La vida en tiempos de guerra
Sinopsis de la película
Tras divorciarse de Bill, encarcelado por pedofilia, Trish está a punto de casarse con Harvey, que será un buen padre para sus hijos. Cuando Bill sale de la cárcel, la familia deberá elegir entre el perdón y el olvido. La hermana de Trish, la angelical Joy, alejada de su degenerado marido y de su trabajo en un correccional de Nueva Jersey, va dejando una estela de escándalos a su paso. Son personajes que luchan por encontrar un lugar en el mundo, aunque no puedan evitar que las sombras del pasado envenenen su vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Life During Wartime
- Año: 2009
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
6.1
70 valoraciones en total
Parece evidente que el tiempo transcurrido entre Hapiness y su continuación no es la mejor arma, más bien al contrario, con la que cuenta la última película de Todd Solondz. Con los personajes y las tramas perdidos en la memoria, cuando no olvidados, La vida en tiempos de guerra se presenta como una amalgama llena de personajes y situaciones absurdas, difícilmente asumible para quien no tenga el film predecesor fresquito en la memoria. Solondz vuelve a insistir en la caricaturización de la sociedad norteamericana, en sus miedos y obsesiones (especialmente el terrorismo y la pedofília, temas presentes a lo largo del metraje) pero se le va la mano y el abuso del trazo grueso acaba alejando a los personajes del espectador, mostrándolos como patéticos freakis lo que les resta credibilidad. Ya desde la primera escena (perfecta en cuanto a planificación y ejecución, aunque la posterior repetición del esquema pierde fuerza a todos los niveles) Solondz siembra el desconcierto e intenta que la inestabilidad emocional de sus personajes se apodere del relato. Lo logra en contadas ocasiones (si acaso, la relación entre Trish y Harvey se muestra como el aspecto más sólido de la película) perdiéndose en la mayoría al optar por rizar el rizo. Ni las circunstancias penosas, trágicas en algunos momentos, por las que se mueve el relato logran levantar el interés del espectador y se echa de menos algo de ironía y contundencia a la hora de abordar los temas delicados que plantea el film. La continuación de Happiness ya no es aquella película que causó impacto en su tiempo, sino un sucedáneo destinado a olvidarse tan pronto como se abandona la sala de cine.
Lo mejor: el diálogo entre Trish y Timmy en la cocina.
Lo peor: su falta de contención.
He visto cuatro películas de Todd Solondz, Bienvenido a la casa de muñecas , Happiness , Palíndromos y La vida en tiempos de guerra . De la primera no recuerdo casi nada, la segunda me gustó muchísimo, la tercera me resultó tan extraña que no lo tengo muy claro y la cuarta…sí, pero no.
Hasta los directores indies hacen secuelas, incluso de pelis que no parecen especialmente destinadas a secuelas como Happiness . Aquí usa un recurso que de algún modo ya utilizó en Palíndromos , cambiar a todos los actores que interpretaban a los personajes, a veces por gente de físico relativamente similar (el caso de las tres hermanas protagonistas), otras veces por gente muy distinta (caso del personaje de Allen que pasa de ser un gordo blanco a un negro delgado).
La película recupera el tono de Happiness , ya que Palíndromos tenía un tono un tanto distinto y Storytelling no la he visto pero también tenía pinta de ser otra historia. Esto supone que es el Solondz que más me gusta, el que refleja la vida cotidiana de unos personajes deprimentes usando diálogos dramáticos, a la vez que divertidos y punzantes. Y lo hace en una manera inusual pero no tan experimental como en Palíndromos .
Pero por otro lado, al reutilizar antiguos personajes, inevitablemente vuelve a temas parecidos. Se concede especial atención a la historia del padre pederasta que está bien contada pero no ofrece nada particularmente nuevo.
