La fábrica de nada
Sinopsis de la película
Una noche, un grupo de trabajadores se da cuenta de que la administración está robando maquinaria y materiales de su propia fábrica. Cuando se preparan para organizar el equipo y la producción, se les obliga a no hacer nada, como represalia, mientras las negociaciones para su despido están en marcha. La presión desencadena una revuelta entre los trabajadores, lo que afectará a todo lo que les rodea.
Detalles de la película
- Titulo Original: A fábrica de nada
- Año: 2017
- Duración: 177
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Opinión de la crítica
Película
6.9
36 valoraciones en total
Cuesta decir qué es exactamente lo que impide a La fábrica de nada ser una película redonda. Porque, en realidad, el trabajo de Pedro Pinho aborda muchos temas interesantes. En primer lugar, está la (obvia) crítica del sistema capitalista: los empleados siendo tratados como mano de obra manipulable, los empleadores camuflando la sumisión y la obediencia de civismo y diplomacia, los patrones vendiendo situaciones desastrosas como bifurcaciones inevitables repletas de oportunidades… En segundo, tenemos la exploración de posibles respuestas al sistema denunciado: el análisis de las opciones existentes (al parecer, solo una: ocupar la fábrica y hacerse con las riendas del negocio), sospesar qué tipo de consecuencias puede tener el echo de responder (como la necesidad de aprender a gestionar un negocio, la dicotomía ideológica de reproducir los patrones aprendidos o construir un taller auto-gestionado…).
Y todavía hay más: llegado el momento en que los trabajadores logran ocupar la fábrica donde trabajan (decididos a rechazar las condiciones de despido impuestas por los superiores), Pinho introduce un nuevo personaje. Se trata de un cineasta que, enterado de la situación, quiere convertir en documental la lucha de los empleados. De hecho, está decidido a conducir los acontecimientos de tal manera que desemboquen en el final que le interesa. Tal introducción nos da un nuevo punto de vista que, inevitablemente, desemboca en nuevas reflexiones. Porqué la visión de esta tercera persona será formulada exclusivamente en clave ideológica: su puesta en acción supone el abandono del punto de vista afectado (el de quien lucha por un salario) para analizar la situación desde un marco teórico. Un punto de partida que llega a su clímax en una interesante secuencia en qué el documentalista reflexiona con sus colegas intelectuales sobre la contradicción del sistema capitalista: el hecho de que relacione (según ellos) valor con lucrativo.
De esto último se desprende, consecuentemente, un nuevo discurso de carácter meta-lingüístico. Me explico. Dicho documentalista teoriza, desde su cómoda posición de espectador, sobre la situación que viven los trabajadores. Y, decidido a plasmar su discurso, pretende intervenir en las acciones de los personajes con la finalidad de obtener dos cosas: el producto cinematográfico deseado y la confirmación de su propia teoría. Ahí entra la clásica contradicción entre ideología y puesta en práctica, tan bien expresada en la manida frase los pensadores siempre tuvieron la panza llena. Hablando en planta, no será el documentalista quien pierda el sueldo. Pero, del mismo modo, nadie como él puede analizar la situación desde una perspectiva distante y (relativamente) desapasionada. Porque es precisamente su falta de implicación la que le da la visión (supuestamente) adecuada para analizarla de forma (relativamente) objetiva.
Pero en cualquier caso, nada puede salvarlo del abismo que tiene enfrente: la imposibilidad de transmitir su (presuntamente) acertado discurso sin adoptar un rol paternalista. Algo que le sucede, del mismo modo, al director Pedro Pinho: también él se sirve de una serie de personajes convenientemente manipulados para exponer una reflexión. De ahí que el documentalista actúe como una suerte de alegoría metalingüística sobre la posición que ocupa Pinho. Tal vez sea la conciencia de esta contradicción la que le conduzca a explorar a fondo tantos puntos de vista, me atrevería a decir que con cierta ansiedad, como si intentara cubrir todos los frentes des de los que prevé ser atacado. Tal vez también se deba a ello la excesiva duración del largometraje, 177 minutos a lo largo de los cuales el director aborda infinidad de estilos (número musical incluido) logrando a veces secuencias notables y cayendo en otras en cierta redundancia.
El fantasma de Pedro Pinho, cineasta detrás de A fábrica de nada, filme que destaca a primera vista por un claro y coherente contenido político. Ello lo vemos de forma evidente tanto en la historia que se cuenta, como en todo el relleno intelectual que presenta la obra a lo largo de su metraje.
