La garra de Satán
Sinopsis de la película
Siglo XVII. Unos niños juegan en los campos que rodean su pueblo y se encuentran con unos extraños restos que se asemejan a una garra. El juez local se hace cargo de investigar su procedencia. Al poco de iniciar la investigación la garra desaparece y una extraña locura se adueña de los habitantes del pueblo. Los niños, bajo las órdenes de la siniestra Angel Blake, empiezan a participar en rituales donde los más jóvenes y puros son mutilados y sacrificados. Sólo el juez podrá exorcizar las fuerzas demoníacas que están destrozando su comunidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Blood on Satans Claw
- Año: 1971
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
5.5
35 valoraciones en total
Posiblemente el más célebre título de la Tigón, una productora especializada en el género terrorífico que, al igual que la Amicus o la Charlomagne, estuvo eclipsada por la Hammer durante todo su periodo de actividad.
La garra de Satán es un film de una calidad considerable, un tanto balbuceante y descuidado en ciertos aspectos de guion y realización, pero sumamente inquietante. Desarrolla una historia de brujería en la Inglaterra rural del siglo XVII tendente a todo tipo de excesos granguiñolescos, los cuales son hábilmente evitados por Piers Haggard sin que por ello escaseen los momentos perturbadores.
Destaca la secuencia del ominoso ritual satánico llevado a cabo por los niños con la pérfida Angel Blake al frente (una turbadora Linda Hayden, venerable musa del cinema bis).
En la campiña inglesa del siglo XVII, un hallazgo de naturaleza sobrenatural provoca que los más jóvenes de una aldea se conviertan en adoradores del Diablo.
Uno de los títulos esenciales del denominado Folk Horror, obra de Tigon British Film Productions. Historia de brujería y ritos paganos, con el Mal infiltrándose en ese microcosmos rural a través de unos adolescentes guiados por la sensual Angel, líder del culto satánico a quien da vida Linda Hayden. La productora rechazó un final ambiguo propuesto por el realizador, Piers Haggard.
¡Dame… mi… piel!
Una de las propuestas más oscuras y morbosas del cine de terror de época británico, aquí hay escenas de violaciones fuertes, de amputaciones, etc, y tiene un discurso bastantes cínico, ya que los buenos son muy estúpidos y los malos muy astutos.
Lo mejor de la historia, tal vez sea esa oscuridad, más que en las escenas explicitas, en la previa a ellas, hay un logro en esa perversión que va invadiendo al pueblo, que está bastante lograda.
Lo malo, pues varias escenas solo generan humor involuntario por lo mal creadas que están, los efectos especiales son risibles, y también es bastante lenta, el enfrentamiento final es muy breve, por centrarse en otras cosas que no le aportaban nada a la historia.
Si durante la década de los setenta las dos productoras de cine terrorífico con más renombre fuerón la Hammer Productions y la Amicus Productions , habría que añadirle otra más, la Tigon Productions , quizá menos conocida pero con grandes títulos en su haber como La maldición del altar rojo (Vernon Sewell, 1968), Witchfinder General (Michael Reeves, 1968) Virgin Witch (Ray Austin, 1972) etc. y que se sumaron a la gran extensa colección de películas facturadas en aquella época ofreciendo lo mejor del genero de terror sobrenatural.
La película que nos ocupa es otra sensacional muestra de la mezcla entre maldad e inocencia, en un pequeño pueblo ingles del S.VII el maligno hace acto de presencia a través de una extraña y misteriosa garra… a partir de ese momento unos inquietantes y perturbadores acontecimientos cambiarán el día a día de los habitantes de la población, especialmente la de unos niños que serán la presa fácil para llevar a cabo las oscuras intenciones del diabólico ser…
Buen título, y probablemente de los mejores de la Tigon , y que su director Piers Haggard, supo llevar a cabo con gran maestría y acierto produciendo un film con altas dosis atmosféricas envolventes de maldad diabólica, mezcladas con una carga de erotismo femenino interpretado por esa gran musa inglesa llamada Linda Hayden en el papel de una inocente y maligna fémina a los servicios de su amo, dueño y señor el Príncipe de las tinieblas.
