Leviathan
Sinopsis de la película
En las mismas aguas donde el Pequod de Melville persiguió a Moby Dick, somos testigos del choque colaborativo entre el hombre, la naturaleza y la máquina. Filmada en doce cámaras – fijas y lanzadas, pasadas de pescador a cineasta – éste es un retrato cósmico de uno de los quehaceres más antiguos de la humanidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Leviathan
- Año: 2012
- Duración: 87
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes obtener una copia la película en formato HD y 4K. Seguidamente te detallamos un listado de fuentes de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.5
41 valoraciones en total
Leviathan es probablemente (con permiso de A torinói ló) la experiencia sensorial más apabullante a la que me haya enfrentado nunca. Fantasmagórica, desconcertante, claustrofóbica, siniestra, pero sobre todo hipnótica. Más que un documental podría ser una película de terror. Recordemos que leviatán es una bestia marina asociada a satanás descrita en el antiguo testamento. Para mi desgracia esa bestia marina no reside en fosas abisales, habita la superficie y es visualmente reconocible incluso en tierra, hablo del actual ser humano, el mismo que recibe del mar azules, verdes o turquesas y devuelve rojos. Aunque la película no reconozca puntos de apoyo medioambientales (como sucedía por ejemplo en Unser täglich brot) es inevitable ponerse en la piel y ojos de las maravillosas criaturas que respiran debajo del agua. Es más inquietante el todo cuando reparas en la única diferencia que nos separa de los animales no humanos: ellos y ellas se guían por voces que nosotros no alcanzaremos a escuchar jamás. Por eso esconder el desierto emocional que cubre a la mayor parte de población mundial apoyándose en que están muy ricos, en vez de intentar aprender de ellos, nos resulte a algunos del todo desalentador.
Pero volviendo al por qué, alejado del discurso green is the new red, habría que señalar la idea inicial. Ésta pasaba por filmar la actividad pesquera de un puerto en Massachusetts. Se llegaron a filmar 50 horas en tierra antes de embarcar, y fue justo en ese momento cuando Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel se dieron cuenta de la potencia audiovisual en alta mar, de ahí que ignorasen el trabajo en tierra y repartiesen por el barco un puñado de go pros para capturar la rutina de la vida a bordo. Destaca por encima de todo la ausencia de protagonismo de los realizadores, pasando de puntillas por la realidad a excepción de contados planos, en especial los contrapicados responsables de empequeñecer el prisma humano ante el desfile de imágenes que buscan (y no encuentran) aire en el cielo capturando estampas de una belleza inusual, o en la quietud de los últimos planos centrados en la vida en cubierta. La tensión narrativa en Leviathan pasa por desafiarte a la inmersión, coger aire en los pocos planos que lo permiten y dejarte llevar por una orquesta mecánica salpicada (nunca mejor dicho) de arreglos orgánicos (gaviotas, agua, viento) en un baile que despista la percepción humana de realidad.
Es cierto que obviar esquemas narrativos reconocibles, dejarte sin un hilo argumental al uso pueda llevarte a un callejón sin salida, pero es ahí donde debería estar la gracia de todo esto. Creo que el término cine experimental está mal definido, hay más experimento en otorgarle un guión a un puñado de imágenes que encontrar en un puñado de imágenes un guión. Es en el material filmado y en el montaje dónde fluye la historia, por eso me parece del todo razonable argumentar que algo positivo, muy positivo surge de esta pulsión negativa o atracción por la (aparentemente) nada. Pero también es cierto que no tenemos el mismo entreno en el sentido de la vista que, por ejemplo, en el oído. la vista demanda inmediatez para satisfacer estímulos que permitan focalizar la atención, es decir, es más fácil encontrarle ritmo a un centrifugado escuchando una lavadora antes que viéndola. Espero que si estás leyendo esto no te espante la (supuesta) abstracción, yo recordaré leviathan por reconocer (y agradecer) la dificultad que supone posicionarme como espectador en un entorno que en teoría reconozco, pero no he sentido así jamás, e intentar por el camino retratar al personaje más indescifrable de todos, el mar, partiendo del más difícil y sencillo de los supuestos, el pasaba por allí.
El problema con esta película es que parece más de lo que es, pero si nos ajustamos a lo que es, resulta valiosa.
Si dijera que para algo sirve la película, sea quizás para acercar la pesca industrializada a la gente que vive en la ciudad y no une cabos de cómo llega la comida a los supermercados.
Lo que nos cuenta es muy concreto y no necesita metáforas, ni experimentación ni nada. Por un lado se tiene la tecnología que permite filmar en una situación como esa sin estorbar, la cámara se usa como si fuera de un aficionado pero con cierta espectacularidad, no veo planos intelectuales, sino planos de una persona cualquiera usando una cámara como documentación o como si fuera el ojo de un turista, que por error filmase de ciertas maneras y se quedara embobado con su descubrimiento.
