La última película
Sinopsis de la película
Década de los 50, en una pequeña ciudad de Texas. Los jóvenes amigos Sonny y Duane y la guapa Jacy son tres adolescentes insatisfechos y aburridos, espectadores de sus propias vidas en una localidad encerrada en sí misma en la que no hay mucho que hacer. Todo es un sueño inmóvil que se desarrolla entre un viejo cine, un salón de billar y un café abierto toda la noche.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Last Picture Show
- Año: 1971
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
7.8
91 valoraciones en total
La historia, en blanco y negro, transcurre en un pequeño pueblo del Estado de Texas (USA) en el año 1951.
Los protagonistas principales son dos amigos, Sonny (Timothy Bottoms) y Duane (Jeff Bridges), cuando ambos están acabando la adolescencia y la escuela secundaria, por lo tanto iniciando una nueva etapa en la vida: la de jóvenes adultos. Dado que los dos son pobres, sin familias que les avalen y apadrinen, parece ser que no irán a la universidad —algo que sí hará Jacy Farrow (Cybill Shepherd), muchacha hija de un rico petrolero del pueblo y novia de Duane y más tarde como uso momentáneo o antojo femenino también de Sonny—, uno seguirá trabajando e instalado en el pueblo y el otro se incorporará al ejército. Es decir, el tema central del filme es la transición de la juventud a la edad adulta.
Y en dicha transición, el sexo tiene una parte fundamental, como nos muestra Peter Bogdanovich a través de los citados personajes y también de otros que interactúan con los principales. El sexo como aventura contra el mortecino aburrimiento y vacío existencial. El sexo como magreo de novios en la parte trasera del cine o como simple sobamiento de jóvenes en su salidas a divertirse, como primera cópula o pérdida de la virginidad, como hecho de estar enamorado y no ser correspondido por motivos honestos o deleznables, como recuerdo de un verdadero e inolvidable amor. Pero también el sexo como desmadre, como desorden extramatrimonial, como entremezcla de jóvenes con mujeres maduras o de maduros con jovencitas, como broma de mal gusto, como semi orgía, como pederastia, como las múltiples variantes que tal fenómeno humano puede tener, todo ello reunido en esta pequeña localidad polvorienta del Estado de Texas.
Probablemente, la escena más reflexiva en cuanto al sexo se refiere se desarrolla hablando sobre el mismo, cuando Sam (Ben Johnson), el hombre maduro, viudo y dueño de varios de los locales de entretenimiento, le cuenta al joven Sonny que su mejor experiencia amorosa fue extramarital con una joven del pueblo:
—¿Y qué fue de ella?— Le pregunta Sonny
—Se hizo mayor. Entonces era una jovencita.— Le contesta Sam.
—¿Por qué no te casaste con ella cuando murió tu esposa?
—Estaba casada. Cuando eran jóvenes, ella y su marido, ya estaban amargados como muchos otros matrimonios, creen que cambiarán con el tiempo, pero no resulta ser así.
—¿Crees que es una desdicha el estar casado? — Le pregunta Sonny a Sam con deseo de aprender.
—No. No siempre. Sólo el 80% del tiempo.— Le contesta Sam con la sabiduría de quien ha vivido ya más de cincuenta años y sabe bien qué es el matrimonio porque lo ha experimentado por años en carne propia.
En definitiva todo un mensaje realista de lo que es la institución matrimonial: una auténtica lotería en la que a muy poquitos les toca un premio sustancioso o dichoso.
Fej Delvahe
Han pasado muchos años desde que se realizó esta película, pero sus valores siguen intactos pese a que recrea una época aún más temprana, los primeros años 50, en un lugar de Texas polvoriento y desolado que pueblan unas gentes cuyas perspectivas no son precisamente las más halagüeñas.
Hay que tener en cuenta quien firma el guión junto al propio Bogdanovich (se basa en una novela suya) y no es otro que Larry McMurtry, sí, el de Brokeback mountain, entonces, no debe ser casual, el hecho es que ambas son las obras maestras de dos directores que además se ubican en generaciones muy diferentes.
En unos primeros años 70 en los que se recurría mucho a los artificios visuales y a montajes recargados, Bogdanovich opta con acierto por el blanco y negro, la sobriedad y la concisión. Creo que donde reside la grandeza de la película es en el retrato de una época, en las interpretaciones y en los personajes, muy bien definidos, matizados y cargados de sentimiento. Hay también bastante franqueza sexual y realismo aunque, quizás precisamente por ello, no mucho optimismo.
