La trampa de la muerte
Sinopsis de la película
Un estudiante de literatura entrega a su profesor, un conocido escritor, el manuscrito de su primera novela. Desesperado por conseguir un nuevo éxito, el famoso novelista planea asesinar al joven y apropiarse de su obra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Deathtrap aka
- Año: 1982
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
Película
6.7
28 valoraciones en total
En la larga carrera de Sidney Lumet hay bastante obras de teatro adaptadas al cine o películas con situaciones muy teatrales, véase si no el final de Veredicto. Pues bien, aquí se metió a fondo con uno de los grandes éxitos del a menudo interesante Ira Levin (autor de novelas como Los niños del Brasil y El bebé de Rosemary, ambas llevadas al cine con buena fortuna).
Deathtrap no es una novela como se menciona en Filmaffiniy sino una obra teatral de enorme éxito en todo el mundo, premiada en 1978 con el prestigioso Tony. Ahora bien, reclama mucho del espectador: que ame el teatro y sepa reírse del mismo, jugar al juego exagerado del policiaco y comprender, finalmente, que esta trampa mortal… no es más que la algo circense representación de la lucha por el éxito en todos los ambientes donde la gente ponga la fama por delante de todo: por eso aquí no se deja títere con cabeza y nadie se permite un instante de sinceridad ni de afecto.
Es muy eficaz la interpretación de los tres principales. En España se estrenó antes que la película con mucho éxito interpretada por Francisco Valladares y Alfredo Alba. Incluso creo que hubo una reposición no hace mucho.
Eso sí, como casi siempre, es imprescindible verla en versión original para pillarle el tranquillo, las ironías y los juegos ansiosos de los personajes que no paran de representar una y otra vez, y así llegar con entusiasmo al sorprendente final.
Esta es una de las películas menos valoradas de Sidney Lumet, generalmente acusada de ser mero teatro filmado, manipuladora, tramposa, inconsistente, y otras lindezas semejantes. Además, para quienes tengan cierta afición por el género de intriga, su asociación con la anterior La huella de Mankiewickz, puede resultar una pesada losa.
No ha sido así en mi caso, y puedo decir que admitiendo que el filme no es demasiado original, lo he disfrutado en todo momento, creo que la clave para pasarlo bien con este tipo de películas es que el espectador debe prestarse al juego, debe entrar voluntariamente en las coordenadas clásicas de estos argumentos, que más allá de la reflexión acerca de realidad y representación, responden a los parámetros de las historias policiacas clásicas, en las que los enigmas y sorpresas constituyen el motor de la acción. Así, si el espectador es aficionado a estas temáticas -como es mi caso-, no le resultará difícil pasar un buen rato con una película que juega desde el primer momento con él, que lo lleva de la mano y lo maneja a su antojo, tanto por los giros sorprendentes del argumento como por el estilo de sus imágenes.
En paralelo, y como ya he mencionado antes, hay en el filme una voluntad de traspasar los límites entre la ficción real y la representada, de modo que la historia avanza en la medida en que sus protagonistas la van pensando, y por eso mismo resulta tan cambiante. Si el espectador no consiente entrar en ese juego, aborrecerá la película, que siguiendo la obra original, conserva un ligero aire de comedia o farsa que le viene al pelo, y que tiene en la interpretación de Michael Caine un pilar seguro.
Formalmente, el filme no huye de ese aroma teatral, desarrollándose en tres actos bien definidos, y prácticamente en un único escenario, por el que los personajes deambulan constantemente, no obstante hay un plano secuencia meritorio, concretamente la panorámica circular que nos muestra a Caine hablando por teléfono con su víctima mientras vemos el rostro atemorizado de su esposa, que teme lo que se avecina. También está bien resuelta la elipsis que precede al final, o que más bien, le da paso.
Sé que pese a todo habrá quien descalifique la película por su escasa originalidad, que ya he reconocido anteriormente, pero si pensamos detenidamente nos daremos cuenta de que hay muy pocos argumentos verdaderamente originales en el cine, y más aún, nos percataremos de que muchos grandes títulos, unánimemente admirados, no son especialmente originales, circunstancia que no los hace desdeñables.
Estimable película del genio de Lumet, que con su suave, negro y fino sentido del humor se convierte en una película tan socarrona como inteligente. Es cierto que la maestría en la interpretación del siempre correcto Michael Caine eleva mucho la función de este teatro filmado pero, de todas formas, la sabia dirección de su realizador convierte la película en una solvente y entretenido, negro y sutil hallazgo de un director siempre a reinvindicar. De cómo saber mantener la atención en un sólo escenario y con pocos intérpretes.
Es una obra de teatro llevada al cine. La interpretación de Michael Caine hace que se merezca verla, aunque Christopher Reeve y Dyan Cannon no desentonan para nada. Es un argumento bien pulido que va dando sorpresas casi de continuo. La dirección de Sidney Lumet es estupenda, como en todas las películas suyas que he podido ver. Se hace muy llevadera su visión, por eso la recomiendo verla, le he dado un 7 de calificación pero al verla nuevamente me parece que me he quedado corto.
Obra de teatro llevada al cine, es necesariamente el guión y la interpretación de Michael Caine, si bien Cristopher Reeve tampoco desluce su papel, los que sostienen la película. Ésta presenta una reedición del crimen perfecto que, para desenvolverse, no escatima en recursos teatrales, así como con los límites de la moral convencional, patrimonio del gran público al que se dirige la película. Con una presentación y un nudo colmados de sucesos y sorpresas, y asimilando con complacencia el espectador el homenaje que se rinde a las leyes del teatro, la obra es ágil y divertida. Sidney Lumet ha conseguido, pues, que el injerto florezca.