La infiel
Sinopsis de la película
Chris Hunter (Ann Sheridan) mata a un intruso que merodeaba por su casa, pero le oculta a su marido y también a su abogado que el hombre era un escultor que fue su amante mientras su marido estaba en la guerra. Para complicar más las cosas, la viuda del escultor conserva una estatua, para la cual Chris Hunter había posado desnuda.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Unfaithful
- Año: 1947
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
6.9
56 valoraciones en total
Si comentaba en una anterior crítica sobre el film hermano de esta The Unfaithful y del mismo año, la también dirigida por Sherman y protagonizada por Sheridan Nora Prentiss, que el director nacido en el estado de Georgia combinaba de manera brillante el melodrama y el noir, ésta no puede ser una mejor muestra. Y es que, tras hacerse con los derechos de la obra original de Sommerset Maugham y llevada previamente a la pantalla por Wyler en su The Letter de 1940, la Warner decidió apostar por algunos cambios que acercaron el guión final de Goodis y Gunn al género por antonomasia de las intrigas amorosas, las pasiones desatadas y los complots sentimentales.
Es cierto que el ambiente que rodea al film y la presencia de comportamientos criminales sitúan la historia de Chris Hunter (Ann Sheridan) en el cine negro posguerra mundial pero viendo el final uno se da cuenta que lo importante son las personas, los protagonistas, y sus debilidades que les llevan en muchas ocasiones a la tragedia. Pero no son tipos malos ni ellas malas pécoras. Así, Chris sufre la ausencia de su marido, reclutado para las guerras de Europa durante dos años y medio, y que la condenan a una soledad insufrible que desencadenará el tremendo torbellino. Por otro lado, está rodeada de un amigo familiar que la apoya y la aconseja, Larry Hannaford (magnífico Lew Ayres) un abogado que encarna el papel moralizador del film, y un marido Bob Hunter (Zachary Scott) cuyo amor por su mujer está por encima de cualquier otra cosa. Incluso la inaguantable Paula (Eve Arden), que representa a esa sociedad cotilla y ansiosa de carnaza podrida para poder alimentarse, tiene su momento de redención en un discurso que resulta clave para el desarrollo final de la historia. Como ven todo muy alejado de personajes sin escrúpulos o ambientes sórdidos que suelen envolver una y otra vez todos estos films. No nos engañemos: esto es un melodrama vestido de negro que bien pudiera haber filmado un híbrido entre Lang y Sirk.
No tan conocidas como sus películas con la Crawford (genial The Damned Don´t Cry, 1950) y anteriormente con Davis (Mr. Skeffington, 1944), estas dos colaboraciones de Sherman con Sheridan suponen una buena muestra de lo que el talentoso director era capaz: buenas historias rodadas solventemente y bajo el amparo, siempre seguro, de los grandes estudios. Lo demás es otra nueva demostración de lo fascinante como mujer que era Ann Sheridan que, solo con eso, le dio para convertirse en una estrella a pesar de no haber contado nunca con papeles estelares en obras maestras recordadas.
Otra notable intriga perdida en el túnel del tiempo, esta vez firmada por Vincent Sherman, uno de esos directores de la época dorada que no llegó a filmar ninguna obra maestra que le permitiera escribir su nombre con letras de oro pero sí nos dejó un puñado de películas notables como La Ciudad Frente A Mí, Vieja Amistad o Los Condenados No Lloran. Esta es sin duda la mejor película que he visto de él hasta ahora. Mucha culpa la tiene David Goodis, un tipo que adoro. Goodis, al igual que otros gigantes como Thompson o Fante, se buscó la vida cual Holden en Sunset Boulevard, aprovechando el filón fichó con la Warner, y firmó novelas que desembocaron en guiones para el recuerdo como los de La Senda Tenebrosa o Al Caer La Noche. Más tarde sería el cine francés quien adaptaría sus obras, siempre reivindicando a los desheredados del otro lado del charco, con Tirad Sobre El Pianista de Truffaut a la cabeza. Incluso Fuller adaptaría, de manera más que personal, su Calle Sin Retorno, dando luz a un engendro desquiciado bastante curioso. En definitiva, hablamos de un glande, y su obra escrita se cuenta por erecciones. Y esta The Unfaithful es uno de sus trabajos en el Jolibud de la época, casi a la altura de sus cimas más prominentes, con un guión hábil, sólido e imprevisible, bastante inspirado en aquella otra maravilla de Wyler con Petete, La Carta, que va desmenuzando y ampliando las resonancias de un punto de partida aparentemente inócuo, el asesinato de un intruso en defensa propia por parte de una mujer en el salón su hogar. Esa debiera ser toda la información de que disponer antes de comenzar la función, aunque el redactor de sinopsis de la bendita licorería haga una estupenda labor a la hora de aguarle la fiesta a uno y restarle emoción al asunto. Goodis aprovecha la carrera para demostrar su buen hacer con un puñado de diálogos de altos vuelos y de paso reparte codazos en la línea de meta a la hipocresía social y al matrimonio. Vista ahora, guarda también algún que otro paralelismo con La Mujer Infiel de Chabrol, e incluso más con su remake americano, la infravalorada Infiel de Adrian Lyne, pero a mí me ha resultado mucho más lograda e interesante que ambas, aunque no tanto como la mencionada La Carta, hay que ver qué grande era Wyler, pese a sufrir unos subtítulos castrantes que merman la agudeza de Goodis y que subsané a duras penas con mi fiero y adormilado dominio del inglés. Y bien, no pondré más laureles sobre la cabeza de Goodis por que hay que decir que Sherman está a la altura del envite a los mandos, imponiendo un ritmo demoníaco desde el primer instante, con un logrado balance entre la intriga y el melodrama, y con un tono cercano al noir más pasional. Sin olvidar la labor de un magnífico reparto, encabezado por la nunca suficientemente bien ponderada Ann Sheridan, una actriz que ha ido conquistando mi corazón más y más con los años.
