La invitación
Sinopsis de la película
Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad, se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Invitation
- Año: 2015
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.3
88 valoraciones en total
La ganadora en Sitges de este año viene firmada por un equipo de lo más comercial/convencional: Karyn Kusama, directora de aquella cosa llamada Jennifer’s Body, y Phil Hay y Matt Manfredi, guionistas de otras cosas como Furia de titanes.
Y es quizá la experiencia adquirida en este tipo de trabajos lo que dota a la película de su mayor fortaleza: la tensión. La fórmula, no sé si sencilla, se resumen en aplicar las leyes de la tensión dramática del cine comercial (a veces, como sabéis, excesiva) a un cine un tanto más independiente, o raruno, vaya.
La película, de hora y media de duración, tarda en arrancar la friolera de 60 minutos, lo cual no implica que ese metraje sea aburrido, ni mucho menos, pero para cierto tipo de público (el del género fantástico), 60 minutos sin sangre son 60 minutos perdidos. Durante todo este tiempo, la tensión no sólo se mantiene sino que no para de crecer, y esto, puedo asegurarlo, es sumamente difícil.
Para ello, usan un recurso fundamental que a mí me ha parecido de gran inteligencia: la imposibilidad de aferración moral que el espectador siente durante esos primeros 60 minutos es sumamente angustiosa. El intentar por todos los medios situarse moralmente junto a un personaje y no conseguirlo frustra tanto como frustra la situación al protagonista.
Y ese es el segundo gran acierto de la película: hacer sentir al espectador la misma incomodidad con la película que la que el protagonista siente con su propia experiencia dentro de ella. Los silencios incómodos y las miradas sentenciosas te hacen querer mirar para otro lado y escapar de allí. Pero no puedes. Y él tampoco.
Cuando la película al fin estalla, lo hace de la mejor manera que podía hacerlo, de manera cortante y violenta, lo cual consigue no desahogar al espectador, sino introducirlo en una espiral de incomodidad cada vez mayor, que no cesa hasta que aparecen los créditos finales.
Es, en definitiva, un ejercicio de tensión magistral (en el sentido más literal de la palabra), y muchos cineastas independientes deberían aprender de él si quieren desprenderse de parte del tedio que suele caracterizar muchas de sus creaciones.
Intriga y desasosiego… ¿Fabulación o espejismo? El pasado pesa mucho y corrompe y distorsiona nuestra percepción del presente hasta desfigurarlo. ¿Somos presos del delirio o percibimos lo que realmente está ocurriendo a nuestro alrededor? ¿Rechazamos el ayer o lo abrazamos llenos de alborozo? ¿Cómo afrontar el futuro si el recuerdo nos acosa y atosiga sin remisión? ¿Y cómo sobrevivir al trauma imborrable de la muerte de tu propio hijo? Volver no es nunca retornar, ya que los senderos son siempre diferentes y se bifurcan como medusas inescrutables hacia destinos atroces… ¿O no?
La duda y la sospecha presiden este thriller no exento de tensión, misterio, brutalidad y desazón. El ambiente enrarecido apresa y hace mella en el espectador – incluso desde antes de los títulos de crédito – quien se teme que tras esa fachada de educada y sonriente cordialidad se esconden pozos de serpientes desbocadas. Hay demasiados abrazos, demasiados besos, demasiadas sonrisas rezumantes de sacarina para no desconfiar de la edulcorada fachada de los anfitriones… ¿O son sólo fabulaciones absortas de un padre atormentado por la pérdida de un hijo de la que aún se siente culpable pese al paso de los años?
Hablar sobre la trama sería destripar la calculada ambigüedad de la cinta. No es tanto la capacidad de sorpresa lo que confiere interés al metraje, sino más bien la gradación de cómo se desvela poco a poco lo que de alguna forma sospechábamos todos pero no nos atrevíamos a reconocer. Es una pieza de relojería bien engrasada que va marcando paso a paso el destino de sus protagonistas, que desean pasárselo bien y no entrar en terrenos conflictivos que pudieran malograr la juerga o enturbiar la festividad de un reencuentro largamente pospuesto y anhelado por todos. Quizás pequen de ilusos, pero es que nadie desea ser un aguafiestas o un pajarraco de mal agüero que trunque la celebración y haga peligrar el bello devenir del jolgorio.
En exceso convencional y previsible, pero eficaz en cualquier caso. Sabe crear y jugar con una atmósfera inquietante, saca provecho de unos personajes algo planos pero siempre vigorosos, dosifica con habilidad y destreza buenos momentos de angustia y convierte un decorado casi único – el interior de una lujosa mansión en las colinas suburbiales para la gente pudiente – en una ratonera desquiciada llena de toxicidad y sortilegios. Tan predecible como disfrutable.
Este es un ejemplo perfecto de película de terror/drama que trasciende a su género y, además de provocar sustos y tensión, habla de nuestra sociedad.
