Los amantes del círculo polar
Sinopsis de la película
Ana y Otto cuentan su apasionada y secreta historia de amor que se extiende desde los ocho años hasta los veinticinco. Todo empieza en 1980, cuando dos niños, a la salida de un colegio, echan a correr por distintos motivos. Desde ese día, las vidas de Ana y Otto formarán un círculo que se cerrará en Finlandia, al borde del Círculo Polar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Los amantes del círculo polar
- Año: 1998
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
Película
7.4
20 valoraciones en total
Antes de verla, le daba un voto de confianza. Me gustan las historias de amor profundas y complejas, de ésas que te estremecen. Pues ésta me estremece… pero de frío. Expondré mis razones:
-Las actuaciones no me parecen buenas. Todos los personajes me parecen fríos y acartonados. Los chavales protagonistas son poco creíbles y, a decir verdad, unos peñazos y pasmarotes a los que te dan ganas de sacudir para quitarles la diarrea mental.
-Las relaciones entre ellos son distantes. No me termina de dar la impresión de que se trata de familias, sino de extraños que se llevan años viviendo bajo el mismo techo sin saber casi nada unos de otros. Esos silencios prolongados de los chicos protas no me parecen poéticos ni misteriosos, sino absurdos. ¿Cómo esos niños se pueden pasar años enteros casi sin hablarse, pese a estar juntos muchas horas (yo no he conocido niños así, y he visto a muchos)? Menudo soserío. Y después, cuando van creciendo, se van volviendo inaguantables. A mí cada vez me interesaban menos sus avatares y sus desdichas, porque les notaba algo cada vez más frío, más alejado de mí. Me di cuenta de que me había desconectado por completo de la película, de que no me llenaba en absoluto, de que la historia ya no me decía nada. La frescura y la magia que pudiera tener al principio, se diluyó y se perdió. Sería por algo que veía en su actitud, por las inconsistencias de un guión que ya no sabrían muy bien cómo rellenar, la lentitud que no lleva a ninguna parte (que conste que a mí me da igual que una peli sea lenta, mientras me llene). Pero la cuestión es que me estaba aburriendo. Me gustan las películas llenas de sentimiento, cuando lo transmiten, claro. No hablo de sensiblería fácil, sino de auténtico sentimiento, que yo creía que me iba a encontrar aquí. ¿Dónde está? ¿Cómo se demuestra? ¿Con dos niñatos medio atontados que si les sacan un encefalograma, sale plano? Ya ni siquiera el drama de la pérdida que sufre el chico se hace creíble, no me llega. Seré muy ceporra, pero lo cierto es que me he pasado toda la película intentando sentir algo y apenas lo he logrado. ¿La culpa es mía? ¿Soy insensible? ¿Soy un bicho raro porque me emociono y vibro con otras películas, pero con ésta precisamente no?
Señores realizadores, la lentitud no tiene por qué ser sinónimo de aburrimiento ni de lejanía. Yo sentía como si estuviera sentada en mi casa y la pantalla del ordenador donde veía la peli estuviera en el Círculo Polar… Antártico. Ése es el único Círculo Polar al que para mí se reduce esto.
No sé, pero como película de sentimientos, deja mucho que desear. Con creces.
Y que conste que he intentado valorar algún aspecto bueno. Por ejemplo, las imágenes del principio donde se ve el sol de medianoche. Precioso. Los chavales que clandestinamente se citan en sus dormitorios, desnudos y nerviosos, bajo una ventisca. Eso también es bonito. Pero después todo se vuelve insustancial y el guión hace aguas. Sigo en el spoiler.
No me lo creo ni yo, que llevo toda mi vida diciendo que no aguanto a Medem, que su cine me parece incomprensible y pedante. Y ahora estoy aquí, escribiendo esto y sin poder concentrarme en nada más porque no consigo sacarme la película de la cabeza.
Lo cierto es que ya la había visto, en el cine, cuando se estrenó, y lo único que me quedó claro fue prácticamente nada. Pero eso fue hace más de diez años, en los que la peli no ha cambiado pero yo sí, yo he debido de mutar. Todavía no me creo que le esté plantando un 9 a Medem.
