La vida íntima de Julia Norris
Sinopsis de la película
Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), una joven pasa una noche con un valiente piloto y se queda embarazada. El hombre muere antes de que puedan casarse, y la joven, para evitar el escándalo, entrega su hijo a otra persona, aunque permanece siempre cerca de él.
Detalles de la película
- Titulo Original: To Each His Own aka
- Año: 1946
- Duración: 122
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Opinión de la crítica
Película
7.5
71 valoraciones en total
Uno de los grandes films de Mitchell Leisen (1898-1972). El guión, de Charles Brackett, Jacques Théry y Dodie Smith (no acreditado), desarrolla un argumento de Brackett. Se rueda en los Paramount Studios (Hollywood, L.A.). Nominado a 2 Oscar, gana uno (actriz, Havilland). Producido por Charles Brackett para Paramount, se estrena el 12-III-1946 (EEUU).
La acción tiene lugar en Piersen Falls, NYC y Londres, a lo largo de unos 25 años, entre 1918 y 1943. Josephine Jody Norris (Havilland) es hija única del propietario del drugstore de la pequeña localidad de Piersen Falls. Es seducida por el apuesto piloto militar Bart Cosgrove (Lund), de paso por el pueblo para la venta de bonos de guerra (IGM). Unos meses más tarde muere en acto de servicio. Jody se convierte en madre soltera tras el nacimiento (II/1918) en NYC de su hijo Griggsy, diminutivo de Gregory, que es tomado en adopción por sus amigos Alex (Terry) y Corinne Piersen (Anderson). El relato explica una historia de los sufrimientos y sinsabores de una madre soltera, separada de su hijo a causa de los prejuicios sociales.
El film suma drama y romance. Leisen presenta una narración rica en sugerencias, sutilezas, indicaciones disimuladas, elipsis y sobreentendidos, que complementa y refuerza mediante encuadres, juegos de luz, gestos naturales, elementos del escenario y otros medios visuales. Para captar debidamente la intensa riqueza de detalles significativos que contiene el film, el espectador es invitado a seguirlo con atención y picardía. Pocas cosas suceden y se ven en la obra que no aporten información relevante y sugestiva. Un segundo pase puede ser muy útil para completar la visión en profundidad de la cinta.
Una de las propuestas que el realizador expone es la lucha entre las ideas viejas y nuevas, entre el presente caduco y los cambios que anuncian una época nueva, entre lo abocado a la desaparición y lo emergente para imponerse más allá de la voluntad de las personas. Tiene interés contemplar el contraste entre la luz débil del interior del drugstore y la brillante luminosidad del exterior, el contraste entre las formas modernas (en 1922) del flamante coche aparcado frente al drugstore y la fachada envejecida y deteriorada del mismo.
Otra de las ideas que en opinión del que escribe subraya Leisen es la contraposición de la pobreza y el estancamiento de la pequeña localidad y las oportunidades de prosperidad de la ciudad-emporio de NY. Lo pone de manifiesto a través de diversos y variados recursos, entre los que cabe citar a modo de ejemplo el vestido y el modo de comportarse de Mac (Goodwin), antiguo pretendiente de Jody, residente en NY, en comparación con los de los jóvenes residentes en Piersen Falls.
Sobre todo interesa a Leisen defender y exaltar la dignidad de la mujer, su capacidad para los negocios no inferior a la del varón, la corrección y validez de la igualdad de conductas de relación de la mujer y el hombre, etc.
De Mitchell Leisen suele decirse tradicionalmente que es uno de los cineastas más infravalorados de la edad dorada de Hollywood. De la misma generación que los Wilder, Lubitsch o Sturgess- con los tres llegaría a colaborar al menos una vez durante su carrera- su nombre no es tan conocido para el gran público como el de los citados, ni su obra goza de la repercusión que alcanzó la de éstos. Resulta sorprendente por ejemplo que una película como To each his own (traducida en España como La vida íntima de Julia Norris) no haya llegado hasta nuestros días convertida en una de las cumbres del melodrama clásico, pues si bien se trata de un film apreciado por algunos sectores cinéfilos, es verdad que para otros puede resultar casi inédito. En cualquier caso tampoco estamos hablando de una referencia dentro del género.
