La felicidad nunca viene sola
Sinopsis de la película
Sacha es un auténtico seductor, un talentoso pianista de jazz sin ataduras ni sentimentales ni profesionales. Charlotte es una mujer moderna e independiente, pero apenas tiene tiempo para atender a sus tres hijos. Aunque Sacha y Charlotte son, a primera vista, dos seres incompatibles, cuando se conocen no tardan en descubrir que son absolutamente complementarios y que se necesitan mutuamente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Un bonheur narrive jamais seul
- Año: 2012
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.4
24 valoraciones en total
Comedia romántica loca de la variante de los slapstick (caídas, golpes, porrazos y destrozos de mobiliario) donde, a pesar de que todo ocurre rápido, el metraje es algo excesivo. Para mí algunas escenas con los amigos de Sacha sobran.
Sacha, un colgao al que le encanta su vida de soltero juerguista se cruza accidentadamente con Charlotte, un bombón unos quince o veinte años mayor que el promedio de edad de las chicas con las que él está acostumbrado a ligar. Surge el flechazo (típica escena de babeo sonrojante) y pese a que en principio parecen incompatibles su fuerte atracción mutua empieza a unirlos y ambos entran en una etapa de grandes cambios personales y adaptación progresiva. Lo tienen difícil, ella lidia con unas circunstancias muy complicadas que pondrán a prueba su relación (tres hijos y un marido del que está separada pero no divorciada), y para él es su primer romance serio y además pueden surgirle ofertas de trabajo lejos de Francia.
Muchas situaciones absurdas, batacazos, desastrosa fontanería amateur, un ex donjuán que odiaba a los niños y no quería atarse se enamora y aprende a convivir en familia, una guapa mujer que estaba estancada encuentra probablemente al hombre de su vida… Y con que la película hubiera sido más corta, mejor. Porque ya se sabe cómo es el desenlace de estas comedias, así que lo que cuenta es el nudo y que no lo alarguen más de la cuenta con tonterías de relleno.
Comedia que se deja ver con agrado y que cuenta con buenos actores, una sobresaliente banda sonora, aunque quizá y pese a todo resulte un tanto convencional.
No obstante resulta bastante entretenida y esto en unos tiempos en la que la comedia romántica más manida que viene del otro lado del charco, es bastante positivo en un género muy explotado y con mucha baja calidad de películas en la que es muy difícil encontrar alguna que sobresalga por encima de la media.
Pienso que al público familiar y en general gustará a quien la vaya a ver. No es de ningún modo una pérdida de tiempo y una película hasta cierto punto optimista en estos tiempos que corren, ya es bastante. y resulta muy agradable de ver.
La comedia romántica auspiciada por un cineasta que hasta el día de hoy no había probado más allá de la comedia con un fracaso tras otro adquiere un tono distinto en La felicidad nunca viene sola que, sin necesidad de renovar el género o alcanzar grandes cotas, reformula unos códigos agotados hasta la extenuación dirigiéndose a uno de esos imborrables patrimonios que, prácticamente desheredado hoy en día, frecuentó el género con éxito hace décadas. En efecto, hablamos del slapstick, ese tipo de comedia que se ha ido desarraigando cada vez más probablemente porque el género donde habitó haya sido el más cambiante a lo largo de toda la historia del cine, pero James Huth lo acoge con fuerza y desvergüenza, en su mirada no encontramos la prudencia de un tipo que sabe que probablemente podría estar dando pasos en falso, sino más bien la desmesura de aquel que se divierte a lo grande jugueteando con el artefacto que tiene entre manos y cuyas cualidades no restan un ápice de efectividad al resto de atributos que se perfilan en la obra como los verdaderos anclajes de un trabajo inconsciente tras el que nadie parece pretender asumir el riesgo de elevarse un escalón más, restando efectivos a un romance tan sano como sencillo y sintético.
