La juventud
Sinopsis de la película
Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar, desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de Buckingham, con motivo del cumpleaños del príncipe Felipe.
Detalles de la película
- Titulo Original: Youth - La giovinezza
- Año: 2015
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
7
66 valoraciones en total
Puede sonar a perogrullada, pero el espíritu de La gran belleza sigue presente en Paolo Sorrentino. En su última película, Youth, explora el paso de los años, las decisiones que uno toma en su juventud y el resultado que se obtiene con ellas. Pone una mirada en el pasado para analizar el presente y el futuro, sin olvidarse de incluir su peculiar mirada artística. Michael Caine interpreta a un director de orquesta, ya retirado, al que le piden un último encargo bastante particular. Le acompaña Harvey Keitel, que da vida a un director de cine que busca firmar su última gran obra maestra, su testamento fílmico en vida. Los dos se encuentran de retiro en un centro de spa en los Alpes suizos, un lugar idílico, plagado de la fauna (animal y humana) más variada, donde explorar su tiempo, sus recuerdos y el legado conseguido, «nuestro legado, que también es una perversión».
En un mundo de selfies, de bicicletas de última gama a caballito, de cuerpos tallados a golpe de photoshop, de grandes dramas frente a pequeños problemas y de videoclips pop que han perdido personalidad, el legado se convierte en algo indispensable, pero es un legado que llega viciado, y que las generaciones que llegan convierten en un arma a favor de lo convencional. Sorrentino repite su discurso crítico enmascarado de comedia agridulce, en esta ocasión contra la vuelta al pasado, los arrepentimientos y los presentes autodestructivos. En su mirada encontramos pasión y hastío a partes iguales, y acude, para ello, a los recuerdos, aquellos que aún permanecen, los que ya no están presentes y los que regresan en algún paréntesis de revelaciones lúcidas. Se intuye cierto miedo del propio Sorrentino a la desaparición, al olvido de lo que algún día supuso para el cine, aunque sus intenciones parecen claras cuando apunta a que la televisión es el presente y el futuro. ¿Tendrá algo que ver la mini-serie que el realizador italiano está preparando?.
Youth resulta una descarga sensorial, tanto por lo que se ve como por lo que se oye, una perfecta coreografía orquestada por el maestro Sorrentino con la música que corre a cargo de Fred Ballinger (Michael Caine), y donde la simpleza de su sonido radica en la sencillez de sus instrumentos, una batuta al servicio de la naturaleza, única inspiración de Ballinger en este mundo que empieza a conocer, un mundo donde los sentimientos están sobrevalorados, en el que se piensa siempre en el pasado y se dice pensar en el futuro, un mundo en constante avance donde lo imposible se vuelve posible.
Sorrentino rueda la vida como si de una lección se tratase, una lección a través de unos prismáticos donde todo se ve más cerca o más lejos, dependiendo del lado por donde se mire. La distancia más corta la coloca en la juventud, pero ¿qué es la juventud? Eso es lo que nos preguntan sus protagonistas: Michael Caine, que ya no resulta tan icónico como el Jep Gambardella al que Toni Servillo dio vida en La gran belleza, pero nos ofrece un Fred Ballinger irónico y taimado, y Harvey Keitel, el director de cine hastiado, un secundario de lujo que nos regala un personaje delirante. Junto a ellos, un desfile de grandes secundarios ayuda a ver la luz al final de esa pregunta, en cabeza Paul Dano y Jane Fonda, sendos papeles pequeños pero intensos y ricos en matices interpretativos, sin olvidar la aparición estelar de la enorme representación de una conocida estrella del fútbol, una reiteración de los años de gloria y punto fuerte de la crítica cómica agridulce del italiano.
En el fondo Youth resulta un canto a la belleza, esa que acompaña a los personajes acomodados de las altas esferas, esa que parece inherente a una juventud perenne no aparejada al paso del tiempo, sino a un estado de ánimo, a un don que sólo habita en los espíritus elegidos. Por eso hay jóvenes que se comportan como ancianos, y ancianos que desbordan una juventud envidiable. Sólo hay que recordar que al final lo que queda de cara al exterior es la juventud, el divino tesoro con el que Sorrentino nos vuelve a enamorar.
