Lilting
Sinopsis de la película
Una mujer china, que vive en un geriátrico en Londres, acaba de perder a su hijo en un accidente. Un chico, que era la pareja del joven, intentará acercarse a la madre para no abandonarla durante su duelo. Pero hay varias barreras en su relación, sobre todo culturales. No hablan el mismo idioma, y además la madre no sabía que su hijo era homosexual. Frente a este panorama, el joven se esfuerza en generar un acercamiento con la persona que probablemente más entienda el valor de lo que él acaba de perder.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lilting
- Año: 2014
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
6.8
50 valoraciones en total
LILTING (cadencia, movimiento cadencioso) es un film realizado en el Reino Unido pero dirigido por el director asiático Hong Khaou, dándole a la película esa cadencia que sólo posee el cine asiático que tanto me gusta.
Es una película de diálogos y sobre todo de actores. Una película delicada, elegante y asoladora.
Con una inmensa sensibilidad y una gran percepción cinematográfica nos ofrece el inmenso dolor del amor perdido. El amor perdido con mayúsculas.
El amor que es tu vida, toda tu felicidad, que lo es todo.
Ese sentimiento que lo arrasa todo, ese duelo insoportable, es mostrado con una ternura y una sencillez, una claridad y una emotividad a flor de piel que resulta entrañable.
Ese sentimiento para el que no existen diferencias culturales e idiomáticas, que es igual para una madre o un amante. Un sentimiento que pide redención, que pide comprensión y perdón. Esa pérdida que une a cualquier tipo de persona como ninguna otra cosa puede hacerlo.
Si a todo esto se le añade el deslumbrante trabajo de Ben Whishaw y de Pei-Pei Cheng, una fotografía que se llevó el premio en el Festival de Sundance y una iluminación limpia y llena de vida, uno se encuentra con una pequeña joya donde la soledad y el recuerdo se transforman en un tesoro. En esperanza.
http://benymore.blogspot.com.es
Debut en la pantalla de Hong Khaou, cinta que él mismo ha escrito y que protagonizarán Ben Whishaw y Cheng Pei Pei. La película nos narrará la historia de una inmigrante china (Pei Pei) en el Reino Unido que se queda desamparada cuando muere su hijo (Leung). Whishaw encarnará al amante de este último, un joven que la mujer piensa que es el compañero de cuarto de su fallecido descendiente. Ambos se verán obligados a superar sus diferencias y a unirse en el dolor de la pérdida del ser querido, y ello a pesar de que hablan distintos idiomas. Una película que parece de temática gay pero que se mueve en otro terreno, el de la pérdida, el perdón, el choque cultural, la vejez y la redención. Hong Khaou ha creado una pequeña pieza meticulosa que se construye desde la anécdota. Todo me resulta minucioso, minimalista e impregnado de un aire de tristeza. Dirigido con una sensibilidad extrema, el film resulta entrañable en muchos aspectos. Absolutamente fascinante el trabajo actoral de Ben Whishaw. Muy interesante.
Tras una fachada de corrección británica late un volcán de sentimientos agazapados, tenuemente disimulados o torpemente negados. Estamos ante una delicada y penetrante reflexión sobre la añoranza, sobre las cicatrices que nos deja perder a nuestro amor, nuestra pareja, marido o esposa, nuestros hijos o padres, nuestros seres más queridos. Y el sentimiento de culpa que nos asola cuando sabemos que deberíamos haber actuado de otra forma y entonces queda algo pendiente que expiar, porque no podemos despedirnos y soltarnos del pasado que nos atrapa en sus garras voraces hasta anularnos.
Porque estamos ante una cinta que versa sobre la pérdida y del vacío atroz que nos deja, la desolación y desorientación que nos invade y la diferencia con que abordamos esta circunstancia dependiendo de nuestra edad y de nuestras ganas de seguir adelante, de la cantidad de futuro que queramos concedernos. Además hay un retrato sobre lo que significa cambiar de país y de cultura (ya sea como refugiado político o económico) y de las diferentes formas que hay de adaptarse a la nueva sociedad que nos acoge y cobija. Podemos abrazar lo nuevo o podemos no soltar lo viejo, que aunque abandonado y dejado atrás, no nos hemos sabido ni querido desligar de ello.
Por lo tanto, estamos ante una película rotunda, profunda y compleja – pese a su tersa textura de simplicidad y fineza y sus poquísimos personajes – una pieza de cámara a cuatro voces que nos ofrece una polifonía sobre la complejidad devastadora del devenir humano. Hay saltos en el tiempo pero gestionados tan elegantemente que parecen formar parte natural del hilo narrativo – porque de hecho son parte del presente que están viviendo sus personajes. No son sólo recuerdos o ensoñaciones, sino que son tan reales y tan vitales que no conseguimos distanciarnos ni desligarnos de ellos y nos acompañan como una segunda piel, como una mochila invisible.
