Lady Bird
Sinopsis de la película
Christine (Saoirse Ronan), que se hace llamar Lady Bird , es una adolescente de Sacramento en su último año de instituto. La joven, con inclinaciones artísticas y que sueña con vivir en la costa Este, trata de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf).
Detalles de la película
- Titulo Original: Lady Bird
- Año: 2017
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
6.6
89 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Andy Buckley
- Bayne Gibby
- Beanie Feldstein
- Christina Offley
- Daniel Zovatto
- Danielle Macdonald
- Ithamar Enriquez
- Jake McDorman
- John Karna
- Kathryn Newton
- Kristen Cloke
- Laura Marano
- Laurie Metcalf
- Lois Smith
- Lucas Hedges
- Marielle Scott
- Monique Edwards
- Odeya Rush
- Saoirse Ronan
- Shaelan OConnor
- Stephen Henderson
- Timothée Chalamet
- Tracy Letts
- Victor Wolf
Últimamente el cine no ha colmado mis expectativas y me he visto rodeado de un montón de bazofias sin sentido. Lady Bird sin embargo tiene muy buenas actuaciones, personajes bien trabajados y creíbles, buena fotografía y composición de contexto, lo cual la hace atractiva para mi, pero es en la historia donde a mi gusto, no termina de dejarme una sensación ni de alegría ni de tristeza ni de rabia ni de… nada. Es una película pasable y visible sí, pero seguramente en un mes ya no recordaré haberla visto.
Tenía muchas ganas de ver Lady Bird (Greta Gerwig, 2017), después de todo lo que se está hablando de ella y por tener en la dirección a la actriz de Frances Ha (Noah Baumbach, 2012) y la verdad es que después de verla, salgo con ganas de repetir. Porque esta historia de una estudiante, llamada Lady Bird, que sueña con escapar de Sacramento para ir a una universidad de la costa Este, funciona desde los primeros planos. Resulta acertado que Gerwig enfoque toda la trama desde la perspectiva de la búsqueda identitaria. Y más acertado aún resulta que lo haga desde la verdad y la cotidianidad más absoluta, ya que Lady Bird es una chica con la que cualquiera podría identificarse. Una chica que como muchos a los diecisiete (especialmente si vives en EE.UU), está deseosa de ser aceptada en una buena universidad que le permita salir de su entorno y que vive con vaivenes los nuevos descubrimientos que la edad le va poniendo ante sus ojos. La confusión y el rechazar todo lo que se tiene son características propias de la adolescencia que si bien pueden ser buenas para vencer al conformismo, pueden a la larga acarrearte una insatisfacción perpetua. Christine reniega de su nombre, en un acto aparentemente rebelde y divertido, pero en el fondo está renegando de toda una herencia familiar, que a su modo de ver le ha condenado a vivir de forma mediocre en el lado equivocado de las vías. Un nombre, Christine, que curiosamente le emparenta, de forma inevitable, con esa religión católica de la que tanto reniega, por su carácter represor.
Además es admirable la capacidad de Gerwig para crear un personaje femenino proactivo, independiente y alejado de los cuentos de príncipes y princesas. No es habitual que el cine componga chicas jóvenes que lleven la iniciativa en sus relaciones sociales y que no se muevan en función de las aspiraciones masculinas. Actitudes fruto de la personalidad especial y única de Lady Bird, pero también consecuencia de no ser la típica bicho rara que tan habitual es en otras cintas. Aquí la unicidad de Bird no le hace ser la típica chica fea, gordita y con una familia disfuncional. Muy al contrario, Bird es una chica guapa, con relativo éxito para acometer sus conquistas y con una familia que la quiere y que se quiere.
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De qué va Lady Bird, no tengo ni idea.
Es un conjunto de trozos vitales, efervescentes y caóticos, que a veces duelen hasta lo más hondo mientras otras tantas descansan, ansiando demostrar que existen.
Es vida, es impulso, es incomprensible, pero por encima de todo eso, es adolescencia.
