La luna es azul
Sinopsis de la película
Don Gresham (William Holden), un joven y apuesto soltero, conoce a Patty ONeill (Maggie McNamara), una aspirante a actriz, en el Observatorio del Empire State Building de New York. Entablan una agradable conversación y deciden ir a cenar, pero una tormenta arruina sus planes. Cuando se disponen a comprar comida para cenar en el apartamento de Don, entra en escena David Slater (David Niven), un vecino que se muestra tan encantado de conocer Patty que la chica lo invita a unirse a la cena. Don y David habían sido buenos amigos, pero cuando Don rompió su relación con Cynthia, la hija de David, se convirtieron en enemigos irreconciliables. La situación se complica al entrar en escena Cynthia. Divertido vodevil.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Moon Is Blue
- Año: 1953
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
6.5
37 valoraciones en total
Otto Preminger debió de aprender más cuando rodó aquellas dos comedias con Ernst Lubitsch, porque está claro que no es su fuerte, creando unas insulsas escenas que el propio Lubitsch o Wilder hubiesen sacado más partido, aunque también hay que decir que el guión no da más de sí.
La fuerza de la película está en el personaje de Maggie McNamara -que realiza una gran interpretación-, como esa muchacha habladora, ingenua y virgen… y también en el carismático personaje de David Niven, que desde su primera aparición le da un toque de aire fresco a la película. William Holden que podía ser un buen actor de comedia aquí no aporta nada más que su bonita cara… como curiosidad ese mismo año actuó junto a Otto Preminger en el clásico de Wilder Traidor en el infierno , realizando una de sus mejores interpretaciones.
Para terminar, asistimos a una película un tanto anodina, pero que para pasar un rato agradable no está mal.
Comedia romántica teatral con poco silencio, diálogos a discreción, inteligentes, otros no tanto, pero bien hilados sin excepción. No es nada extraordinario, aunque un vodevil no es común en mi lista, pero ver una versión cómica del Tranvia llamado deseo, da para análisis.
Las actuaciones son aceptables comenzando por un cumplidor William Holden, un entretenido David Niven y cerrando con broche de oro con Maggie McNamara. Ella es el eje de la película, con un personaje bastante curioso: ingenua pero no, frágil pero no, libertina pero no, en fin, una mujer indecifrable. Lo que si es obvio, es que es directa a más no poder, de forma imprudente pero graciosa habla de más y no deja lugar a dudas de que podrá ser extraña más es pasible de enamorarse.
Insisto en que no es un gran guión, sin embargo entretiene ver rasgos atípicos en la pantalla grande: atiborrado de diálogos, pocas locaciones y situaciones poco comunes pero divertidas.
Sabemos que el cine como la literatura es ficción, mímesis para ser exacto, imitación de la realidad. Aquí, a primer atisbo, resultan inverosímiles las escenas y las características de los personajes, pero luego de considerar la complejidad de la mente humana, sí, existen este tipo de personas, parejas y relaciones.
Comedia que tuvo 3 nominaciones, una de ellas a mejor actriz (Maggie NcNamara), realmente, lo que más merece la pena.
Esta entrega era más apropiada para una obra de teatro, escasamente 4 actores en toda ella, ni un solo exterior, y un guión deslavazado al que únicamente la actriz Neuyorquina, le saca partido con su excelente interpretación.
El resto de intérpretes hace lo que puede ante unos papeles poco transcendentales.
Comedia muy decepcionante de un Otto Preminger que está para otras cosas. Floja
Joseph I. Green (1890-1965) fue un tristemente recordado hijo de Philadephia, EEUU, criado en un hogar de estrictas reglas católicas, y por supuesto, formado en colegios religiosos donde las reglas eran también un común denominador desde que se levantaba hasta que se acostaba… pudiendo, sólo en sueños, ser un hombre libre como tanto deseaba. Su educación le sirvió para desempeñarse como reportero en el Servicio de Extranjería… se casó… y pronto entró a trabajar en la oficina de Will H. Hays, donde pudo aplicarse como el nuevo censor, jefe de la PCA (Production Code Administration), en buen castellano: Código de Censura de la Producción Cinematográfica, la cual funcionaba con las excesivas, ultraconservadoras, y en apartes, ridículas reglas que el deplorable Hays, había redactado algunos años atrás.
La presencia de Green en este escenario significó que, desde el 1° de julio de 1934 hasta 1954, fecha de su retiro definitivo de la PCA -cuando fue reemplazado por Geoffrey Shurlock-, innumerables películas de alto valor fueran suspendidas durante su rodaje, otras tuvieron que ser total o parcialmente re-filmadas, muchísimas fueron recortadas luego de su estreno, e incontados guionistas se vieron abocados a reescribir… o a ver totalmente tergiversados sus textos originales.
Algunas de las frases del deplorable código rezaban (los paréntesis son nuestros):
-Las escenas de pasión no pueden ser introducidas mientras no sean esenciales en la trama (Cuando eran esenciales lo decidían ellos y sino… ¡Tijera!).
-Excesivos y lujuriosos besos no serán mostrados (Lo que para el director podía ser un dulce beso, para Green podía resultar vulgar y pecaminoso. ¡Tijera!)
-¡Diablos!, ¡Hijo de perra!, ¡Maldita sea!, y otras expresiones vulgares y profanas (virgen, preñada, seducción, amante… según se les antojara) están totalmente prohibidas.
Acérrimo defensor de la libertad, y como nosotros, con marcada repulsa ante la hipocresía de una nación que fomentaba la guerra, invadía países, sostenía y asesoraba las más atroces dictaduras, mancillaba a los negros, indios y demás minorías raciales… y enseguida se mostraba moralmente ofendida porque en una película alguien decía, ¡mierda!, el director Otto Preminger –defensor además de los perseguidos durante la Caza de Brujas a quienes cada que pudo empleó en sus películas-, adaptó la corrosiva obra de F. Hugh Herbert, La Luna es Azul, que había sido un éxito en el teatro, y con intencionada aspiración de acabar de una vez por todas con el mojigato y ridículo código, violó todas y cada una de las reglas que citamos arriba, incluyó una buena dosis de aquellas palabras prohibidas, y demostró que, perfectamente, podían aplicarse en una historia tan moral, digna y edificante como la que más.
LA LUNA ES AZUL, es una historia de amor, dulce y divertida, en la que, una muchacha virgen cuyo mayor logro ha sido participar en un comercial de cerveza, decide acompañar a su apartamento a un hombre mayor que ella, tras haberle conocido en una tienda y después de empatizar con él en el mirador del edificio Empire State, donde estuvieron luego. Una tercera persona, el suegro del arquitecto, y luego una cuarta, la novia de este último, entrarán en escena para bordar un simpático enredo amoroso, con el que se desnudará la hipocresía, se demostrará que, cuando se quiere, la dignidad es defendible en cualquier parte, y que un beso efusivo puede darse sin por ello perder la virginidad.
Infortunadamente, se vuelve imprescindible contextualizar esta película en su particular momento histórico porque, de lo contrario, puede llegar a causar cierta decepción.
Gratas actuaciones de Maggie McNamara (quien estuvo también un tiempo en la temporada teatral) como la locuaz Patty O’Neil, David Niven, el suegro picarón, y William Holden como el cazador cazado, Donald Gresham.