De aquel primer visionado me quedó en el recuerdo la secuencia de la Plaza Mayor, no sé por qué, pero la recordaba más o menos intacta. Desde luego, es una buena secuencia, pero no tan aislada como para ser la única recordable. Prácticamente todas son buenas, preciosistas, exquisitas secuencias. Pero esta es mi favorita, claro que sí.
También me quedaba el recuerdo de Nancho Novo en la etapa en que su personaje es ya mayor. Parece mentira verle así, cansado y acabado delante de su hijo adulto. Con la osamenta que tiene este hombre y aparece encogido, consumido, viejo. Gran actor Nancho, claro que sí.
Y teniendo en cuenta lo complejo de los personajes protagonistas, también me parecen bien interpretados, aunque tal vez les falte algo de intensidad.
A Ana no la comprendo bien. Toda la historia es rara de cojones, ya, pero tía ¿Finlandia? ¿Por qué? A favor de la Nimri diré que aunque sigue susurrando en demasía, al menos en esta ocasión se la entiende cuando habla. Y cuando no habla, también se la entiende –dentro de que al personaje, ya digo, no lo comprendo yo bien-
A Otto sí que le entiendo. Es un neurótico muy inmaduro y tremendamente egoísta. Hay momentos en los que apetece pegarle un guantazo, y esto ha de ser mérito de la interpretación, porque a mí, de natural, nunca jamás me apetecería pegarle al Fele.
Me gusta mucho el casting, los parecidos entre los actores de distinta edad (menos el Otto niño, que no se parece a nadie). Y sobre todo me gusta que los actores adultos doblen a los adolescentes. Ya que no pueden tener la misma cara, al menos que tengan la misma voz. Muy bien traído esto. Claro que sí.
Ahora ya no sé si definir a Medem como un pedante pretencioso o como un talentoso director cuya concepción de la plástica y el arte están por encima de lo corriente y que hace exactamente el cine que le sale de los pelés, y que le quiten lo bailao. Hasta me he propuesto volver a ver sus otras pelis, que encontraba francamente inaguantables y lo mismo me gustan ahora también. Vete tú a saber.
Es más sencillo rodar las historias de un modo lineal, normal, que rodarlas así. Así queda un poco petulante. Ya lo sé. Pero cambiar el lenguaje habitual y que encima te salga bien… no veo yo por qué habría de criticarse eso.
Una extraña y fría historia de amor y casualidades con un interesante fondo y una preciosa forma. Claro que sí.
Rezo por que el cine español siga haciendo películas como esta, es decir obras de arte.
Esta película levanta un romanticismo onírico, casi perfecto pero que todavía dibuja ciertos trazos infantiles. Los protagonistas luchan por un destino que consideran suyo y por fin lejos de las casualidades y coincidencias de la vida.
Los actores dan vida a los personajes, no se caracterizan sino que se transforman en ellos, todos están espectaculares especialmente Najwa Nimri.
Toda la película en si es una fabula preciosa, muy bien contada y magistralmente trazada en la pantalla. Sinceramente me parecen espectaculares algunos matices o elementos de la película que le dan cierta fantasía por llamarlo de alguna manera, como es el signíficado trágico que conlleva la aparición en toda la película de un autobus, cada vez que aparece algo en la vida de Otto cambia, o el simbolismo destructivo que tiene la gasolina en la película, el romanticismo que levanta ver un simple avión de papel aunque en algunos casos simplemnte nos depare una pequeña decepción.
Todo en la película resulta maravilloso, ¿a quién no le ha encantado la historia del abuelo de Otto y el piloto alemán?, o la simple pregunta de Otto al personaje finlandes ¿sabes esquiar cuesta arriba?, si es que con una simple pregunta Julio Medem nos ofrece una bocanada de aire freco, de saber hacer y de buen cine.
Con el mero reflejo de Otto en los ojos de Ana y esa última lágrima de amor Medem ha realizado la película más bella, romántica y maravillosa del cine español, dos amantes que abrieron su círculo bajo el poder del círculo polar y que cierran su propio círculo en aquel mismo lugar, tan mágico en el que el sol nunca se pone y donde el sol de medianoche ilumina hasta los encuentros más esperados.