Permitanme citar la crítica de Leonel de Buenos Aires:
Una historia patética, melancólica, nostálgica, una especie de fin del mundo en un pueblito tejano de los 50 en vísperas de desaparecer. No es la televisión la que mata a la sala de cine local, sinó la muerte del pueblo. Una mujer llora a cada rato y toma un joven amante, pero su angustia existencial le impide cualquier felicidad (esto no es liberación sexual, es desesperación), lo mismo les pasa a los demás, pero la única solución es huir .
Si, amigo Leonel, comparto practicamente todas tus palabras y sin embargo no comparto tu valoración de la película. En eso discrepamos. Porque, a mi juicio, la película no se salva por la interpretación de Jeff Bridges ó Ben Johnson, ó la belleza provocativa y seductora a lo Lolita de Cybill Shepherd, ó por una Ellen Burstyn con su erotismo de alto voltaje. No. La película se salva y se valora en si misma. En lo que nos cuenta, en lo que nos ofrece.
Alguien podría decir que se trata de una película generacional. Y si por generacional entendemos una película de jóvenes que intentan abrir caminos que los alejen de ese polvo que oscurece el horizonte, pues tendría razón, pero también podemos entender por generacional las vidas adultas que discurren entre rutinas y monotonías hacia la vejez, sin esperanza de que ese polvo que lo cubre todo desaparezca. Y la película también es eso.
La televisión no mata al cine. El cine estaba tan muerto como el billar, como el propio pueblo. Ese es el mensaje. Esa es su atmósfera opresora. El muchacho barriendo constantemente un polvo que se volverá a posar monótonamente, lánguidamente….
Bogdanovich nos está diciendo que América no es solo quimeras del oro, ni sueños americanos ni estatuas de la libertad. Bodganovich nos dice que en América el polvo también cubre los horizontes.
Un clásico del cine americano y una obra emblemática a todos los niveles y de un calado intergeneracional absolutamente aplastante.
Si no existiera La última película posiblemente habría que inventarla. Habría que inventar esta historia de un pueblo languideciendo y mortecino, en transición de unos valores a otros, en un proceso más involutivo que evolutivo posiblemente. Habría que inventar ese halo nostálgico, poético y apesadumbrado de sus imágenes y de su mensaje. Habría que inventar su espíritu ennoblecedoramente cinefílico, su plasmación serena y certera del paso de la juventud a la madurez de unos personajes que habitan en un círculo vacío, monótono, en un pueblo frustrado globalmente por la suma de frustraciones individuales de muchos de los personajes que lo habitan, pero que precisamente por ello acaba siendo una explosión de vida, un conjunto de cosas imprescindibles que atan y que duelen cuando se acaban: el equipo de baloncesto, los billares, los achuchones en el coche, las sesiones de cine.
Bogdanovich hizo una obra a retener en la memoria y en la retina, hizo una película oxigenante, clásica, cercana, que airea los pulmones de quien la ve, la huele y la toca. Porque La última película es, dentro de sus imágenes, quizás la primera película tangible de la Historia.
Gran interpretación.
Sé que las comparaciones siempre resultan odiosas, pero no pude evitar pensar en Rumble Fish mientras anteanoche disfrutaba de The last picture show.
Vamos a ver. La peli de Bogdanovich es magnífica. Pocas veces una pauta estética impecable (fotografía, vestuario, puesta en escena…) discurre paralela a una intensa valija emocional con tanto acierto y sincronía. Bogdanovich consigue, incluso, sobrepasar ese hálito triste y hastiado que rezuman sus protagonistas para desdoblarlo hacia todo un pueblo, hacia toda una generación. Personajes como Sam (Ben Johnson), Genevieve (Eileen Brennan), Lois (Ellen Burstyn), Jacy (la debutante Cybill Shepherd) o Ruth (Cloris Leachman) están minuciosamente construidos, pero no ocurre lo mismo con Sonny (Timothy Bottoms) o Duane (Jeff Bridges). Su nihilismo no acaba de convencerme e, inconscientemente, equiparo su pocha rebeldía adolescente a la de Rusty James (Matt Dillon ) o a la de su hermano, ‘el chico de la moto’ (Mickey Rourke) en Rumble Fish. Difícilmente encontraremos mejor paradigma de empatía personal en una gran pantalla.
Adusta, doliente y sincera…, aunque levemente inferior a Rumble Fish.