Eso es un poco el resumen del filme. La mayoría de las cosas que pasan ya fueron tratadas, y mejor, en Happiness , lo que te hace preguntarte si no hubiera sido mejor crear un filme en un tono similar pero con personajes totalmente nuevos.
Si alguien no ha visto Happiness por un lado se perderá un poco al comienzo, por otro lado seguramente acabe entendiendo todo perfectamente y quizá conecte con ello, aunque si sólo va a ver una película de este director por probar yo le recomendaría aquella.
En cualquier caso este filme sigue siendo bastante bueno en comparación con muchos otros estrenos, si eres de los que aceptan este tipo de comedia negrísima sobre personajes muy tristes. Dos claves: diálogos y actuaciones. Aspectos importantes que no se ven en muchas otras películas. Allison Janney, Charlotte Rampling, Michael Lerner y el niño Dylan Riley son quizá los que más destacan en su interpretación. Este último es quizá el que aporta mayor novedad con respecto a Happiness en la que no se destacaba tanto el punto de vista de un niño. Ciarán Hinds tampoco está nada mal. Los otros, entre los que se incluye mi mito erótico de niñez Ally Sheedy, ofrecen buenas actuaciones pero sus historias están poco desarrolladas o tienen menor interés.
Nueva película del director de Happiness. Y Happiness es lenta, sí, pero es mordaz y divertida. Esta secuela recoge el estilo, la forma de contar la historia, incluso el tipo de música asociado al hilo argumental de la historia, pero no contiene ni el ingenio ni la soltura de la primera.
Tiene un par de momentos acertados en alguna que otra conversación, pero en general se hace tediosa y sin ritmo.
El estilo de la película es el mismo que en Happiness: conversaciones entre los personajes que ponen de manifiesto la farsa particular que viven cada uno de ellos en un mundo especialmente decadente. La forma es la misma también: intercala una conversación tras otra, así hasta el final de la película. La música, cursi y pastelosa, agudiza la decadencia y el supuesto mundo de rosa que aspiran a tener cada uno de los personajes.
El conjunto, como consiguió ya en Happiness, muestra una parte de la sociedad que, vista desde fuera, es simpáticamente enferma pero que, desde dentro, lucha contra sus contradicciones, tan enraizadas en su cultura. La enfermedad es puramente psicológica y las contradicciones son la culpa y el perdón.
La película trata este tema, pero nada más. Tampoco consigue profundizar ni arrojar luz: los personajes hablan y hablan pero detrás no hay nada más que un problema enquistado. El director parece querer exteriorizar de nuevo con esta película un sentimiento de impotencia que parece perseguir al ciudadano medio americano. Pero en este caso satiriza menos, refleja con menor intensidad, aburre más y, sobre todo, parece haber estado menos inspirado en el guión, que a ratos te invita al sueño y, al cabo de la primera hora, la dejarías si no fuera porque estás en el cine.
La vida en tiempos de guerra me ha parecido aburrida, incluso tediosa, con algún que otro punto audaz que consigue hacerte sonreír. Una película que es un interminable diálogo y que sólo habla de un tema y además de forma circular, no puede considerarse para mí buen cine.
En Happiness supo retratar la decadencia porque se centró en ella sin desviarse del tema. Esta segunda parte se ve obstaculizada por los complejos que en ella se reflejan: la culpa y el perdón. La decadencia ya no es la protagonista, sólo una herramienta para sugerir un problema cuya solución parece querer encomendarla a los dioses, no parece poder solucionarse en este mundo. La guerra, marco de fondo de la película, tiene el mismo problema: verse envuelto en ella parece fortuito, pero para salir la única forma que parecen encontrar es, de nuevo, desentenderse del problema, dejando todo como al principio, a punto para una secuela.
El director de Happiness, Storytelling y Palindromes vuelve a presentar personajes que se balancean en los límites de la verguenza, el racismo, lo superficial y la locura. De estos temas recurrentes en su filmografia se asoma la controversia de la pedofilia y el suicidio en los Estados Unidos.