Cuando una persona a quien le han asesinado a un ser querido expresa fases como: Quiero que sufra como yo, Ansío ver también arruinada su vida o Quiero que se pudra en la cárcel… ¿No estará demostrando que es igual a aquella persona que le hizo daño? ¿No le estará diciendo al universo: Me merezco esto porque yo también puedo actuar igual? Dime qué cosas haces y te diré que cosas atraes.
Miren sino a la mujer de Michael Tanner. Cuando imaginábamos que iba a ser una simple víctima digna de consideración, se convierte en una mujerzuela capaz de… bueno, tienen que verlo. Por eso es que jamás olvidaré a aquel viejo amigo que, en su lecho de agonía, al preguntarle quién fue el que lo agredió, me respondió: No importa quien fue. No quiero que busquen asesinos. Mi mensaje tiene que ser de amor, no puede ser de venganza.
La carta, fue una obra escrita por W. Somerset Maugham, que ya había sido llevada al cine en cuatro ocasiones previas. La primera, en 1929, dirigida por Jean de Limur y con Jeanne Eagels como protagonista, la segunda, en 1930, encargada a Louis Mercanton, la tercera hecha en España, en 1931, por Adelqui Migliar, y la cuarta –y la de mayor éxito-, en 1940, con Bette Davis como protagonista y William Wyler en la dirección.
Siete años después, la Warner considera que la versión de Wyler -que por presiones de censura, debió tener algunas modificaciones y un final que iba en contra de lo escrito por el autor-, podía volver a reencaucharse y encargó el guión a David Goodis y James Gunn, quienes hicieron, por su parte, una versión tan libre que la productora se abstuvo de darle el crédito a Maugham… ¿A petición suya? Muy probablemente, puesto que el escritor estaba muy a gusto con lo realizado por Wyler y pudo considerar la nueva versión un tanto inferior, como de hecho lo es.
El fuerte drama que nos había dado la Davis, se transforma ahora, en manos de Ann Sheridan, en una suerte de melodrama con tintes de cine negro, y la carta se convierte en un busto de la sindicada, como motivo para los puntos más altos de la historia. Encargada al director Vincent Sherman, LA INFIEL logra atraernos con la brillante trama que escribiera Maugham, pero Sherman carece de la potencia y de la exquisitez que caracterizaba a Wyler, y el filme -aunque se ajusta más al desenlace pretendido por Maugham- no alcanza, en ningún sentido, las cuotas artísticas de la versión anterior.
Falta mayor intensidad y carisma en las actuaciones, siendo la mejor Ann Sheridan. Y entre los hombres, creo que el secundario, Steven Geray, lo hace muy bien como el vendedor de arte. La ambientación, recreada ahora en la San Francisco de 1940, resulta ajustada pero sin relevancia, y particularmente, la escena del juicio se me hizo bastante desabrida.
LA INFIEL se deja ver sin dificultad alguna pero, al final, solo confirma que William Wyler era un maestro y Vincent Sherman apenas un artesano.
Vincent Sherman era uno de esos artesanos de lujo que con pródiga abundancia contaba Hollywood y una de sus grandes especialidades era el rodaje de melodramas bajo un entorno de cine negro, con una gran habilidad narrativa, un sentido de la progresión dramática extraordinaria, una concepción de los escenarios eficaz y al servicio de la narración y, ante todo, last but no least, con un extraordinario trabajo de dirección de actores. Si a todas estas virtudes unimos la presencia de la admirable Ann Sheridan en el papel de Chris Hunter –sin lugar a duda una de las mejores actrices de Hollywood- el menú de este poderoso film se hace aún más sugerente y no debería ser obviado por paladares exigentes. Remake de The letter (1940) de William Wyler, lo que en principio parece ser la investigación de un asesinato deriva inesperadamente en un denso melodrama sobre la infidelidad, tratada con una inusitada madurez para la época. Zachary Scott como marido de Chris se esfuerza por hacernos olvidar que era un actor bastante inexpresivo y el desprevenido espectador no dejará de simpatizar con Lew Ayres –un actor lamentablemente infrautilizado en el cine de aquellos años- como el abnegado abogado familiar. Muy buena.
Chris Hunter (Sheridan) mata a un hombre en su casa cuando éste intenta agredirla. Todo parece indicar que no le conocía, pero la inoportuna aparición de un busto de ella lo cambia todo. Magnífica película, mezcla de drama, cine negro y suspense, realizada por un director algo desconocido pero muy efectivo en sus obras. La película también contiene alegatos contra la infidelidad, el chantaje, ocultación de los hechos, etc. La sociedad es la que siempre termina sentenciando a alguien, más que un tribunal. Con actores no demasiado conocidos como Lew Ayres (A través del espejo) como el abogado defensor o Zachary Scott (Alma en suplicio) como el marido, se logran una interpretaciones extraordinarias y efectivas. Una película que no defraudará en absoluto.