Sí: como película de terror es muy buena. El punto de vista de su inestable personaje nos tiene en tensión toda la película. ¿Ve fantasmas donde nos los hay? ¿Es esto en realidad un drama sobre los daños psicológicos que provoca una pérdida irreparable, o una cinta de suspense en plan Diez negritos ? Pues ambas cosas. Y más aún.
A lo largo de toda la película, hay una cuestión que planea todo el rato sobre las interacciones de los personajes, y que básicamente simboliza la forma en que nuestra sociedad asume el dolor y la pérdida. ¿Tienen razón la ex mujer y su nuevo marido cuando dicen que el sufrimiento es opcional y que se puede superar absolutamente todo, o tiene razón él cuando trata de expresar que la superación completa y el no-dolor es una falta de responsabilidad y de autoengaño frente a la pérdida del ser querido?
Sigo en la zona spoiler.
Anclado en el dolor que supuso la muerte de su hijo y la separación de su mujer Eden (Tammy Blanchard) años atrás cuando esta desapareció sin apenas dejar rastro, Will (Logan Marshall-Green), acude con Kira (Emayatzy Corinealdi), su actual pareja, a una cena que Eden y su nuevo marido, David (Michael Huisman) han organizado junto a viejos y nuevos amigos para limar asperezas y curar heridas del pasado. La ganadora de la edición 48 del Festival de Sitges arranca con esta sencilla premisa, con una cena de amigos y una escena bastante curiosa y perversa (cuando Will y Kira se dirigen a la cena) que coloca al espectador en su asiento a modo de aviso: reincorporate, sientate bien, espalda firme, recto y presta atención a todos y cada uno de los detalles que hay y que puedan parecer nimios porque en ellos, esta el secreto de la película. Un secreto que por otro lado no se desvelará hasta el final, hasta los últimos minutos. Dirigida por Karyn Kusama, escrita por Matt Manfredi en colaboración con Phil Hay y montada por Plummy Tucker. Este grupo de 4 personas para sorpresa de muchos, fueron los encargados de películas como Aeon Flux o Jennifers Body pero…no os asustéis, en The Invitation todos y cada uno dan lo mejor de si. El guión es sumamente inteligente pese a tener ese aire de producción de bajo presupuesto, todos sus diálogos están medidos a la perfección, todo importa, nada sobra, cada palabra tiene una importancia calculada y Kusama, su directora, aprovecha todos y cada uno de los lugares posibles dentro de ese único escenario que es la casa de manera excelente, nada resulta tedioso o aburrido. Reparto coral donde destaca mucho Michiel Huisman, su media sonrisa no deja jamas que uno averigüe 100% que esta pensando o si lo que piensa o dice es realmente cierto, brillante la composición de su personaje. Y el montaje, un montaje sencillo pero tan efectivo que, como digo, teniendo solo un escenario, Plummy Tucker encaja las piezas perfectamente para que lo que empieza como una simple cena cargada de tensiones devenga en una total pesadilla. Es mas, segundos visionados seguro que ofrecen un monton de detalles sutiles que son imposibles de ver la primera vez, ojala pronto encuentre distribución en España y podamos volver a verla en un cine
Tras su paso por varios festivales internacionales y ganar en Sitges 2015, algo que no se consigue fácilmente y de lo que doy fe, la película sigue a día de hoy sin un trailer oficial, sin un misero teaser que indique a muchos por donde van los tiros. Algo que por el contrario no respetan muchos de los críticos a los que he podido leer y que incluyen en sus textos sobre The Invitation claras referencias a temáticas clave para la resolución final y que por consiguiente, restaran impacto en el veredicto del espectador al terminar su visionado. No son temáticas nuevas, no se trata de algo extraordinario jamas visto antes, no, ya hemos podido ver de una manera u otra, trazos de The Invitation en bastantes películas de terror, incluso hasta puedes intuir por donde van esos tiros pero…me niego a comentar nada de ellos aquí, absolutamente nada porque así es como disfrutareis la película como tiene que ser. Podréis disfrutar de una tensión cocinada durante 85 minutos a base de diálogos, frases, miradas, gestos y movimientos de cámara (atentos a estos) que terminaran por poner en la mesa una película de esas que no se olvidan, un dulce apetecible a cualquier hora. Y ojo, que no se queda ahí, The Invitation sera recordada por su final tremebundo e impactante, de eso no hay duda, pero bajo todo ese hype hay una lectura muy dura sobre un tema bastante preocupante y del que me encantaría debatir con quien tenga un rato libre y haya visto el filme.
