Las minas del rey Salomón
Sinopsis de la película
El marido de Elizabeth Curtis ha desaparecido en algún lugar de África mientras intentaba encontrar las minas de diamantes del rey Salomón. Para encontrarlo, Elizabeth contrata al aventurero y explorador Alan Quartermaine y le ofrece una recompensa de 5.000 libras.
Detalles de la película
- Titulo Original: King Solomons Mines
- Año: 1950
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.7
26 valoraciones en total
No cabe duda que para los que hemos crecido en nuestra infancia leyendo los libros de Haggard, Verne, Burroughs o Salgari entre otros Las minas del rey Salomón es una de nuestras historias favoritas.
Esta versión cinematográfica que paso a comentar se trata de la mejor versión que se ha rodado sobre el libro con diferencia ya que el resto son incluso olvidables.
Y es que la gracia de esta película es su sello, esas grandes películas de estudio que los aficionados al cine encontramos deliciosas pero que en la actualidad apenas existen entre el cine de autor y las superproducciones para adolescentes.
Porque como digo si alguien es el verdadero responsable del film es Sam Zimbalist, uno de los grandes – produjo películas como Mogambo o Quo Vadis- de una de las épocas más importante del celuloide y que murió en Roma mientras producía Ben-Hur .
En una película como esta donde quién manda es el productor es normal encontrar un director – en este caso directores- casi desconocidos y meramente testimoniales, se trata de un par de funcionarios del cine como Compton Bennet y Andrew Marton, este último sobre todo conocido por ser uno de los directores de El día más largo a cargo de otro productor estrella como Zanuck.
Los actores más que correctos, Deborah Kerr, a la que personalmente no es santo de mi devoción demuestra que está muy bien (a veces), y a partir de ese momento se convertiría en una gran estrella encadenando éxito tras éxito.
Pero sin lugar a dudas el que está magnífico es Stewart Granger un actor británico con una clase enorme que le viene pintado el papel de Quatermain, y que a raíz de esta cinta, igual que su compañera de reparto entraría en su época de máxima cotización con cintas como El prisionero de Zenda , Scaramouche o Salomé entre otras.
Y aunque la historia de Haggard no está aprovechada del todo, ya que el guión de Helen Deutsch, es bastante flojito, también es cierto que con poca cosa nos transmite emoción y aventura.
No olvidarme de la magnífica fotografía de Robert Surtees, habitual en las cintas de Zimbalist, que está a la altura del tema y de un continente de la belleza de África.
Además tiene uno de los montajes más modernos para su tiempo, con secuencias muy clásicas con otras de un ritmo frenético.
Esperemos que salga en breve una edición en dvd (imperdonable que no exista) remasterizada y que se pueda disfrutar como merece para poder escuchar esos rugidos de las fieras, cánticos tribales y por su puesto esos tambores que son un magnífico cierre a la película.
Todo un exponente clásico del cine de aventuras, Las minas del rey Salomón se nos revela antepasado a un Indiana Jones que todavía estaba por llegar. El popular personaje de ficción Alan Quartermaine es contratado por dos hermanos para encontrar al marido de ella, perdido en la sabana africana tratando de probar la existencia de las legendarias minas del rey Salomón.
A través de los vastos e impresionantes paisajes africanos se sitúa la película, que avanza a la vez que lo hacen los diferentes animales de ésta, ofreciéndonos un auténtico safari a los espectadores de la cinta. Una jungla en la que el león cede su trono de rey al elefante, animal al que todos temen .
Las dosis de pura y llana aventura se intercalan con leves pinceladas de humor entrelazadas con otras de más dramatismo, dando una fuerza inusual al conjunto, elevando esta versión de Las minas del rey Salomón a la categoría de clásico. La complicidad que se establece entre Stewart Granger (Quartermaine) y Deborah Kerr (la damisela en apuros que se vale por sí misma) es deliciosamente real y creíble, no pareciendo artificial ni forzada en ningún momento.
Una historia pues de aventuras a la vieja usanza, perfecto ejemplo de como deberían ser todas las cintas de este género, que hoy en día se ve algo devaluado por culpa de estúpidos proyectos carentes de fuerza, pasión y entrega. Las tres cualidades que ésta contiene.
Es uno de los films de aventuras más famoso de los años 50. Realizado por Compton Bennet y Andrew Marton, especialistas en trabajos de serie B, fue escrito por Helen Deutsch (Las zapatillas de cristal, Walters, 1955). Adapta la novela King Solomon’s Mines (1885), de H. Rider Haggard (1856-1925). Se rueda en escenarios naturales de África (Congo, Kenya, Tanzania y Uganda) y EEUU (Carlsbad Caverns National Park, Valle de la Muerte…) y en los platós de MGM Studios (Culver City, CA). Nominado a 3 Oscar, gana 2 (fotografía y montaje). Producido por Sam Zimbalist (Ben Hur, Wyler, 1959) para la MGM, se estrena el 9-XI-1950 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en África en 1897. El explorador, cazador y guía de safaris, Allan Quatermain (Granger), acepta por dinero el encargo de hacer de guía de una expedición organizada por una joven mujer, Elizabeth Curtis (Kerr) y su hermano John, que desean localizar al marido de ésta, Henry Curtis, desaparecido durante una expedición en busca de los tesoros de las Minas del Rey Salomón. Allan, de unos 35 años, es un hombre escéptico y decepcionado, individualista, rudo y aventurero, que conoce bien los caminos, las tribus y varias lenguas de África. Ella, de unos 25 años, es estirada, voluntariosa, mandona y atractiva.