Tuve la suerte de ver este film en el marco del 24 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La sala estaba llena, y como había ocurrido con Palindromes cuando se presentó en un Festival de Buenos Aires, gran parte de los espectadores fue abandonando el lugar. En la otra punta de estos, estábamos aquellos que nos reíamos de las desgracias que sufrían los personajes dejando de lado nuestra opinión a favor o en contra de las situaciones que les sucedían en el film.
El reparto es exquisito y aprovecha al máximo la originalidad del guión creado por Solondz.
Ciarán Hinds ( There Will Be Blood ) como un padre perseguido por su pasado, Paul Reubens ( Pee-wees Big Adventure ) que atormenta a Shirley Henderson ( Harry Potter ), con una apariencia marcada por el trastorno. Sin olvidarnos de Allison Janney ( The West Wing ) como una madre que sin importarle nadie a su alrededor esta decidida a encontrar el amor nuevamente.
Un director marginado como sus personajes pero por decisión propia, tema que lo aleja de la distribución comercial.
Con una única sala a su estreno para toda la Comunidad de Madrid vuelven a planear los fantasmas de escasa distribución que tiene Todd Solondz. Director insobornable como pocos no ha decidido tantear proyectos más comerciales con otros más autorales para poder subsistir en condiciones adversas. Ni siquiera su presencia en Venecia y el premio al mejor guión le ha valido nada más que cierta predisposición de los medios a ‘más de lo mismo’. Como si el director en sus películas fuera un mero exhibicionista que generará polémica gratuita a gusto del discreto desencanto burgue-cinéfilo. Autor independiente como pocos cada película suya supone una pequeña celebración bastarda y personal.
La vida en tiempos de guerra no es una continuación de Happiness en un sentido cinematográfico porque no comparte ni siquiera una mínima expresión generacional y sociológica. Es en sí un viaje y cuento como el de la protagonista de Palíndromos, donde el papel era interpretado por diferentes actrices en un juego buñueliano. O el tratado de la ficción de Storytelling e incluso el protagonista podría ser el consorte de Dawn, la protagonista de Bienvenidos a la casa de muñecas.
Posiblemente La vida en tiempos de guerra no sea la cinta más redonda de Solondz y no llegue a la genialidad con la que consiguió el Premio de la Crítica en Cannes, pero gana por acumulación de elementos y por ser el filme independiente más político, humano y comprometido del cine americano que ha cerrado la década pasada.
Solondz nos da pistas de su camino desde esa ‘infantil’ puesta en escena de la habitación de Timmy donde la guerra inunda su pequeña porción del universo aunque sigue patrones previos de su visión de la disfuncional familia americana. Helen sigue depresiva pese a estar ‘forrada’ de Emmys y ‘forrarse’ a Keanu Reaves y Joy sigue sembrando el fantasma del suicidio a sus pervertidas parejas. Bill sale de la cárcel y quiere conocer si sus vástagos seguirán el desequilibrado camino familiar…
Solondz usa la banda sonora como elemento disuasorio e introductorio. Contradice la imagen venidera y emocional de sus personajes. Pero más trazo y retrazo de Happiness aparece un discurso crítico sobre el perdón y el olvido, frunciendo un pasaje desolador que describe a la sociedad americana actual. Sin posibilidad de olvidar no cabe el perdón y menos en tiempos de guerra.
Pese a sus conceptos las secuencias de sexo pretenden horrorizar más que atraer por excitación. Los cuerpos desnudos cincuentenarios parecen ridiculizar el sexo como componente atractivo y seductor del cine americano contemporáneo. La delicadeza aquí se localiza en tulipanes estancados en planos oníricos y nebulosos, en encuentros inexistentes y recurrentes que nunca llegan a producirse. Porque el clímax dramático ha dado paso a un discurso de una sociedad en guerra condenada a ser perseguida y vivir junto a sus fantasmas.