Las manos sobre la ciudad
Sinopsis de la película
Nottola, concejal del ayuntamiento de Nápoles, además de ser miembro de todas las comisiones relacionadas con la construcción, es un magnate del negocio inmobiliario. Respaldado por los concejales del centro y la derecha, se dedica a la especulación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le mani sulla città
- Año: 1963
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
7.2
33 valoraciones en total
Después de realizar la espléndida Salvatore Giuliano , Rosi se embarcó en un nuevo proyecto que tenía como objetivo la denuncia política de la rampante corrupción urbanística, escogiendo la ciudad de Nápoles como marco para la misma. Viéndola hoy, casi cincuenta años después, uno debe reconocer, no sin cierta amargura, que la película resulta tan realista y necesaria como lo fue en el día de su estreno, y de ahí que considere tan recomendable su visionado como apunta el título de este comentario.
A los espectadores de hoy puede parecerles que la mirada de Rosi está claramente sesgada hacia las posiciones de la izquierda, y que busca minar en todo momento a los partidos conservadores, haciéndoles responsables de todos los males urbanísticos, es cierto, y Rosi jamás lo escondió, pero en la época en que realizó el filme su postura no resultaba hipócrita, ya que la corrupción urbanística napolitana era una realidad perfectamente visible (tanto como las ingentes barriadas y suburbios que crecían por doquier), y las responsabilidades políticas sólo podían atribuirse a partidos de la derecha, como el Monárquico o la Democracia Cristiana, que no en vano eran quienes se habían alternado al frente del ayuntamiento desde 1946.
El filme parte de un suceso desgraciado como es el derrumbe de un viejo edificio a causa de las obras de un nuevo bloque, construido en suelo público para beneficiar a manos privadas, que encima no son otras que las de un concejal asesor de obras, bien relacionado e integrado en las estructuras de poder político imperantes. Aunque se sirve de unos cuantos personajes bien perfilados e interpretados, a Rosi lo que le interesa es investigar la realidad en la que el acontecimiento se produce, plasmar eficazmente el contexto de intereses, corruptelas y componendas que son la causa del acontecimiento. Para ello sigue la técnica del film-encuesta, ya puesta en práctica con brillantez en su anterior obra, y que alternando los puntos de vista consigue o aspira a conseguir una comprensión completa de la realidad existente.
Así pues, este tipo de películas carece de auténticos protagonistas o héroes , de modo que las diferencias que se establecen entre los personajes sirven siempre para explicar la realidad, y no tanto para contraponer personalidades o introducir aspectos dramáticos. Cobra especial importancia la puesta en escena, magnífica, sobre todo en la secuencia del derrumbe, la de los debates en el ayuntamiento, y la de las componendas políticas, todas ellas son visual y narrativamente excelentes, resultando muy creíbles y veraces para el espectador. Del mismo modo que las imágenes, el guión busca clarificar dudas, establecer hipótesis y describir contextos, desdeñando la psicología individual de los personajes, que son sólo un vehículo de indagación.
Sigue en spoiler, sin revelar detalles.
Excelente película en la que se retrata la corrupción urbanística y las artimañas políticas para llevarla a cabo.
La película rodada en 1963, se adapta perfectamente a situaciones y casos de corrupción que están teniendo lugar hoy en día. La inmoralidad de algunos políticos y las alianzas interesadas de los mismos, en beneficio de personas y partidos demuestra, que tras el paso de los años nada cambia y que la incapacidad de los gobernantes y el egoismo siguen a la orden del día.
Película en definitiva que realiza una dura e interesante crítica a la vez que muy real y necesaria, sobre todo ahora en estos tiempos, en los que 47 años después sigue sucediendo lo mismo.
Hay dos formas de ver esta película.
La primera, la más clara, es un ataque brutal y poco considerado desde una perspectiva claramente de izquierda, donde se nos presenta una conspiración entre políticos de derechas con constructores sin escrúpulos, y donde los partidos de centro andan con buenas intenciones pero nefastas conclusiones. La izquierda es angelical.