Critica completa en BLOODSTAB: http://bloodstab.blogspot.com.es/2015/11/the-invitation.html
79/20(28/04/16) Sugestivo film de la neoyorkina Karyn Kusama, premio en Sitges, en su cuarta realización edifica su mejor trabajo, una modesta producción indie, demuestra buen manejo de la tensión latente, crea un crescente ambiente enrarecido que va calando al espectador poco a poco, una reflexión sugerente sobre el dolor vital, sobre la angustia existencial que nos provoca una perdida. Partiendo de un guión del binomio Phil Hay Matt Manfredi (ambos Furia de Titanes o Aeon Flux), la premisa es nada original, una cena de antiguos amigos en la casa de uno de ellos en la que salen a relucir fantasmas y resquemores del pasado, se me vienen a la mente Reencuentro, Los amigos de Peter o la más reciente y también premiada en Sitges Coherence, lo interesante aquí es el enfoque de thriller psicológico en constante tensión, gracias a que todo los veremos a través de un tipo con trastornos y depresión, que le derivan en paranoia, y no somos capaces de discernir si la desconfianza del protagonista tiene fundamento o es fruto de su inquieta mente. El escenario casi único es un elemento más que hace que nos introduzcamos en la claustrofobia anímica del protagonista, y este nos lo transmite intensamente. Lástima que cuando llega el tramo final la historia descarrile por senderos facilones, atropelladamente, como queriendo gustar a más gente, muy acomodaticio el clímax.
Will (Logan Marshall-Green) acude con su nueva pareja, Kira (Emayatzy Corinealdi) a una cena para varios amigos comunes que ha organizado su ex mujer, Eden (Tammy Blanchard), en el antiguo domicilio de ambos. Hace un par de años que Eden y Will no se ven, a causa de una separación que se intuye dolorosa y que estuvo ligada a una tragedia familiar. Él todavía se encuentra atormentado por ello, es presa de sentimientos de furia y culpa con los que ha de bregar día a día. Eden vive ahora con una nueva pareja, David (Michiel Huisman), su ex agasaja a los invitados a la cena con una actitud positiva, resuelta a que nada enturbie su felicidad. Ello sume a David en un estado de paranoia que le lleva a pensar, para incomodidad del resto de los presentes, que hay un motivo oculto para la celebración, más allá del reencuentro de viejos conocidos. Otros comensales son Tommy (Mike Doyle) y su novio Miguel (Jordi Vilasuso), Ben (Jay Larson), Claire (Marieh Delfino), Gina (Michelle Krusiec), Choi ( Karl Yune ) Sadie (Lindsay Burdge), y Pruitt (John Carroll Lynch).
Posee un ritmo sereno, todo sucede de modo natural, con dosificación de datos, con conversaciones que navegan entre lo trivial y lo profundo, siempre pasado por el filtro del protagonista Will, con lo que pensamos que algo raro pasa en esta casa, demasiado buenismo, nos produce incomodidad, su inquisidora mirada nos hace tensionarnos en los silencios, en los gestos, en las sonrisas, en los abrazos, en esta almibarada reunión, pero también pude ser todo fruto de la perturbada mente de Will, esto nos hace mantenernos alerta y observadores. La historia aborda con inteligencia los momentos de choques, de enfrentamientos, derivando en vibrantes situaciones cargadas de dureza, mediante las cuales se construye un clima áspero, opresivo, cuasi-pesadillesco, recordando por momentos a la buñueliana El Ángel Exterminador. La cinta desborda ambigüedad, juega con el espectador con su percepción, con sus prejuicios, con sus susceptibilidades, todo bajo el prisma de la débil visión de Will, que ausculta con perplejidad un microcosmos extraño, demasiado cariño a su alrededor que el nota forzado, la mujer desinhibida que se le ofrece sexualmente, las pastillas de su ex, su ex haciendo muecas frente a un espejo, el amigo que no ha llegado, o el tipo que cuenta abiertamente que mató a su mujer durante una discusión, todo (para él) huele raro. Ingenioso como nos dosifican la información referente a la relación entre Eden y Will, no nos lo dan masticado, con lo que mediante pequeñas referencias sabremos lo que provocó la separación traumática entre la pareja.
El film nos habla de temas profundos, hace una reflexión sobre el dolor anímico, sobre la depresión por una gran pérdida, sobre el cómo afrontarla, sobre echarnos la culpa, sobre los recuerdos que nos asfixian, sobre la fragilidad de nuestras almas, sobre seguir en la lucha diaria, sobre la paranoia, sobre la negación del dolor, sobre las comunas de autoayuda, y sobre todo sobre la vida y la muerte.
En el apartado de las taras: Lo defectuoso de esta interesante propuesta es que llegados al punto de resolverse todo te deja mal sabor de boca, tira por senderos muy trillados, muy sobados, como tirando de manual, de un molde ya muy manido, con lo que para mí es anticlimático, previsible, con lo que te sientes un tanto estafado al creer que la inteligencia con la que están regadas fases del film también tendría su rush final, pues me equivoqué. También hierra en construir personajes secundarios con alma, son meras figuras decorativas, la pareja gay, la chica asiática e incluso la novia de Will, meros comensales a una cena en la que pintan. Tampoco el ritmo resulta constante hay algunas caídas que te alejan y te distancian, desconcertándote un poco. (continua en spoiler)