La profesora de Historia
Sinopsis de la película
Anne Gueguen es una profesora de Historia de instituto que además se preocupa por los problemas de sus alumnos. Este año, como siempre, Anne tiene un grupo difícil. Frustrada por su materialismo y falta de ambición, Anne desafía a sus alumnos a participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. Anne usa toda su energía y creatividad para captar la atención de sus alumnos y motivarlos. A medida que el plazo se acerca, los jóvenes comienzan a abrirse a los demás y a creer en sí mismos. Un proyecto que cambiará sus vidas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les héritiers aka
- Año: 2014
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
6.4
32 valoraciones en total
Existe un subgénero cinematográfico que engloba las películas centradas en las relaciones entre profesores y alumnos y, muy especialmente, las que reflejan la complejidad educativa de adolescentes problemáticos y marginados. Títulos europeos como La ola de Dennis Gansel, La clase de Laurent Cantet, Profesor Lazhar de Philippe Falardeau y Hoy empieza todo de Bertrand Tavernier, o norteamericanos como Rebelión en las aulas de James Clavell o la emblemática y maravillosa El club de los poetas muertos de Peter Weir, no sólo son cintas de obligada visión para los aficionados al Séptimo Arte, sino que se alzan como interesantísimas propuestas de reflexión docente para estudiantes y educadores. Podrían citarse más ejemplos de mayor o menor valor cinematográfico y de superior o inferior carga reflexiva pero, en todo caso, las aulas son siempre fuente de inspiración para cineastas ávidos de mostrar historias con mordiente y con capacidad para despertar conciencias.
El largometraje francés La profesora de Historia, dirigido por Marie-Castille Mention-Schaar, aporta su granito de arena a una modalidad que compagina la denuncia social con la reivindicación general de la importancia de la educación y la particular del maestro vocacional y comprometido. Constituye una de esas obras que dejan buen sabor de boca en el espectador, ya que lleva implícitos un sentimiento de esperanza y una lección de superación personal. Y, aunque la narración se dulcifique en cierta medida, no resulta empalagosa ni sentimentaloide ya que, al final, prevalece ese regusto de empatía con la bondad del ser humano que, aunque pueda restar un ápice de credibilidad, es muy de agradecer. Anne Gueguen es una de esas profesoras que, además de impartir clases de Historia en un instituto, demuestra una gran preocupación por las vicisitudes de los jóvenes. Este curso le ha tocado un grupo complicado. Frustrada por el pasotismo generalizado, el materialismo dominante y la absoluta rendición ante la mediocridad, desafía a los chicos a participar en un concurso a nivel nacional sobre qué significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. La mujer despliega toda su energía y creatividad para motivar y captar la atención de sus pupilos. A medida que se acerca el plazo de entrega del trabajo, los chavales comienzan a evolucionar y a involucrarse en un proyecto que cambiará sus vidas para siempre.
Pese a exhibir alguna carencia en la dirección de actores y en la propia labor interpretativa, además de cierto déficit en la narración visual, es justo reconocer que el guion posee la suficiente enjundia como para atrapar a públicos concernidos por esta temática. La generosidad y el valor trascendente de su mensaje suplen cualquier fallo adicional, pudiéndose concluir que la realizadora gala firma una obra que merece ser añadida a esa larga lista de filmes que deberían mostrarse en los centros escolares como parte de las enseñanzas obligatorias. Porque no cabe duda de que el cine, aparte de industria de entretenimiento, es una herramienta educativa muy útil y eficaz.
La profesora de Historia recibió el Premio del Público Joven en el último Festival de Valladolid, así como una nominación al César al mejor actor revelación.