Y es que de por sí, la trama ya es suficientemente potente como para reflexionar y darle vueltas a aquello que el autor le preocupa: la situación del trabajador en el sistema capitalista. Pero el director portugués decide completar lo anterior incluyendo numerosos pasajes, discursos y debates de gran contenido social, político y filosófico en torno a cuestiones como el consumo, el mercado, el trabajo, el capitalismo…
Personalmente, no sé hasta qué punto todo ello beneficia o lastra a la película. Es cierto, sin embargo, que si este relleno intelectual no estuviera se marcaría una diferencia, ya que el posicionamiento del director seria menos claro. En ese sentido es positivo para el filme, ya que nos ayuda a conocer la mentalidad de su autor. Pero por el mismo motivo es también una carga: creo que un cineasta no debe buscar dar respuestas masticadas, sino puntos de partida a reflexiones, meditaciones, dudas. Ello provocará que el espectador llegue a sus propias conclusiones que, sean las que sean, serán de un valor enriquecedor gracias al proceso vivido.
Véase por ejemplo a otro gran cineasta muy concienciado con el mundo laboral, a un humanista que se preocupa y ha defendido siempre a las clases más desfavorecidas del capitalismo, como es el finlandés Aki Kaurismäki. Cierto es que lo hace todo muy a su manera debido a la enorme personalidad que le rodean tanto a él como a su cine, pero a pesar de todo este director es también capaz de retratar el ambiente que a Pedro Pinho interesa y de despertar el mismo tipo de debates y dudas sin todo ese exceso de verborrea teórica e intelectual.
Por ello, y aunque coincida con muchas de las críticas realizadas por el autor portugués, no termino de estar de acuerdo con su forma de exponerlas. Aun así, y a pesar de este desacuerdo, creo que la obra es sumamente interesante y tiene otros tantos motivos muy atractivos a tener en cuenta.
El más llamativo de todos ellos es la gran libertad de la cual goza el filme. Y es que si atendemos a sus formas veremos que es una película inclasificable, una obra que se aprovecha de todo lo que considera adecuado en el momento que considera adecuado para contar lo que quiere. Así, encontramos una curiosa mezcolanza entre elementos usuales del cine de ficción con otros asociados al documental y al musical.
También tiene un extraño y fuerte componente metalingüístico que se acrecienta con el paso de los minutos. Dicho aspecto se encuentra personificado en Daniele Incalaterra, cineasta militante que se encarna a sí mismo y que en algunos instantes parece el propio director de la película que estamos viendo.
A los dos elementos anteriores se suma el de la participación de numerosos actores no profesionales, algo que siempre dota al filme que los usa de una aureola mágica y fascinante, sobre todo si el resultado es, como en este caso, de una fuerza dramática y emocional apabullante.
Cabría citar a su vez la preocupación estilística que destila la obra, algo se aprecia a través de las localizaciones escogidas y la manera de fotografiarlas: las composiciones, los colores, el uso de la luz. Ello también se observa claramente en el vestuario y el atrezzo elegido. Pero lo que yo creo que es el aspecto más representativo de esta preocupación estilística es el hecho de decidir rodar en 16 mm, con todo lo que ello conlleva.
Por último me gustaría citar un elemento que creo que puede desmontar todo lo que he argumentado a los inicios de este texto. Se trata del fuerte tono cómico e incluso autoparódico que invade a la obra a lo largo de su metraje y que es más intenso y evidente en sus instantes finales. Y es que, ¿qué se puede decir sobre algo que se desmonta a sí mismo? ¿Cabe acaso crítica alguna contra algo así?
Pedro Pinho es consciente de las diferencias entre teoría y práctica, entre los intelectuales y los obreros, y su forma de hacer esto evidente es a través del humor.
A Fabrica de Nada es más que una película, es la narración de millones de realidades que se mueven en el plano de la explotación y la opresión como si esa fuese la única casa habitable.
Aquella que debería llegar a cada nueva generación y a cada conciencia atrapada en la banalidad o la ignorancia. Más que un panfleto y mejor que muchos libros políticos. Por fin política verdadera en la gran pantalla, sin censura, sin sobreactuaciones, con excelente acompañamiento estético. Sumamente natural y cercana.
A destacar el mérito de haber reproducido fielmente las contradicciones internas de la clase obrera y su dignidad, la capacidad de volcar teoría marxista y adentrarnos en el corazón del debate de salón y la marginalidad de una filosofía abstracta, que así escenificada cobra sentido incluso para cualquier materialista que desee un cambio de sistema.
El público tiene risas ultrapacifistas para aquellos barros…pero para estos lodos Pedro Pinho nos demuestra que es posible no dejarse nada en el tintero. Solo fallan música y lo relativo a esto, es la razón por la que no alcanza el diez. Por temática y tratamiento, merecidísimo sobresaliente.
Una película por la que en este orden de cosas dan ganas de gritar ¡¡gracias!!
La historia se desarrolla en el interior de una fábrica de ascensores en donde sus trabajadores se unen para evitar los despidos de la empresa y las negociaciones entre la patronal y los sindicatos, y la manera diferente en la que los empleados plantean su futuro, en unos casos aceptando y firmando las condiciones de despido de la empresa y en otros negándose a firmar y haciendo huelga para defender lo que creen sus derechos.