Resulta que se cae un muro, matando a dos personas, y comienza una investigación en el ayuntamiento, presentada por el partido de izquierdas, apoyada por el centro, y temida por la derecha (que esta en el poder, a un mes de las elecciones). Poco a poco, se va descubriendo que la constructora que quiere edificar pisos nuevos en una zona reservada para consumo público (escuelas, hospitales y demás), pertenece a la vez al concejal de urbanismo, un personaje odioso, representante de lo más bajo del ser humano, y de un partido de derechas.
Por suerte, lejos de la indigestión ideológica que contiene el filme, se nos presentan unos personajes estereotipados pero a su vez reales. Muy reales. Y aquí da igual que sean de centro, de derechas, de izquierda, de arriba o de su madre. Te los crees.
Y con esto llegamos a la segunda manera de ver la película. Y es que, podemos extrapolar la situación que se nos presenta a un sinfín de casos de corrupción, cambiando los colores políticos a nuestro antojo, y el resultado será el mismo. Y entonces la película gana enteros al perder el maniqueísmo político de Francesco Rosi, un gran director, comprometido, crítico, revisionista (con los suyos y con su entorno), que hasta llegar a encontrar a Tonino Guerra como su guionista ideal, andaba algo perdido.
Tenemos a un alcalde, que tratará por todos los medios de salvarse de la quema por culpa de su concejal de urbanismo. Hay un concejal honrado dispuesto a descubrir toda la verdad. Otro concejal, seguramente el personaje más interesante, que se debate entre sus convicciones morales y la fidelidad a su partido. El representante del partido de centro que hará todo lo posible por conseguir la mayoría, aunque tenga que pactar con el diablo. Y por encima de todo, resalta ese concejal de urbanismo, que no tiene ningún apego a ninguna sigla política, un arribista cuya única patria es el ladrillo y su bandera el dinero, dispuesto a absolutamente todo, por mantenerse y por seguir subiendo. El mismo diablo en persona.
Y toca joderse, uno comprueba hastiado que el cuento corruptivo siempre ha sido el mismo. Y que los que tienen mucho dinero, lo único que quieren es más dinero. Y que quien paga los platos nunca será el constructor, sino el desgraciado de la calle. Y que al final, siempre se sientan en sitio los mismos, por mucho que cambien las caras.
Por último no olvidar que la película es una versión particular de un suceso en Nápoles. Es por esto que perdono en parte el maniqueísmo político del director.
Para mí, este largometraje de Francesco Rosi es y sigue siendo de una asombrosa actualidad en la España de hoy en día, por su valor didáctico, debería ser reproducido, comentado y analizado en colegios e institutos de todas partes, como algún compañero de Filmaffinity ha escrito en su crítica sobre este film. De una manera incisiva, detallista, Rosi retrata magistralmente no sólo la política en su ciudad natal, Nápoles -pese a que nunca se dice el nombre de la ciudad, esa ciudad es Nápoles- sino los negocios que cobija y sostiene la política, una concepción equivocada de la política. Unos negocios inmobiliarios en los que, en nombre del progreso y la riqueza para todos, el dinero se impone a ricos y pobres, a hombres cultos y a hombres ignorantes, a personas resignadas y a personas rebeldes frente al sistema. Y, con el dinero, la indignidad, la mentira, la manipulación, la especulación, el pelotazo, el negocio sucio…en fin, la corrupción en todas sus formas. En este sentido, el final es totalmente coherente, aunque, eso sí, muy pesimista. Porque es un final que destila rabia e impotencia ante unos hechos siempre superados desde la realidad, en Italia y fuera de Italia.
En España también, por supuesto. A la vista de este largometraje, a uno le da la impresión de que en Italia se podía hacer un cine de denuncia que en España no se hacía, porque en Italia había democracia, y en España no, y, sin embargo, el cine español de los 60 resulta a veces de una fiereza y un tono crítico que no se ven en el cine español actual. A la vista de esta película de Rosi, uno se pregunta una y mil veces por qué en la España de hoy no se hacen películas así, sobre la corrupción, sobre los chanchullos de políticos y empresarios.