Esta apreciación sorprende todavía más incluso tras comprobar que gracias a su trabajo en esta película, su protagonista, la mítica Olivia de Havilland, conseguía llevarse a casa el primer Oscar de su carrera (el segundo lo lograría tres años más tarde por su interpretación en La heredera de William Wyler, otro clásico, éste sí, mucho más reconocido). La actriz borda un papel que parece expresamente escrito para ella y que habían rechazado previamente Ginger Rogers e Ingrid Bergman. No era la primera vez que De Havilland se ponía a las órdenes de Leisen: ya lo había hecho en Si no amaneciera (1941) una obra coescrita nada menos que por la pareja formada por Billy Wilder y Charles Brackett en uno de sus primeros trabajos, y que también supuso una de las primeras incursiones del autor de Medianoche en el terreno del melodrama después de una primera etapa dedicado por entero a la comedia.
Narrada a partir de flasbackhs que ocupan buena parte del metraje, la acción de To each is own – no volveremos a utilizar el desafortunado título castellano pues ni siquiera su protagonista se llama Julia, un premio para el traductor – arranca recién terminada la I Guerra Mundial en un pequeño pueblecito de los Estados Unidos llamado Pearson Falls. La bella y popular Jody Norris, hija del propietario del drugstore de la localidad inicia un romance con Bart, un apuesto militar que llega al pueblo con el objeto de vender bonos de guerra entre los vecinos. Todo parece ir bien en la vida de nuestra protagonista hasta que, como suelen marcar los cánones del género, un acontecimiento inesperado marca su destino de forma trágica haciéndola renunciar a todo aquello que más quiere . Años más tarde, durante una fría Nochevieja en un Londres derruido por otra guerra, sale por fin a la luz la confesión de una vida llena de sufrimiento y sacrificio.
El ataque contra los prejuicios sociales y las convenciones suele ser un argumento recurrente en el género durante esta época. En el caso de esta película el humor es un recurso, que administrado en convenientes dosis, ayuda a cargar contra ellos . Se toca también el tema de la maternidad que Leisen volverá a tratar en Mentira latente (1950), otra joya también bastante desconocida del cineasta.
Y es esa maternidad frustrada o condenada la que desencadena finalmente el drama, la que nos permite ser testigos de esa historia de amor, materno-filial en este caso, que perdura a través del tiempo pese a no llegar nunca a consumarse como en otras tantas joyas del género. Es curioso como la hstoria de Julia Norris nos recuerda tanto a esa otra que se nos contaba en Carta a una desconocida, la obra maestra de Ophüls en la que aparecía Joan Fontaine, la queridísima hermana de la protagonista de nuestra película.
Charles Brackett, uno de los autores del libreto de Si no amaneciera es el artífice de la historia del fim, siendo Jacques Théry y Dodie Smith los encargados de redactar su guión. Mérito de unos y otros es dotar de sutileza y emoción una historia que bordea constantemente los límites de lo inverosímil y lo folletinesco. A Leisen le corresponde la tarea de contener el texto hasta llevarlo a un desenlace mágico y memorable (la frase final está a la altura del Ya lo pensaré mañana, el principio de una gran amistad y otras por el estilo)
Mitchell Leisen, el gran e injustamente olvidado Leisen, vuelve a dar una clase maestra de cine. Y van….
En manos de otro director, este drama con madre soltera como protagonista (Olivia de Havilland borda una interpretación magistral, única, inigualable,…) hubiera caído sin remedio en lo común y lo sensiblero.
Pero eso no va con Leisen. Lo suyo eran las puestas en escena elegantes y una sensibilidad extraordinaria.
