Llamando a las puertas del cielo
Sinopsis de la película
Para Howard Spence (Sam Shepard), un viejo actor de westerns, los buenos tiempos han quedado atrás. Fue amado por muchas mujeres y tuvo una vida llena de escándalos y relaciones tormentosas. Actualmente con más de cincuenta años, su vida transcurre entre la bebida, las mujeres y el hastío de sí mismo. Un día, plenamente consciente de su vacío interior, emprende la búsqueda de sus raíces.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dont Come Knocking
- Año: 2005
- Duración: 122
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Opinión de la crítica
Película
6.4
73 valoraciones en total
No es, claro está, la mejor película de Wenders, pero está a la altura de otras grandes producciones. La historia es muy buena, los personajes están muy bien definidos, y el ritmo es muy adecuado. Sam Shepard hace suyo el papel de actor cawboy acabado, de Sara Polley no se puede decir nada malo, tiene una dulzura natural que sobrepasa la pantalla, y el resto de actores también hacen un buen trabajo.
La música en esta ocasión también es excelente, no como en Paris, Texas , pero sobresale para llevarnos al mundo Wenders. Los decorados, los escenarios, la fotografía, y sobretodo la dirección son notables, como el film. Una película muy original y agradable.
Estamos en el set de rodaje de un western. Estamos, una vez más en el cine dentro del cine, esa extraña conjunción que entusiasma (o lo hacía antes) a los cinéfilos y aburre soberanamente al resto de los mortales. Así comienza el recorrido de un actor en horas bajas bien interpretado por Sam Shepard en la búsqueda de sí mismo.
El ritmo lo impone Shepard, que perjura no recaer, portarse bien, olvidar su agitada vida y buscar a continuación el combinado de güisqui perfecto. El personaje principal lleva las riendas imponiéndonos sus lagunas, sus silencios meditativos, sus fundidos en negro cuando decide no pensar. Aquel que tilde la película de lenta y pesada puede que nunca haya ido a la búsqueda de su yo más recóndito, que no haya perseguido las respuestas de sus propias preguntas. Ese estado aterrador del hombre donde el tiempo se detiene y nada ocurre a tu alrededor.
Wenders conjuga una bella fotografía, unas grandes melodías y una impresionante forma de rodar que me fascina.
Se está rodando un western y el actor protagonista, de repente, desaparece. Todo el mundo lo busca como loco y un agente de la compañía de seguros de la productora sale a la caza del prófugo para recordarle las obligaciones que su contrato le impone y traerlo de vuelta.
Howard Spence, actor cincuentón que desde su juventud se ha labrado la fama como protagonista de westerns, está hastiado de todo. Está cansado de juergas, de relaciones fugaces, de orgías, de meterse de todo en el cuerpo, de ver pasar vertiginosamente a un montón de extraños que nada significan para él, de escándalos y de dar con sus huesos en diversas comisarías. Ha llegado a un extremo en el que la verdad desnuda se impone: está envejeciendo y se encuentra solo en el mundo, perdido en un vacío que empieza a asustarle.
Por esa causa, un día lo deja todo y se marcha sin decir nada a nadie. Sin dar justificaciones ni explicaciones.
En esta película, que posee más de comedia ácida y socarrona que de drama, una estrella de cine harta de desórdenes, de falta de objetivos y de verdadera compañía decide abandonar (o esa es su intención inicial) el mundanal ruido, por lo menos en buena parte, e irse a buscar algo de sí mismo en las personas a las que mucho tiempo atrás dejó en la estacada y que son las únicas que le han querido de veras.
Pero el regreso a esa parte auténtica de sí mismo que aún pervive no va a resultar una tarea sencilla… Y él no está acostumbrado a mirar a la vida a la cara.
Wim Wenders, con un aire irónicamente cómico, hace salir a la arena y circular por las carreteras de los desiertos a un antihéroe decadente, algo patético y gastado por la mala vida, al que se le ha encendido ese piloto rojo que le avisa que ya es momento de poner sus asuntos en orden. Seguimos, con aire divertido, sus titubeantes intentos por acometer, por primera vez en su existencia, los mayores retos a los que se ha enfrentado y por aceptar las consecuencias de sus actos pasados.
Sam Shepard se halla cómodo en su desenfadado y simpático papel, y si hay una secundaria que destaca por encima de todos, llegando a hacer empalidecer al mismísimo Shepard, es Sarah Polley. En sus apariciones, transforma las escenas con su halo de serenidad y aceptación y las convierte en momentos de dulce drama que irradian paz y madurez.
El 7 que le doy a la película es por ella. Si no, se habría quedado en el 6.
Wenders continúa con su afición a esa mezcla entre road-movie y western contemporáneo sin vaqueros ni pistoleros, pero sí con el escenario de los desiertos que son una metáfora de las personas que vagan a solas entre el polvo inclemente de unas carreteras interminables cuyo final es difícil de entrever por su lejanía. Entre los vientos secos que arrastran las voces quedas de la tierra. Entre lugares de paso que incitan al olvido mientras se avanza en pos del propio rastro.
De nuevo, la música con aires country termina de completar el conjunto.
Plásticamente Wenders se lo curra. De ello no me cabe la más mínima duda. El alemán registra minuciosamente paisaje e imaginería norteamericana como ya nos tiene acostumbrados. La banda sonora apuntala, y mucho, una correcta sucesión de planos y secuencias de irreprochable factura. Incluso me atrevería a afirmar que, por momentos, el alemán consigue transmitirnos algo de ese hastío, de esa profunda melancolía que presuntamente soporta, como una pesada losa, Howard Spence.