La película entonces juega, digamos, con las rutinas del trabajo de la pesca, mucho trabajar de noche, y solo observa lo que sucede, en un primer momento alejándose de los humanos, la recolección de la materia prima y lo que vuelve al mar, y después acercándose a los pescadores, que es donde más falla.
Al observar a los animales, logra una visión post-discovery channel (sin voz en off que explique, ni música que intente manipular, ni embellecer la naturaleza), la fuerza de la situación mostrada desde este post-pescaturista con su tecnología de punta, y si lo miras así lo disfrutas.
Como decía antes, no funciona cuando se acerca al hombre que trabaja, quizás no logra que los pescadores se suelten delante de la cámara, y exceptuando cuando hay complicidad entre la cámara y algunos de los pescadores,vamos, cuando los pescadores le hablan directamente a la cámara, que convence la situación, por lo demás no funciona, al intentar simular que la cámara no está ahí, no consigue que los hombres sean naturales, tampoco los planos terminan de funcionar, me refiero a la manera de acercarse a ellos con el ojo de la cámara.
Resumiendo. No vi cine experimental ni una narración metafórica ni siquiera reflexiva, más bien una mirada bruta pero atenta a lo que sucedía, dejándose llevar por lo poco que sucedía.
Leviathan es una experiencia visceral de imagen y sonido. O entras o no entras. Desde el inicio te agarra por el cuello y te mantiene en esa línea tenue e infinita que divide cielo y mar. Te vuelves red, pescado, pescador, chirrido, agua, barco, espuma, proa, ruido, sangre, sal, gaviota y furia, todo en uno. Te ahogas o te ahoga. Su enorme intensidad recuerda, salvando las distancias, a ‘Masacre: ven y mira’, de Klimov. También, quizás, a alguna escena de la cinta ‘Irreversible’, de Gaspar Noé.
Materia concreta y abstracción. Belleza oscura de muchísimos quilates. El cielo abierto a dentelladas. Hipnosis, fantasmagoría y turbulencia. Las sílabas de un mundo próximo y ajeno que ha de vivirse en gran formato de pantalla.
Carece de diálogos pero tiene en el sonido un punto fuerte y admirable. Rugen las aguas, el viento y las cadenas. Le lengua de los hombres-bestia se antoja indiscernible. Las criaturas del océano nos vedan su lenguaje. Todo confluye en una sinfonía de ruidos inarticulados, un vórtice de horror.
Un cine que parece escrito con las tripas. Pero sin un discurso explícito moral ni narrativo. O, más bien, sin otra narrativa que una pulsión frenética de vida y muerte mostrada en amplias bocanadas. Lo ético o moral, de haberlo, ha de buscarse en uno mismo.
En lo formal, apoteosis de lo que podríamos llamar ‘primer-plano-secuencia’. Aunque no todo son primeros planos HD, es permanente la amenaza de que las distancias entre el observador y lo observado queden abolidas. El agua y los objetos –inanimados y animados– golpean con insistencia cruda y desapasionada el objetivo. La confusión, el miedo y el ahogo, ponen sus huevos de serpiente en el espectador.
Las cámaras GoPro parecen haber sido concebidas para rodar esta película. Como en todo arte de altura, la técnica es el medio, la obra, el fin.
Una experiencia subjetiva radical. En apariencia, puro caos. En lo hondo, mano maestra en ritmo, edición de sonido, cortes y montaje. Como en las más oscuras pesadillas, no advertimos siquiera el parpadeo. La propuesta (visual y de sonido) es fascinante, conforma y crea un mundo mítico y directo. No admite intermediarios. Se mira con la piel y los sentidos. Golpea y martillea. Si has vivido el vértigo de Gravity-3D, la de Cuarón, prueba a meterte en Leviathan, sin gafas especiales ni presupuesto millonario. Verás lo que es la gravedad, el giro y el mareo. Verás lo que es rodar en pleno torbellino.
El náufrago que se ahoga es más grande que el mar, porque el náufrago sabe que se muere y el mar no sabe que lo mata. Esta frase, de claras resonancias pascalianas, leída en un libro por lo demás discreto (‘El manuscrito carmesí’, de Antonio Gala), da la medida del aliento poético de una cinta como ésta. ‘Arde el mar’ diría Pere Gimferrer. Y ardemos todos.
Al acabar, la cinta deja un poso Lorca de salitre.
Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.
El Leviatán es, según Rashi, reencarnación de la Serpiente mítica del Paraíso Terrenal.
