La trampa
Sinopsis de la película
Un minero vaga en busca de trabajo, acompañado de su hijo de corta edad. En este deambular llegará hasta un extraño pueblo fantasma, donde solo vive una mujer que regenta una pequeña tienda. Allí es atacado por un misterioso hombre de traje y guantes blancos…
Detalles de la película
- Titulo Original: Otoshiana aka
- Año: 1962
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
7
29 valoraciones en total
Hiroshi Teshigahara es un director japonés de corta pero muy interesante filmografía, entre la que se haya mi película nipona favorita hasta el momento, La mujer de la arena .
Su debut ya dejaba entrever algunas de las características propias que se notarían de forma más marcada en su siguiente film.
El (supuesto) protagonista es un humilde minero que busca trabajo con su hijo. Un día recibe una extraña oferta para la cual le obligan a ir hasta un paraje perdido y desértico que pasa por un poblado fantasma en que solo habita una mujer. Pero durante el camino repentinamente es asesinado por un desconocido, que luego soborna a la mujer para que dé una descripción falsa del asesino. Nuestro minero protagonista entonces se convierte en un fantasma que vaga por la zona y contempla pasivamente toda la investigación policial.
Aunque le cuesta un poco arrancar, a partir del asesinato (que se hace esperar más de 20 minutos) la película coge forma y se vuelve mucho más interesante. La idea del fantasma del protagonista que vaga por todos los escenarios intentando comprender su propio asesinato es fantástica, aunque Teshigahara no centra el film en ella sino en los fatídicos acontecimientos que le siguen a ese crimen que nosotros entendemos tan poco como la propia víctima.
La dirección es uno de los puntos fuertes de la película que le hacen subir nota, Teshigahara todavía no hace un trabajo tan inmenso como en La mujer de la arena o El rostro ajeno pero apunta maneras. La escena de la violación y los numerosos planos del paisaje desértico remiten directamente a su siguiente film, así como el pesimista final.
Muy buen antecedente de sus posteriores joyas.
Primera película de ficción del documentalista Teshigahara, aunque en ella podemos encontrar -como continuación documental- imágenes de archivo que denuncian la situación que por aquellos años sufrían los mineros en Japón. También, en el texto de Kôbô Abe (cinco colaboraciones con Teshigahara), encontramos inclinaciones contrarias a la política que se ejercía en el gobierno:
– Yo quiero trabajar en algún lugar donde haya un sindicato de trabajadores.
– ¿Un sindicato?
– Sí. Por una vez me gustaría tener voz y voto, y darle a mi jefe una buena patada en el culo.
De grandes planos generales y vibrantes panorámicas, Teshigahara animaliza al ser humano que ante situaciones peligrosas se defiende atacando (destacamos la secuencia final que contrapone a unos animales subiendo montaña ladera arriba). El bestiario queda esparcido a lo largo del metraje y siempre recogido con la suficiente pericia para que no quede burdo -la violación de la mujer de la tienda por el policía- ni se disperse en un magnífico guión tan cerrado, que parece abierto. Queda la mirada ociosa del niño como elemento especulativo del hombre primario (y paradigmáticamente de instintos animales menos atroces), aún no viciado.
Encontramos una atmósfera rala, porque en sí, la película también da la sensación de quedar desperdigada, como un intento de juntar varios géneros sin que se consiga la fusión del núcleo. Mientras que el thriller casa bien con esos primeros compases y con la investigación criminal, el tema fantástico amputa la atmósfera conseguida, pero da un tono tan diferente que la ruptura -buscada a sabiendas- rejuvenece la película.
Teshigahara parece tentado por el encuentro con su doppelgänger, aunque durante toda la investigación, las pistas -y el título- basculan hacia la trampa. Hasta que no le queda más remedio que completar el círculo y dejarnos al hombre de los guantes blancos encantado de que los planes siempre le salgan bien (como diría Hannibal Smith).
Es complicado hacer una crítica de una película como The Pitfall cuando las sensaciones que se han tenido con la película parecen haber sido exactamente las mismas que las de otra persona que se ha decidido a compartirlas. Así, prácticamente todo lo que tengo que decir del debut en el largometraje de Teshigahara no puede ser considerado más que un anexo de la fantástica crítica de Chago. Aclarado este punto, toca hablar de la película en cuestión, que no es sino uno de los mejores debuts del cine japonés de la segunda mitad del siglo XX, una obra tan rica y valiosa que aún hoy, casi cincuenta años después de su estreno, sorprende por su inventiva y capacidad para enganchar al espectador sin recurrir a trucos baratos.
Lo que se inicia como un drama con ecos al neorrealismo (una crítica a la sociedad japonesa) pronto se revela como un thriller al estilo Hitchcock. La segunda mitad del film evoluciona hacia lo sobrenatural, y no digo más para no estropear la sorpresa. The Pitfall marca el inicio de una carrera que iría dejando a lo largo del tiempo obras en calidad ascendente a medida que Teshigahara y su guionista principal, el escritor Kôbô Abe, iban madurando en sus respectivos campos. Así el tandem aún nos guardaría sorpresas como Woman in the Dunes, probablemente su mejor trabajo, la notable Face of Another o la desconocida pero muy estimable The Man Without a Map.
The Pitfall merece la pena por si misma y tiene tanto cine recorriendo sus imágenes que se convierte en cita ineludible para quien quiera ir más allá del trío de realizadores japoneses que aparece en todas las antologías del séptimo arte. Hay mucho más allá de Kurosawa/Ozu/Mizoguchi, y Teshigahara, como Yasuzo Masumura, lo demostraron en todas y cada una de sus obras.