La fuga del Mal
Sinopsis de la película
La presencia del mal habita en una vieja y extraña casa en Amityville, Nueva York. Un grupo de sacerdotes provistos de crucifijos y rosarios, acude a exorcizarlo con sus oraciones. Sin embargo, el mal logra escapar hasta llegar a la casa de la señora Evans donde tras una sucesión de extraños y horribles incidentes desprovistos de toda explicación, Nancy logra hablar con el padre Kibbler y entender lo que está sucediendo…
Detalles de la película
- Titulo Original: Amityville: The Evil Escapes (Amityville 4) aka
- Año: 1989
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
3.8
46 valoraciones en total
La fuga del Mal. Así se titula la cuarta entrega de la interminable saga de películas sobre Amityville. En este caso, la producción dice adaptar la novela de John J. Jones titulada Horror en Amityville parte II, aunque lo cierto es que, salvo por el tema de que una familia llega a una nueva casa, no hay nada en común.
Sandor Stern escribe y dirige esta película que ejemplifica como muchas otras (por desgracia) la definición de la palabra innecesario en el mundo del cine. Es innecesario que se siguieran haciendo películas sobre Amityville después de que, tras una notable primera entrega, la franquicia cayera en picado y se metiera de lleno en un bukake de talento nulo. Stern llegaba tras un par de trabajos oficiales tras las cámaras y buscaba utilizar el nombre de la película como trampolín. El caso es que aquí ya no queda ni rastro de lo que en otro tiempo fue la casa de los horrores, y ahora resulta que una lámpara con forma de robot gracioso tiene dentro un demonio y que, cuando se enfada, mueve el cable. Sí, os lo juro, es así. Si contado parece de chiste, cuando lo veáis, si lo veis, os vais a partir el periscopio anal y, en plena carcajada, os daréis cuenta de que Sandor Stern pone música de tensión y que en verdad está intentando hacer un producto serio. Está claro que las limitaciones económicas están ahí, pero Stern, lejos de intentar minimizar daños planteando otro tipo de película, se mete incluso con el tema de los efectos especiales, entre los que me gustaría destacar esos ojos teñidos de rojo del gato con el Paint.
El reparto es… bueno… es… El reparto es una puta mierda pinchada en un palo, así de claro. Stern comete otro error de bulto, que es dirigir a los actores como si se tratara de mongolos sin talento. Y vale que no tienen talento, pero lo otro sería decir demasiado, por mucho que den esa sensación. Lo retiro, va, que están por ahí Patty Duke y Jane Wyatt y se merecen un respeto. La familia está formada por la mamá, Lou Hancock, una mujer incapaz de mostrar emoción alguna, la hija mayor, Zoe Trilling, que visto el pozo de mierda en el que se encuentra está hasta aceptable y, sobretodo, muy ochentera ella, el mediano, Aron Eisenberg, quien después de ser un niño repelente que provoca ira por parte del espectador en Amityville 4, acabó convirtiéndose, maquillaje mediante, en el popular Nog de Star Trek y, por último, la pequeña de la familia está interpretada por una (en ese momento) pequeña Brandy Gold, que pese a su edad es de lejos la mejor del reparto. Por ahí hay varios curas, siendo Fredric Lehne el que interpreta, con poca fortuna, al que más relevancia tiene.
Resumiendo, que es gerundio: la saga Amityville tiene muchas papeletas para ser una de las 3 peores de todos los tiempos, sobretodo comparada con otras de larga duración del cine de terror, pues en todas hay varias películas interesantes. Me quedan unas cuantas por delante en esta maratón amityvillesca, pero las sensaciones antes del partido no son las mejores. Es que, de verdad, una lámpara no puede ser el villano de una película de terror. ¡Ataque del cable furioso! Vamos, no me jodas…
Parece mentira, pero al cabo de 10 años de posesiones, exorcismos, fenómenos paranormales, moscas letales, padres e hijos parricidas, ojos diabólicos y rojos que resplandecen en la oscuridad, portales interdimensionales hasta el infierno… ¡alguien se ha dado cuenta de que en la mansión de Amityville habita el mal! Y como si de la versión evangelizadora de Masters de la reforma se tratara, la Iglesia envía a un grupo de experimentados exorcistas para limpiarla y reformarla con luz divina bajo la atenta supervisión espiritual de un veterano -qué digo veterano, fue el actor más longevo de la era dorada de Hollywood, fallecido en mayo de 2021 con 106 años- Norman Lloyd (Sabotaje, Candilejas, El Club de los poetas muertos). Tras la ñapa, el maligno se mudará de hogar apoderándose de una lámpara poseída que, después de ser vendida en un mercadillo, alboratará la paz en otra gran casa colonial ubicada en primera línea de playa (el diablo es malvado, pero no gilipollas).
La ex niña prodigio -ganadora del Oscar con dieciseis años- Patty Duke lidera el reparto con otras caras de pasado, presente y futuro preeminentemente asociado a la pequeña pantalla: Jane Wyatt -la madre de Spock en la serie y el cuarto largometraje de Star Trek-, Fredric Lehne -Azazel en Supernatural- y el fenecido Aron Eisenberg -Nog en Star Trek: Espacio Profundo 9- en el papel de un niño fordfarlenizado con el mismo peinado que Andrew Dice Clay y una jeta clavada a la del cantante Pablo Carbonell.
He de reconocer que Amityville 4: La fuga del mal (1989, Sandor Stern) es moderadamente graciosa, pero no sé hasta que punto eso es beneficioso para el episodio de una saga terrorífica. Aunque ver a Jane Wyatt gritándole ¡márchate de mi casa, hijo de perra! a una lámpara es una experiencia única.