría de una patada a Marte, mínimo), y así aligerar sus penas y sacar provecho del cónyuge, como si nada.
Y como el cine es un arte universal, pues no tardó mucho en retratar a estas tipas repletas de carácter y jeta, mucha jeta. Lo que pasa, es que durante los inicios del arte cinematográfico, como todos ellos eran muy cautos, pues las metían en las llamadas películas de cine negro, para que así quedase disimulada la cosa y no cantase tanto, y como además de cautos, eran fisnos, pues les llamaban femme fatale, que queda como muy progre la cosa.
En cambio, el paso de los años les hizo ver que de aquel tema se podía sacar más chicha, así que optaron por darle otro cáriz al asunto y un tono distinto. Y de ahí supongo que surgieron algunas pelis del Truffaut, del Chabrol y de a saber cuantos más.
Y este puede que fuera uno de esos casos, pero aunque a mi, por norma general, suelen molestarme bastante films con seres de esta calaña merodeando por ellos, aquí no es eso ni mucho menos lo que hace de Los amores de Carmen un film fallido, sino más bien ese retrato tan poco creible de la epoca. ¿Unos bandidos adoptando a un soldado que, por muy buscado que estuviese seguía siendo soldado, en su banda? ¿Y sin plantearse la opción de entregarlo y quedarse con un buen botín?
De todos modos, la cinta de Vidor tiene partes acertadas, aunque por lo general resulta un intento malogrado de realizar un retrato que, cuanto menos, hubiese sido interesante, si se hubiese tirado por otros derroteros.
Rita era Margarita Carmen Cansino de nacimiento y con el tiempo como si fuera una profecía de su propio nombre, de su ascendencia española, se convirtió en la famosa Carmen de Merimé , igual que Lyz Taylor será por siempre Cleopatra o Romy Schneider Sissi.
No puede haber otra Carmen que no lleve la cara de Rita, que se mueva como ella, que toque las castañuelas como ella, ni más bella que ella, así era Carmen…
La película en sí es un decorado al más puro estilo Hollywood, en un technicolor total, con unas actuaciones aceptables no más y con altibajos en el ritmo.
Posiblemente en esta película Rita estuviera en la cúspide total de su carrera, venía de Gilda y La dama de Shangai y acababa de divorciarse de Orson Welles e iniciado un romance con el príncipe Alí Khan y había fundado su propia productora, siendo la actriz mejor pagada de Hollywood. Era sin duda la mujer más famosa del planeta.
Película para el lucimiento de sus dos protagonistas -G. Ford y R. Hayworth- que representa un fracaso en ese sentido porque en esta interpretación al primero le sobra hieratismo y la segunda carece de espontaneidad.
Y eso es algo que a ellos no les suele suceder.
Incluso los diálogos, ingeniosos y acerados en otras adaptaciones del texto de P. Merimée, en esta ocasión resultan artificiosos y poco fluidos.
La ambientación también parece forzada y en la pantalla se muestran demasiadas escenas a modo de poses o viñetas coloreadas sin perspectiva pero con muchos farolillos de fiesta.
La trama, como corresponde, es intensa, visceral y con el concurso de notable patulea pero al guión le falta vitalidad, convicción y verismo.
El proyecto de C. Vidor se quedó en mero intento.
Sé, que se pretendía volver a las mieles del éxito que tuvo Gilda un par de años atrás, juntando a los tres artífices del clásico: Vidor, Hayworth y Ford. Desafortunadamente, el listón que dejó la inigualable película del cuarenta y seis era muy alto para esta seria y algo plana adaptación de la obra literaria, entrando desde de principio, con una clara desventaja, que le fue imposible recortar. Sin embargo, hay elementos rescatables dignos de mención como la hermosa fotografía, en colores vivaces que resaltan el colorido tanto del vestuario, como de los escenarios de estudio y algunos naturales, sin mencionar la irrefutable belleza de la protagonista, los bailes de Rita, demostrando su gran talento para el mismo, siendo un espectáculo impagable, y, a pesar de su ritmo algo lento en ciertos tramos, o de ciertos vacíos argumentales en otros, el hilo conductor que Vidor supo dar a su versión, a pesar de las discrepancias normales que siempre se van a tener de las adaptaciones. No hace falta decir que Rita aparece bellísima, y que se destaca encima de todo por ese toque picaresco que el personaje le brindaba para sobresalir con creces y llevar el peso de la cinta, tanto que le alcanzaba hasta para ayudar a Ford en su interpretación sin muchos matices, para salir a flote. La química entre la pareja de actores era más que comprobada y por eso resulta creíble en su interpretación de la relación entre una gitana rebelde y arrebatadoramente preciosa, con un militar español al cual lo lleva por los caminos de la obsesión y el crimen. La película, no termina siendo un prodigio, pero ver a Rita en todo su esplendor a pleno color y demostrando sus calidades y talento, es un gusto terrenal del que afortunadamente, nos da el film para disfrutar. Y eso es irreemplazable.
Si algunas personas leyeran un poco más en lugar de hablar tanto (o escribir tanto), quizá hubiesen conocido esta historia a través de la novela escrita en 1846 por Próspero Mérimée, o tal vez por medio de la ópera de Bizet, quien se basó en su compatriota para componerla.
Por mi parte, lo que puedo yo decir es que esta película (la primera que recuerdo haber visto en mi vida) me enamoró del cine.