Las páginas del libro de Satán
Sinopsis de la película
Satanás es un ángel caído que quiere agradar a Dios. Pero el Señor lo condena a vivir entre los hombres para tentarlos permanentemente, cada vez que provoque la condenación de un alma, la propia condena de Satán se alargará un milenio. En cambio si llega a hallar a un alma capaz de resistir sus tretas, logrará un mérito a su favor…
Detalles de la película
- Titulo Original: Blade af Satans bog
- Año: 1921
- Duración: 167
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Opinión de la crítica
Película
6.8
81 valoraciones en total
El gran director danés siempre se caracterizó por incorporar en sus obras todos aquellos elementos nuevos que consideraba útiles para sus fines artísticos.
Fue así que, luego de ver Intolerancia (Griffith, 1916), recordó que años antes, cuando acababa de ingresar a la Nordisk Film Kompagni, había leído un guion titulado Páginas del libro de Satán . Este presentaba cuatro historias relacionadas conceptualmente, al igual que la colosal obra de Griffith.
Dreyer inmediatamente quiso hacer su propio coloso cinematográfico y se puso manos a la obra. Desgraciadamente, el presupuesto con el que contó no fue suficiente para crear exactamente la obra que en un principio imaginó. No obstante, el resultado que obtuvo tiene suficientes méritos.
Páginas del libro de Satán constituye una crítica a las instituciones fundadas sobre una ideología, y que se justifican en sus principios para cometer violencia y muerte. Esto lo expresa al poner al diablo de su lado siempre. En los dos primeros episodios son instituciones religiosas, en los dos últimos son revolucionarias.
Además de esto, la película es un estudio sobre cómo la maldad anida en el alma humana. Y no, de ninguna manera vamos a creer que su propuesta es que el Diablo (y por consiguiente Dios) es el origen del mal. En los cuatro episodios se verifica que, antes de la aparición de Satán, los personajes que luego serán tentados sufren por la falta de algo que desean en buena medida. En el primero tenemos a Judas, que envidia a Jesús la atención y el cuidado que recibe, en el segundo está por un lado el mayordomo de Don Gómez, que desea sus riquezas, y por otro, al monje que desea el amor de Isabel, en el tercero Joseph desea a la hija Genoveva, en el cuarto el joven Rautaniemi desea a la casada Siri. En definitiva, lo que origina el mal, es ese incontrolable deseo que no puede ser satisfecho, ya sea por imposiciones sociales, religiosas, políticas o de índole moral. Esto es lo que les lleva luego a caer fácilmente en la telaraña del Diablo.
Yo pienso que la historia de la condena por parte de Dios constituye solamente el mecanismo narrativo y figurativo por el que Dreyer hace deslizar sutilmente sus verdaderas ideas.
En cuanto a lo formal, no hay duda de que el autor aún sigue sin encontrarse completamente cómodo, pero el segundo episodio ya insinúa bastante el futuro de su cine. Al ser rodado casi todo en interiores, Dreyer tuvo un control mayor sobre los elementos en el plano, dotándolo de una puesta en escena abstracta, minuciosa, ascética. Este episodio también se presenta temáticamente como un preludio de La pasión de Juana de Arco y de Dies irae .
Sobre el primer episodio destaco especialmente la parte de la última cena, filmada magistralmente, con planos que remiten a la obra de Da Vinci y que resultan muy expresivos en su conformación. También es interesante la escena de la oración en Getsemaní.
El tercer episodio es el más largo, y precisamente por eso tiene más defectos que los dos anteriores. Sin embargo, en líneas generales me parece algo superior.
Vale destacar el tratamiento que hace Dreyer de personajes históricos importantes, como María Antonieta o el propio Jesús, envolviéndolos en un halo de santidad y dignidad pura, anticipando lo que hará con su Juana de Arco.
El cuarto episodio quizá sea el menos logrado: es el que contiene más acción, dinamismo. Por otra parte, las actuaciones están bastante exageradas (especialmente la del joven).
Por último quiero dejar una observación: a lo largo de los cuatro episodios se puede adivinar cierto progreso del individuo frente a la multitud, a la sociedad. Cierta independencia, autonomía de pensamiento y acción separa a los personajes del episodio de Finalndia, de los de los dos primeros (judas y el monje) . En el último episodio no sólo ocurre lo que Satán estuvo buscando por siglos, sino que también percibimos un avance de la humanidad en tanto a conjunto de individuos racionales y autónomos. También puede estudiarse la posición de la mujer a lo largo de la obra: primero es un componente más de la escena, luego es condenada por ser hija de un hereje (no por serlo ella misma), luego es guillotinada por ser aristócrata, y finalmente tiene la determinación de optar por el suicidio, evitando así la tentación.
