Little Joe
Sinopsis de la película
Alice (Emily Beecham) es una madre soltera que cría plantas en una empresa que busca desarrollar nuevas especies. Es la responsable del exitoso último diseño de su compañía: una bella planta de gran valor terapéutico: si se encuentra en las condiciones óptimas, garantiza a quien la consuma sentir algo parecido a la felicidad. Un día, Alice decide ir en contra de las normas de su empresa y lleva una planta a Joe (Kit Connor), su hijo. Ambos la bautizan como Little Joe ( Pequeño Joe ). A medida que crece, Alice comienza a entender que tal vez su nueva creación no es tan inofensiva como sugiere su nombre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Little Joe
- Año: 2019
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
6.2
89 valoraciones en total
Existen algunas películas independientes que se esfuerzan tanto en parecer raras, originales y llamativas que pierden un poco el norte. La realizadora Jessica Hausner, en su afán de dejar clara su autoría, usa y abusa de colorido, secuencias fuera de plano y redundancias que dificulta una película que no tendría que ser tan autoril y que puede presumir de muchos puntos de interés. Y, también, una cosa es un homenaje a La invasión de los ultracuerpos y otra cosa es calcar la historia. Por lo demás, un filme hipnótico que se ve con emoción y asombro (ese pelo de Emily Beecham, tan guay y tan raro en una científica).
Esta peculiar Little Joe, acerca de una científica que, junto a sus compañeros, intenta criar una flor que garantice el bienestar de las personas que la adquieran, es la última obra de la cineasta austriaca Jessica Hausner, de cuya aun breve filmografía hace una retrospectiva el DA Film Festival que se puede ver estos días en Filmin.
La historia se tuerce cuando la protagonista percibe un cambio de comportamiento en aquellos que han estado expuestos al polen emitido por tan peculiar florecita de diseño, y esto incluye a varios de sus colegas y hasta a su propio hijo preadolescente, al que casi no reconoce ya, llegando a dudar -tanto ella como el espectador- de su propia cordura.
Se podría decir, por tanto, que esta extraña y por momentos hipnótica película (de cuidada y colorista estética en decorados, vestuario y atrezzo), es como un capítulo de Black Mirror pero pasado por la túrmix del cine de autor europeo. Curiosa, cuanto menos.
Película en realidad juguetona, mucho más sugerente de lo que aparenta por la narrativa lánguida de su realizadora. Posiblemente entre mucho mejor en la propuesta el espectador que tenga muy presentes las referencias de clásicos como El pueblo de los malditos o La invasión de los ultracuerpos. Está claro que es otro enfoque, más femenino y menos académico, sobre la misma idea.
Tiene mucho cuidado de aprovecharse de las elipsis y de unos personajes ambiguos para crear incertidumbre, para permitir que el espectador pueda elegir entre dos interpretaciones de todo lo que está ocurriendo. Se podrá ver como la reacción negacionista de una madre ante la desconexión con su hijo, o bien como si el destino de la humanidad se estuviera decidiendo en el jardincito de la abuela. O mucho me equivoco, o la mayoría de nosotros sacará a relucir su perfil más conspiranoico. Quizás alguien con más inquietudes que las mías en el campo de la psicología profesional se decante por lo contrario.
Indirectamente, plantea muchas preguntas interesantes. ¿Podría ser la felicidad la pérdida de todo sentimiento humano? ¿Importaría tanto perder nuestra identidad, convertirnos en hormigas zombie esclavas de su pulgón? ¿Acaso no estamos ya buscando eso con las drogas, los videojuegos, las redes sociales… los radicalismos políticos? No son cuestiones nuevas, ni baladíes, pero nunca está de más replantearlas.
El problema que puede tener es lo extremo de su desarrollo estético y narrativo. La imagen salta bruscamente entre lo aséptico (el centro de trabajo) y lo colorido (el hogar), la música entremezcla el sonido suizen japonés con ladridos de perros y un soniquete parecido al chiflo del afilador ambulante (decir arriesgado es lo mínimo que se me ocurre), los sentimientos de la protagonista, que se debate entre su maternidad y su profesión, entre destruir el trabajo de una vida o reconocer su probable locura, podrían haber aflorado intensamente en muchas escenas, pero se ven constantemente coartados por la directora (algo claramente intencional). Si alguien le cuelga el cartel de inaccesible a Hausner, puedo llegar a comprenderlo.
Un baño de estética, que prevalece por encima del fondo y del mensaje. Una película efectista, que busca llamar la atención del espectador constantemente, espetándole mira qué rara soy (la música llega a ser molesta). El hecho de que no haya compensación entre forma y fondo no hace sino que la persona que esté viendo la película se recree en los colores y en la fotografía, alejándola de otros aspectos que, para muchas personas, son más importantes. El mensaje que pretende dar es bueno, la búsqueda de la falsa felicidad (en esta sociedad se repite con la presencia de Mr. Smile hasta en las tazas de desayuno) provoca eso mismo, la falsa felicidad. Pero de esto ya han hablado series como Black Mirror con un mayor equilibrio entre forma y fondo, superando en guión, fotografía e interpretaciones a los de esta aceptable película.