Paolo Sorrentino ha querido repetir la fórmula que le llevó a ganar un Oscar con La gran belleza. En ella, contaba la angustia existencial de un escritor reconocido en medio de una Roma salvaje, llena de excesos, tal y como ya la había retratado Fellini en La dolce vita. Dentro de esta comedia alocada se escondía una crítica feroz hacia la alta sociedad y sus modos de vida.
Ahora en Youth, decide reflexionar sobre la vejez y el paso del tiempo. Donde antes había locuras y juergas, ahora hay tranquilidad y meditación. Los dos protagonistas hacen balance de toda una vida, de lo que han conseguido, de aquellos amores fallidos, de lo que se arrepienten y de los que nunca pudieron hacer. Hace ya tiempo que están alejados del primer nivel en el mundo del arte, ya sea por decisión propia (Fred Ballinger) o por fracasos (Mick). Y es que la película es un canto a la vida, a las ganas de vivir y a no desaparecer. A que te recuerden y a no ser olvidado a pesar de lo que lograste. El pasado está ya muy lejos, de la misma forma que si lo estuvieras mirando a través de un prismático al revés, y casi es irreconocible, pero aun queda mucha vida por delante.
Fred Ballinger ha dejado el escenario por el campo, ha sustituido la batuta por un pequeño plástico. La música le privó de la realidad durante mucho tiempo, olvidando cosas más importantes. Pero ahora es libre para dirigir la vida a su antojo, como si de un concierto se tratase, dándole ritmo a los sonidos de la naturaleza y silenciando aquellos que no le gustan.
Otro de los personajes que acompañará al dúo protagonista es Jimmy Tree ( Paul Dano ) un actor de renombre al que le recuerdan solo por hacer de robot en una película que él detesta. A diferencia de Mick, que se pasa horas trabajando en el guión de la que será su última película junto con un equipo de guionistas, Jimmy se pasa el día contemplando a todos los que le rodean, como si fuera él ese abuelo que ya no tiene nada que hacer. Y es que la juventud a la que hace alusión el título no es al mero físico, sino a las ganas de sentirse con fuerza y seguir adelante.
Sorrentino continúa creando ambientes pomposos, muy cuidados y en perfecta simetría. Incluso mete un videoclip a modo de sarcasmo por las diversas críticas que decían que sus películas eran meras piezas musicales. Dejando un lado el tema de la vejez, también incluye críticas -aunque escasas- a otros temas, como es el de la preferencia social a la belleza antes que a la inteligencia, o el de la evolución de la televisión que le va comiendo el terreno al cine. Poco ha quedado de los diálogos ingeniosos e ironicos de Jep Gambardella.
A diferencia de La gran belleza, aquí parte desde un planteamiento simplista – vejez vs juventud- y lo adorna con florituras musicales que parecen únicamente puestas para disfrute del espectador. Ya no hay escenas freneticas y todo parece estar más contenido. Se sigue apreciando – menos, aunque hay algo- la esencia de Fellini pero esta vez más cercana a Ocho y medio y no a La dolce vita, como la escena donde Mick ve a todas sus musas. Además, el resto del elenco parece que está presente con el único objetivo de terminar en un gag. Ahí queda la imitación de Maradona, de la pareja de abuelos que no se habla pero que no puede estar separados el uno del otro, o del resto de personas hospedadas en el hotel. Sin olvidar la última escena de Jane Fonda cuando está subida al avión o la breve aparición de Paloma Faith. La historia del desengaño amoroso de Rachel Weisz no nos acaba de encajar al igual que su posterior intento de romance con el alpinista, solo nos sirve como vehículo para llevarnos al pasado personal de Fred Ballinger.
