Las minas del rey Salomón
Sinopsis de la película
La bella Jesse Huston (Sharon Stone) contrata los servicios del intrépido cazador Allan Quatermain (Richard Chamberlain) para buscar a su padre, un famoso arqueólogo perdido durante una expedición en busca de las legendarias minas del Rey Salomón. Junto a Jesse y a su compañero, el misterioso Umobopo (Ken Ganou), ambos penetran en el corazón de África, siguiendo la ruta de un mapa. Una vez en la tierra salvaje, descubren que el profesor Huston ha sido capturado por una expedición militar de alemanes que buscan lo mismo, encabezada por el coronel Bockner (Herbert Lom).
Detalles de la película
- Titulo Original: King Solomons Mines aka
- Año: 1985
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
4.7
24 valoraciones en total
Una película con unas actuaciones lamentables, llena de tópicos y de astracanadas de los 80.
Chamberlain no convence nunca en sus papeles, pero en este film menos.
Sharon Stone, muestra aquí unos comienzos muy malos en el cine y deja claro que de actriz tiene bien poquito.
Aburrida soporífera.
Llegaron los chicos de la Cannon-Globus (¿recuerdan clásicos B de los ochenta como Invasión USA o El guerrero americano ?) y plagiaron por la cara al Indy de Lucas y Spielberg.
Y la cosa salió rana como película (no como taquillazo, pues incluso hubo secuela): Sharon Stone (que aquí estaba en su época pre-Verhoeven) resulta una fatal Willie Scott de segunda, Richard Chamberlain no pega como héroe ni con cola, el guión es de pena y John Rhys-Davies (¡el Sallah de Indy 1 y 3!) aparece aquí haciendo de maloso.
En conclusión: un film hecho a rebufo de Indiana Jones, barato, torpe y ridículo.
Funciona mucho mejor como imitación de Henry Jones Jr. La Momia de Sommers.
No existe la suficiente benevolencia cinéfila o nostalgia de los ochenta en el planeta para defender este subproducto de serie B, plagio brutal y absoluto (pero en malo) de las dos primeras aventuras de Indiana Jones. La última cruzada no la copian porque todavía no se había hecho, claro.
No hay por donde cogerla, pues el patetismo y cutrerío de algunas escenas solo son superados por alguna otra secuencia posterior aún más mala.
Tenemos:
– A Richard Chamberlain creyéndose Harrison Ford, con una Sharon Stone tan guapa y sensual como mala intérprete, usada totalmente como mujer florero.
– El humor es como para darle al guionista la muerte de William Wallace. Si hubiera un grado mil veces por debajo de pésimo , aun se quedaría corto para definirlo.
– El diseño de producción es lamentable, con un atrezzo comprado en tienda de chinos. Por ejemplo vemos lanzas de plástico que oscilan en la punta, un puchero gigante que rueda colina abajo a la perfección y un vestuario más propio de un carnaval de pueblo que del cine.
– Escenas de acción que podrían entretener si no copiaran a las de Indiana una y otra vez. Cambian el camión por un tren, lo de los cestos por alfombras e incluso la sima del templo maldito por una cueva que no es precisamente digna de ver. A lo mejor habría estado mejor si no apareciera continuamente la bruja negra esa gritando como un mono loco y saliendo de cada agujero como si fuera un topo chiflado.
– Grandes dosis de vergüenza ajena en casi todo el metraje. Momentos brillantes como los negros colgados boca abajo, las arenas movedizas, una Ella Laraña de plástico, y muchas cosas más. Todo ello con menos presupuesto que los peores capítulos de MacGyver.
– Malos estúpidos, como de película infantil. Hasta en la animación de Disney he visto villanos más inteligentes.
Tan solo podría salvarse, quizás, la machacona banda sonora de Jerry Goldsmith, que por desgracia también intenta emular al Raiders march de John Williams, como si tal cosa fuera posible.
Es una basura execrable, y lo peor es que de pequeño me gustaba bastante. Haberla vuelto a ver tres décadas después ha sido un error grave. Pensándolo bien, también me gustaban las de Bud Spencer y Terence Hill, aunque a esas sí que no les echo valor para volver a verlas.
Y el caso es que, a pesar de todo, tiene un ritmo que ya quisieran muchas películas infinitamente mejores. Podría haber llegado a ser divertida, si no copiara tanto, no tuviera ese humor, no estuviera tan mal hecho, no actuaran tan mal, etcétera.
¡Horrible!
Ni, como actor, Chamberlain es Ford (y mucho menos Stewart Granger), ni, como aventurero, Quatermain es Indy.
A pesar de todo quisieron hacer un mix al estilo Spielberg pero con las medidas de los ingredientes mal copiados. Y es que la precisa combinación de acción, aventuras, busqueda de tesoro y pizcas de humor de Indiana Jones se convierte aqui en un poco de esto un poco de aquello y demasiado humor.
Todo heroe que se precie ha de poder soltar en un momento dado alguna frase ingeniosa, pero es que los guionistas debian creer que el protagonista era Jerry Lewis o que el director era Mel Brooks. O directamente pensaron que estaban haciendo un remake de Las minas del rey Salmonete, con Abbott i Costello. J. Lee Thompson es un buen artesano cuando se trata de cine de acción o aventuras, pero con el (escaso) sentido del humor de Charles Bronson, por ejemplo. Aqui le metieron un gol.
Volviendo al principio, mucho mejor la versión de Stewart Granger y Deborah Kerr, un clásico del cine de aventuras y una pareja con mas química que un laboratorio farmaceutico.
Joé, si es que hasta en el cartel se parece a Indiana Jones…
Pero no, no lo es, no puede serlo, y no pasa absolutamente nada de que no lo sea. «Las minas del rey Salomón» funciona como entretenimiento juvenil que hará que te partas de risa una escena detrás de otra.
Sharon Stone, la bella Sharon, el verdadero tesoro de esta película, interpreta a Jessie, hija de un famoso arqueólogo secuestrado por unos malvados para que le enseñe el camino hacia las legendarias minas. Así más o menos empieza la historia. Echo en falta que hubiera salido cómo se conocen Jessie y Qutermain, y cómo ella consigue contactar con el famoso aventurero para que le haga de guía. Porque, ¿qué es Quatermain? Sea lo que sea, es un hombre encantador, siempre ayudando, siempre heroico y siempre caballero. La parejita es de lo más carismática.
Las aventuras son disparatadas, pero graciosísimas, con un montón de gags super convincentes. Ese momento de Quatermain saliendo del coche para liberar a los esclavos, el momento alfombra, el «¡será posible!» junto a las vías del tren o ese otro de «me he tragado un bicho». ¡O el enorme caldero! Hilarante.
Que intransigentes somos a veces. Yo de ti, la vería.