El equipo artístico está integrado por nombres desconocidos, a excepción de la prestigiosa Ariane Ascaride, ganadora del César a la mejor actriz principal en 1998 por su personaje en Marius y Jeannette y a quien hemos podido ver recientemente en la versión para la gran pantalla de la popular novela de David Foenkinos La delicadeza. Le acompañan en el reparto Ahmed Dramé, Noémie Merlant, Geneviève Mnich, Xavier Maly, Martin Cannavo y Stéphane Bak.
http://www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
… puntúo con un 5 esta película que en realidad merece aún menos. Pues de buenas intenciones está empedrado el camino que lleva al mal cine.
Debo confesar que es la primera película sobre el Holocausto que me deja frío. Puede que hoy estuviera yo algo torpe, pero me parece que alguna culpa tendrá también la guionista-directora: ni llegamos a saber quiénes son esos adolescentes problemáticos, ni llegamos a conocer sus problemas más allá de cuatro brochazos tópicos, ni comprendemos su evolución, ni podemos conjeturar qué superpoderes tenía su profesora, …
En fin, seamos políticamente correctos y digamos que era una película valiente y necesaria.
En mis años de estudiante tuve varios maestros, algunos muy buenos y otros muy prescindibles, que más allá de que la asignatura fuera más o menos difícil la hacían mucho menos estimulante. Porque el fracaso como maestro es no conseguir interesar a nadie por lo que enseña y el triunfo es hacer que algunos alumnos (todos es una utopía) sientan fascinación por lo que instruye, sea cual sea la materia. La relación entre el cine y la enseñanza ha sido un terreno bastante fructífero, que ha dado lugar a un abundante número de películas sobre la vida de los maestros, la de los alumnos y las relaciones entre ambos, no siempre fáciles. De este modo, encontramos cintas que nos muestran a los profesores enfrentados a una incontrolable horda juvenil, caso de ‘Semilla de maldad’ o ‘El sustituto’ y otros que tienen que lidiar con alumnos un poco problemáticos pero con buen fondo, como ‘Rebelión en las aulas’, ‘Mentes peligrosas’ y la que hoy nos ocupa, ‘La profesora de Historia’.
‘La profesora de Historia’ es el tercer largometraje de la realizadora francesa Marie-Castille Mention-Schaar, el primero en llegar a nuestras pantallas tras los inéditos ‘Bowling’ y ‘Ma première fois’. Y este trabajo se inspira en hechos reales, en los que vivió de primera mano Ahmed Dramé en sus años de estudiante, cuando una profesora les hizo participar a él y a sus compañeros en un trabajo para un concurso sobre la situación los niños y adolescentes en los campos de concentración nazi. Ahmed y sus compañeros eran los clásicos chavales con las hormonas en ebullición y con más ganas de armar bronca que de escuchar a sus maestros hasta que se toparon con esa profesora, que consiguió inculcarles su visión de la necesidad de esforzarse y trabajar en grupo para prosperar y tomar conciencia de la situación de la gente de su edad en el pasado. Porque la realidad de Ahmed y sus compañeros es la de la Francia multicultural y racial, donde se mezclan católicos, judíos y musulmanes y donde florecen movimientos integristas de todo tipo, generados por los que buscan refugio en los extremos al no saber moverse en la igualdad. Un hecho que puede ser embrión de situaciones como las vividas en la Segunda Guerra Mundial (de ahí el título original de la cinta, ‘Les héritiers’, ‘Los herederos’ en español).
El propio Ahmed (que también se reserva el papel de Malik, uno de los alumnos) y la directora construyen una ficción con buenas intenciones pero que acaba viéndose lastrada por ese mismo buenismo. Porque la primera parte de la película mantiene el interés al ver a esos chavales difíciles de controlar, que parecen carne de futura miseria y que solo mantienen la atención cuando la profesora de Historia lo requiere. Sin embargo, a medida que se va acercando el desenlace, la sensiblería empieza a hacer cada vez un mayor acto de presencia hasta desembocar en una resolución digna de película de Hollywood de toda la vida, con música de triunfo, aplausos y llantos. Y mientras tanto, por el camino se han ido quedando algunos apuntes que podrían haber dado mucho más de sí, como la vida de esa profesora entregada a la enseñanza de sus alumnos o la de algunos de sus alumnos, que han de sobreponerse a hogares donde la lección que parecen recibir es que su futuro es el del parasitismo social o la delincuencia.