Pero esos momentos, esos retazos deslavazados, no son suficientes. La peli, globalmente, acaba naufragando por falta de pulso, por falta de intensidad…, por falta de mística. Wenders no consigue atrapar al espectador. Bueno, al menos no pudo atraparme a mi. Wim rueda periscópicamente, sin ardor, sin rozarnos la piel…
Por lo que respecta al trabajo actoral, tan sólo añadir que Shepard cumple… sin más. No obstante, ese rol que tan bien asumían Brando, Newman o McQueen no lo acaba de alcanzar el bueno de Sam. Del resto del elenco destacaría levemente a Jessica Lange. Ahí voy a ser deliberadamente subjetivo. Necesito propagar a los cuatro vientos la inmejorable percha que aún conserva la de Minnesota 25 años después de caldear medio planeta con el remake de El cartero siempre llama dos veces. Quien tuvo, retuvo.
Sarah Polley y Tim Roth pasan de puntillas, semidesaparecidos, en una peli de excesivas ínfulas que no consigue ir más allá por tediosa, tibia y desangelada.
Don’t Come Knocking (Llamando a las puertas del cielo, 2005) es una película que dirigió el alemán Wim Wenders en tierras norteamericanas, más en concreto en el Oeste de los Estados Unidos. Y no por casualidad, Wenders ubica la película en estas localizaciones, como veremos más adelante. El guión lo firma Sam Shepard, quien el mismo interpretaría el papel del protagonista principal. La película volvió a situar a Wim Wenders en el lugar que se merece, es decir, por todo lo alto, después de un par de baches en su carrera, y por ello recibió la nominación a la Palma de Oro en Cannes.
Y es que al igual que otra célebre película de Wim Wenders, Paris,Texas (Paris, Texas, 1984) la película se engloba dentro de lo que algunos han señalado como el Post-Western[1]. Y la verdad es que realmente existen semejanzas notables entre el filme que Wenders dirigió en la década de los 80 y Llamando a las Puertas del Cielo. A Wenders siempre le ha interesado la magia que tienen estas regiones del oeste americano (y que el Western tan bien ha representado). Esto queda bastante patente en las secuencias que abren sendos filmes, como la que nos muestra a Sam Shepard en Llamando a las puertas del Cielo, cabalgar con el caballo mientras la cámara realiza una panorámica que nos presenta el paisaje desértico en el que se enmarca la escena y que será además uno de los leimotivs del filme.
Argumentalmente ambas películas presentan además unas historias bastante similares. En Paris, Texas, el personaje interpretado por Harry Dean Stanton iniciaba un largo viaje en busca de su mujer, mientras que en Llamando a las puertas del Cielo nuestro protagonista, que interpreta Sam Shepard, realiza un viaje que durará todo el filme en busca primero de su madre, y posteriormente de su hijo. Una Road movie en toda regla, que el cineasta cocina con intensidad. No es casual que algunos hayan visto semejanzas entre el filme y el argumento de uno de las obras más importantes de la humanidad, como es la Odisea[2] por la búsqueda que emprenden ambos protagonistas por volver a su hogar.
Porque Shepard no es Odiseo, pero también interpreta a un personaje que se encuentra hastiado de la situación profesional en la que se encuentra. Llamando a las puertas del Cielo nos presenta a un personaje que trabaja dentro del mundo del cine. Hay por tanto, un discurso que gira en parte en torno al concepto metacinematográfico, como podemos comprobar en las secuencias en las que asistimos al rodaje de una película en la que el personaje de Shepard es el actor principal . Y este discurso que alude al cine, no es precisamente un elogio. Wenders nos muestra el mundo del cine con cierto resquemor, desnudando la industria y mostrando precisamente que el cine actual es eso, una pura industria que únicamente persigue el beneficio personal. Por este motivo el cineasta nos presenta a los aseguradores del filme desesperados cuando el protagonista huye en medio del rodaje dejándolos en la estacada, así como el personaje que interpreta Tim Roth, una especie de agente que por encargo de la productora persigue a nuestro protagonista, y que Wenders se encarga de definir como una especie de ser inhumano. En contraposición a esta industria económica, nos encontramos con los valores del Western mítico, que se encarga de encarnar nuestro protagonista interpretado por Sam Shepard, una clara oda a unos valores que ya no volverán.
Aún así, Llamando a las Puertas del Cielo no está al mismo nivel que Paris, Texas. La sensación general que da la película más reciente es que no puede situarse a la altura de su compañera. Lo que en París, Texas parecía natural en Llamando a las Puertas del Cielo parece más burdo y preparado. Además hay diversas secuencias que no consiguen encontrar su tono, bordeando entre un humor que se pasa de cínico (o soterrado) y otras que son demasiado insulsas.
La música es un factor fundamental en el filme. La compone T-Bone Burnett aunque el cineasta también incluye canciones de música popular de géneros como el rock y el country (evocándonos así la región donde se ambienta el filme). Otra vez, Wim Wenders compone secuencias que ineludiblemente recuerdan las de Paris, Texas, creando una atmósfera nostálgica que va a la perfección con el personaje principal que interpreta Sam Shepard.
La fotografía, que corre a cargo de Franz Lustig, consiguió el premio en dicha categoría en el Festival de cine Europeo. Y no es para menos, porque Lustig se emplea al cien por cien para llenar la película de imágenes llenas de añoranza y nostalgia, como las ya comentadas secuencias iniciales (que seguramente son las que le dieron el galardón), pero también otras en las que el filme se desenvuelve magistralmente para crear un relato más intimista.
[1] Neil Campbell, Post-Westerns, Ed. University of Nebraska Press, Nebraska 2013, pp.250
[2] Edith Hall, The Return of Ulysses: A Cultural History of Homer’s Odyssey, Ed. I.B. Tauris, Baltimore 2008
http://neokunst.wordpress.com/2014/12/24/llamando-a-las-puertas-del-cielo-2005/