Con todo, la película de Rosi no es perfecta. Chirría un poco la interpretación de Rod Steiger, basada en el método , en relación con la forma de actuar de los actores italianos, más intuitiva. Cierto es que Steiger es, era, un gran actor, y que el cine italiano de entonces era muy aficionado a integrar a famosos actores extranjeros en los repartos de sus películas. Pero un actor italiano hubiera dado tal vez más credibilidad al personaje del constructor metido en política.
Hay también un buen análisis de la volatilidad e inestabilidad de la política italiana. La banda sonora también está bien.
En resumen, es una gran película que todo el mundo -sobre todo en España- debería ver, sobre todo, antes de ir a votar como borregos a las mafias que nos gobiernan.
Primera película que veo de Rosi, suficiente para colocarle en mi lista de directores a descubrir, pues la película es excelente.
Se trata de un completo fresco (de terrorífica vigencia 40 años después) de la corrupción política, no solamente en su aspecto más zafio (la corrupción económica ligada a la vivienda) sino en otras manifestaciones como el transfuguismo, el populismo, la dejación de responsabilidades por cálculos electorales, etc…en definitiva todo lo que hace deleznable la política.
La película comienza magistralmente con una secuencia de gran fuerza en la que vemos el derrumbamiento de unas viviendas. La verosimilitud de la secuencia (vease la huida aterrorizada de la gente o la bajada del niño herido por la escala de los bomberos) es de una inmediatez tal que pienso que se trata de un hecho real, perfectamente ensamblada por el director en la película.
Si bien el eje del film es la corrupción urbanística, la película tiene otras ramificaciones, así aborda:
– Las confusión de intereses públicos y privados, aunque en la película se retrata todavía en un estadio muy primitivo de actuación, ya que entre el concejal corrupto (interpretado magníficamente por un antipático Rod Steiger) y su empresa constructora la relación es sencilla directa y de primer grado. No hay todavía ese grado de compleja sofisticación y ocultamiento de la corrupción moderna que exija para entenderla el apoyo de complicados esquemas que nos desvelan los intrincados mecanismos de sociedades participadas e interpuestas que acaban indefectiblemente apuntando a un paraíso fiscal.
– La monstruosa burocracia ineficiente y descoordinada. Los distintos departamentos involucrados actúan independientemente negando el uno lo que sí autoriza el otro. Todos señalan al departamento vecino culpable de que no actuaran correctamente en su labor de supervisión en el derrumbe.
– La inutilidad de las Comisiones de investigación parlamentarias y las consabidas letanías de los partidos, el del partido político del gobierno implicado en el asunto de corrupción empeñado en reducir el ámbito de investigación (para no interferir en la actuación judicial) y para que no sirva de causa general de intenciones políticascontra el gobierno.
– La desafección de los ciudadanos frente a la clase política, incluso contra los que por tradición pudieran estar más cercanos a la defensa de sus intereses. Es paradigmática (y de plena actualidad una vez mas) el desairado recibimiento con el que los vecinos del barrio derruido reciben la visita (que ellos consideran mas oportunista que oportuna) del líder izquierdista. Recuerda episodios recientes en los que algún líder político se han puesto al frente de movimientos espontáneos de defensa de la sociedad (15-M o Stop desahucios) que adivinan los tejemanejes para figurar como meros paisaje de fondo de la foto ansiada por el político oportunista
– El transfuguismo, los pactos postelectorales contra natura en aras del interés general. La demora en la toma de decisiones para no perjudicar los resultados electorales, la demagogia, el engaño y la mentira como normas de conducta habituales en la gestión de los asuntos públicos.
La película es en blanco y negro, pero la realidad que describe es negra, negrísima como la de nuestro país en donde hoy sabemos que, al menos, 300 altos cargos políticos están involucrados en casos de corrupción investigados judicialmente.
Una escena tonta y burda me impide darle el 10. Es aquella en la que al Alcalde va repartiendo dinero de un abultado fajo de billete entre los parroquianos, al mismo tiempo que suelta algo así como este es el modo en que entendemos la democracia en nuestro partido. Critica un tanto pueril del poder que contrasta con la solidez del resto de la película.