La joven de la perla
Sinopsis de la película
Delft, Holanda, 1665. Griet entra a servir en casa de Johannes Vermeer, el cual, consciente de las dotes de la joven para percibir la luz y el color, irá introduciéndola poco a poco en el mundo de su pintura. Maria Thins, la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros. Griet se enamora de Vermeer, aunque no está segura de cuáles son los sentimientos del pintor hacia ella. Finalmente, el maquiavélico Van Ruijven, envidioso de la intimidad de la pareja, se las ingenia para que Vermeer reciba el encargo de pintar a Griet. El resultado será una magnífica obra de arte.
Detalles de la película
- Titulo Original: Girl With a Pearl Earring
- Año: 2003
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
6.4
52 valoraciones en total
La película merece la pena porque es una preciosa recreación visual del mundo pictórico de Vermeer, incluyendo los halos de luz trascendental, los colores, las texturas, la atmósfera casi reverente que rodea a sus costureras, lecheras y criadas. Más allá de esto, ¿qué falla?
1- En primer lugar, que la traslación de un lenguaje literario muy sutil a la gran pantalla resulta inexplicablemente insulso.
2- En segundo lugar, la historia daba para un mediometraje…no una película.
3- En tercer lugar los actores. Colin Firth no me cuadra en su irregular encarnación de Vermeer, momentos temperamentales inclusive. Scarlett Johansson exhibe su amplio abanico de registros actorales* una vez más. Y Cillian Murphy, aunque a nivel interpretativo es implecable, no da el pego como aprendiz de carnicero holandés, se siente. Tampoco lo daría Antonio Banderas, si a eso vamos.
Darle una oportunidad y seguramente os gustará, pasaréis un ratito de lo más estético y no sentiréis que habéis perdido el tiempo…aunque probablemente tampoco lo habréis ganado.
He de resaltar muchas cosas de esta película que hacen que sea fotográficamente bella como pocas y en conjunto bastante buena:
– La minuciosidad de los planos, buscando cada detalle y recogiéndolo con una elegancia exquisita: el reflejo en un espejo, una mirada esquiva, el roce de unos dedos… Cualquier pequeño detalle nos lleva al siglo XVII holandés.
– La fotografía es excepcional, pero también lo es el vestuario, el decorado, la puesta en escena y la dirección artística.
– La sutileza de las relaciones surgidas y no manifestadas. Me encanta como se trata la relación que surge entre el pintor y su criada.
– El trabajo de la Johansson, digno de aplauso, difícil, lleno de primeros planos, rostro muy expresivo, intensidad en todo lo que hace o dice, emoción retenida… transmite siempre una poderosa interioridad.
– La música también es buena, creando un ambiente de deseos, mostrándonos a una muchacha desconcertada ante lo que se le presenta.
– Parece mentira que se trate de un debut en el mundo del cine. Su director promete, y mucho.
– Las miradas y los silencios elocuentes son lo mejor de esta expresiva película donde todo en ella es sutil, bello y elegante.
Muy recomendable.
1) La identidad de la modelo del cuadro de Vermeer Muchacha con turbante, también llamado La joven de la perla, es un enigma. Se dice que como la perla simboliza la castidad la retratada podría ser una novia en vísperas de boda. Se dice también que podría ser una de las hijas del pintor*.
La novelista Tracy Chevalier imaginó una identidad para ese rostro de mirada entregada y boca entreabierta. Imaginó también acontecimientos a desembocar en la realización del retrato.
Peter Webber filmó la película ciñéndose tanto al argumento novelesco como a la especialísima iluminación del pintor holandés, luz tamizada por las ventanas de vidrio emplomado y posada como una fina gasa sobre los objetos para suavizar sus contornos. El mérito fotográfico es de E. Serra.
2) Para recrearse en lo pictórico, la parte narrativa se resuelve apoyando en la novela el guión convencional y sólido, de fuerte simetría: un plano cenital sobre el gastado mosaico en el pavimento de la plaza de Delft muestra a la joven Griet, al principio yendo y al final volviendo, yendo a su empleo de criada en la casa del pintor, al encuentro de las vicisitudes que fijarán para siempre algo de su alma en un pequeño lienzo.
