La próxima estación
Sinopsis de la película
José, un chico de 17 años, hijo único, se presenta una noche en casa con Ana, una amiga de su misma edad. Sus padres reciben con cierta sorpresa la visita de la chica. Sorpresa que se convierte en un auténtico conflicto familiar cuando descubren la razón de su presencia. Resulta que Ana se ha escapado de casa y José quiere que se quede a vivir con ellos. Ante el temor de que los chicos huyan de casa, el padre intenta resolver el conflicto con los padres de la chica, que están separados.
Detalles de la película
- Titulo Original: La próxima estación
- Año: 1982
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
5.6
20 valoraciones en total
José Luis, próspero fabricante de máquinas tragaperras, marido abnegado de una mujer de estricta moral católica y padre fervoroso de un hijo adolescente, ha formado en torno suyo una familia que la comisión episcopal no dudaría en bendecir. La única sombra es la creciente preocupación de la mujer, respecto a la conducta del hijo, en su opinión demasiado liberal. Sus temores se hacen realidad la noche en que el chico se presenta en casa con una amiga y la pretensión de alojarla en su habitación. Concretamente, en su cama.
El propósito de Mercero parece que está claro: demostrar que los preceptos del nacional-catolicismo, que presentaban a la mujer como principal defensora de la familia, eran pura retórica ya que, en la práctica, provocaban efectos contrarios a los pretendidos. Lástima que a Mercero le ocurra otro tanto: su lenguaje es tan didáctico que también se convierte en retórico. Con la misma intención, pero mucho más acierto, Miguel Picazo había escrito y dirigido varios años antes La tía Tula (1964), película construida con la sutileza y profundidad suficientes para que el espectador sintiese como suyo el desgarro de los protagonistas (y del país).
Pero a poco que se ahonde en la comparación entre ambos filmes se descubrirá una diferencia más importante: la relativa al enjuiciamiento a la mujer. Picazo, crítico social, no deja dudas sobre la culpabilidad de una doctrina represora del placer, Mercero, misógino, se esfuerza en demostrar el carácter intransigente de las mujeres frente a unos hombres bonachones y llevaderos. Así, en casa del chico, cuando estalla el drama familiar, es el hombre quien se encarga de buscar soluciones yendo de aquí para allá, hablando con unos y otras, mientras la mujer se queda en el sofá con su reconcomio. Y cuando el pobre hombre, para solucionar el conflicto, trata de hacer valer sus atributos masculinos, la mujer va y se los hace guardar. Algo parecido sucede con los padres de la chica: el hombre, un tipo simpático al que no duda en aplaudir el padre del chico (¡qué manipulación más burda!), ha sido arrojado de casa por su mujer, que prefiere vivir solitaria y avinagrada antes que tolerar la vida alegre de su marido. En cuanto a la nueva generación, el chico es presentado como un corderito ingenuo llevado del ronzal por una chica espabilada que no dudará en dejarlo en la cuneta en cuanto él resista alguno de sus mandatos.
Como anécdota, Cristina Marcos canta la canción-moraleja La próxima estación :
Al final las mismas cosas,
la ciudad en la ventana,
una estúpida mañana y yo,
un teléfono que suena,
un cubata que envenena,
una radio, un disco, una canción.
Y al final es lo de siempre
una noche y luego un día,
tú eres tuyo, yo soy mía y no,
siempre leo el mismo libro
entre el humo y entre el ruido
bajo unas estrellas de neón.
Siempre hay una próxima estación
siempre hay un lugar donde llegar,
siempre hay un amigo y una solución,
escápate conmigo, escápate conmigo,
que siempre hay una próxima estación…
Siempre hay una próxima estación
siempre hay un rincón donde esperar,
siempre hay un minuto donde pega el Sol,
siempre quedará la próxima estación.
Al final sólo un billete,
Y un adiós de andar por casa
un qué tal , un qué te pasa , un no ,
un te quiero que no quiere
o te escapas o te mueres,
tu razón no es nunca la razón.
Siempre hay una próxima estación…
Película de su tiempo. Era la época de pos-transición, de la promiscuidad entre los jóvenes, aún sin educación sexual pero con muchos ardores, y del choque con la educación represiva que recibieron sus padres, pero también con la inconsciencia, fue la época de las bodas por penalti y de las separaciones con menos de 25 años.
