La vida de los peces
Sinopsis de la película
Andrés (Santiago Cabrera), que vive en Alemania desde hace diez años, regresa a Chile para liquidar su pasado antes de asentarse definitivamente en Berlín. Sin embargo, durante la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos, entra en contacto de nuevo con el mundo que abandonó e incluso vuelve a ver a Beatriz (Blanca Lewin), su gran amor. Ese reencuentro podría cambiar los proyectos y la vida de Andrés para siempre.
Detalles de la película
- Titulo Original: La vida de los peces
- Año: 2010
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
Película
6
23 valoraciones en total
Una historia de amor mal enterrada es un puñal constante con el que hay que lidiar mucho tiempo, que logra hacernos dudar del camino tomado, que nos plantea temores, que nos hace cuestionar la felicidad alcanzada. Un intento de recuperar lo perdido en una burbuja que estallaría por los aires al más mínimo roce. El amor se cuestiona desde el otro lado, desde una pérdida que no puede deshacerse sin consecuencias. Bize hace su propuesta de una forma limpia, con unas actuaciones impecables y un guión bien planteado aunque con algunos pequeños toques demasiado elaborados que resultan un tanto artificiales.
El cine chileno tiene ciclos temáticos. La época dorada de finales de los sesenta y principio de los setenta, un cine crudo que retrataba la realidad social y la pobreza. Luego durante principios de los noventa, múltiples historias sobre la dictadura y sus secuelas. Luego a finales de la década de los noventa y principio del nuevo milenio vino un intento por retratar la clase media y las clases populares a través de historias de personajes normales. Al parecer en los últimos años hay una nueva tendencia: historias de jóvenes ABC 1 modernos, liberales, alejados de toda carga cultural, tradicionalista, anticuada o valórica del viejo Chile, jóvenes que no luchan por sobrevivir (la comida y el techo se dan por sentado) sino porque su insignificante vida tenga algún sentido. Temática del nuevo Chile, agringado , que desprecia su tradición latina, su tradición religiosa y su historia cultural, el nuevo Chile que trata de romper con su pasado y mostrar que hoy pertenece a la OCDE.
Dentro de estás temáticas, podemos destacar a Matías Bize, un director mediocre, de poco vuelo creativo. Sus obras son simplemente un retrato de este Chile vació, carente de todo tipo de trascendencia. Como ya se ha hecho costumbre en el cine chileno de las últimas décadas, las actuaciones acompañan poco. Actuaciones mediocres, carentes de expresividad, simples y de poco vuelo emotivo.
La verdad, si esta corto de tiempo, sáltese esta película. Si la ve, no pida irse con algo. Simplemente puede considerarse un paréntesis temporal que poco le deja al espectador.
Antes de ver la película, solo había leído su sinopsis. No tenía idea alguna de los trabajos previos del director, ni conocía a los actores. Es más: nunca había visto una película chilena.
Pero me cautivó absolutamente todo. Es una historia que aparenta transcurrir en tiempo real, pero que está definitivamente anclada en el pasado. Y eso la hace genial: las segundas oportunidades, lo no dicho que por fin se expresa, el si las cosas hubiesen pasado de otra manera .
Actuaciones precisas (¿Odiseo y Penélope posmodernos?), escenario mínimo y laberíntico, música y luces preciosamente dispuestas.
Recomendada para quienes gustan de películas íntimas, profundas en su sencillez, alejadas de las superproducciones hollywoodenses (no podía dejar de pensar cuántas películas como ésta podrían hacerse con el presupuesto de una sola película mala).
La verdad es que me cuesta con el cine chileno. Veo tanto cine y no puedo con el de mi propio país. La vida de los peces pretende hacernos caer en la nostalgia más profunda, hacernos cuestionar cosas, tratar de imaginar lo que pudo haber sido y no fue, pero definitivamente no lo logra.
La historia, la acción, la cámara y los diálogos van de un lado a otro, como los peces, sin marcar un rumbo, sin acentuar algo, sin mostrar mucho, más que algunas miradas y uno que otro silencio interesante. La música, a ratos molesta y esos constantes primeros planos y encuadres confusos no le otorgan más que un desorden estético a la cinta, desde mi humilde punto de vista. El final, aunque predecible, es aceptable y es digno de los últimos 15 minutos de la película, donde ésta parece recobrar el sentido que había perdido en la primera hora.
Tal vez he perdido la sensibilidad (algo muy probable), pero la película no provocó nada en mí. Y cuando eso pasa no puedo otorgarle más nota de la que le puse. Regular intento de Matias Bize por dirigir una cinta con actuaciones regulares, un guión a ratos tedioso y una historia que dura una hora veinte minutos, pero créanme, pudo haberse recortado aún más.
Las primeras imágenes nos muestran unos primeros (a veces primerísimos) planos de unos rostros que hablan entre ellos. Son cuatro hombres que parecen evocar recuerdos. La secuencia dura lo suficiente para intuir (algo que nos evidencia el director) que nos hallamos ante una película intimista, donde los personajes confesarán/manifestaran sus emociones/frustraciones a lo largo del metraje.
El director encierra a sus protagonistas en un espacio, que irá dilatando a su conveniencia, lleno de zonas a recorrer para hacer evolucionar su historia. En una casa, donde se da una fiesta, los dos antagonistas transitarán de manera interminable, yendo, viniendo, hablando, encontrándose, alejándose, volviéndose a encontrar… pero sin salir del recinto para que queden cercados los importantes recuerdos/sensaciones que dejarán escapar.
La manera escogida por Matías Bize para narrar su película, es tan válida como cualquier otra, incluso más que interesante. Un personaje principal con un pasado aparentemente lleno de intensidad, que irá desvelando poco a poco, y al que a veces la cámara seguirá desde muy cerca (ya he dicho que se trata de una película intima e intimista) en travelling, a veces repetitivo y siempre con un pretendido sentido estético, que aquí resulta nulo por la vulgar fotografía y la tópica puesta en escena.
Santiago Cabrera a través de ese espacio cerrado (que no asfixiante), se moverá por diferentes estancias en las que irá encontrando diferentes personajes para que a través de sus conversaciones podamos ir conociendo qué hace allí y qué le sucedió tiempo atrás, hasta que encuentra a la que antaño fuera motivo de sus desvelos y con la que comparte un pasado.
La película sin duda es honesta (algo importante en el cine) y el director se esfuerza, pero su realización es rutinaria, torpe y burda. Los dos protagonistas se nos revelan limitados o desatados en sus expresiones. Él no deja de mostrar una mirada estática y vacía y ella se excede gesticulando facialmente en sus emociones y poniendo una lacrimógena intensidad desmesurada. El guion es elemental y progresa cansinamente para llegar a un desenlace que quiere ser mostrado poéticamente a través de las imágenes (buena idea, pero fallida, por lo tópico del encuadre y del montaje) Cuando por fin sabemos que fue de la vida que los peces (el director sabiamente nos muestra en varios momentos a ambos protagonistas, hablando y hablando, como si estuvieran dentro de una pecera con otros peces, para que veamos que atinadamente los relaciona con el título) y nos desvelan como seguirán viviendo esa vida, ya estamos tan cansados de verles y oírles que importa más bien poco, tras casi una hora y media de cansino discurso verborreico, planamente filmado y mostrado.
Esta película monótona, artificiosa, cansina y plana obtuvo el premio Goya de 2011 a la mejor película hispanoamericana, con lo que podemos deducir los talentos que España tiene metidos en su Academia de Cine.