Entre esos atributos nos topamos con una fantástica pareja protagónica que parece sumirse en esa arrebatada inconsciencia con que el cineasta galo empapa su cinta: no tienen miedo a ser golpeados, a enseñar partes íntimas o a ser zarandeados por tres críos que aquí acontecen parte del problema, si con ello consiguen la sonrisa cómplice de un espectador desacostumbrado a esos porrazos y cabriolas. Entre tanto golpe, encontramos a una Sophie Marceau que se deja maltratar como si su esbelta figura todavía no pasase de la cuarentena, aunque por su forma de lucir absolutamente cada vestido podría decirse que apenas se aleja de la treintena, y otorga un auténtico recital de trompazos para ofrecer una imagen más acorde con su compañero de reparto. Él, Gad Elmaleh, responde a la torpeza de su compañera con ese amedrentado aspecto que aquí malea a la perfección convirtiéndose en el perfecto galán y sorprendiendo a la parroquia con una de esas interpretaciones dignas de elogio, que ponen a un actor al que uno sólo era capaz de imaginar en películas como Un engaño de lujo o El juego de los idiotas en un panorama que raramente pisará de nuevo, desgraciadamente para el que esto escribe.
El estilo visual combina a la perfección con unas secuencias de slapstick que se revelan tan frescas como extraño resulta que hoy en día algo así pueda serlo, pero es que la pericia del realizador al plasmarlas en pantalla es tal que ya sea por la perfecta planificación de momentos que resultan tan ágiles como divertidos o por la sensación de estar presenciando un espectáculo que bordea lo extravagante sin necesidad de tener que recurrir a unos secundarios a los que sólo acude Huth para cimentar reacciones que hacen avanzar una trama mil veces vista, pero que aquí es manejada como si su director llevase toda la vida tras la comedia romántica, es otra de las claves del funcionamiento de un film al que pocos achaques pueden hacérsele.
Entre ellos, es quizá la predilección de Huth por un conflicto que viene bordeando desde buen principio con temáticas de lo más dispares y su predisposición por zanjar cada pormenor con algún tópico sobresaliendo, el mayor problema, no terminando de redondear una obra en la que incluso el cineasta galo se atreve con un tanto de ironía y mala leche (más allá del slapstick) de vez en cuando que hacen de La felicidad nunca viene sola uno de esos títulos que difícilmente quedarán para el recuerdo, pero tampoco será fácil olvidar por eso de que saben airear el ambiente, levantar las miserias del género y esparcirlas como si no hubiera mañana en un intento ante el que se agradece ese aspecto liviano y esa apacible apariencia que a uno le acerca más al recuerdo de aquel disparatado entretenimiento que fue en alguna ocasión el cine, en el que las imperfecciones no hacían más que dar fe de la transparencia de un producto en el que la máxima era que el espectador terminase con una sonrisa en la boca.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
Como comedia funciona, tiene momentos graciosos y la banda sonora así como la fotografía o la escenografía son más que notable, pero la historia no cuela, no es creíble, y los acontecimientos que se van desarrollando, a pesar de ser una historia de ficción, son muy poco probables (o incluso imperdonables por cualquier hombre o cualquier mujer, al menos las terrenales, las de la calle, las nuestras). Peca de dulce y roza el pastelón (y lo sobrepasa) en mas de una ocasión.
Comedia romántica sin mucha miga argumental y con un final más que previsible.
Utiliza casi todos los clichés de este género pero, en vez de caer en el aburrimiento, entretiene gracias a la pareja protagonista y la manera que tienen de afrontar las situaciones conflictivas en las que se ven envueltos.
He de reconocer que me he reído en varías ocasiones y más con Sophie Marceau que con Gad Elmaleh (¡Para mi sorpresa!). Sobretodo con sus torpezas.
Recomendada para esas tardes de domingo en las que quieres pasar un buen rato sin calentarte la cabeza, ni más ni menos.