3) Con delicadeza y preciosismo, con exquisitez casi, el relato se entretiene en lo visual, en la diaria vida de mercado y botica, bodegones de carnes, mantecas, cerdos y verduras, cocinas, vajillas y cubiertos, vida de patios de ladrillo rojo y callejones con antorchas, canales e interiores abigarrados…
Pero se adentra asimismo en detalles del quehacer artístico y la dinámica social de los encargos: al exhibir en el recóndito taller una cámara oscura despliega una teoría óptica, y otra pictórica al explicar cómo usaba Vermeer sucesivas capas tras secarse el color, sobre una veladura azulada. Y la elaboración de pigmentos con mortero, como en cocina alquímica: goma arábiga, ollejo de uva, malaquita, bermellón, aceite de linaza, carbón animal…
4) Todo ello envuelve a la joven criada, procedente de un lúgubre hogar calvinista, y despierta una sensibilidad estética que propicia una comunicación silenciosa con el maestro.
Juego de miradas, órdenes escuetas.
En un contexto puritano hay nimiedades que se cargan de incendiaria energía sexual, y más si la actriz restringe por norma la exhibición de su cuerpo: cuando la cofia deja al descubierto la cabellera pelirroja todo arde, como al humedecer los labios, o al perforar el lóbulo para el pendiente.
5) El actor que encarna a Vermeer, Colin Firth, cae en el tópico de caracterizar a un artista como tipo de mirada invasiva e impertinente, y su tensión creadora como si fuese malestar gástrico.
Scarlett Johansson demuestra talento y gana el protagonismo: representa muy bien ambas fases de su personaje, cortedad exterior y finura interior, y las constantes transiciones entre dichas fases.
Al posar, la mímesis con la figura del cuadro es completa, dejando claro que la joven de la perla ‘es’ ella.
Dejando de lado su impecable puesta en escena y su cuidada y minuciosa ambientación, lo que más me ha fascinado de La joven de la perla es la extraordinaria simbiosis que Webber consigue establecer entre su propio film y el peculiar microcosmos de Vermeer de Delft. Una simbiosis que permite al espectador franquear el mágico y enigmático umbral de sus lienzos y conocer así, ‘in situ’, ese universo de luz, colores, texturas y veladuras tan característico en la pintura del genio holandés.
Me gustaría apuntar, asimismo, que la clave de la coherencia y la verosimilitud de esta peli estriba -a mi juicio- en la renuncia total y absoluta a cualquier tipo de pretexto sentimental o melodramático. Que nadie espere en La joven de la perla, pues, ningún tórrido romance entre el célebre pintor y su modelo ocasional. Y mucho menos alguna escenita de alto voltaje erótico. Que nadie lo espere porque por ahí no van los tiros. Fundamentalmente porque Webber no incurre en el error típico de Aranda (embutir sus pelis de época de absurdas secuencias eróticas que no vienen a cuento) y prefiere subordinar toda la tensión sexual latente (que la hay) a la platónica complicidad entre Vermeer (Firth) y Griet (Johansson). Entre el maestro y su musa.
La joven de la perla constituye, en definitiva, una modélica, estimulante y didáctica propuesta que desde hoy mismo forma parte ya de mi pinacoteca cinéfila particular y que recomiendo encarecidamente ver a todos aquellos que tengan el más mínimo interés por la pintura. Bueno, y a los admiradores de la Johansson también, claro. Porque aunque cacho no enseña, hay que reconocer que en esta ocasión sale muy mona ella. Mucho más que la chica del cuadro. Palabra.
En una sociedad tan electrónica, donde lo importante es la imagen hay que trasladar nuestro pensamiento a una época donde ese uso de la imagen también era importante, pero en este caso como traslado de las emociones que no se podían utilizar de cara al exterior y, en la mayoría de los casos, tampoco en el interior.
Es esplendido el uso del color que utiliza el fantastico director de fotografía Eduardo Sierra, ha conseguido captar el uso de los colores del pintor Vermeern así como la sociedad holandesa del Siglo XVII, con esos colores fuertes pero en la paleta de los azules. Hace de la película una obra de arte, tal y como las que nos muestran en la película.
También se traslada muy bien las diferencias entre los católicos y protestantes (tema muy candente en Europa en esa época). Las diferencias religiosas que se trasladan al día a día, a simples cosas como la forma de hacer la compra o de rezar.
Los actores mantienen muy bien lo que se pide de sus personajes, sobre todo Colin Firth, el cual hace un personaje basándose más en la observación, en la mirada, que en las palabras (tal como suele hacer un pintor).
El papel de Scarlett Johansson es el de una joven que va descubriendo tanto el poder del arte como su atracción hacia su amo y, posteriormente, retratista. Sus sacrificios en favor de la obra de su amo es una muestra de amor o de pasión (según el cristal con lo que lo mires).
El resto de los actores también está perfectos, acordes con su situación en el argumento.
Buena adaptación de la obra de Tracey Chevalier, sin artificios y argumentos superfluos.
Una pequeña obra de arte visual.