A Christine le va muy bien en el instituto.
O no, o quizás sólo le va bien a ratos, cuando le mira Danny en las audiciones de teatro o se ríe por lo bajo de la misa con su amiga Julie.
También quiere mucho a sus padres.
O puede que sólo soporte sus sermones porque son los que ponen la comida, y autorizan los avales económicos de becas futuras.
De todas formas, es muy probable que Christine, perdón, Lady Bird, esté contenta con lo que hace, aunque a veces explote, se lleve todo por delante, y no esté saliendo de una para meterse en la siguiente, gritando con tanta rabia que a veces se confunde con júbilo.
Lo bello de esta historia suya es que se nos ahorra la inútil necesidad de empatizar fácilmente: su madre Marion repite que es la villana de la casa, pero nunca me parece que alce la voz sin motivo, porque tiene cierta razón y, además, (en un hermoso detalle de verosimilitud) tan pronto puede echar la bronca como abrazar una hija que la necesita.
Greta Gerwig sabe que su criatura es descuidada, obscena, maleducada y otras tantas lindezas, pero nunca elige ennoblecerla, hacerla víctima o heroína, y mucho menos pedirla que actúe con inteligencia.
Porque nunca fuimos buenos o malos a su edad, siempre estuvo el caos del momento, empujándonos a hacer lo que nos parecía correcto , ya fuera dejar una amiga en la estacada o llegar a casa a las tantas de la madrugada, todo por un beso.
El querer retratar todo eso deja significados: ¿la escayola del brazo representa una cáscara que deja atrás, la que todos tenemos que romper cuando nuestras ilusiones se rompen también? ¿tachar novios en las paredes de una habitación atestada de verdad marca todo lo que tú eres o puedes ser? ¿el plumaje de la señorita pájaro brillará más al elevar un vuelo que nunca se ha atrevido a iniciar?
Las sutilezas no importan tanto en verdad, y pronto se esfuman porque, en esta vida real, nadie tiene tiempo para seguir una ruta en la que no se vaya a equivocar.
Lady Bird, Christine, en sus mentiras y gritos, desenvuelve una búsqueda de identidad, de apariencia, una que no le gusta y que cree que podrá cambiar si se lanza de cabeza a todo lo que la asusta, sin mirar nunca más de lo necesario. Y ahí quedan las primeras traiciones a las mejores amigas, las mentiras piadosas que no tienen sentido sobre una casa de los sueños en la que se vive, y sobre todo, el primer contacto con el masculino sexo, en la edad en que una alcachofa de ducha ya da todo lo bueno.
Lo duro, lo triste en realidad, es que cuesta todos los errores del mundo darse cuenta de lo que uno quiere de verdad.
Y lo difícil no es saberlo: es decirlo.
Saber que una canción te encanta aunque todos los que se hacen llamar tus amigos la odien. Darte cuenta de que prefieres irte a otro sitio que no suponga una felicidad obligatoria. Y salir en las fotos riendo de verdad, porque no había ninguna sonrisa que preparar.
Seamos sinceros, a nadie le arregla la vida saber dónde no quiere estar, y a dónde quiere ir. Seguimos siendo manojos de nervios, impresiones y arrepentimientos, que a veces salen bien.
Hay que conformarse con entrenadores de fútbol dirigiendo teatro, amigas que decepcionar y estar en alguna lista de espera, sin poder entrar.
Pero eso está bien, es lo normal, Lady Bird.
Ojalá alguien me lo hubiera dicho, y me lo siguiera recordando, como a ti, querida Christine.
