La pesca del salmón en Yemen
Sinopsis de la película
El doctor Alfred Jones (Ewan McGregor), miembro del Centro Nacional para el Fomento de la Piscicultura, debe su reputación a un trabajo pionero sobre la reproducción de los moluscos. Cuando su jefe le pide que estudie la posibilidad de introducir el salmón en Yemen, rechaza la propuesta rotundamente. Lo que ignora es que detrás del proyecto está un acaudalado jeque árabe (Amr Waked), empeñado en exportar el arte de la pesca con mosca al norte de Yemen. Sin embargo, el disparatado proyecto capta la atención de un ambicioso asesor del primer ministro, que ve en él una excelente oportunidad para mejorar el prestigio del Reino Unido en Oriente Medio y, de paso, consolidar su futuro político. Cuando el proyecto se pone en marcha, el doctor Jones se ve obligado a reconsiderar su dictamen inicial y a colaborar con la joven y atractiva representante del jeque (Emily Blunt).
Detalles de la película
- Titulo Original: Salmon Fishing in the Yemen
- Año: 2011
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
5.9
77 valoraciones en total
Es una premisa de calidad para el que escribe estas líneas conseguir pasar el rato con cualquier propuesta cinematográfica. Si, además, el director te trata como una persona mínimamente despierta con sutiles ironías y de paso intenta, al menos, comparar mundos o formas de vida opuestas o muy diferentes se agradece, y mucho.
No estamos ante ninguna obra maestra pero se consigue crear una cierta atmósfera que poco a poco y con delicadeza va conectando a los dos protagonistas a partir de una estricta relación laboral y a partir de vidas, a primera vista, antagónicas.
El director también intenta mostrar por contraste las diferencias de inicio y en apariencia irreconciliables entre diferentes ideas: rutinario-emocional, oriente-occidente, antiguo-moderno, pobre-rico, racional-místico,… en un guirigay sin demasiada coherencia.
También se introduce un elemento de crítica política en la figura de una divertida y agobiada jefe de prensa que hace y deshace según conveniencia las noticias a mostrar en los medios de comunicación.
En definitiva, una cinta que no es para tirar cohetes pero que se disfruta con cierta intensidad si te dejas envolver con el aire que transpira. Su puntuación es un 7
Curiosa y extraña película, sorprendente en el mejor de los sentidos, dulce y suave como la más potente emoción de nuestra vida. Extrafalario jeque árabe, con mucho dinero que malgastar, quiere llevar a término su último capricho para lo cual no duda en hacer uso de un rutinario funcionario británico, de vida acomodada y perfectamente predecible con la correspondiente ayudante que se rinde ante la majestuosidad de la campaña emprendida, mencionemos la oportuna baza política que todo ello conlleva. A partir de ahí, la extrañeza y el asombro irán cogidas de la mano. Resultando, al principio, sin sentido, aburrida y un poco tediosa -más si has acudido con una idea preconcebida por lo anunciado- es como esas fantásticas veladas que surgen inesperadamente, poco a poco, se va apropiando de tí todo el proyecto, así como cada uno de los personajes, llegando a disfrutar de su desarrollo, de la desenvoltura de un regalo magnífico que lleva el signo mismo de la vida -cuando ésta se empeña en algo, lenta pero de forma segura, va tejiendo sus hilos hasta mostrar un espléndido tapiz. La pareja formada por Mcgregor y Blunt son tan deliciosos como la historia que muestran, Kristin Scott Thomas es la salsa exquisita de la que no puedes prescindir (asombra en cualquier papel que se digne a ser interpretado por ella) y, dejado para el final por ser el principal personaje, la FOTOGRAFÍA es de una exquisitez, distinción y elegancia que…, para qué palabras! Una buena digestión para un recuerdo encantador es lo que ofrece este inusual drama, comedia, romance…, prueba tú a definirla?
Para quien ya ha pasado la fase de confundir la película con un documental, he de confesar que la idea de partida es interesante:
A un visionario yemení se le ocurre hacer una alianza de tribus a partir de la pesca, concretamente de salmones, y pide ayuda al gobierno británico. En un principio, un científico lo considera una auténtica locura: ¿cómo meter peces en el desierto? Pero entonces el gobierno, por intereses políticos y económicos, presiona al científico para que cambie su actitud .
Este planteamiento puede recordar y hacernos albergar ilusiones de que la película va a ser una suerte de Sí, Ministro , o de On the loop , es decir: una crítica descarnada a la política y a la burocracia, donde algo absurdo se convierte en una realidad por unos incompetentes. Yo sé algo de eso: de cómo gastarse una millonada en un proyecto netamente absurdo, como construir aeropuertos milmillonarios en lugares sin tráfico que tenemos en España, válgame el ejemplo.
En fin, que podría haber sido, pero no lo fue: lamentablemente, el director o guionista pretende hacer una comedia romántica políticamente correcta (que por cierto no está en el libro, y que el autor se ha sacado de la manga por motivos puramente comerciales), y por ahí se pierde la energía. Desde las primeras escenas de los dos protagonistas, ya sabemos exactamente qué es lo que va a pasar, pues lo hemos visto 50 millones de veces en otras tantísimas películas.