Medem viajó hasta Finlandia – hasta el Círculo Polar Ártico – para realizar su cuarto largometraje. La propuesta ahora es una historia de amor geométrico, circular, eterno, íntimo, secreto. Es la historia de Otto y Ana, Ana y Otto (Nimri y Martínez), dos nombres geométricos, que se leen igual hacia adelante y hacia atrás – como Medem -, que han convertido su vida en una sucesión de casualidades y su amor en lo más grande y secreto surgido de ellas. Y la película, narrada, se basa en la casualidad para a dos voces superpuestas y bajo el plano subjetivo de esteos dos amantes capicúas y hermanados, retroceder y avanzar, ir y venir, jugar con el tiempo y el espacio, solapando ensoñación y realidad. Una narración menos críptica, más diáfana, pero igual de compleja que en sus anteriores películas y dónde las metáforas y las imágenes vuelven a ser un elemento fundamental.
Medem hace una propuesta del amor como algo normalmente transitorio pero existente, solo inusualmente geométrico o perfecto (siempre maravillosamente infantil) pero como fruto de la casualidad, de la cual se extrae la eternidad del mismo, desde el preciso, hermosísimo y maravillosamente poético momento en que uno de los amantes se introduce en los ojos del otro. En los ojos vivos, muertos, del otro.
La vida es circular, el destino, la suerte y la muerte también juegan sus bazas en esta única rueda.
Medem recicla sus actores fetiche (solo sobrevive Novo, se incorporan Fele Martínez y, sobre todo, una gran Najwa Nimri) pero sigue en su cine personal, dónde ha creado un universo fascinante y de originalidad, y dónde sigue inquietando por muy interesantes cuestiones filosófico/existenciales que aquí, no obstante, son más asequibles, menos crípticas que en anteriores películas.
Quizás pierda Medem con esta gran película (una nítida y rotunda obra maestra en tres cuartas partes y una de las cimas del cine español de su época) adeptos de su círculo cinéfilo, pero ha ganado, obviamente, público. Los amantes del círculo polar no le debe nada a nadie, posee magia, fascinación, magnetismo y atipicidad únicas, resulta una asombrosa obra sobria y asequible siendo un admirable drama complejo. Es un Medem más maduro, completo, seguro y sereno. Pero sigue siendo un Medem osado que se marchó a rodar media película a Finlandia, al Círculo Polar, dónde en las noches de verano no se pone el sol, existe el sol de medianoche, igual que la fría Finlandia es el escenario del calor amoroso: dos hermosas y poéticas contradicciones plenamente emparejadas. Y es un Medem con su propio sentido del humor y sus divagaciones fantástico/oníricas tan llamativas como propias. Es un Medem imprescindible para el desarrollo cualitativo del cine español, un cineasta clave para el futuro, quizás el más atractivo de nuestro cine.
Fue acabar la película y despertar de un sueño mágico, un sueño polar, por supuesto.
Vi la película porque la gente hablaba bien de ella, pero no tenía grandes esperanzas, supongo que por el nombre me imaginaba la típica historia de amor cursi vista mil veces. Y si, va de una historia de amor, pero no cursi, sino poética, y desde luego nada de típica.
Un fabuloso guión y unos grandes Fele Martínez (que ya me gustó en Tesis , sólo que yo lo descubrí más tarde que todo el mundo) y Najwa Nimri (que descubrí gracias a El Método , lo que me demuestra que no veo mucho cine español, al menos hasta hace poco), pero sin duda por lo que la historia funciona es… por eso mismo, porque tiene una historia que contar, y muy hermosa, por cierto.
Como un círculo formado a base de casualidades vamos descubriendo la vida y la pasión mutua de Otto y Ana, dos personas, que al igual que su vida, se pueden leer de principio a fin y de fin a principio sin que se altere su significado.
Si piensas que ya nada puede sorprenderte dentro del cine y no has visto Los amantes del círculo polar , cuando la veas cambiarás de opinión.
Sin duda esta película que el cine español tiene aún mucho que ofrecer, y si son películas como éstas… que sean bien recibidas!!