La muchacha del trapecio rojo
Sinopsis de la película
Nueva York, principios del siglo XX. Biografía sobre Evelyn Nesbit, una joven corista que realiza un número bastante popular en el trapecio. Transcurridos algunos años, es la mujer de un celoso millonario que no puede soportar los romances que tuvo su esposa en esa etapa disoluta de su vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Girl in the Red Velvet Swing
- Año: 1955
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
6.7
92 valoraciones en total
Poco sabríamos hoy de la modelo y corista Evelyn Nesbit si no hubiera estado implicada en un crimen que conmocionó a Nueva York en 1906 y que dio origen a esta película.
Evelyn, tras una infancia difícil por la pérdida de su padre, sacó provecho pronto de su belleza bajo los consejos de una madre calculadora. Es famoso el retrato que le hizo Charles Dana Gibson para una revista, titulado Eternal question, en el que el cabello de la modelo tenía forma de interrogante.
Introducida fácilmente en el ambiente de la alta sociedad, conoció a los 16 años a un arquitecto multimillonario y cincuentón, Stanford White, quien tenía un famoso picadero presidido por un columpio rojo, donde las chicas se columpiaban bien ligeras de ropa. Un columpio, y no un trapecio, como decía el desafortunado título en español. No estábamos en un circo. O a lo mejor sí, porque desconocemos los detalles de las fiestas del señor White.
Como el millonario juerguista estaba casado, la joven no pasaba de concubina, así que, tras quedarse embarazada del joven actor John Barrymore y someterse a un aborto (parece ser que fueron varios a lo largo de su vida y camuflados de apendicitis), contrajo matrimonio con otro millonario, que por desgracia se encontraba algo desequilibrado.
La historia daba para mucho más, pero en los años 50 las biografías se limitaban a ensalzar las virtudes del protagonista, y más todavía cuando la misma Evelyn Nesbit supervisó todo lo que se contaba en ella.
Así que el guion se esforzó en mostrar a una inocente chavalita, recatada y modosa, que sentía un amor sublime por el vejete y no estaba para nada interesada en su dinero. Los mohines de niña buena de Joan Collins no permitían una actuación destacada, más sabiendo que era una actriz con indudable potencial (para compensar, ese mismo año protagonizaba Tierra de faraones).
En la película, White tenía la atractiva presencia de Ray Milland. En la realidad era mucho más feo y lucía un mostacho que dejaba pequeño el del superintendente de Mortadelo y Filemón.
Pero aunque la historia se maquillaba (por ejemplo se eliminaba el personaje de John Barrymore y sólo se le mencionaba al enviar unas flores), el tortuoso camino de Evelyn quedaba bien reflejado, y Ray Milland (siempre una garantía), mostraba una atracción obsesiva que disfrazaba de absurdo paternalismo.
Además el vestuario y la decoración de interiores resultaban atractivos, y varios momentos quedan en el recuerdo.
En un ambiente refinado y exquisito, aunque lleno de rivalidades, la acción plantea muchas dificultades para realizar una película pero R. Fleischer sabe crear la atmósfera adecuada, encuentra el modo para activar los resortes de la tensión psicológica y es capaz de infundir veracidad y contundencia a un relato de perfiles sinuosos.
La tramas se imbrican en un ejercicio de notable habilidad y, aunque algunos detalles quedan algo faltos de concreción, la tónica general raya a gran altura y se agradece la soltura de su fluidez narrativa
La fase judicial adopta un inesperado carácter melodramático y presenta un interesante conflicto de intereses en el ámbito dialéctico al que el director da cumplida respuesta desde la perspectiva cinematográfica en una labor a la que no son ajenos C. Brackett y W. Reisch.
Y eso que las brumas de carácter retrógrado agrandan su sombra de tal forma que parece que ninguna luz podrá iluminarlas.
Debe hacerse especial mención a R. Milland, a F. Granger y a J. Collins que, en sus respectivos papeles, contribuyen de forma notable al éxito del largometraje.
