La vida es magnífica
Sinopsis de la película
Un vendedor de helados de los bajos fondos se ve implicado en el robo de una joyería al intentar ayudar a un compatriota. Éste le entrega una fuerte suma de dinero a cambio del favor recibido. La policía interroga al vendedor y le deja en libertad. A partir de entonces, se convierte en un héroe del barrio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Voleur du Tibidabo
- Año: 1964
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
4.8
63 valoraciones en total
Le voleur du Tibidabo (La vida es magnífica), es una película dirigida por Maurice Ronet en 1964, con argumento y guión de Maurice Ronet y Jean Charles Tacchella, diálogos de R. Forlani y Juan Marce, música de Antoíne Duamel y Federico Martínez Tudó y fotografía de Alain Levent, es importante por su trascendencia, señalar la coreografía a cargo de Manuel Lombardero así como en lo musical el tema principal La vida es magnífica cantado por Anna Karina en la versión francesa y por Amparo Soler Leal en la versión española.
En ocasiones, cuando se visitan tiendas de segunda mano, stocks y mercadillos nos podemos encontrar con películas como ‘La vida es magnífica’ refrescándome al momento la filmografía parcial de Maurice Ronet pero, cuál fue mi sorpresa al ver en la contraportada de la carátula a la gran Anna Karina icono indiscutible de la Nouvelle Vague y a nuestro siempre recordado y queridísimo Luis Ciges. La inquietud por conocer el contenido de esta desconocida película me apresuró el tiempo para poder disfrutarla con la esperanza que, ante la evidencia, dado el año de rodaje y la coprotagonista (musa y esposa del gran Jean-Luc Godard), albergaría en su rodaje alguna temática que durante la década de los 60 revolucionó el cine francés de la mano de emblemáticos directores de la Nouvelle Vague como Agnès Varda, Louis Malle, François Truffaut o el propio Godard entre otros.
Frente a su larga experiencia como actor, Maurice Ronet se estrenó como director con ‘La vida es magnífica’, en lo que probablemente supuso su incursión por la vía de la nueva corriente cinematográfica que hacía furor en Francia poniendo en marcha un rodaje con características técnicas propias de la Nouvelle Vague en un ambicioso proyecto que nos descubre un metraje estrenado en Barcelona (1965 en Francia), que desde su aspecto técnico y estilístico nos está clamando discretamente a favor de la nueva ola cinematográfica en un alarde de secuencias envueltas en la rufianesca cotidianeidad de unos personajes cuya única preocupación es vivir el momento y casi siempre a cuenta de los demás, aunque no siempre es así: en personajes como el vendedor de helados Nicolás (Maurice Ronet) y la bailarina María (Anna Karina).
Entre el numeroso elenco de secundarios habría que destacar los pintorescos amigos de Nicolás cuyo único objetivo es pasárselo bien o mejor: el neerlandés Van Ecker (José Nieto), el Coronel (Enrique Herreros), el animador incansable Peperone (Luis Ciges) en lo que fue uno de sus primeros personajes en el cine con cierta relevancia y un silencioso oriental que siempre afirma o niega pero nunca habla…o casi, frente a ellos un grupo de chavales callejeros dispuestos a idealizar en un contexto donde la mirada de la cámara y el montaje retratan la condición humana callejera con múltiples encuadres entre los cuales: picado, travelling, panorámica, gran plano general, plano detalle y algún gran picado cenital asombrosamente combinado (como si de plano contraplano se tratara) mediante enloquecedores ángulos moviendo la cámara en mano con tal dinamismo que la convierte en otro personaje más integrado en la secuencia junto a la abrumadora algarabía en la escena del mercado resultando por la magia del montaje un gran plano secuencia.
Durante el desarrollo de los acontecimientos podemos disfrutar de la frescura interpretativa de Anna Karina con el mismo desparpajo y soltura que en sus películas francesas entre las cuales Una mujer es una mujer (1961), Banda aparte (1964), o Pierrot el loco (1965), poniendo a disposición del realizador su experiencia interpretativa ofreciéndonos junto a Ronet alguna actuación conjunta que no deja de sorprender por la ágil sincronía entre ambos en la historia del heladero y la bailarina resolviendo un guión que nos permite la inmersión en una Barcelona sesentera filmada en múltiples espacios naturales perfectamente reconocibles donde el movimiento de extras supuso un considerable trabajo adicional en una película merecedora de, como mínimo, ser revisada.