La última cruzada
Sinopsis de la película
Narra los años de reinado de Miguel el Valiente desde 1593 hasta 1601, voivoda de Valaquia que pretendía unir las tres tierras de la lengua de sus ancestros: Valaquia, Transilvania y Moldavia. La versión original rumana cuenta con un metraje total de 203 minutos divididos en dos partes, Cälugäneri y Unirea .
Detalles de la película
- Titulo Original: Mihai Viteazul
- Año: 1970
- Duración: 203
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Opinión de la crítica
Película
6.9
83 valoraciones en total
Me sorprendió esta buena película. Hacia muy poco tiempo que habia visitado Rumania. Aparte de ser bastante fiel a la historia, está muy bien construida. No es nada aburrida y creo que cumple al 100% su objetivo: Ilustrar sobre un periodo de la Historia del pais con solvencia histórica y competencia cinematográfica.
Es difícil calificar justamente esta película, parece que quiere brillar pero se ve lastrada por el penoso montaje. Como entusiasta de la Historia no he podido menos que darle un 7, pero lo cierto es que a la mayoría de espectadores no les gustará tanto, y puede que a algunos les aburra.
Históricamente, respeta a grandes rasgos con los hechos que sucedieron en torno a Miguel el Valiente: el intento de liberar (más que unir) a los principados rumanos del yugo otomano y el precario equilibrio de estos países entre los imperios turco y alemán, el incansable espíritu del protagonista que entrega todo lo que tiene -y lo que no tiene- por sus siervos. A partir de aquí la película se toma muchas libertades para construir más drama que documental histórico, siendo la principal la manera en la que describe a los personajes y las relaciones que se dan entre ellos. Por ejemplo se pone de fulana a María Cristina de Austria sin ningún fundamento, se describe el matrimonio entre ella y Segismundo de una manera completamente alejada de la realidad…
Esta película es obviamente un tributo nacional de la Rumanía de Ceaucescu a uno de los precursores de su Estado, y por lo tanto se puede entender como una reafirmación de su República frente al poder del Kremlin. Ya en el siglo XIX la figura de Miguel el Valiente se había utilizado en la causa nacionalista. Pero lo cierto es que Miguel el Valiente estaba todavía muy lejos de los nacionalismos que le siguieron, y sorprendentemente esta película lo respeta. Viste al protagonista de un manto rumano, lo trata como un precursor más que a un fundador y no pone en su boca ningún anacronismo. Esta película es de cuando los malos eran los indios, y no como ahora que el vaquero protagonista es amigo de los indios y tiene pesadillas porque su mujer era india y se la mataron unos racistas.
Cinematográficamente tiene un problema que practicamente la mata: el montaje. Es desastroso. No se explica nada y si uno no tiene una ligera idea de lo que pasaba en los Balcanes en el siglo XVI no entiende nada. Incluso para cuando se va uno enterando, las transiciones entre escenas son tan bruscas que le dejan a uno mareado, aparte de que cortan el rollo por completo. Se pasa de una tranquila conversación a una batalla, y la música está grabada para cada escena por separado así que de un romántico violín se pasa a una fanfarria de trompetas que te tira de la butaca. Las epopeyas históricas son siempre difíciles en este aspecto porque hay muchas cosas que contar y muchos temas que tratar (la historia de Miguel el Valiente fue especialmente enrevesada), son muchas horas de película y es difícil llevar el ritmo, pero creo que esta película lo hace especialmente mal.
Las actuaciones son por lo general bastante flojas pero curiosamente las hay muy buenas. El protagonista, por ejemplo, es genial y además se parece bastante al retrato de Miguel el Valiente. Curiosamente cuanto más avanza la película más recuerda a ese retrato que se dibujó al final de su vida, lo cual dice mucho de la actuación de Amza Pellea. Al principio son gestos de seriedad y gravedad, fuerza y valor, con sus momentos de alegría, y al final es una cara de cabreo y resignación clavadita a la que ponía el verdadero Miguel cuando le retrataban en Praga en 1601.
El guión es una delicia si se compara con el patético cine actual. La manera en la que los personajes hablan, la solemnidad de los discursos, lo creíble de las relaciones entre los distintos protagonistas del panorama político… Las batallas son espectaculares, y no espectaculares como las de ahora en las que todo es como un videojuego, espectaculares de verdad, con miles de extras en pantalla como corresponde a una película épica del tercer cuarto del siglo XX, y por supuesto como corresponde a una película soviética. La música es buena, pero como está cortada continuamente por el pésimo montaje no llega a brillar como en las grandes epopeyas de Hollywood.
En general Mihai Viteazul es una película muy interesante, que encantará a los amantes del cine épico clásico, el de grandes batallas y héroes admirables,o incluso a los amantes del cine de antes, en general, ese cine más sincero que no utilizaba los fuegos artificiales para deslumbrar a un público cada vez más atontado. También gustará a los amantes de la Historia, que podrán recorrer con el Valiente los países rumanos luchando contra los infieles y persiguiendo la libertad.
Nicolae Balcescu, historiador rumano del siglo XIX, fue uno de los codificadores del nacionalismo rumano al dotar a dicha nación de unos orígenes. Este hombre que luchó por la unificación de Rumanía y la introducción del liberalismo en ésta consideró a Miguel el Bravo, protagonista de la película que estamos analizando, como el precursos de la Rumanía moderna. La película llegó en un clima adecuado, de otro modo hubiera sido difícil que un producto de estas características hubiera podido alumbrarse en un país del bloque del este: hacía tres años que Ceaucescu había llegado al poder y una de las líneas directoras de su política era el fomento del nacionalismo para fortalecer la posición del país frente a la Unión Soviética. De ahí la implicación directa del propio dictador y los grandes medios con que contó el film, un presupuesto de 14 millones de leis (algo así como 500.000 dólares de hoy). De hecho la propia Columbia Pictures debía participar en la producción de la película, sin embargo Ceaucescu se negó a que grandes estrellas como Kirk Douglas o Charlton Heston ocuparan el lugar que, según él, debía corresponder a actores rumanos, el propio ejército cedió 5.000 de sus hombres para el rodaje (casi natural teniendo en cuenta que la mayor condecoración militar del país es la Orden de Miguel el Bravo).
Sea como fuere estamos ante una película bastante fiel desde el punto de vista histórico, si bien un tanto apologética en lo que respecta al mensaje nacionalista que contiene, el cual tendría poco sentido en el siglo XVI-XVII (no olvidemos que el nacionalismo como tal no es más que un invento del siglo XIX). Los avatares de este rey tendrían que ver más con el complejo mapa geopolítico de una región situada entre el imperio austriaco y el otomano y los intentos de un hombre por sobrevivir y fortalecerse en mitad de esta vorágine. La película refleja bastante bien esta realidad: Cuando te vayas de aquí serás el príncipe de un país pobre y pequeño. Humillado por tus vecinos y temeroso de nosotros le dirá el Sultán a Miguel tras recibir de sus manos la corona de Valaquia. Y, en efecto, a lo largo de la película vemos como no es más que un hombre en mitad de un gigantesco tablero donde el Sultán y el Emperador despliegan su juego, juego donde él es un simple peón que trata de sobreponerse al destino que le ha sido impuesto. Es una pena que no haya nacido austriaco o turco y que el destino lo haya convertido en el príncipe de un país tan pequeño . Ese juego puesto en marcha por los grandes poderes lo perseguirá de forma implacable, viéndose empujado una y otra vez a la guerra.