La próxima estación relata como un adolescente de família bien, completamente lelo y obnubilado por su accesible novia, se la trae a casa para vivir en su habitación, y, por supuesto, cohabitar maritalmente. Sus padres, un genial Alfredo Landa, perfecto representante de como reaccionarían los padres, y una magnífica Lola Herrera, intentan por todos los medios poner límites a tal situación. Una noche de infarto, buscando a los padres de la niña de marras, también de familia bien, aunque desestructurada. Por supuesto, la historia acaba mal para los padres y, en el futuro, mal para el mendrugo que tiene por hijo… y es que tieran más dos XXXXX que dos carretas…
La adolescente, interpretada por una impresionante Cristina Marcos, es un personaje odioso. Sabe lo que hace, ya que en el fondo las chicas maduran antes. Viene de una familia rota y no le importa romper otra, la de su novio calzonazos, para montarse la suya. Es egoista, no respeta a nadie, manipula a su novio, se va a la francesa, a su madre la trata como basura… en la actualidad sería carne de Telerreality.
El niño simplemente es imbécil. Va a tirar por la borda toda su vida, sus estudios, su carrera, su futuro en la empresa d esu padre, por los ardores de bragueta. ¡que triste!
En aquella época, lo más habitual es que a los cinco años acabarían separados, ella con dos niños y 21 años y él sin estudios…
Mercero nos muestra una historia del quizás del neo catolicismo imperante que se empezaba a deshacerse en los primeros años 80. Un hijo que trae a su novia a casa por un conflicto familiar no parece el mejor método para empezar pero Mercero lo hace sin mucho brillo la verdad. Pero gracias a unos dos convincentes actores veteranos consiguen que la cosa no naufrague mucho y que apenas se nota que todo se desmorona alrededor y vamos a la próxima estación.
Antonio Mercero tuvo una habilidad asombrosa para captar en cada momento lo que el espectador reclamaba, especialmente los adolescentes. Fue así como creó su buque insignia: Verano Azul. Más tarde, tuvo la habilidad para parir Farmacia de Guardia, en donde toda la familia se reunía alrededor del televisor con más mérito si cabe.
En esta película, asistimos a un grandísimo papel (una vez más) de Alfredo Landa, muy comedido y contenido, en la figura de un padre permisivo que se tira la noche tras su hijo, en plena efervescencia de la movida.
La historia de la película dura apenas una noche, y casi nos narra en tiempo real la nueva contemporaneidad que estaba llegando al país en aquel momento. Ya no era lo mismo, y en la capital lo veían, que aquellos años años de plomo, especialmente los 50, ya no tenían nada que ver con ese nuevo amanecer que suponía la democracia.
Creo que Antonio Mercero y sus guionistas plantean un conflicto generacional entre dos jóvenes adolescentes y los padres del chico, excelentes Alfredo Landa y Lola Herrera. Pues ambos se escandalizan cuando el hijo José, pretende cohabitar en casa de sus padres con su novia Ana (una jovencísima Cristina Marcos), presentándose una noche de improviso. La película plantea en tono de comedia dramática, las diferencias abismales en cuanto a sexo, drogas y relaciones de pareja en aquella España de 1982, entre padres e hijos. Aunque el matrimonio pequeñoburgués reacciona de forma conjunta, enérgica e irrevocable ante tal osadía, Landa, el padre agraviado irá poco a poco aceptando la situación, tras intentar deshacer como buenamente puede el entuerto, tras una odisea nocturna, visitando a los padres de la chica.
Es ahí donde Mercero se siente cómodo, planteando una comedia sentimental donde conoceremos cómo era y es, ahora la vida de todos ellos, los conflictos paterno-filiales y los cambios que han sucedido hasta llegar a tal situación. La farmacéutica madre de Ana que no entiende a su hija, el padre que pertenece al mundo del espectáculo, otro que tal baila, un desubicado Agustín González. Pero el trago más duro es para la madre del chico, pues la educación recibida es tan estricta moralmente tan poco indulgente que le resulta angustiosa tal situación.
La película deja una puerta abierta la esperanza y la lógica, cada persona debe ser responsable de sus actos, siempre y cuando está capacitado para ello. En la vida existen derechos y pero también responsabilidades, si una pareja decide tomar un rumbo debe asumir las consecuencias, me parece que es lo que plantea el film desde una perspectiva moderna y transgresora para la edad de los personajes, pues quizás ella está madura pero dudo mucho que lo esté el chico. En definitiva una película simpática que se disfruta sin problemas en estas noches cálidas de verano. Lo mejor es la forma tan humana que Mercero presenta a los personajes.