Pues sí, Little Joe es una cinta lenta, lentísima, y encima absurda, ¿el mundo manipulado por unas simples plantitas? Venga ya! Hace falta estar mal de la azotea para imaginar semejante cutrez, ¿en esto gastan el dinero?
Pero el caso es que miras la planta y fea no es, incluso hace bonito, pero de ahí a lanzar esa trama rebuscada ya va un trecho. No se lo cree nadie. Esperad un momento que voy a olerla, sólo un poquito…
Una de las principales actitudes que Hausner ha cultivado como narradora ha sido la ambigüedad. Ya en Lourdes nos hablaba tanto de la mercantilización de la fe como de la posibilidad que existan los milagros. No sólo deja espacio al espectador para que decida, también le sirve para abordar el tema de la subjetividad: en último término se deja abierta la posibilidad que la trama de la narración haya surgido como una mera fabricación de la mente de sus personajes y no como una construcción en términos absolutos.
En esta ocasión podemos ver Little Joe como una historia de como la ciencia queda pervertida por el mercado y la falta de escrúpulos y la ambición personal, lo que ocasiona un pequeño gran desastre (también esto queda en lo ambiguo: puede que en verdad que no sea tal), también puede que nos hable de la desesperada necesidad de crear emoción en un mundo aséptico y apático, o simplemente del conflicto de una madre que prefiere el trabajo a su hijo y se niega a reconocer sus sentimientos… e incluso, accidentalmente, dada la situación mundial, puede que salga alguien que vea aquí una representación de cómo el Covid-19 fue soltado al mundo: se da la coincidencia que una cepa de virus empleada para mejorar el olor muta y consigue infectar fácil y masivamente a los humanos, provocando así una situación que casi sería análoga con La invasión de los ultracuerpos .
Personalmente yo me quedo con la parte del conflicto entre Historia y naturaleza. La Historia por supuesto la representa la ciencia, el progreso del conocimiento humano, que aquí degenera en un intento por manipular la obra de la naturaleza. Los escenarios de la película destilan asepsia, un mundo uniformado y desapasionado, y de cómo se pretende sacar rédito comercial de esa situación sintetizando un producto que cree artificialmente esas sensaciones que parecen faltar. La ciencia pervertida por el mercantilismo. Cómo escribió Don Delillo, la tecnología y la ciencia son ya una fuerza de la naturaleza. Algo imparable. Uno de los motivos que impide frenar en seco y finalizar el peligroso proyecto es que otra empresa podría llevarse el gato al agua y enriquecerse, cosa que estos científicos prefieren no pensar. También en la concepción del proyecto se plantea antes como una operación comercial antes que no una empresa humanista. La soberbia, inconsciencia y exceso de ambición, representado sin remarcados excesivos, conduce a desafiar el orden natural de las cosas, pasando por alto que también la naturaleza tiene mecanismos para defenderse y no es tan fácil de manejar como las hormigas de un terrario.
La historia personal de Alice también nos sirve para vehicular esa dificultad de manejar las emociones y crear relaciones sanas y fluidas en un mundo constreñido por la ambición personal y el trabajo, hasta el punto que merma el sano desarrollo personal. En otro momento vemos que ella siente cierto interés por su compañero interpretado por Ben Wishaw, persona que se ajusta a su concepción de la vida, sólo que ella no parece capaz de aceptar sus sentimientos respecto a éste y su hijo, lo que sería imprescindible para afrontar esta situación. Estas dos líneas, la personal y la científica, se entrelazan con habilidad, de forma que vemos que esas carencias emocionales representan el tipo de situaciones que propiciaron ese desquiciado proyecto de ingeniería genética que queda amplificado y condicionado por las condiciones económicas que lo hacen viable, lo sustentan y finalmente lo justifican.
Todo lo anterior, insisto, es como lo he visto desde mi punto de vista. Pero hay más posibilidades. Aparece Bella, una científica interpretada por Kerry Fox, que es estigmatizada por sus compañeros como loca porque ha sufrido un colapso nervioso y que por ese motivo podría haber influenciado falsamente a Alice, que se aferra a esa idea que las plantas se plantean dominar a los humanos para no aceptar que no necesita a Joe, su hijo. O puede que no, que en verdad la mente de Joe sí ha sido poseída por las plantas y desea irse a vivir con su padre porque éste vive en plena naturaleza.
Esa estructura narrativa tan abierta, unido a un estilo de Hausner, me han convencido. He detectado incluso algunos puntos de conexión con ciertas películas del griego Yorgos Lanthimos, particularmente Canino , dónde se empleaba la educación de los hijos para crear un mundo artificial, y con Alps , dónde sus apáticos personajes deben recurrir a los servicios de una empresa para proporcionarse las emociones que no son capaces de producir. En ambos casos creo que se habla oportunamente de los peligros de manejar erróneamente las posibilidades que el humanismo ha abierto. Ciencia, educación, comercio, grandes empresas si son manejadas con moderación, sin perder de vista la naturaleza, que cualquier día de estos nos va a dar un correctivo en forma de desastre a escala planetaria.