Un hombre maduro, respetado arquitecto de éxito, es envidiado por un caprichoso joven de aristocrática familia. El amor sincero de un cándida y bellísima joven hacia el primero agrava las envidias del joven provocando una situación sin retorno que marcará la vida de los tres…
Brillante drama rodado por Fleischer con pulso firme pero contenido dramáticamente(contención que sólo se rompe en el momento clave del filme que nos ocupa en el que aparece el trapecio como elemento liberador), con una utilización notable de los colores y de la música, en el que brillan con poderosa luz las interpretaciones de Ray Milland (crepuscular, enigmático, con una infinita gama de matices) y Joan Collins (excepcional delicadeza, sinceridad).
Filme profundo, alegórico, de una madurez intelectual digna de elogio, contemplativo, falla no obstante en varios aspectos, el desesperantemente mediocre Farley Granger y el dibujo que de su personaje hace el guión son de una sutilidad inferior que el resto del notable conjunto logrando desequilibrarlo.
La joven corista Evelyn Nesbit (Joan Collins) es la fuente de la discordia entre dos hombres millonarios de la ciudad de New York. Uno es el famoso arquitecto Stanford White (Ray Milland), un hombre que puede ser el padre de Evelyn, además de ser casado. El otro es el joven Harry Kendall Thaw (Farley Granger) un ser caprichoso y pendenciero. Stanford y Harry se enfrascaran en una lucha por el amor de la joven corista, pero las consecuencias para ambos serán desastrosas.
El legendario actor Ray Milland, ganador del Oscar en The Lost Weekend (1945), se luce con su personaje, la crítica la considera como una de sus mejores interpretaciones, un hombre que vive perturbado por un amor imposible. El actor Farley Granger, conocido por el film Strangers on a Train (1951), luce magistral en el personaje del joven que envidia a su eterno rival. Ambos personajes ocultan sus más oscuras perversiones.
La bella y sensual Joan Collins, con tan solo 22 años y sin mucha experiencia, lucio muy convincente y logro llevar bien su personaje principalmente en las escenas junto a Ray Milland y a Farley Granger. Originalmente para este personaje de Evelyn Nesbit se considero a Marilyn Monroe, pero luego se negó a hacer la película.
El film está basado en la vida de Evelyn Nesbit (1884-1967), una actriz, modelo y corista, célebre por su relación en el asesinato de su ex-amante, el arquitecto Stanford White, por su marido Harry Kendall Thaw, uno de los crímenes más recordados de la ciudad de New York de principios de siglo veinte. También Evelyn Nesbit fue asesora de este film.
Drama clásico con una dirección artística muy efectiva que incluso el ínclito Farley Granger que algunos le tildan de sosaina, aquí representa perfectamente un hombre atacado por esa obsesión enfermiza que son los celos, incluso inmóvil, quieto, se siente cómo se le quema la sangre, y Ray Milland, el arquitecto, con su demostrada profesionalidad aguanta estoicamente el cabreo sumo que le ocasiona al otro con su presencia. Y es que el arquitecto, en el Club, un Club de categoría que sería para gente aristócrata si tuvieran títulos valederos (se siente), pero allí no hay, impidió la incorporación del señor empresario a dicho Club enseñando la bola negra. Un insulto, y encima en los restaurantes el señor arquitecto le quita la mesa reservada del otro, como se ve, siempre ha habido clases y siempre las habrá, no lo dudéis.
El papel de Joan Collins es convincente aunque a mí no me convence especialmente. Señalar también el gran cuidado en la dirección de todos los secundarios, especialmente eficaces en su labor para crear un ambiente de solemnidad y esquisitez para marcar más la violencia demente del celoso, violencia atemporal porque aunque nos dicen que son hechos ocurridos en 1906, ocurren todos los días de la misma forma y maneras, con las mismas expresiones y amenazas, es fácil suponerlo.
Aconsejable como drama pasional con juicio incorporado y un final que no sé cómo tomármelo. Pero ahí tal vez radique otro punto a su favor. No sé, pero creo que podría denominarse…