Cualquiera que hable sobre el hedonismo de California nunca ha pasado unas Navidades en Sacramento . Esta cita de Joan Didion preside la película y descoloca con intempestiva audacia al distraído espectador, que no sabe a qué carta quedarse. Estamos ante un nada disimulado lienzo autobiográfico de la directora y guionista californiana Greta Gerwig donde confluyen varios temas tratados con exquisita delicadeza y ausencia de énfasis: la creencia de vivir en el culo del mundo, la convicción de tener a la más terrible e injusta de las madres, la certeza de ser un patito feo defectuoso, el ahogo de estar inmerso en un villorrio infumable marcado por una religiosidad anquilosada, el temor de no ser capaz de escabullirte del gris destino que ves desplegarse – con espanto – ante ti, la sospecha de que todos están confabulados para acogotarte en el momento que trates de asomar tu atolondrada cabeza del nido familiar…
Pero este relato sobre los miedos e inseguridades de una bulliciosa adolescente confundida es mucho más que la suma de sus factores. En realidad es el retrato del malestar que invade a una chica de provincias que sueña con escaparse de su cárcel íntima y alcanzar el edén de una quimérica gran ciudad, como si su palurda villanía no la dejara ver lo que tiene – obsesionada en fijarse y obnubilarse con todo lo que cree que le falta – y por lo tanto es incapaz de paladear y disfrutar de los pequeños placeres de la ordinaria mediocridad cotidiana que la rodean. Su ceguera es la alegoría, nada indulgente ni cándida, de todas nuestras porfiadas cegueras habituales. No vemos lo que no queremos ver y negamos todo aquello que no sabemos apreciar… porque hasta que no nos abracemos compasivos y demos las gracias por nuestros insignificantes dones (cualesquiera que estos sean), no seremos capaces de crecer, madurar y extender nuestras alas y volar.
Crecer es sinónimo de dolor: angustia por lo que vamos dejando atrás, congoja por lo que aún no vemos desplegarse ante nosotros. Los caminos del señor son insondables… como lo son los senderos inexplorados que no nos atrevemos a recorrer sin la ayuda de nuestros semejantes. La soledad es un estado de ánimo, una obsesión, un extravío, un ofuscamiento de los sentidos que nos paraliza y nos vuelve crueles con quien más nos quiere y aprecia. Al romper con todo nos rompemos nosotros mismos.
Estamos ante una pieza admirable. Su autora revive todos los fantasmas que alguna vez nos atormentaron, teje un tapiz hilado con amor, urdido con pasión y adornado con el malestar de sus entrañas. Además cuenta con una deslumbrante Saoirse Ronan: su postrer mensaje a su madre ausente nos reconcilia con la vida.
Hay películas a las que acompaña una campaña de publicidad bestial y un respaldo de la critica bastante grande.
No tienen que ser buenas cintas o contar algo por lo que merezca la pena pasarse una hora y media mirando a una pantalla. Simplemente ocurre, sin un sentido previo. Y algunos nos quedamos pasmados porque no entendemos tanta pasión snob injustificada.
Esta es una de ellas y no entiendo ni entenderé nunca el porque de tantos premios y galardones.
Lady Bird es una película a la que le cuesta arrancar el vuelo, tiene algunos momentos verdaderamente emotivos que como mujeres a mas de una nos resultaran familiares.
Sin embargo la forma de narrar no consigue hacer que el contenido que se nos cuenta salga adelante.
Es mas de lo mismo. Cada historia que se nos presenta no nos aporta nada nuevo, todo esta medido y cortado en un patrón que una vez tuvo éxito y que parece que se debe repetir hasta el fin del mundo.
En resumen, la historia de iniciación de una adolescente a la vida adulta. Los primeros amores que suelen ir acompañados de desengaños, la rebeldía incomprensible que todo el que ha tenido diecisiete años ha sentido alguna vez y el proceso auto destructivo que conlleva conocerse así mismo a base de superar muchos obstáculos y errores.
Tiene un grupo de actores que dan lo mejor de si mismos para sacarla adelante y una fotografía que se deja ver con deleite pero le falta autenticidad y vida propia.
He visto muchas películas que abordan este tema de una manera mucho mas notable y incluso se puede decir que poética.
Lo siento pero yo no la compro.
Hoy parece que debamos hacerle la ola a cualquier producto indie y es que Lady Bird por mucho que intente arrancar el vuelo no se levanta en ningún momento del suelo.