La idea surgió en lo que sucedió en la fábrica de ascensores OTIS en la década de los 70, y el proyecto ha tardado 2 años en sacarse adelante con un trabajo previo que ha tenido lugar en el Norte de Lisboa, en una zona cerca del río Tajo, y allí se han llevado a cabo entrevistas con trabajadores para conocer mejor la situación laboral actual y los casos de despido en esas empresas. La cinta se ha rodado en el interior de la fábrica OTIS, la misma en la que los productores, guionistas y el director se han basado para sacar adelante el proyecto. La película no se hace pesada, pese a sus 3 horas de duración, y es uno de los mejores retratos que se han hecho en las últimas décadas de las relaciones laborales, de la situación social del momento y de las luchas de los trabajadores por sus derechos.
Hay muchos diálogos en el interior de esa fábrica y cada una de esas conversaciones son interesantes, y se dan a conocer las versiones de las dos partes, aunque está claro que el director se posiciona sin decirlo a favor de los trabajadores, aunque también cuestiona el socialismo actual en una larga escena final que es un magnífico colofón a la película con un diálogo entre dos personas lleno de sinceridad y que retrata la realidad social actual, sobre todo de la gente que dice que es de izquierdas pero intenta vivir con los lujos de las clases altas y que se ha plegado al capitalismo y que es difícil que abandone esas propiedades y el acceso a la tecnología cara pese a ir pregonando lo malo del capitalismo y las modernización de la sociedad del siglo XXI en los países desarrollados.
Con un gran trabajo de fotografía de Vasco Viana, uno de los técnicos portugueses más importantes del panorama actual, y rodada en 16 mm, dotando al proyecto de un aroma al cine más independiente cercano al documental. También destacan las música y las canciones están muy bien seleccionadas, y tiene como colofón una sorpresa en la parte final con la unión de los empleados de la fábrica para cantar el tema que da título al proyecto y al mismo tiempo realizar una coreografía muy bien trabajada. Ese momento musical, junto a cada una de las conversaciones y temas planteados en esas reuniones en el interior de la fábrica, son los momentos más interesantes de este proyecto que tiene los momentos de parón cuando se adentra en la vida privada de los personajes, sobre todo del protagonista con su mujer y su hijo, ya que estas escenas no aportan mucho al conjunto de la trama, y se podía haber buscado algún detalle que uniera la vida laboral y familiar de ese joven trabajador de esa fábrica.
La película no es fácil por su duración, ritmo pausado y por tratar unos temas que pueden ser poco atractivos para el público medio, pero es muy recomendable a los que disfrutan con el cine de autor con contenido social y con una importante reflexión sobre la situación laboral en la sociedad actual en los países desarrollados.
LO MEJOR: Las reuniones e intercambio de opiniones en relación con el asunto central. El momento musical y la escena final.
LO PEOR: Las historias personales y familiares de los personajes que nos muestra la película son intrascendentes en relación con la lucha de esos personajes por sus derechos laborales en la fábrica.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
La propuesta del colectivo de producciones cinematográficas Terratreme bebe directamente del espíritu del 68 del siglo pasado. Un cine social y político, coherente con sus postulados en el que la experimentación con las formas es prioritaria. Así, pasamos de un sesgo documental, a otro realista, a ficción (aunque todo el conjunto lo es), surrealismo…, todo ello rodado en 16 mm. y con actores no profesionales. La integridad de su propuesta ofrece veracidad y desigualdad a partes iguales en un metraje, a mi juicio excesivo, donde el discurso político ante el estado permanente de crisis, y precariedad laboral en el que nos mantienen a la clase trabajadora es oportuno y descorazonador con visos de no tener solución por mucho que la autogestión pueda parecer una solución de trámite ante un problema tan enraizado y complejo que exigiría una radicalidad utópica tanto en las formas como en el propio fondo del ser humano.
Las imágenes de fábricas abandonadas y desmanteladas, se alternan con planos cortos e íntimos de la piel de sus protagonistas, números musicales y discurso políticos. Algunas escenas, como la de la inactividad y el silencio de cada uno de los trabajadores en una fábrica parada, son desoladores, la alegría por una autogestión ante un posible pedido de producción, conmovedoras. Absolutamente mágicas y evocadoras las del encuentro con las avestruces. Cargante el niño con su crueldad animal. Al manido y lamentablemente efectivo divide y vencerás del patrono de turno se le suma últimamente los eufemismos y el darle la vuelta a la tortilla: No te dejamos en la calle, te damos la oportunidad de reencontrarte en otro proyecto diferente.
Malos tiempos para la lírica.
cineziete.wordpress.com