Todos esos detalles menos agradables se dejan caer, pero más como relleno que como aspectos dignos de explorar, porque al final poco más sabemos de lo que hacen maestra y alumnos fuera de lo que sucede en las aulas. En este sentido, no pude evitar acordarme de la muy superior ‘La clase’, donde tampoco había muchos apuntes de lo que pasaba fuera de la escuela, pero con unas pinceladas se intuía todo perfectamente, aparte de que se expresaba mejor la situación de los profesores voluntariosos lidiando con jóvenes de la Francia de hoy día. ‘La profesora de Historia’ no oculta su condición de filme para el gran público y por ello decide tirar por caminos más trillados y cómodos, aún a costa de no rematar lo que insinuaba al principio. Aún así nos deja momentos muy interesantes, como la aparición de Léon Zyguel, superviviente de los campos de concentración y fallecido poco después del rodaje, que cuenta a los alumnos su peripecia con una honestidad y una sensibilidad que da incluso una lección a la propia película, aquejada de ocasionales trazos gruesos.
‘La profesora de Historia’ se beneficia especialmente de la presencia de Ariane Ascaride como esa profesora tenaz que sabe llegar al interior de sus pupilos. Ascaride, conocida sobre todo por su participación en las cintas de su pareja, Robert Guédiguian, es una de esas actrices capaces de encarnar un amplio abanico de emociones sin necesidad de aspavientos, de mostrar la normalidad con gran convicción sin parecer que está actuando. Ella le otorga cuerpo y credibilidad a la maestra que estimula las ganas del conocimiento sin gritos ni castigos, ayudando a dotar de mayor comprensión del mundo que nos rodea y que, como la Historia nos enseña, siempre se ha movido en unos derroteros similares. Como esos alumnos que van pasando por su clase año a año, todos distintos y todos iguales.
Siempre es necesario y útil detenerse en la enseñanza y su notoria desmemoria y carencias organizativas, presupuestarias y formativas. Tan imprescindible como recordarnos que el siglo XX ofrece un catálogo de horrores y vesanias que harían palidecer de envidia al más tarado de los tiranos de la antigüedad. Pero esa combinación – en apariencia infalible – para completar un proyecto socialmente comprometido, se queda huérfano por un exceso de sacarina, una plasmación ilusoria (por mucho que se recalque que está basada en una historia real), del todo ayuno de veracidad y sólo a ratos creíble.
No es suficiente adaptar un material basado en hechos reales y esperar a que la historia resulte convincente. Hace falta que la narración respire autenticidad y los personajes no se limiten a ser maniquíes parlanchines que se contentan con repetir o gruñir diálogos estereotipados o a mostrar unos modales deleznables que pretendan transmitirnos que están mal o inadecuadamente socializados y que basta la buena voluntad de una entregada y enérgica maestra pública francesa para enderezar a todo ese rebaño de cafres y patanes. Falta cualquier lógica interna al relato y las situaciones se suceden porque les da la gana a sus guionistas, pero no porque la historia lo demande o haya coherencia alguna, sino por la sola soberbia voluntad arbitraria y errática de sus escribas.
A su favor juega la interpretación de Ariane Ascaride, que dota de vida, fuerza, convicción, veracidad, intensidad y fondo al personaje de la veterana profesora de instituto que se implica visceralmente con su trabajo y cree en sus pupilos y su capacidad de mejorarse, pese a la genética, pese a la sociedad, pese al entorno, pese a las nulas expectativas, pese al determinismo catastrofista de sus compañeros docentes, pese a los prejuicios de un sistema tan ciego como obtuso, incapaz de aprender de sus ineficiencias y errores. Ella proporciona un alma al conjunto, que sin ella hubiese sido tan sólo un tópico indigesto con ínfulas de manjar socialmente consciente y comprometido. Hay una única escena que exuda veracidad y emociona hasta al más depravado: la presencia y el relato sobrecogedor de un superviviente real (cuando aún no era ni adolescente) de un campo de exterminio nazi. Hablando desde el corazón sobre la muerte, se renueva la vida. Lo demás es un erial de buenos propósitos manidos.
