La hora incógnita
Sinopsis de la película
Por una confusión en los cálculos o una avería en los dispositivos de lanzamiento, un proyectil teledirigido con cabeza atómica se ha salido de su órbita y se sabe que va a caer en una zona habitada. Se ordena evacuar el lugar, pero algunas personas, por una razón u otra, han decidido quedarse. Hasta la caída del proyectil, podemos observar su vida cotidiana, sus defectos y ambiciones.
Detalles de la película
- Titulo Original: La hora incógnita
- Año: 1963
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.4
61 valoraciones en total
Por fin he podido ver una peli por la que tenía bastante curiosidad, dada su condición de extravagancia dentro de la producción nacional. Se trata de La hora incógnita (1963), con el desastre nuclear como asunto, a punto de asolar una pequeña ciudad española. Cuando la mayoría de habitantes han sido evacuados, poniéndose a salvo, un pequeño grupo de personas ha quedado condenado a una muerte casi segura (en algunos casos por motivos bastante peregrinos, como la búsqueda de un gato). A partir de aquí asistimos a sus pequeñas historias personales, hasta coincidir todos ellos en una iglesia donde buscarán soluciones para que al menos algunos de ellos logren salvarse in extremis.
Me dispongo a visionar esta película pensando que sería una de las que hace Ozores es decir simples. Para mi sorpresa me encuentro con un buen film.Un gran comienzo una ciudad siendo evacuada por el inminente choque de un misil sobre una ciudad. Un buen travelling nos pone en situación.La cámara se enfoca primero en José Luis Ozores (Esta es la confirmación de lo que sabía José Luis Ozores fue un excelente actor). Él y otras personas que se quedaron por diferentes motivos Ozores construye desde aquí una variedad de personajes que no deja simpatizar con ninguna va saliendo sus miserias. Excepto el personaje del cura (Brillante una vez mas Fernando Rey). Y el personaje del policía. Ya que mostrar a un cura malo, un policía malo en la época franquista era motivo de censura. Aunque hay algunos personajes que debieron tener problemas con la censura. Esos amantes, esa prostituta (Voluminosa Emma Penella). Esta película merece un mejor reconocimiento. Una película injustamente olvidada que el tiempo quizás de una segunda oportunidad.
Arranca aproximadamente a las 20,00 horas de la noche, mostrándonos la apresurada evacuación de una ciudad de provincias en una sucesión de escenas cuyo montaje, ambientación, y generoso despliegue automovilístico, sorprende por lo vistoso de lo que sabemos una modesta producción, para de forma escalonada ir conociendo a una serie de variopintos personajes, que cada uno con diferente motivación han retrasado su salida de esa ciudad que por breves apuntes intuimos va a ser destruida esa misma noche, y que si es cierto lo que oímos de boca de una anciana a su compañera de correrías cotillas (ya tenemos 2 personajes y la causa por la que no se han ido), la última oportunidad para escapar de la hecatombe es un tren cuya salida está prevista a las 22,00.
Con esta premisa, supongo inspirada en la interesante referencia La hora final 1959 de Stanley Kramer (aunque también eje de la trama de alguna que otra serie B norteamericana de la época) y con lo original de ser un cohete espacial con cabeza atómica que debido a un fallo técnico, en lugar de amerizar controladamente en algún lugar del Pacifico, va a hacerlo en esa pequeña ciudad de provincias (curiosa y acertada variante en una época que además de influenciada por guerreras amenazas nucleares – la crisis de los misiles cubana apenas 1 año antes – también estaba inmersa en la carrera espacial), el nunca suficientemente bien ponderado Mariano Ozores sorprende a todo aquel que no conozca o haya visto esta película (dirección y guión), con este interesante drama apocalíptico en el que utilizando un más o menos representativo crisol de personalidades y circunstancias vitales de habitantes urbanos, tomándose su tiempo en describir acertadamente las personalidades de todos y cada uno de ellos, las diferentes formas en cuanto a redención personal y/o adelante con los faroles de encarar esa fatídica hora, y ese último tramo de metraje con todos reunidos en una iglesia donde su cura los había atraído repicando las campanas, en el que tenemos desde un cuasi thriller psicológico en torno a una moto operativa y quienes deberían huir en ella, hasta un emotivo melodrama presidido por el creciente buen suspense creado en el espectador ante ese último intento por sobrevivir de los cada vez mas jodidos personajes, y con un puñado de buenos actores dando vida a estos, resulta una más que interesante función, tanto en lo que tiene de reivindicación de un buen director y bestia cinematográfica que el futuro supongo se encargara de poner en su sitio, como en lo insólito del tema tratado en la cinematografía española de la época.