Y el problema es que esta parte romántica, desinfla cada vez la parte más interesante, como es la empresa visionaria del jeque y su llevada a cabo. Es decir: cada vez que la historia se torna interesante, llega una escena de 15 minutos donde los dos tortolitos se lanzan miradas, se insinúan, sí pero no, me gustaría pero no puedo, etc., en escenas bucólico-pastoriles que parecen un anuncio de Nescafé.
Al final, la película se acaba perdiendo por ahí, y porque las presiones y subterfugios políticos se presentan superficiales, cuando es la carga real de la historia.
Es decir: buena idea de principio, muy explotable, que se torna en una historia de amor convencional, insulsa y aburrida que acaba perdiendo todo el resto.
La película se limita a contar una historia, el espectador solo debe sentarse y querer disfrutar con ella. Ni artificios ni florituras, la película consigue lo que se propone.
El aroma a comedia inglesa se aprecie poco al principio, y se deja ver a medida que la trama avanza, la película se plantea de forma normal, juega con las tomas dividiendo la pantalla, de forma atinada. Los actores son el punto fuerte de una historia que ha ganado mucho gracias a forma de ser representada. Aplausos para Ewan Mcgregor, Kristin Scott Thomas es una mala fantástica, una madre de familia poderosa y decidida, y Emily Blunt también destaca, muy natural. Convencen sin problemas, y te adentran en una historia que habla de peces, pero que enseña y transmite valores. La trama se desarrolla, nudo, desenlace, no hay incoherencias, y acaba de forma elegantemente predecible.
En conclusión, una buena película, que consigue hacerse aún más grande con unos actores que aportan al receptor, que convencen y hacen bien su trabajo. Es graciosa, consigue hacerte reír sin problemas, convencionalismos los justos y necesarios. No es una comedia convencional, pero no es difícil disfrutar con ella, hay que verla con tranquilidad. Personalmente dejó un buen sabor de boca. Recomendable.
No entiendo cómo una película como La pesca de salmón en Yemen se llama La pesca de salmón en Yemen. Cierto es que la novela de Paul Torday en la que se basa la película de Lasse Hallström se titula igual… pero manteniendo el espíritu de la obra (la épica de las grandes obras nace del sueño de lo imposible) incluso podría ser coherente. Si alguien quiere saber la sinopsis de esta película tan sólo tiene que fijarse en su título. Realmente la película acaba y empieza allí…
Existe una gran y amplio sector de la crítica y de un ponderoso número de espectadores que mitigan la calidad de este tipo de propuestas bajo el mandato de la bondad y agradecida dulzura que las envuelve. Son propuestas neutras que no hacen daño, pese a no convencer del todo a una gran mayoría de cinéfilos… quedan como simples percepciones de ese terrible eufemismo: «Para pasar el rato». Cada vez que alguien recurre a esa frase (des)hecha muere una persona en alguna parte del mundo por atragantarse con su propia bilis. ¿Por qué negar lo innegable? La pesca de salmón en Yemen es un título-sinopsis y bonito póster retocado cromáticamente en photoshop.
Todo se reduce al plano subjetivo de una trucha en un estanque para mostrar dramáticamente la puesta en escena de la ruptura de un matrimonio. Si alguien me explica por qué Hallström quiere mostrarnos dicha percepción le regalo una mosca para pescar. Sinceramente no puedo ser parcial con la película que nos propone el director de Mi vida como un perro. En estos tiempos de crisis económica, paro y hambre ver como un jeque quiere cumplir su sueño de importar la pesca del salmón con mosca a Yemen y fulminarse 50 millones de libras me parece algo vergonzoso e indignante. Es cierto que el filme quiere retratar precisamente esa concepción de los sueños que pueden ayudar a otras personas, que finalmente podría tratarse de un pueblo y conjunto global. Los cambios positivos alrededor cambian a las personas que viven en ese escenario. Pero más allá de dicha postal y el romance más aséptico visto en pantalla desde Lo que queda del día, no me parece romántica ni siento nada cómico en esos marcados personajes, que tienen la oportunidad de cambiar sus vidas para ser ellos mismos. Además, cada vez que veo en pantalla a Emily Blunt se persona en mi cerebro Katy Perry y espera que se marque el cover de Rebecca Black. Justamente veo esta película como el hit ‘Friday’: su letra dice todo y realmente no cuenta nada.
Es más, me preocupa que un terrorista armado con una pistola decida atentar contra la vida de un jeque en la ladera de un río vestido con unas bermudas talibanas y unos horribles y protuberantes calcetines urkelianos que emergen de unas botas de militar. Me preocupa que Ewan McGregor quiera ser el nuevo Indiana Jones. Ciertamente me preocupa que alguien quiera dar lógica al absurdo… aunque realmente La pesca de salmón en Yemen quiera hablarnos precisamente de eso.