Youth ha perdido la frescura que tuvo La gran belleza pero sigue siendo de un gran disfrute sensorial y además, para los que acabaron saturados con la vida de Gambardella, esta es menos irritante.
https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/30/la-juventud-youth-la-giovinezza/
Tuve la suerte de ver esta película bajo unas circunstancias muy favorables: con muchas ganas de ver el siguiente trabajo de Sorrentino tras la magnífica La gran belleza, sin apenas referencias acerca del argumento y en el marco del festival de Sitges con lo que eso conlleva: estreno, cine a rebosar, auditorio con pantalla gigante, ambiente de festival, primera fila, audio increíble…, y varias semanas antes de su estreno en salas, con lo que nadie me iba a influenciar. El contexto me acompañaba, y la película no me defraudó, a pesar del peligro que conlleva invariablemente la siguiente película que un director hace tras una obra maestra.
Lo primero que me llamó la atención fue que había escuchado rumores acerca de que esta película la había hecho con las sobras de La gran belleza. Pues sí que debía tener metraje sobrante para poder hacer dos películas con todos los actores diferentes, rodada en dos países diferentes y en un idioma diferente!!!!
En La juventud que nos ocupa aparecen Michael Caine y Harvey Keitel como una pareja de viejos amigos, más amigos que viejos, pasando unas vacaciones en un balneario para ricos en los alpes suizos y arreglando el mundo con sus divagaciones de viejunos. Para mí, de las mejores parejas cinematográficas de los últimos años. Aparece también Paul Dano como secundario de lujo (me sonaba este chico de cara asimétrica, no en vano ya había hecho buenos papeles en Little Miss Sunshine, Prisoners o 12 años de esclavitud, pero sobretodo me gustó como protagonista de la sorprendente Ruby Sparks, de los mismos directores de Little Miss Sunshine). Aparece igualmente Rachel Weisz cumpliendo muy bien con el cometido de dar vida a la hija de Michael Caine, la tenía por medio desaparecida desde su papelón en El jardinero fiel (que le valió un Oscar y un Globo de Oro), la más discreta Agora, My Blueberry nights o Langosta (de Giorgos Lanthimos, y que todavía tengo pendiente, pues no me quito de la cabeza la estupenda Canino).
Así que tenemos bastantes ingredientes como para no considerar esta película como sobrante de La gran belleza. En lo que sí observo similitudes con su anterior trabajo es en el exquisito gusto por la estética, en el cuidado manejo de los tiempos y en la banda sonora como elemento fundamental del desarrollo del film (todo esto me recuerda a un poco al cine de Xavier Dolan, con las diferencias evidentes en otros aspectos). Todo ello junto me hizo pasar a mí y a los que me rodeaban en las butacas (estoy seguro) las mejores 2 horas de cine en lo que llevamos de año. Con una sonrisa permanente en la cara que no se borró tras los títulos de crédito y todavía asoma al recordar la película.
Puedo entender que Sorrentino moleste. Su estilo es tan pomposo y arrogante que es más fácil que provoque rechazo que otra cosa, pero a mí, que me rindo ante su suntuosidad, consigue hechizarme. Tras el viaje que supone el visionado de La Grande Bellezza (2013), una visita a la mundanidad y una búsqueda de la belleza a través de la literatura, podríamos decir que Youth (2015) es la mirada atrás en el camino, y a la vez, la mirada al frente, hacia el vacío de incertidumbre al que nos aproximamos desde el momento exacto en el que llegamos a este mundo. El que mira, a través de unas grandes gafas color café, es un Michael Caine poseído por un viejo y afamado compositor de música clásica, Fred Ballinger, que se encuentra atascado en su propio presente, viviendo, según le cuenta él mismo al médico que lo chequea, empujado por la apatía, aterrado por lo que le espera más allá del lujoso hotel donde pasa sus vacaciones.
En ese mismo hotel se encuentra su amigo Mick, interpretado de manera maravillosa por Harvey Keitel. Mick es un experimentado director de cine, entusiasta a pesar de su edad, que está deseoso de realizar una última película que le sirva como testamento artístico. Para ello trabajará con un jóven grupo de guionistas y con la que ha sido su musa durante toda su carrera: Brenda Morel (Jane Fonda).