Jamás me habría imaginado disfrutando con una película de Mariano Ozores, al menos no de la forma convencional en lugar de la tradicional de su cine: la parodia involuntaria. La hora incógnita no es sólo seria, sino que encuentra en frialdad, en su cercano retrato de un puñado de personajes, el motor que la hace funcionar y la convierte en un drama pre-nuclear tan disfrutable, honesto y valiente hacia su tramo final.
Ozores se encarga con su guión (¡sí, hay un guión!) de presentarnos a varios personajes que comparten escenario pero no localización determinada, vamos viendo cómo son, se nos presentan y van interrelacionándose. No es cine de altos vuelos en cuanto a la forma de desarrollar los personajes, no hay grandes dramas a lo Bergman ni tiene esa mirada sucia, por cercana, e hiperrealista, de otros narradores (posteriores) como Altman, Thomas Anderson o Arriaga. Lo importante aquí es situarnos en una posibilidad, remota pero que no habría sorprendido a nadie mirando antecedentes (veinte años antes había sucedido lo de Hiroshima y Nagasaki). Hacerlo bien, con recursos limitados (no hay ni un solo efecto especial en la película, todo es artesanía y dominio del tempo (¡en serio!).
El reparto funciona: no hay nadie que lo haga mal, si bien tampoco podemos hablar de otros que sobresalgan: todos consiguen, como un equipo, en global, que La hora incógnita sea un disfrutable drama que si bien pudo haber llegado más lejos en manos de otro responsable (Ozores no lo hace mal, pero sus limitaciones son evidentes), desde luego no desmerece. Una cinta modesta, más que correcta, que funciona bien mientras dura y que hace pensar qué habría sido de la carrera de este hombre si se hubiese dedicado seriamente al medio en lugar de hacer basura (consciente de serlo) a lo largo de su vida. Siempre nos queda ésta: una rareza digna de ver y apreciar, especialmente en estos tiempos en los que todo es digital y blandenguería: sólo hay que ver el último espectáculo circense de Roland Emmerich, 2012 .
La mejor película de Mariano Ozores, el autor de varios de los bodrios más rechazables y antiestéticos del cine español de los 80. Aquí lejos todavía de esa nefasta época trató de adentrarse en la mentalidad de un grupo de personas aisladas en la zona donde se espera la caída de un proyectil atómico y que por tanto dejarán este mundo. Con unos intérpretes de la categoría de Emma Penella, Carlos Estrada, Luis Prendes y Carlos Ballesteros entre otros y una cierta atmósfera donde se palpa muy bien la sensación de soledad y aislamiento se consigue una película que no carece de interés ambiental. Ozores no reincidió en el género dramático tal vez por la mala acogida que la película tuvo en su momento y así quedó como un experimento insólito en su filmografía. Es una curiosidad donde los personajes ocasionalmente dicen cosas que tienen una cierta profundidad y que hacen pensar al espectador. Supone esta obra un caso más de acogida injusta dentro de la historia del cine español. Y es raro porque se trata de una obra profunda pero no rebuscada cuyo planteamiento argumental ofrecía un gran interés. La película llega a fascinar en varios momentos porque es una obra narrada con una elegante serenidad y que tiene un tono especial que inexplicablemente no fue valorado por el espectador de su época.