También refleja la dificultad y uso del idioma, la necesidad de erigir, fomentar y mantener una barrera que nos proteja de lo que rechazamos a través de la palabra, negándonos a entender lo que no queremos saber, negándonos a aprender para así ser por siempre dependientes o para encadenarse a los demás y exigir su ayuda y asistencia. La dificultad de dar y entregar es el escollo básico de la existencia. Preferimos vivir atados y tener siervos emocionales para no valernos por nosotros mismos, ni hacernos responsables.
Emocionante cinta en tono menor que aborda sin tapujos ni atajos la complejidad del amor, del dolor y la muerte. Un estiloso ejercicio que satisfará a paladares exquisitos.
Valiéndose de continuas elipsis y flashbacks, Hong Khaou dirige Lilting, un melodrama intimista, a caballo entre el cine social británico y la sosegada y exquisita narrativa asiática. En esta obra se habla del dolor de la pérdida, de la soledad, del choque de culturas, del sentimiento de culpa, del remordimiento, del egoísmo, del amor… pero no llega a conmover al espectador, no cala. O por lo menos, no caló en quien escribe estas líneas.
Khaou demuestra talento detrás de la cámara, pero a mi juicio narra con demasiada delicadeza, con exceso de corrección y demasiada sutilidad quizá no sea buena. Parece que intenta crear un melodrama huyendo de él, esquivando las escenas de dolor explícito, tratando de que los actores estén tristes pero no lloren, y añadiendo dosis de humor a través de los equívocos y diferencias culturales que aportan los dos personajes que se añaden a la historia, el pretendiente de Junn y la traductora.
La película rezuma sensibilidad y tacto, pero el exceso de minimalismo la aleja del espectador. Uno sigue la historia con interés pero sin llegar a impregnarse del todo de la tristeza que el film desprende. Khaou lo tenía fácil para haber abusado del sentimentalismo, pero se esfuerza por huir de él, quizá en exceso.
La narración transcurre con parsimonia. El hecho de que las conversaciones tengan que ser traducidas hacen que el ritmo se ralentice. Vamos conociendo poco a poco a los personajes, igual que poco a poco van conociéndose ellos entre sí. A la madre le cae mal el yerno. El yerno tiene remordimientos con la madre pues piensa que por su culpa ella está en la residencia. La manera de llevarse bien sería hablando y dándose a conocer, pero no hablan el mismo idioma, y Richard tiene que ocultar que en realidad Kai no era su amigo, sino su novio. Gracias a la traductora, tienen lugar las conversaciones, a veces poco afortunadas, mediante las cuales los personajes se van conociendo y la trama se va desarrollando.
La pareja que trata la película es homosexual, pero no es un film que aborde el tema de la homosexualidad. En este caso, la condición de homosexual de Richard es anecdótica. No van por ahí los tiros de la película. Lo importante no es la condición sexual sino la comunicación y el modo en que ésta afecta a las personas y a las relaciones humanas, y cómo el egoísmo nos lleva a tomar decisiones de las que podemos arrepentirnos.
En una película esencialmente de interiores, con pocos actores y ritmo lento, es indispensable que las interpretaciones estén a buen nivel. En este sentido, hay que alabar el trabajo de los actores, especialmente los dos protagonistas. El duelo interpretativo que llevan a cabo Ben Whishaw y Pei Pei Cheng es sobresaliente y trascendental, haciéndose cargo de gran parte del peso de la película.
La música aporta contenido a la cinta, especialmente una canción que la madre siempre quiere escuchar. Y por supuesto hay que destacar la fotografía, limpia y deslumbrante, que contribuye decisivamente a lograr esa atmósfera intimista que envuelve la película.
En definitiva, prometedor debut cinematográfico de Hong Khaou, que demuestra talento y sensibilidad. Espero que en un futuro le añada a sus virtudes el atrevimiento y la agresividad narrativa, porque puede convertirse en un cineasta brillante. De momento, a su primera película le doy un simple aprobado, porque no me tocó la fibra, y debería haberlo hecho.
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Dispone de un magnífico guión escrito con gran sensibilidad que después ha sido convertido en imágenes muy íntimas en las que la interpretación de todos los actores, y en particular la de Junn (Pei-pei Cheng), atrapa al espectador para que llegue a intimar con cada uno de los personajes, hasta con la traductora. Por otra parte, la estructura está muy bien planteada, de manera que lo que pueden ser retrocesos en el tiempo de la historia, no rompen la continuidad, y el espectador sabe siempre en que momento y lugar se encuentra. Como no hay un deseo por parte de la realización de hacer algo extravagante, que se salga de la naturalidad, sino más bien de cuidar la comprensión de la historia y de introducir al espectador en ella, pues se consigue el efecto de atracción y de implicación. Las historias de siempre se pueden contar como se han contado siempre y solo se necesitas una gran sensibilidad y un sentido cinematográfico para que sean creíbles y gusten al espectador. Todo lo demás, la iluminación, la fotografía, la música y en particular la ambientación, están cuidadas para que sean parte de la misma historia sin quitarle protagonismo.