Ambos entablarán amistad con Jimmy Tree (Paul Dano), un actor talentoso, frustrado por el origen de su éxito (interpretar a un robot) que busca ansiosamente pulir los detalles que le permitan perfeccionar el próximo papel que tiene entre manos.
Fred y Mick dan largos paseos por los caminos que bordean los bosques alpinos, disfrutan de las lujosas instalaciones de un balneario exclusivo, y hablan sobre su pasado, su presente y su futuro mientras observan como desfila ante ellos una extravagante colección de personajes: una Miss Universo con una mente cultivada y esculpida en un cuerpo perfecto, un dios roto del fútbol (homenaje a Maradona) con Karl Marx tatuado a la espalda, un monje que es capaz de elevarse sobre las inmundicias terrenales, una masajista que cree que no tiene nada que decir pero que es capaz de decirlo todo sin mover la boca, una pareja de ancianos que se guarda odio en forma de silencio y un deseo sexual que sobrevive al tiempo, prostitutas poco agraciadas, un niño que aprende y una niña que enseña…
A través del ecosistema anteriormente descrito, y gracias a una banda sonora y una fotografía sublimes, Sorrentino consigue mantenerme en todo momento en un estado de tensión emocional constante, abrumado por su imponente belleza, mostrando mediante una catarata de detalles la importancia de la amistad, el absurdo necesario que supone perseguir los sueños, la pesada carga de crecer sin olvidar o haber crecido y olvidado, fallar, morir. Desgarrador, por poner un ejemplo, el monólogo que se marca Rachel Weisz, interpretando a la hija de Fred, mientras destapa, rememorando su infancia, todos los fantasmas de su padre, dando rienda suelta a un arrebato de odio injustificado.
Además, todo esto se consigue mientras se homenajea a la música como creadora de nuevas emociones, al fútbol como absurdo magnífico y necesario, y sobre todo al cine, como ficción más allá del arte, como deseo puro y primero de trascender al papel de extras que nos ha tocado en esta vida.
Quizás no consiga ser tan redonda ni personal como La Grande Bellezza, donde a uno le resultaba más fácil identificarse con el irresistible personaje de Jep Gambardella mientras vagaba en su espiritual búsqueda por las calles de Roma. Sin embargo, en Youth, la complicidad se reparte entre los personajes y los momentos que éstos comparten, creando un goteo emotivo que acaba, más tarde o más temprano, inundando al espectador, hasta embargarlo por completo en el tercer acto.
El desenlace y lo que se extrae de él, duele. Duele y a la vez reconforta. Es difícil de explicar porque la película acaba conteniendo tanto que al intentar desmenuzarla se descompone en nuestras manos. Podría intentar relatar mis escenas favoritas, contaros por qué algunos planos me dejaban sin aliento, el motivo de que ciertos diálogos me emocionaran o la reflexión final con la que me quedo, pero no serviría de mucho, el arte es subjetivo. No se puede explicar Youth al igual que no se puede explicar la vida. Ambas hay que vivirlas.
Más en: https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/11/16/youth-sorrentino-y-la-vida/
Sin entrar en profundidad, sólo puedo decir que no me hechizó, no conseguí entrar en La Juventud . Sentía que, probablemente, estaba frente a una obra maestra para algunos espectadores, pero ni el trama ni mucho menos los personajes, consiguieron atrapar mi interés… Ni mover mis sentimientos.
La música, las imágenes, los paisajes…. Todo el conjunto resultaba atrayente… Los actores, el título, el trailer (que me encandiló)…. Y, sin embargo, no sentí.
Quizá hubo golpes de complejidad … Sentía que cada imagen, cada palabra, tenía un sentido en esa película…. Pero un sentido que no me atrapaba…
Retales de magnificiencia, con costuras mal cosidas.
La escena final me recordó a la magnífica escena final de El Concierto . Pero en La Juventud me resultó fría, forzada a sentimentalismos…
Siento no sentir, Sorrentino.