El film suma aventuras, acción, romance y descripción documental del paisaje, la flora, la fauna y la diversidad cultural y humana del Continente. El trayecto que recorren con la ayuda de un mapa esquemático que dibujó Henry Curtis, les lleva por caminos que evocan los peligros, amenazas, riesgos, sorpresas y contratiempos de África. Se las ven con leopardos, rinocerontes, tigres, cocodrilos, accidentes, robos, deslealtades y traiciones. Penetran en espacios no explorados que respiran el embrujo de lo ignoto y la fascinación de lo nunca visto. El viaje a pie de los protagonistas deviene una odisea singular, jalonada de sobresaltos, temores, incertidumbres y, también, de motivos de asombro y admiración. Las fiestas y los bailes tribales, llenos de colorido, armonías colectivas y vibraciones humanas, les aportan experiencias gozosas e inolvidables.
Como en todo buen relato de aventuras hay reyes, traidores, asesinos, prófugos de la justicia, tesoros ocultos, planos, héroes, etc. Los protagonistas han de desplegar, en defensa propia y de sus intereses, no sólo recursos relacionados con la fuerza y las habilidades, sino también con la inteligencia y sus diversas formas de manifestarse: ingenio, astucia, capacidad de anticipación, rapidez de respuesta, sagacidad, picardía.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Entre el respeto y el asombro, la pasión y la admiración, la película destila el espíritu africano del personaje protagonista, Allan Quatermain. Repleta de transparencias de la sabana africana y de insertos que, a todas luces, delatan su procedencia aparte de la filmación narrativa, King Solomons Mines convierte estas deficiencias en virtudes gracias a sus espléndidos diálogos, su hábil montaje y la fuerza de su sencillo argumento. La banda musical se nutre en exclusiva de coros africanos, los personajes negros denotan personalidad (no como los populares negros de la serie de Tarzán de la Metro en los treinta, cuyos guiones les deparaban siempre morir en fauces de bestias o caer despeñados por tremendos precipicios), y los exploradores blancos son seres indefensos en la inmensidad africana, incluido el gran cazador Quatermain.
Dos escenas resumen hermosamente la actitud del filme…
1. Todos los negros son iguales y guardan muy bien la fila india.
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Seguro que hay una mezcla escandalosa de keniatas, marfileños, nigerianos e incluso algún magrebí de palo. Si me apuras debe haber hasta españoles ligeramente betuneados. Eso sí, los personajes secundarios con frase (sí bwana) son todos vecinos de Harlem.
2. El prota masculino aprendió africano en un verano.
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Y se marca unos vaciles chapurreando con los caníbales delante de la rubi, que no se los salta un batusi: Mugé wempa! engonga musampa .
O en Africa sólo se habla un idioma, o Stewart Granger los habla todos, incluido el de los batusi, tribu que el pobre desconocía, pero con los que departe sobre la vida o la muerte sin ningún problema.
3. Primavera de sabana en el Corte Inglés.
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Para exploradores blancos: bermuda con bolsillos color carne, camisa militar con un siete en el hombro izquierdo, calcetines blancos adidas y zapatos color carne a juego.
Para la rubia (o pelirroja en este caso): enaguas, tacones, collares de perlas, corsés, falda de volantes, chaquetita de lana… ideal para atravesar el continente negro de este a oeste.
Complementos: cantimplora colgante, pañuelito blanco, prismáticos, gorrito de tenis, machete rambo, winchester, monóculo por si quieres descubrir una civilización perdida…
Para los negros: sexta planta. Mercadillo. Pulseras y trapos de colores.
4. Turismo rural.
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Ni roulots, ni albergues, ni casas rurales: una buena tienda de campaña es lo que mola, porque a parte de que te la montan los negros, dentro puedes encontrar: un somier con 4 patas, varias mantas, una caja de música, papel blanco y plumas para escribir un diario, un escritorio de roble para ello, un par de espejos, un farolillo grande y otro algo más pequeño con el que salir a dar un paseo por la noche para que te ataque un tigre y el prota te salve de sus garras y te de un beso, un práctico lavabo, un botiquín, un minibar con whisky escocés del bueno, copas de cristal de bohemia, un tablero de ajedrez con piezas de ébano y marfil…