Dios creó un Leviatán macho y uno hembra, entonces mató a la hembra y se la dio de comer a los honestos, pues si los leviatanes llegaran a procrear, el mundo no podría interponérseles.
En esta cinta apasionante el Leviatán ha procreado.
Y eso es todo. También se muere el mar.
Arriesgado documental sobre el trabajo de la pesca en el mundo actual. Sin duda, el film supone una evidente crítica a la utilización de técnicas que supongan capturas indiscriminadas en los océanos, y de forma más general al hombre como especie que juega a ser el Rey de la Naturaleza.
Es posible que después del visionado a mucha gente se le pasen las ganas de disfrutar de una merluza al horno. De todos modos, lo verdaderamente notable es la planificación de la película, buscando en muchos momentos el punto de vista del propio pez. Ello da lugar a imágenes bellísimas y evocadoras en muchos casos, y descarnadamente crudas en otros. Juega a favor de este documental el hecho de prescindir de manera deliberada de tomas a la luz del día, y de una voz en off que lleve de la mano al espectador. Con ello, la película gana en lirismo y epopeya, por un lado, y también en contundencia y desgarro, por otro.
Sin embargo, Leviathan naufraga en otras fases del metraje, en que los planos transmiten muy poco. Algunas tomas se antojan intolerablemente largas y vacías de contenido. En concreto, las escenas en que aparecen los marineros son poco afortunadas. El mantener una cámara fija durante tantos minutos frente a un tío tatuado que trabaja en la bodega del barco, u otro que está al timón, u otro que dormita mientras ve la tele, aporta muy poco, y aburre más que otra cosa. La falta de texto es un recurso estilístico muy apropiado si las imágenes tienen suficiente fuerza como para despertar por sí solas el interés del espectador, pero si no es así el tono del documental se vuelve pesado y anodino. Y eso es lo que desgraciadamente ocurre en algunas partes del metraje.
De todos modos, muy original.
Eco:
Crueldad del hombre por encima del orden natural, de la ley natural, de Dios. La subsistencia de la especie más voraz (¿quizá sea esto ley?) pasa por destruir tanto como por consumir. El demonio enseñó a construir para la destrucción.
Tecno:
Imágenes únicas, composición, movimiento, color, contraste. La técnica destruye y permite la vida, en la destrucción hay creación, igual que el mismísimo lenguaje (palabras, fotogramas) que, justo cuando se (des)hace puramente, deja ver la luz perdida, la del fondo de la cuarta dimensión, la de las apuestas secretas de los Dioses mientras modifican los destinos para alzar sus egos. Ahí vuelve a verse la luz divina que se había maltratado durante el proceso (el proceso humano, la condena humana, el azote humano). Ahí, justo cuando las aves en el cielo se convierten en simples (des)haces de luz. No nos condenemos, seguimos siendo dignos de existir.
Abundancia:
Divina abundancia. Se provee subsistencia porque los egos son el capital de los Dioses, y todo se produce para servir al capital. Se proveen posibilidades para la mente (¿ideas?) sólo porque vienen de serie con el resto de cosas: con palabras jamás diferenciarás tangible de intangible, mentira de mentira. La abundancia legitima, pero por encima de todo, te brinda armonía, incluso en la composición del cuadro.
Soledad:
El mar es para tipos duros, que sufren incluso cuando todo va bien. Igual es el creador de cuentos, de imágenes, de mentiras. Alguien que destruye tanto su vida como la realidad para llevar a otros la vida iluminada. ¿Alguien realmente querría ser poeta? La libertad es para tipos duros, ¿alguien querría realmente ser libre?
Cíclico:
La energía no se crea ni se destruye. Mis imágenes son tu energía. A nivel físico: impulsos eléctricos atravesando tus hemisferios. Imágenes que se reconvierten para cerrar el círculo, La película en el mundo humano da de comer, la nave da de comer, el mar da de comer. Mar infinito, nave finita, humanos contables, película […].
Antropocéntrico:
Hombre como Dios, puesto que la inmortalidad no te priva del ego. Dominaremos las profundidades coléricas – hábitat de un Leviatán eterno -, hipnóticas como el demonio. Dominaremos lo salvaje ergo humano naturalmente merecedor, lógicamente superior. Una vez la ciencia dijo que la falta de lógica en la naturaleza es simple casualidad, nunca pudo desmentirse: ¿cómo hacerlo con palabras?
Musical:
Ritmos, tempos, tonos, timbres, pausas, silencios, sonidos. Algo artificial causa una aliteración de la naturaleza. Belleza impostada que sólo resalta así sus elementos. Paradójicamente, los elementos del poema no son otros que las fuerzas naturales.