En definitiva, Páginas del libro de Satán constituye una mejoría en todos los sentidos con respecto al primer largometraje del danés. Además, creo que el nivel entre los cuatro episodios es bastante parejo, cosa que Griffith no consiguió en su sin embargo superior obra maestra. Basta comparar los dos episodios bíblicos: el de Dreyer tiene mucho más mérito.
Al otro lado del océano D.W. Griffith sorprendía con su monumental Intolerancia , un compendio de sucesos narrados en distintas épocas de la historia con el desamor como telón de fondo y vértice de todas ellas. Y he aquí que Dreyer replica en gran manera la genial película de Griffith con otro compendio de historias, esta vez como el mal y el pecado como nexo de las mismas, por otro lado, algo nada inusual dentro de la filmografía del místico director.
Puede decirse que esta película en forma de episodios pertenece, en cuanto a su hilo conductor, al género de la fantasía teológica. Es una fábula sobre la relación de Satán con Dios, por cierto que no muy en consonancia con lo que la ortodoxia enseña sobre la inexorable rebeldía de aquél, aunque tampoco es que estemos ante un Diablo que en el fondo sería bueno y humanista, como se postula hoy en algunos sitios.
Todos los episodios están llenos de interés narrativo, y la belleza formal de las imágenes, así como el trabajo de los actores, resultan apabullantes, pero si tuviera que optar por alguno me quedaría con el tercero, el de la Revolución Francesa. El segundo, el de la Inquisición sevillana, también me parece magnífico, a pesar de que la visión que el guionista tiene de la Inquisición española es totalmente delirante. Ese mito de la crueldad sádica y de la maldad absoluta de nuestro Santo Oficio hace ya algún tiempo que nadie con dos dedos de frente -o de cultura- puede tragárselo. Pero, aún así, como tema para una película cuasi fantástica, en manos de un buen cineasta, puede tener un pase.
En resumen, este película, aunque no la mejor de las suyas, es digna del director más importante, en mi opinión, que ha dado el cine europeo.
Nos ocupamos hoy de una de las primeras películas del maestro danés Carl Theodor Dreyer. Basada en una novela de Marie Corelli, está influida por la monumental Intolerancia (Intolerance, 1916) de D. W. Griffith, y supone toda una reflexión sobre cómo el mal se posa sobre las almas (tema habitual en Dreyer), incitándolas a cometer actos que las acaban corroyendo.
La película se adentra de forma hipnótica en cuatro capítulos de la Historia, mostrándonos la lucha titánica entre el bien y el mal, a través de diversas etapas temporales. Dreyer se apoya en un recurso por entonces de moda, la utilización y amalgama de diversos espacios temporales, unidos por un hilo o columna vertebral a todos ellos afín, una tendencia que se le atribuye al gurú yanqui del cine, el mítico David Wark Griffith y su ya mencionada Intolerancia, aún cuando el maestro Dreyer, ni corto, ni perezoso, haya negado su influencia. Pero lo cierto es que no poco hereda de Griffith, si bien el danés le da otro norte a su arte, quizás impulsado por su naturaleza nórdica, no se va tanto por el sendero del espectáculo representativo, como el norteamericano, sino al moralista mensaje, además llega a plasmar su dominio en profundidad de campo, en el tema de la ambientación, o en el tratamiento lumínico, además su inclinación por la teatralizada representación. En este temprano film como director, Dreyer da muestras sobradas de su fuerza narrativa y de que hay unos temas concretos que le interesa tratar en su cine: La trascendencia, el poder de la oración, el sacrificio, la debilidad humana, la intolerancia…
Las páginas del libro de Satán es una película profundamente pesimista que no se puede entender sin su inclusión en un marco histórico concreto que viene dado por el cese de las hostilidades en los campos de batalla europeos. Satán pierde su apuesta con Dios pero, al mismo tiempo, observa cómo el ser humano no deja de caer una y otra vez en sus redes a través de la historia. La debilidad y las bajas pasiones pondrán en funcionamiento la maquinaria del Mal que llevará al límite de sus capacidades psicológicas a un hombre dubitativo que, a partir de ese momento, comenzará a delinquir, renegar, delatar o traicionar a sus semejantes.
Pese a que, en términos generales, no alcance la sublime e incomparable maestría de sus mejores trabajos, bajo mi humilde punto de vista Las páginas del libro de Satán se revela como una obra esencial para seguir la trayectoria de uno de los mayores artistas del séptimo arte.