Otro de los protagonistas de renombre entre el plantel es el legendario Patrick Wymark (1926-1970), en la que fue su última película, esta vez interpretando a un sabio y curtido juez que intentará mediante exorcismos poner fin a los extraños y misteriosos acontecimientos…
El film recrea satisfactoriamente el ambiente y atmósfera de la Inglaterra rural del S.VII junto con las supersticiones, magias y rituales de aquella fascinante época.
Buen título muy recomendado a los amantes del genero y a los seguidores del terror británico de los años setenta.
A veces ocurre que, viendo una película, te viene a la memoria otra… que no has visto. Eso es exactamente lo que me ha pasado a mí viendo La garra de Satán (1971), de Piers Haggard, y es que uno tiene la cabeza llena de referencias y de imágenes que ya no sabe ni de dónde las ha obtenido —bueno, de internet, seguramente—, pero que le vienen a la cabeza, de repente, tras un baile alrededor del fuego, por ejemplo.
La película en cuestión es El hombre de mimbre (1973). Razón por la que he decidido indagar sobre mi epifanía pagana escribiendo en Google Blood on Satan’s Claw The Wicker Man. Aproximadamente 66.400 resultados, de los cuales varios tienen un punto en común, el denominado Folk Horror, un subgénero nacido a finales de los 60 y con gran variedad de filmes realizados sobre todo durante principios de la década de los 70, especialmente gracias a la compañía Tigon Productions, productora de La garra de Satán y de varias más relacionadas con los mundos esotéricos, de brujas y los rituales.
En La garra de Satán nos trasladaremos a la campiña inglesa en pleno Siglo XVII. Un hombre se encuentra arando el campo, cuando de repente encuentra los huesos de lo que podría ser un cuerpo humano, si bien cuando avisa al juez del pueblo éstos han desaparecido. Poco tiempo después unos niños encontrarán, mientras juegan entre el estiércol, una extraña garra. Pero la garra también desaparecerá y será entonces cuando conozcamos a Satán, o al menos ciertas partes de él que recuerdan a La bestia de Walerian Borowczyk (sólo en las partes que tienen pelo, claro).
Hace tiempo (ya no, no), se trataba al sexo como una gran fuente de poder para atraer al mal, basta con leer La casa infernal, de Richard Matheson, para darse cuenta de la importancia que, en ocasiones, tiene. Creencias paganas, brujería y folklore popular conforman una cinta de mensaje ciertamente conservador. En ella, una menor de edad con cara y nombre de ángel se erigirá como mano izquierda del demonio. La inocencia se ha perdido. El demonio yace entre nosotros, Dios se apiada de nuestras almas desde la distancia, pero sus manos derechas lo guardan en el campo y lucharán contra la picazón que surge durante la adolescencia, esa época en la que a muchos nos nace el vello púbico, extrañamente similar a la piel del diablo que a algunos personajes les va creciendo alrededor del cuerpo.
Primerísimos planos que incitan al pecado, picados, contrapicados, planos realizados desde ultratumba. Todo sirve para conseguir una lograda atmósfera, sin duda uno de los puntos más destacables de La garra de Satán: la facilidad con que aceptamos que realmente estamos en esa época en la que el lado más reaccionario del ser humano era el único que podría alzar(se contra) el mal, espada en mano.
Es una cinta bastante desconocida y por tanto reivindicable, porque aunque no produce terror, sí intriga con su citada atmósfera, y aunque no indague en ciertos detalles importantes de la trama —habría sido interesante saber qué hace el juez durante el tiempo de metraje en el que no aparece en pantalla—, cumple al saber jugar sus cartas —cuentan que se utilizaron hasta tres guiones diferentes para llevarla a cabo— y es disfrutable para los amantes de Vincent Price y del cine de bajo presupuesto, cuyo mayor encanto está, en ocasiones, en lo amateur de algunas actuaciones, que crea en el espectador una misteriosa sensación de atracción que sólo se da al abordar una obra como esta.