Es verdad que la película – a ratos – emociona porque sabe tocar la fibra sensible del espectador predispuesto. Pero una vez terminada su proyección, no queda nada. Hemos asistido a un vacío enajenado que se queda sin llenar. Frustrante.
Anne Gueguen es una profesora de historia que lleva 20 años ejerciendo la profesión, de ese pequeño grupo de docentes que se preocupan de los problemas de los alumnos como si éstos fuesen sus propios hijos. Este año le toca, una vez más, un grupo complicado, en el que es difícil encontrar un solo alumno que no sea conflictivo. Anne les propondrá a sus alumnos participar en un concurso estatal, en el que deberán realizar un trabajo sobre los niños y adolescentes en los campos de concentración. Pese a que en primera instancia los alumnos se sientan incapaces y sin ganas de realizarlo, la perseverancia de la profesora ayudará a motivarles y sacar adelante el trabajo. Una vez más, el holocausto como eje central de una película.
Pese a que en principio podamos pensar que la cinta de Marie-Castille Mention-Schaar va a ser una historia de superación y de veraz demostración de cómo funciona la enseñanza en un país como Francia, con un sistema educativo no muy alejado del nuestro, pasada la primera media hora nos daremos cuenta de que no va a ser así. Los alumnos, que podrían haber sido clave en el desarrollo de la película, acaban por ser simples espectadores en este panfleto, que es en lo que desgraciadamente acaba convirtiéndose la cinta. Ni ellos ni sus relaciones están bien dibujados, a pesar del choque de culturas existente. Los dos pequeños acercamientos al conflicto religioso islámico existente en Francia carecen de sutileza: un personaje totalmente prescindible que de un día para otro se convierte al Islam, y una secuencia inicial bastante potente pero que no funciona como parte del filme.
La profesora de historia utiliza fórmulas ya vistas, tanto en el tratamiento de una clase que mejora gracias a la profesora amable, como en la denuncia de las acciones llevadas a cabo contra los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Cuando vemos un producto que expone algo que hemos visto en multitud de ocasiones, lo mínimo es que éste sea diferente en su forma. Así, La profesora de historia no aporta nada ni temática ni cinematográficamente. De hecho, es necesario destacar la pobreza en la dirección de la francesa, manipulando las emociones en lugar de hacerlas florecer, a través de un uso bastante deficiente de la música y una excesiva cantidad de primeros planos, además de los muchos y (muy) torpes fundidos a negro. Como parte positiva, podremos disfrutar de algunas piezas del genial Ludovico Einaudi.
Su verdadera aportación se reduce a un puñado de momentos concretos, entre los que destaca la charla que da un superviviente de la masacre, la cual es realmente emotiva. Si La profesora de historia no se pierde entre la mediocridad, es gracias al trabajo de todo su elenco. en el que se complementan la madurez de Ariane Ascaride con la espontaneidad de todos los jóvenes intérpretes. Éstos tienen bastante mérito, puesto que sus personajes son mucho más planos de lo que me hubiese gustado. Su transformación y sus motivaciones cambian de manera instantánea, y no llegamos a conocer bien a ninguno de los adolescentes. Ésto es lo que hace que acabe primando lo ocurrido en los campos de concentración y, por ende, convirtiendo a la película en una de tantas.
Una película más para poner a los chavales en los institutos. Una menos para sumar en lo que a aportación cinematográfica se refiere. Tan bienintencionada como olvidable.
Crítica publicada en @dfcinema: http://dfcinema.com/2015/05/16/la-profesora-de-historia-de-la-superacion-al-panfleto/