La segunda película de Dreyer, con problemas financieros en la productora Nordisk, quería poner un contrapunto al grandioso poema cinematográfico de Griffith: intolerancia.Dreyer configura cuatro historias con un realismo y una documentación que será su carta de presentación para sus siguientes películas. Si en Ordet hace grabar los jadeos de parto de Birgitte Federspiel, quien realmente estaba embarazada, para incorporarlos a la cinta, y en la Pasión de Juana de Arco hizo caminar de rodillas a la Falconetti para rodar el dolor se su cara, en ésta película y por el módico precio de dieciocho coronas hace grabar en directo sobre el brazo de unos de los cuidadores de María Antonieta, el tatuaje con las famosas frases del proceso revolucionario. Así se las gasta Dreyer.
Del primer episodio de la vida de Jesús, su gran pasión cinematográfica que no pudo realizar a pesar de tener el guión terminado (publicado en la editorial Sígueme) destacamos sobre todo el plano del sanedrín político, y el avance de los soldados romanos para detener al rebelde. El contraste entre la asamblea de los Caifás, donde los sabios gritan pidiendo condena y la reunión de los seguidores de Jesús, con el tañido de fondo del arpa cantando al amor, marca el ritmo de éste capítulo con primeros planos geniales del Judas. La imagen de la cena, solo superada por Buñuel en Viridiana, es un cuadro, del que tenemos referencia por ser colgado en la mayor parte de los comedores de las familias españolas del franquismo. Familias que no pudieron ver la película gracias a la censura impuesta por la Iglesia Católica debido sobre todo al capítulo dedicado a la Inquisición. Dreyer, un cineasta de la trascendencia sin poder verse en nuestros cines. ¡Qué paradoja en un país donde el nacional-catolicismo estaba hasta en la sopa! No podían soportar ver que la persecución a la superstición tenía efectos perversos por la forma de combatir la heterodoxia a sangre y fuego. La antipatía hacía el clero quedaría constatada en la terrible secuencia del interrogatorio del monje Argote a Isabel, y como el Gran Inquisidor, haciendo de perfecto cínico le susurra: que me importa el cuerpo de la hereje si su alma se salva ¿pensarían así hoy algunos curas pederastas?
Vista la película en cine-club es inevitable que surja una lectura antirrevolucionaria y antipopular del episodio de la Revolución Francesa donde el mal se instala en el comisario político de la facción jacobina del terror. Si seguimos a Irene Castell el episodio francés se hallaría muy cerca de la historiografía contrarrevolucionaria: penalidades de la familia real, tragedia de los inocentes, víctimas, los horrores de la barbarie popular, pero nosotros decimos lo mismo que José Andrés Dulce y es que un artista, alguien que no juega con las cartas marcadas, nunca se dirige a los convencidos tratando de halagarlos con los argumentos que éstos desean escuchar. De Dreyer sabemos sobre todo que era un personaje aburrido y dedicado al cine por encima de todas las cosas. No es fácil conocer su pensamiento político, y en este caso vamos a seguir lo que nos dice Haneke, hoy de moda: cuando leo un libro o veo una película no quiero saber nada del autor .Así permanezco autártico Permanezcamos autárticos y analicemos. Dreyer en el planteamiento de la película se muestra próximo a Anatole France y a su novela Los dioses tienen sed. Colaborador del diario lHumanité, se presentó a diputado en las elecciones legislativas de 1914. Cercano a la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera, futuro Partido Socialista Francés).Los dioses tienen sed, es un examen de lo cotidiano en la época de la guillotina. El personaje Gamelin es un hombre honrado que esconde a un monstruo, Kundera, dice que Anatole France no escribe para condenar a la Revolución, sino para examinar el misterio de sus actores. El misterio de una nación que se regocija viendo cortar cabezas .Cuando Eric Rhomer estrenó La Inglesa y el Duque también levantó una gran polémica enfrentándose a la lectura oficial de la revolución, y sin embargo no estaban en contra del proceso, recordemos que Dreyer comienza el episodio diciendo que la cabeza de Luis XVI rodó sobre el altar de la libertad.
Las preguntas que se hace hoy Peter Mcphee, en su reciente libro sobre Robespierre son las siguientes: ¿fueron las restricciones de las libertades individuales, y las detenciones y ejecuciones masivas de la época del Terror el precio que hubo que pagar para salvar la Revolución? ¿O fue ése año un periodo espantoso de muertes, encarcelamientos y privaciones innecesarias? Dreyer pudo anticipar estas preguntas a modo de imágenes, no olvidemos, en cine mudo.
El cuarto episodio, la rosa roja de Suomi, trascurre en el poblado de Hirola, durante la ocupación de Finlandia por tropas rusas, y está claro que a Dreyer no le gustan las ocupaciones sean o no revolucionarias .Se acordaba de la sufrida por los prusianos en sus propias carnes. Lástima que la música de fondo llegue a cansar en la edición que hemos visto.