Películas como esta no se pueden explicar con palabras, simplemente hay que ponerse ante la pantalla y dejar que su magia te atrape.
Y si alguien no se emociona con su sencillo y sentido final, es que no es de carne y hueso.
Sin duda, uno de los mejores y más infravalorados dramas de la época dorada de Hollywood.
llama la atención el título elegido para To each his own, más teniendo en cuenta que la protagonista se llama Josephine, no Julia, más allá de esta anécdota nos encontramos con uno de esos dramas esplendorosos de la época dorada del cine, en el que una sufrida mujer que triunfa en los negocios se priva voluntariamente tras una serie de infortunios de vivir realmente.
Conmovedora, y tratada con gran sensibilidad por Leisen, interpretada de forma magistral por Havilland (merecido Oscar), el paso del tiempo la ha hecho acartonarse un poco, pero sigue siendo una película notable, con muchos aspectos novedosos en cuanto al tratamiento de las relaciones, unas pinceladas de feminismo (las cosas estaban cambiando), reflexiones sobre la maternidad, elegancia y sensibilidad (como en los mejores Leisen), y sobretodo con un final maravilloso con el que es imposible no emocionarse. Gran película
Sin pretender entablar polémicas sobre los semblantes más dulces de la historia del cine, que haberlos háilos y en abundancia, mi apuesta por Olivia de Havilland seguro que tiene alguna chance. En esta línea de pensamiento no es de extrañar que la Warner le ofreciese personajes almibarados y acaramelados , es decir, con altas dosis de glucosa. Pero, como suele suceder, especialmente cuando sucede, debajo de las caritas de no haber roto nunca un plato, se esconden personalidades capaces de poner firmes al Capitán Trueno, al Capitán América y, como seguramente están pensando, al Capitán Blood. Pues eso. Olivia salió respondona y entabló pleitos con la productora.
¡Tengas pleitos y los ganes! Tal sucedió. Y en 1946, nuestra Olivia elige sus propios trabajos. Y entre ellos, La vida privada de Julia Norris (To each his own) bajo la dirección del maestro Mitchell Leisen. ¡Bingo! Oscar a la mejor actriz. En el 49, ya saben, La Heredera de William Wyler, nuevo Bingo, nueva línea y todo lo que ustedes quieran. Otro Oscar. Por una vez la justicia sería ciega pero no tonta y le había dado la razón a la ACTRIZ. Dos papeles formidables de esos por los que las actrices serían capaces de todo y que fueron para una actriz de auténtico carácter.
Se ha dicho que Leisen, en sus años de esplendor, era el director que más dinero hizo ganar a la Paramount. Curioso el olvido del director de trabajos tan interesantes como Comenzó en el trópico (1937) o Recuerdo de una noche (1940). Director que ando revisando y que, por descontado, con trabajos como éste, seguiré haciéndolo. Un auténtico enamorado de la elegancia que se inició como diseñador de vestuarios decorados. Un amor por la belleza que no le abandonó en su trayectoria cinematográfica.
El guión de Charley Brackett (El crepúsculo de los dioses, Ninotchka) era tan excelente que Olivia declaró al periodista del Parade Magazine, LLoyd Shearer : El guión era uno de los más perfectos que yo había leído. Diálogos delicados pero con fuerza y el carácter de Jodie Norris, romántico y sentimental. Parecía que me estaba interpretando a mi misma y no a otra .
Leisen y Brackett quedaron tan satisfechos del trabajo de Olivia de Havilland que el último día del rodaje se presentaron ante ella con un calvo embutido en un traje de goma color oro. ¡El Oscar!. Anticipo de su primera estatuilla.
Les diré algo. Cuando vi esta película no sabía nada del premio. Pero, estaba cantado…
Se preguntarán. ¿De que va la película? Con todo lo que les he dicho ¿ no creen que pueden descubrirlo por Uds. mismos.?